HOMOSEXUALIDAD Y CRISTIANISMO

La primera (distorsión) es la tendencia a considerar como ley natural y divina lo que en realidad son normas eclesiásticas. La segunda distorsión, consecuencia de la anterior, es la no aceptación de una ética laica, válida para todos los ciudadanos y ciudadanas. La tercera (…) una lectura fundamentalista de los textos bíblicos relativos a la homosexualidad.
Estas son algunas de las afirmaciones que hacia en enero del 2006 JUAN JOSÉ TAMAYO, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Nuevo Diccionario de Teología
(Trotta, Madrid, 2005)

ECLESALIA, 18/01/06.- La relación entre homosexualidad y cristianismo es un tema complejo, sobre el que no se suele hablar con serenidad y equilibrio. Se opera con estereotipos, prejuicios y concepciones míticas, debido a una educación religiosa y cívica caracterizada por la homofobia. Faltan objetividad, rigor y respeto en el tratamiento sobre el tema. La tendencia es a la descalificación. Antes de informarse, la gente opina y no precisamente para comprender sino para condenar.

La Iglesia católica es una de las organizaciones internacionales que más veces se ha pronunciado públicamente sobre la homosexualidad, y siempre con tonos negativos y condenatorios. Otros organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo, etc., se han mostrado más comprensivos, tolerantes y abiertos.

El primer dato a tener en cuenta en esta materia es el amplio pluralismo que existe entre los colectivos de cristianos y cristianas (aquí me circunscribiré a los católicos). Por una parte están las posiciones de la jerarquía católica en bloque, sin fisuras, al menos externas, y de algunas organizaciones católicas que consideran éticamente desordenada la mera inclinación de la persona homosexual; califican la práctica homosexual de inmoral y abominable; acusan a los gays y lesbianas de personas depravadas, virus para la sociedad y moralmente malos; comparan a los matrimonios homosexuales con la acuñación de moneda falsa y les aplican valoraciones como éstas: corrupción y falsificación legal de la institución matrimonial, retroceso en el camino de la civilización, lesión grave de los derechos fundamentales del matrimonio y de la familia, atentado contra la armonía de la creación, quiebra de la estabilidad social en su entraña más profunda y desfiguración de la imagen del hombre y de la familia. A su vez, expresan su dolor por los perjuicios causados a los niños entregados en adopción a esos “falsos matrimonios”.

De otra parte están los planteamientos de numerosos colectivos de teólogos, teólogas, grupos de base, lesbianas y gays cristianos, que disienten de la jerarquía y la acusan de beligerante y totalitaria. Estos colectivos defienden un modelo de convivencia caracterizado por el respeto y la libertad, justifican la homosexualidad como una forma legítima de ejercer la sexualidad, reclaman el derecho de las parejas homosexuales a contraer matrimonio tanto civil como religioso, ya que son unidades de convivencia y afecto en igualdad de condiciones que las personas heterosexuales, y a la adopción.

Los puntos de acuerdo entre la jerarquía y los colectivos citados son mínimos, por no decir
nulos. La fractura no puede ser mayor. Intentando objetivar el tema, creo que el problema
de fondo radica en una serie de distorsiones que paso a explicitar.

