El tema de las celebraciones dominicales a cargo de diáconos, religiosos de uno y otro sexo y de laicos, se reitera periódicamente. La ausencia de sacerdotes es muy grave en Europa, pero tampoco sobreabundan en América del Sur, porque en Argentina fueron convocados los diáconos para presidir dichos encuentros religiosos y en Brasil las religiosas. Lo grave es que los obispos no terminan de asumir esta realidad y ante la pregunta periodística sobre el futuro suelen convocar a la Providencia para que les solucione el problema.
Ahora el obispo de Girona opta por encontrar una salida a este vacío sacerdotal.
La diócesis de Girona –en territorio catalán- tiene una extensión territorial de 4.705 km2 con unos 850.000 habitantes. Pastoralmente incluye 13 arciprestazgos, 383 parroquias y 12 anexos (más de 250 parroquias no llegan a los mil habitantes), que son atendidas por unos dos centenares de presbíteros y religiosos con cargos pastorales. La media de edad de los presbíteros es alta, supera los sesenta años.
Ante estas cifras y ante el número limitado de ordenaciones, una al año aproximadamente, hace poco más de un año que la diócesis incorporó a los seis primeros diáconos permanentes, mientras se está formando una segunda promoción en número similar.
Celebraciones en ausencia de presbítero
Pese al esfuerzo que llevan a cabo los presbíteros diocesanos, no sólo en las celebraciones dominicales y festivas, no hay que olvidar las atenciones parroquiales —celebración de los sacramentos y de los acontecimientos tradicionales, como romerías, fiestas mayores, encuentros, etc.—, esta dispersión geográfica aconseja avanzarse con el fin de prever estas atenciones pastorales a mediano plazo.
En este sentido, el obispo de Girona, Francesc Pardo, ha firmado un decreto que instituye en la diócesis las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero.
Según el texto están pensadas «para las comunidades cristianas que no pueden ser asistidas habitualmente por un presbítero en la celebración de la Eucaristía dominical».
Con todo, sigue el decreto, «se debe asegurar que en las parroquias y comunidades donde sea necesario introducir este tipo de actos se celebre también periódicamente la Eucaristía» y «se pueda recibir también el sacramento del perdón ». Del mismo modo, se indica que hay que mantener la celebración de la Eucaristía en las grandes jornadas y fiestas parroquiales y locales. El obispo encarga a los arciprestes y párrocos de las iglesias que estudien «en qué comunidades se debe introducir celebraciones dominicales en ausencia de presbítero. Será el arcipreste quien tendrá que pedir autorización al obispo y proponer a «las personas idóneas para este servicio y las comunidades donde se debe ejercer».
Cómo serán las celebraciones
El decreto también prevé quién tendrá que presidir estas celebraciones, que, siempre que sea posible, estarían a cargo de un diácono. «De otro modo —dice el decreto—, las dirigirá un religioso no presbítero, una religiosa, un laico o una laica suficientemente preparados y con la debida autorización.» También será necesario que las comunidades afectadas estén «debidamente informadas y recibir una catequesis adecuada».
En el momento en que se aplique el decreto, se revisarán los horarios de las misas, «valorando reducir alguna», dice el decreto, recomendando no suprimir la celebración de la Eucaristía dominical en los pueblos pequeños «aunque para dicho fin haga falta reducir el número de celebraciones en los lugares donde haya más de una».
Para la aplicación del decreto, se encarga a la Delegación episcopal de Pastoral Litúrgica la labor de velar por «la esmerada aplicación de la normativa» y también por «la formación adecuada» de quienes deberán dirigir las celebraciones.