La solidaridad de los italianos de Giglio

«Yo puedo decir, como párroco, que los gigleses se merecen la medalla de oro al valor civil que propuso el primer ministro Monti. Agradezco al Presidente del Consejo y los gigleses han sido honrados.

El de los isleños fue un ejemplo de gran solidaridad justamente porque había una enorme desproporción entre esta masa de gente que llegaba mojada, congelada y desorientada, y nuestras posibilidades para recibirles». 

Don Lorenzo Pasquotti, párroco de Giglio Porto, revive ante los micrófonos de la Radio Vaticana los momentos que sucedieron al naufragio de la nave Costa Concordia. «El viernes por la noche entendimos inmediatamente que algo no iba bien porque la nave estaba demasiado cerca de la costa y estaba detenida. Después supimos del naufragio y pusimos manos a la obra para acoger a los pasajeros evacuados, pero el problema era la desproporción entre los miles de náufragos y los lugares disponibles en la isla.

Mi iglesia está justo enfrente del embarcadero y yo, como párroco, abrí las puertas e hice que entrara la gente. Se acomodaron en los bancos, en el suelo, en los escalones del altar, en la sacristía. Saqué mis mantas y se las dí a los niños inmediatamente». «Después, el domingo –cuenta don Lorenzo–, durante la procesión antes de la Santa Misa, los monaguillos pusieron frente al altar un chaleco salvavidas, un casco, un cabo, una tela antiviento y una bandeja con las migajas del pan que ofrecimos a los supervivientes.

Un gesto para subrayar que aquella noche debe permanecer y permanecerá en nuestra memoria. La isla del Giglio seguirá siendo, esperamos, isla de vacaciones, pero  también (a partir de hoy) isla de la solidariedad. Dejar esas señales en la iglesia significa dejar, incluso para los turistas que vendrán, una memoria que nadie podrá borrar jamás».

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Vladimir Putin, cristiano bautizado

El primer ministro ruso y candidato de nuevo a la presidencia de su inmenso país, Vladirmir Putin, reservó a sus conciudadanos una sorpresa el día de Navidad (que los ortodoxos celebran con dos semanas de retraso respecto a los católicos).

Ese día, saliendo de la catedral de San Petersburgo, su ciudad natal, el político reveló que había sido bautizado precisamente en el templo donde acababa de asistir a los oficios religiosos.

En el año 1952, en pleno furor estalinista, su madre acudió clandestinamente a la catedral con el pequeño Vladimir en brazos para que recibiera las aguas bautismales (por inmersión, naturalmente), sin decirle una palabra a su marido, ferviente miembro del Partido Comunista ruso.

No fue, seguramente, un caso único, porque, a pesar de la persecución, muchos rusos mantuvieron la fe y los hábitos religiosos. Sería interesante saber si, siendo ya un hábil agente del temible KGB, Putin era consciente de su condición de cristiano bautizado y por qué se ha decidido a revelarlo ahora. Como se recordará, años atrás otro antecesor suyo, Mijail Gorbachov, que se declaraba ateo, admitió haber sido bautizado de niño en la Iglesia Ortodoxa Rusa.

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