1.
La primera es la tendencia a considerar como ley natural y divina lo que en realidad son normas eclesiásticas. Es la estrategia de los obispos y de sus asesores -entre los que se contaba hasta su fallecimiento el banquero Rafael Termes-, para imponer a toda la ciudadanía una concepción del matrimonio y la sexualidad que pertenece a la doctrina moral de la Iglesia católica de una determinada época histórica hoy en revisión.
La jerarquía pretende poner límites a los legisladores en el ejercicio de su función, acusándolos, en el caso de la ley que regula el matrimonio homosexual, de ir contra la ley natural, de negar de manera flagrante datos antropológicos fundamentales y de llevar a cabo una auténtica subversión de los principios morales más básicos del orden social. Lo que subyace a este planteamiento es la resistencia a reconocer el Estado no confesional y a aceptar el pluralismo ideológico, religioso y moral de la sociedad española. Parapetarse en la ley natural para impedir a los legisladores cumplir con su función de debatir y aprobar las leyes en sede parlamentaria constituye una crasa negación del poder legislativo, que es uno de los poderes del Estado moderno. Además, el propio concepto de ley natural está hoy puesto en cuestión y es de dudosa validez en el terreno jurídico, pero también en el filosófico, y no digamos en el teologico.
2. La segunda distorsión, consecuencia de la anterior, es la no aceptación de una ética
laica, válida para todos los ciudadanos y ciudadanas, independientemente de sus creencias
e ideologías. El proceso de secularización ha establecido una justificada separación entre
la esfera religiosa y la cívica, que los obispos harían bien en respetar y, a partir de ahí,
colaborar en la búsqueda consensuada de unos mínimos de ética laica compartidos por
todos los ciudadanos y ciudadanas, dentro del respeto a las normas morales de las distintas
tradiciones religiosas.
3. La tercera es interna al propio catolicismo y me parece fundamental desde el punto de vista teológico. Consiste en una lectura fundamentalista de los textos bíblicos relativos a la homosexualidad. Voy a poner un par de ejemplos. El primero es el de Sodoma y Gomorra (Gn 19,1-11). Según la interpretación tradicional, el pecado de los habitantes de esas dos ciudades fue mantener relaciones homosexuales. Sin embargo, según la interpretación que hoy parece más correcta, lo que se condena no es la homosexualidad en sí, sino la dureza de corazón de los sodomitas, la violación de hombre con hombre, que implica una humillación, la ofensa a los extranjeros a quienes Lot había acogido en su casa ejerciendo la virtud de la hospitalidad. La teóloga norteamericana Alice Winter demuestra que el pecado de estas dos ciudades se concreta en un sistema de injusticia y opresión defendido por una pequeña elite para asegurarse una vida en abundancia y ociosidad a costa de los pobres. En definitiva es la falta de hospitalidad para con los extranjeros lo que se condena.
El segundo ejemplo son las prescripciones del Levítico. En un texto de este libro (18,22) se califica la homosexualidad masculina como abominable. En otro (20,13) se dice que si un varón se acuesta con otro varón, ambos cometen una abominación y deben morir.
Los dos textos deben ser leídos en su contexto. En la legislación hebrea se ordena pena de muerte para quienes maldicen a sus padres, para los adúlteros, los incestuosos y los pecados de animalismo. Se considera igualmente abominable mantener relaciones sexuales con una mujer durante la menstruación. Por el contrario, se permite vender a la hija como esclava, poseer esclavos, tanto varones como hembras, siempre que se adquieran en naciones vecinas. Se establece la pena de muerte para quien transgrede el precepto del descanso sabático y osa trabajar el séptimo día. Se prohíbe acceder al altar a toda persona con algún defecto corporal. ¿Hay que interpretar estos textos en su sentido literal? Decididamente, no. Lo que estas prohibiciones quieren poner de relieve es el carácter peculiar del pueblo hebreo como pueblo de Dios, que se distingue del resto de los pueblos. La condena de la homosexualidad así como otras prácticas no se basa en razones sexuales sino en razones religiosas. El problema no se plantea en el terreno moral, sino en el de la identidad étnica y el de la pureza.

Yo creo que el conflicto o la incompatibilidad entre cristianismo y homosexualidad carecen de base tanto antropológica como teológica. Coincido con el teólogo holandés Edward Schillebeeckx en que no existe una ética cristiana respecto a la homosexualidad.
Se trata de una realidad humana que debe asumirse como tal sin apelar a valoraciones morales excluyentes. A mi juicio, no existen criterios específicamente cristianos para juzgarla. La incompatibilidad en el cristianismo no se da entre ser cristiano y ser homosexual, sino entre ser cristiano y ser insolidario, entre ser cristiano y ser homófono, o, como dice el evangelio, entre servir a Dios y al dinero.
La teología del matrimonio con la que operan de manera generalizada no pocas iglesias cristianas se elaboró en una cultura, una sociedad y una religión homófobas y patriarcales, que imponían la sumisión de la mujer el varón y la exclusión de los homosexuales de la experiencia del amor. Hoy se necesita reformular dicha teología, para que sea inclusiva de las distintas tendencias sexuales que deben vivirse desde la libertad, el respeto a la alteridad, dentro de unas relaciones igualitarias y no opresivas. Los teólogos y las teólogas tenemos aquí un papel importante que jugar, pero sin dogmatizar, sino desde la apertura a las nuevas investigaciones científicas en esta materia y desde la sensibilidad hacia los nuevos modelos de pareja, pero sin anatematizar a priori ni moralizar. Antes de juzgar, y en algunos casos de condenar, haríamos bien en salir del analfabetismo enciclopédico en que con frecuencia estamos instalados los cultivadores de la teología. Primero estudiar, informarse. Seguro que el juicio entonces estará más razonado y será más comprensivo y tolerante. El dogmatismo nunca ha sido buen acompañante de la reflexión y menos aún de los juicios morales. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
18/01/2006 19:05. Autor: ecleSALia.net

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DECLARACION DE LA COORDINACION DEL SFT‏

Pronunciamiento de la Coordinación de los Seminarios de Formación
Teológica, ante la sanción aplicada al padre Nicolás Alessio y el
tratamiento de la Ley del Matrimonio Igualitario.

16 DE JULIO DE 2010

Los miembros de la Coordinación Nacional de los Seminarios de Formación Teológica expresamos nuestra profunda indignación por la sanción y las amenazas infringidas al Padre Nicolás Alessio, hermano y compañero nuestro, y miembro desde hace 25 años de este espacio cristiano y ecuménico, más cuando esta sanción es sobre "materia opinable" y no sobre algún dogma de la Iglesia.

Asimismo nos indigna el silencio y las complicidades históricas de cierto sector de la jerarquía de la Iglesia con el terrorismo de Estado, con los poderes económicos, con los opresores de los pobres, con las mentiras y los miedos sociales y sexuales, que muchas veces ocasionan enfermedades como el HIV. Nos indigna la liviandad con que este mismo sector se pronuncia frente a la pobreza que destruye a las familias comparada con la forma taxativa de sancionar a un hermano por expresar su pensamiento y su sentimiento. Nos indigna, en fin, la pretensión totalitaria de una institución que prefiere el silencio o el ocultamiento de sus propios pecados como la pedofilia, pretendiéndose dueña de la verdad, mientras que tira la primera piedra a quienes se permiten manifestarse desde sus genuinos sentimientos de amor al prójimo.

Creemos que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y no un objeto que deba ser regulado y disciplinado sobre la base del miedo que promueven algunas autoridades eclesiásticas, creyéndose por sobre las leyes que rigen la vida social. El prejuzgamiento y la sanción del Padre Alessio sin juicio previo, más que el acto del exacerbado Obispo Ñáñez, es una flagrante violación de los preceptos básicos de nuestra Constitución Nacional.

No admitimos en esta Coordinación de los SFT ningún fundamentalismo y mucho menos el que se manifiesta en nombre de Jesucristo, quien es la ternura, la misericordia, el amor de DIOS CON NOSOTROS.

No admitimos en esta Coordinación de los SFT el lenguaje de guerra, más propio del Medioevo y las Cruzadas, o del pensamiento imperialista de la nueva derecha, que de la comunidad de los cristianos. Demasiado se parece el discurso de algunas autoridades de la Iglesia al discurso que opone el bien y el mal basado en el etnocentrismo o en las pretensiones de dominio planetario de la vida, que se deriva luego en la justificación para eliminar al otro, a otros pueblos, a diversas razas, diversas sexualidades, a otras formas de vivir la cultura y la religión, porque se los considera la causa del mal.

Expresamos nuestro apoyo a las opiniones vertidas oportunamente por el Padre Alessio. Las amenazas de excomunión al Padre Nicolás no hacen más que sembrar el terrorismo del pensamiento único y del dogmatismo. La ignorancia, el autoritarismo, el miedo, el oscurantismo que algunas autoridades eclesiásticas exhiben, y que se condicen con una concepción cerrada y purista de una supuesta "comunidad" católica, no hacen más que obturar el diálogo entre la Iglesia y el mundo y crear de hecho una situación de exclusión sobre la base del fundamentalismo. No hacen más que dar la espalda, ignorar y menospreciar los cambios culturales y la existencia de diversas identidades. No hacen más que menospreciar la riqueza que tienen las diferentes identidades étnicas, raciales, de géneros, sexuales, generacionales, etc., que deberían expresarse en climas de reconocimiento, de igualdad y de justicia social.

Creemos, antes que nada, en el mandamiento del Amor, en las formas en que este acontezca y se manifieste. Necesitamos una sociedad basada en el amor y en la no discriminación. Creemos en la posibilidad del reconocimiento mutuo, en la posibilidad de construir una sociedad donde prevalezca el sentido de pertenencia, y no más la exclusión por los motivos que fuere.
Nunca más una sociedad basada en lenguajes de guerra. Nunca más una sociedad del miedo o basada en el terror al otro. Nunca más una sociedad cuyas "verdades" se basaran en el desconocimiento y la ignorancia. Nunca más una sociedad que admita el cercenamiento de la libertad.

Después de lo acontecido la madrugada del 15 de julio de 2010, donde los representantes del Pueblo reunidos en el Congreso de la Nación sancionaron como Ley el Matrimonio Igualitario, decimos con Eduardo Galeano:

"Pero ellos y ellas, los raros, los despreciados, están generando, ahora, algunas de las mejores noticias que nuestro tiempo transmite a la historia. Armados con la bandera del arcoiris, símbolo de la diversidad humana, ellas y ellos están volteando una de las más siniestras herencias del pasado. Los muros de la intolerancia siguen cayendo".

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Otras voces de la Iglesia

Matrimonio igualitario

Dos grupos de la Iglesia de Quilmes se manifiestan en disidencia con la opinión que la mayoría de los obispos vienen proclamando respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo. Uno de ellos denuncia la falta de consulta al laicado y las presiones para forzar la asistencia a la movilización pública planeada en oposición a la ley de matrimonio igualitario. Se reproduce también una nota del diario Clarín en la que el cura Nicolás Alessio, al parecer vocero de alrededor de 60 sacerdotes, se manifiesta en forma similar a los grupos quilmeños.


CON LOS QUE SUFREN
Posición de algunos cristianos respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los cristianos y cristianas que abajo firmamos, reafirmando nuestra opción por el ser humano, a imagen de las opciones de Jesús, e implorando que se hagan carne sus opciones en nuestra querida Iglesia y podamos abrazar como madre y como padre a los hrmanos y hermanas nuestros que hoy sufren por su condición sexual.
Convencidos de que a veces el silencio es prudente, pero que en otros tiempos puede significar complicidad e infligir sufrimientos incompatibles con las opciones cristianas que hemos realizado. Elevamos nuestra voz, esperando que uniéndose a otras, permita que se escuche otra voz en la Iglesia de Jesús, que es familia de todos y todas y no sólo de los pastores o de la jerarquía eclesiástica.

Haciendo ejercicio de la libertad, autonomía y conciencia para ser parte del coro de voces que defiende la dignidad humana, antes que cualquier situación especial y siendo testigos de la Encarnación que da cuenta del infinito y tierno amor de Dios, que nos eligió para ser uno de nosotros y que por ello desde entonces nadie puede arrogarse ninguna autoridad sobre quién es digno de justicia y de derecho.
Afirmando que, si el Reino no es inclusivo y a la mesa no nos podemos sentar todos y todas, entonces, no es el Reino del Padre ni la mesa de Jesús.
Sin intentar dar lecciones de teología, pero haciendo opciones concretas por gritar en el desierto lo sagrado de la vida humana y la riqueza de su diversidad, así como la defensa de los derechos de cada uno y de cada una de vivir su identidad,

Y eligiendo estar al lado de los sufren injusticias, elevamos nuestras voces diciendo:
Que expresamos nuestro más enérgico rechazo a las expresiones que han asociado y descripto el debate por los proyectos de ley, respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo, como una guerra entre quienes apoyan dichos proyectos y quienes los rechazan. Semejante asociación empobrece el debate, disminuye la deliberación, aumenta la confrontación irracional y otorga excusas para las acciones violentas y el continuo hostigamiento, sufrimiento y discriminación al que se encuentran sometidas las personas homosexuales por esa exclusiva condición.
Y que ante la reiteración de ciertos argumentos, utilizados para rechazar la propuesta de ley que permitiría el matrimonio entre personas del mismo sexo, deseamos hacer algunas importantes aclaraciones para que cada cristiano pueda decidir informadamente que postura adoptar sin caer en prácticas ni justificaciones homofóbicas.

Reiteradamente, expresa o implícitamente, se presenta a la homosexualidad como una desviación de la naturaleza, o como una enfermedad. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud no tiene catalogada a la homosexualidad como una enfermedad, a la vez que no existen argumentos científicamente plausibles al día de hoy que permitan sostener lo contrario.
También insistentemente, se ha afirmado que no permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, no significa discriminar, porque se están distinguiendo realidades distintas y que esa distinción entonces no implica discriminación alguna. Ante ello es necesario recordar cual es el contenido del derecho a la igualdad y la no discriminación y examinar si los argumentos utilizados son compatibles con dicho contenido.
Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el derecho a la Igualdad y no discriminación implica la imposibilidad de hacer distinciones, aún ante la presencia de evidentes diferencias, si es que esas distinciones carecen de justificaciones objetivas y razonables. Son por ejemplo evidentes las diferencias físicas entre un hombre y una mujer, pero por el sólo hecho de apelar a dichas diferencias no se podría justificar objetiva y razonablemente el vedarle por ejemplo a la mujer el derecho a votar, aunque lamentablemente hasta no hace mucho tiempo esto se realizaba.

La distinción, para no constituir una discriminación, debe poseer una justificación objetiva y razonable. Ahora bien, en los argumentos en contra del matrimonio homosexual se afirma que resulta razonable dicha prohibición porque permitir lo contrario vulnera y perjudica al matrimonio entre hombre y mujer, y pone en igualdad dos uniones que no se asemejan. Ante dichas afirmaciones hay que examinar si resulta verdaderamente razonable o no la prohibición, en razón de la defensa del matrimonio heterosexual. Ante lo que surge la pregunta, ¿cuál es el mecanismo real por el que se perjudica al matrimonio heterosexual, si se permitiera el matrimonio igualitario? ¿Cuál es el perjuicio por igualar estas dos realidades? Es relevante la pregunta, ya que no nos encontramos frente a derechos que se contraponen y por ende hay que explicar la afectación, no alcanza con decir que existe sin demostrar realmente el perjuicio que causaría, porque al no encontrarse un verdadero perjuicio demostrable y objetivo, esas expresiones constituyen fundamentos para la discriminación.

Debe quedar claro que el matrimonio heterosexual no se deroga, no se le quita ningún derecho, no se le impone ningún otro requisito que lo dificulte, por las dudas aclaramos que el matrimonio como sacramento no está en discusión ni se ve afectado, estamos hablando del matrimonio civil, aquél que deciden contraer personas de otras religiones y personas que no profesan ninguna religión. Por lo que no existiría afectación real alguna, para que a partir de la sanción de una nueva ley como la discutida, un hombre y una mujer con convicciones y/o prácticas religiosas o no, puedan contraer matrimonio. Ante ello resulta clara la falta de razonabilidad de la distinción que se pretende, y una distinción carente de justificación objetiva y razonable constituye una discriminación, discriminación que no puede ser tolerada, ni sostenida, ni desde la Iglesia, ni desde ninguna concepción y resulta contraria a los principios constitucionales y a los tratados internacionales sobre derechos humanos que rigen la materia y de los que nuestro Estado es parte.

Por ello es que los que abajo firmamos, pedimos que se deje de aplastar la dignidad de nuestros hermanos homosexuales, dejemos de infligirles sufrimientos, enjuaguemos sus lágrimas y escuchemos su voz, su voz que reclama el fin de la discriminación el fin de la homofobia y el reconocimiento de los derechos que ya nadie puede negarles.
Para agregar tu firma enviá un mail a conlosquesufren@gmail.com o sumate en Facebook http://www.facebook.com/pages/Con-los-que-sufren/138065099544935

FIRMAS:
Ab. Gabriel F. Bicinskas, miembro del Departamento de Justicia y Paz, Diócesis de Quilmes.
Prof. Gladys Alcaráz, miembro del Departamento de Justicia y Paz, Diócesis de Quilmes.
Lic. Claudio Spícola, miembro del Departamento de Justicia y Paz, Diócesis de Quilmes.
Lic. Patricia Fernández Schellemberg, Coordinadora Dpto. de Laicos, Diócesis de Quilmes
Natalia Estela Bettoni, Integrante del Dpto. Pastoral Social, Diócesis de Quilmes.
Cristian Rodríguez, Integrante del Dpto. de Laicos, Diócesis de Quilmes
Prof. Liliana Patricia Giammarino, Derechos Humanos, Municipalidad de Florencio Varela
Prof. Guillermo D. Ñáñez, Director de Derechos Humanos, Municipalidad de Florencio Varela
L.A. María Cristina Grieco.
C.P. Elizabeth G. Blanco.
Ing. Luis Ignacio Grieco.
Y continúan las firmas.

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Manifiesto Final Laicos por la Diversidad

“Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie…,
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda”.
(Oración por la Patria)

Domingo 11 Julio de 2010
Un grupo de laicos y laicas de la Iglesia Diocesana de Quilmes decidimos hacer pública nuestra reflexión, animados por el relato que compartimos hoy en nuestra celebración litúrgica: “la parábola del buen samaritano” (Lucas 10, 25-37).
El Evangelio nos habla de “prójimo”, de “aproximarnos”, de “hacer visibles a los invisibles”, ¿cómo no conmovernos y hacernos cargo, en nuestra patria, de muchas y muchos que están mal heridos al costado del camino?
En estos días, ante el tratamiento de la Ley de matrimonio de personas del mismo sexo (“ley de la Igualdad”), nos vimos atravesados por un enorme caudal de información. Recibimos animosas exhortaciones para asistir a la marcha del próximo martes 13 de julio en la plaza de los dos Congresos bajo el lema: “Los chicos tenemos derecho a mamá y papá – Matrimonio entre varón y mujer”. El objetivo: que la comunidad católica del país se movilice en contra de la aprobación de la mencionada ley.
Quienes suscribimos este texto somos también laicos, católicos y ciudadanos. Somos personas comprometidas en los ámbitos de la militancia eclesial, social y política. Personas capaces de análisis, de madurar nuestra fe y nuestra conciencia. No estamos dispuestos a actuar con “anteojeras”, ni a responder a operaciones “coercitivas” o “corporativistas”, como las que hemos experimentado durante este último tiempo.
No estamos de acuerdo con esta propuesta, con esta movilización.
Hacemos un fraterno llamado a los laicos de todo el país a reflexionar y a repensar esta convocatoria.
Estas son las razones que invocamos para no asistir el martes 13 a la Plaza de los dos Congresos:
• Es una marcha que no expresa el sentir de una Iglesia “en comunión”. Iglesia somos todos y, como laicos, no hemos sido consultados sobre esta propuesta. Nuestros pastores (e incluso los dirigentes del Departamento de Laicos de la CEA) no nos han consultado al respecto. Sólo nos llegaron correos con decisiones tomadas, rígidas, inflexibles.
• Pensamos que los modos con que se ha convocado a la marcha tienen rasgos de fanatismo, expresiones de intolerancia, tintes conspirativos. Personas y organizaciones homosexuales se han sentido discriminados por la Iglesia. Conocemos situaciones de docentes, alumnos y familias en colegios, institutos y universidades católicas, intimadas a acudir y adherir a la marcha. Pastores que han intentado direccionar las decisiones de los fieles para lograr su participación en esta movilización. Palabras hirientes, discriminatorias, arbitrarias, y hasta absurdas, hacia hermanas y hermanos homosexuales.
• La tergiversación de los mensajes y la utilización de la voz e imagen de niños clamando por “una madre y un padre”, intentando instalar en la opinión pública la idea de que “la familia y su supervivencia están en serio peligro”. Llegando a incitarnos a ser parte de “la guerra de Dios”.
Finalmente, nos hacemos eco de la reflexión de un grupo de sacerdotes de nuestra diócesis. Ellos nos animaron a repreguntarnos algunas cosas:
1) “¿Se puede seguir afirmando que la homosexualidad es una “enfermedad”, y desde una comprensión prejuiciosa de la misma, condenar tal identidad y sus eventuales derechos civiles?”
2) ¿No será necesario revisar el concepto burgués de “familia”, defendido detrás de slogans discriminatorios a la condición homosexual? ¿No han generado los pretendidos “sanos” matrimonios heterosexuales (“sanos” por el mero hecho de ser “hetero”) situaciones disfuncionales, abandono de hijos, abusos y violaciones a la vida?
3) ¿Por qué tantos y tantas “cruzados/as” católicos/as que levantan sus voces y se movilizan no lo hacen para combatir la pobreza, la injusticia, la desocupación, la falta de salud, de vivienda digna, cosas que ciertamente “atentan contra la familia”?
No nos sentimos dueños de la verdad. Todo lo contrario, nos reconocemos buscadores de claves y luces para construirla, para redescubrirla.
Sólo invitamos a repensar y a discutir estos temas.
Nos animamos a seguir soñando con el Reino de Jesús.

“Al final del camino me dirán: -¿has vivido? ¿has amado?
Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”
Don Pedro Casaldáliga

Para adherir a este manifiesto, envíanos tu mail al correo: laicosxladiversidad@gmail.com
Muchas gracias!!

FIRMAS:
• Natalia Estela Bettoni (Integrante del Dpto. Pastoral Social, Diócesis de Quilmes)
• Cristian Rodríguez (Integrante del Dpto. de Laicos, Diócesis de Quilmes )
• Prof. Guillermo Daniel Ñáñez, Católico, Director de Derechos Humanos - Municipalidad de Florencio Varela
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El cura que desafió a Bergoglio
Clarín 11/07/10
Cuando opina sobre los conceptos del cardenal Jorge Bergoglio acerca del matrimonio gay, el sacerdote cordobés Nicolás Alessio no duda: “Sobrepasó todos los límites y ha sido absolutamente desatinado. Una cosa es discutir y muy otra es abordarlo como una guerra santa. Lo único que falta es que pida que quemen gente, como en la Inquisición. Es un regreso al Medioevo, cuando se atribuía al “Maligno y sus procederes” el comportamiento de las personas. Ha caído en lo más primitivo y oscurantista de la historia de la Iglesia”. Alessio es un cura rebelde tan querido por sus feligreses, como incómodo para la curia oficial. Adepto a la doctrina de la Iglesia Tercermundista, integra el “Grupo Angelelli”, llamado así en honor al obispo asesinado en la última dictadura.
Alessio es uno más y el vocero de unos 60 sacerdotes que apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo, y cuestionan el celibato y “la estructura canónica, monárquica y verticalista de la Iglesia Católica oficial que anula toda aceptación de la diversidad”.
¿Tan grave le parece? Es absolutamente grave lo expresado. Recurre a lo que debería ser lo contrario en la Iglesia: sigue estigmatizando a los homosexuales como la causa de un futuro de catástrofe social. Y es grave porque fogonea los miedos y prejuicios de una gran parte de la sociedad frente a lo diverso, a lo distinto.
Algunos fueron amonestados por el obispo de Córdoba por su postura, ¿seguirán en esa línea? Sí. Y, como siempre, para calmar los ánimos. El contexto de esa carta –hay un plan para destruir los planes de Dios– es medieval: hay un enemigo satánico y se piden oraciones y ayuno. Si bien cae en algo grosero, muchos obispos piensan que un homosexual es una persona enferma. La doctrina eclesiástica no está muy lejos de Bergoglio. El cambio que deberían hacer es copernicano.

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Preguntas sobre el matrimonio

Preguntas que nos surgen en la situación actual

Ante el surgimiento de temas conflictivos en la sociedad, en medio de los debates, vemos que con mucha frecuencia las voces que se atribuyen a “la Iglesia” aparecen del lado de los que se niegan a “lo nuevo”, los que tienen miedo a la libertad, los que quieren que nada cambie. Es cierto que con mucha frecuencia hay quienes quieren mostrar la “peor cara” de la Iglesia, es cierto que no siempre “lo nuevo” es “lo mejor”, y que caminar caminos de libertad supone andar rumbos que a su vez nos hagan libres. Por eso, como miembros activos y plenos de la Iglesia, un grupo de curas de la diócesis de Quilmes quisiéramos formularnos algunas preguntas. No pretendemos tener todas las respuestas, pero sí creemos que interrogarnos nos ayuda a pensar con libertad y con paz.

1. Ante el clima de intolerancia, y en muchos casos de actitudes verdaderamente dignas de las peores Cruzadas, movidas por preocupantes fundamentalismos bíblicos, filosóficos y antropológicos, nos preguntamos: ¿Se puede seguir afirmando que la homosexualidad es una “enfermedad”, y desde una comprensión prejuiciosa de la misma, condenar tal identidad y sus eventuales derechos civiles? ¿Cuáles serían los argumentos serios, razonables y académicos para sostener semejante afirmación?
2. Ante el planteamiento de que un eventual matrimonio entre parejas del mismo sexo atenta contra la “ley natural”, nos preguntamos: ¿A qué se llama “natural” en estas discusiones? ¿No estará aquí una de las dificultades para poder clarificar este debate? “Ley natural”, “naturaleza”, “orden natural”, ¿no son expresiones a ser revisadas y actualizadas? ¿Pueden entenderse estas expresiones de manera absoluta, fijista y sin la dinámica propia de nuestra condición humana? Si en la historia de la Iglesia se consideraba “natural” el cauce de un río y se impedía canalizarlo, o se consideraba “natural” la esclavitud, ¿no estaremos ante una concepción claramente cultural? La concepción de “ley natural”, ¿no es más propia del helenismo que de la Biblia? Cuando san Pablo afirma que “es natural en el varón el pelo corto” (1 Cor 11) ¿no es esta una concepción evidentemente cultural?
3. En nuestros barrios hay muchos pibes y pibas que nacen y crecen con madres solteras, a cargo de tías y abuelas, de gente sincera que realizando la “función materna y paterna” les garantiza el afecto y el cuidado necesario para la vida. Comedores, hogares o simplemente vecinos y vecinas que hacen gratuitamente más amplia su mesa y su casa, logran que muchos chicos encuentren “familia” (la más de las veces sin su papá biológico y, a veces, hasta sin su mamá biológica). ¿No será necesario revisar el concepto burgués de “familia”, defendido detrás de slogans discriminatorios a la condición homosexual? ¿No han generado los pretendidos “sanos” matrimonios heterosexuales (“sanos” por el mero hecho de ser “hetero”) situaciones disfuncionales, abandono de hijos, abusos y violaciones a la vida?
4. Se ha afirmado que se quiere cambiar “la familia”. ¿No es evidente que “la familia” ha cambiado y sigue cambiando a lo largo de la historia? El modelo que actualmente se defiende, ¿no es propio del s. XVIII y muy diferente de las familias de las comunidades indígenas de América o de África? ¿La familia polígama de “Abraham nuestro padre en la fe” es igual a la familia ampliada en la que convivían no sólo padres, hijos, nietos, sino también esclavos y clientes, como era habitual en el imperio romano? ¿La familia patriarcal en el que la mujer era tenida por “propiedad de” un varón (¿no viene de allí el término “matri monium”?) es igual a la familia en la que una jovencita debe cuidar a sus hermanitos mientras su mamá trabaja porque su papá los abandonó? ¿cuál de todos estos y los muchos otros existentes en la historia sería el término adecuado para hablar de “familia”?
5. Si miramos el Evangelio de Jesús, es evidente que, Reino de Dios y familia son “fidelidades en conflicto” (S. Guijarro). Jesús dedica todas sus energías y entusiasmo a predicar “el reino de Dios”, y relativiza de un modo claro y evidente la familia; ¿no es sorprendente que muchas veces escuchemos y leamos sobre “la familia” como una expresión unívoca y sin relación a la búsqueda de la justicia y la opción por los pobres, propia del Reino? ¿Por qué tantos y tantas “cruzados/as” católicos/as que levantan sus voces y se movilizan no lo hacen para combatir la pobreza, la injusticia, la desocupación, la falta de salud, de vivienda digna, cosas que ciertamente “atentan contra la familia”? Si para Jesús, “el reino es lo único absoluto y todo lo demás es relativo” (Pablo VI), ¿por qué no es “el reino” el grito unánime de los “cristianos” (católicos o no) de hoy?
6. Si la Iglesia en su historia, en su predicación y en sus enseñanzas (Magisterio) enseña que se debe obedecer ciegamente la “conciencia”, y que el ser humano “percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina, conciencia que tiene obligación de seguir fielmente en toda su actividad para llegar a Dios, que es su fin” (“Dignitatis humanae”, nº 3) ¿Es posible, a esta altura de la historia, pretender condicionar la acción de nuestros legisladores en su labor parlamentaria con concepciones propias de la cristiandad medieval obviando su legítima libertad de conciencia en temas tan controvertidos? Es absolutamente justo y razonable poder decir una palabra y opinar, pero pretender legislar o que los legisladores “deban” seguir dictámenes eclesiásticos, ¿no es más propio de concepciones de “cristiandad” antes que de respeto y tolerancia democráticas?
7. Algunas voces eclesiásticas han reclamado un “plebiscito”. Siguiendo los propios criterios y argumentos que han enarbolado, ¿se podría plebiscitar la “ley natural”? La apariencia es que consideran que en ese supuesto plebiscito saldría ganadora su posición, ¿lo propondrían de no creerlo? ¿aceptarían un triunfo de la posición opuesta? Si se trata de reconocimiento de “derechos de las minorías”, ¿es sensato o justo proponer semejante plebiscito? ¿Se puede plebiscitar lo que es justo?
8. Si para Jesús el Reino de misericordia, justicia, e inclusión de los desplazados de su pueblo estaba por encima de toda otra concepción y valores culturales de su tiempo (la familia incluida); a la luz del evangelio del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37) nos preguntamos, ¿cómo podríamos considerarnos discípulos de Jesús sin conmovernos con entrañas de misericordia ante los hermanos y hermanas excluidos del camino de la vida y la igualdad ante la ley? ¿podemos seguir “de largo” sin detenernos a escuchar lo que Dios nos está queriendo decir a través de tantos y tantas que se sienten “explotados y deprimidos” bajo un sistema discriminatorio?

En conciencia, queremos ser pastores según los sentimientos de Jesús, y estas preguntas son las que nos surgen en estos días.
Queremos ser Iglesia servidora del Reino, siempre del lado de los más pobres y sufrientes.

Florencio Varela, 6 de julio de 2010

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