José Comblin, teólogo - 29 de enero de 2010
Nuestro punto de partida será la distinción entre religión y evangelio. El cristianismo no es originalmente una religión y Jesús no fundó ninguna religión. Más tarde los cristianos fundaron la religión cristiana, creación humana y no divina.
La religión es producto de la cultura humana. Hay una gran variedad de religiones, y todas tienen la misma estructura aunque muy diversas en su forma exterior.
Todas tienen una mitología, un culto y una clase dedicada a su ejercicio. En eso la religión cristiana no es diferente de las demás. Ella también es creación humana, producto de diversas culturas. La religión es una realidad básica de la existencia humana. Plantea los problemas del sentido de la vida en esta tierra, el problema de los valores, el lugar del ser humano en el universo, y el problema de la salvación de este mundo de todos sus males.
La religión ha sido muy estudiada por la antropología religiosa, por la sociología religiosa, por la psicología religiosa, por la historia de las religiones. Todo eso ilustra también la religión cristiana. Por ser creación humana, la religión cristiana ha cambiado y puede todavía cambiar en el porvenir según los cambios de la historia. Este es incluso uno de los grandes desafíos de la hora presente, porque la religión cristiana está agotada y no ofrece respuesta a la orientación de la cultura actual, salvo restos del pasado.
El evangelio de Jesús no es una religión. Jesús no fundó ninguna religión: no proclamó una doctrina religiosa o una mitología, ningún discurso sobre Dios, no fundó ningún culto y no fundó ninguna clase clerical. Jesús proclamó e inauguró el reino de Dios en la tierra. El Reino de Dios no es ningún reino religioso, es una renovación de toda la humanidad, realización que cambia el sentido de la historia humana, abriendo una nueva época, la última. Es un mensaje para toda la humanidad en todas sus culturas y religiones. Se podría decir que es un mensaje y una historia meta-política.
Puesto que los seres humanos no pueden vivir sin religión, los discípulos de Cristo durante 2000 años construyeron una religión que fue como el revestimiento del mensaje cristiano, con el peligro de transformar el cristianismo en una religión. El revestimiento religioso puede ocultar el mensaje del evangelio o puede conducir a ese mensaje según la evolución de la historia. En muchos casos la religión ocultó el evangelio. Los cristianos enunciaron una doctrina que usó muchos elementos del judaísmo o de las religiones no cristianas ni judías, crearon un culto de la misma inspiración y crearon todo un sistema jurídico que encuadra una institución muy compleja.
Podemos decir que la historia del cristianismo es la historia de una tensión o de un conflicto entre religión y evangelio, entre una tendencia humana hacia la religión, y las voces o las vidas de los que querían vivir según el evangelio.
Las religiones son conservadoras y creen en un mundo permanente en el que todo recibe una explicación religiosa. La religión cambia inconscientemente pero resiste ante cualquier solicitación de cambio voluntario. Muchos cristianos y estructuras cristianas luchan sin saberlo contra el evangelio. Hay algo de verdad en lo que decía Charles Maurras, ateo francés del siglo XX, cuando decía que felicitaba a la religión romana por haber sacado del cristianismo todo el veneno del evangelio. Es un poco exagerado pero sugestivo.
El evangelio es cambio, movimiento, libertad. No puede aceptar el mundo que existe, porque tiene que cambiarlo. El evangelio es conflicto entre ricos y pobres. En la religión ricos y pobres son parte de la armonía general. Son así porque tiene que ser así, aunque los ricos tengan que ayudar a los pobres sin cambiar esa estructura creada por Dios o por los sustitutos de Dios. La religión quiere paz, aunque sea con alianza con los poderosos. El evangelio quiere conflicto.
La tarea de la teología es mostrar la distinción, buscar lo que es el evangelio y todo lo que se añadió y puede o debe cambiar para ser fiel a ese evangelio. Es libertar el evangelio de la religión. La religión es buena si ayuda a buscar el evangelio y no a olvidarlo bajo el revestimiento religioso. Es una necesidad humana pero tiene que ser investigada y corregida.
La teología está al servicio del pueblo cristiano o aun no cristiano, para que conozca el verdadero evangelio y pueda llegar a la fe verdadera y no a un sentimiento religioso.
Durante siglos la teología estuvo al servicio de la institución para defenderla de las herejías o de los enemigos de la Iglesia. Así fue después de Trento hasta el siglo XX y en muchas regiones hasta Vaticano II. Fue apologética, arma intelectual en el combate contra las Iglesias reformadas y toda la modernidad, al servicio de la jerarquía. En cierto modo era un arma dirigida contra los laicos para que no se dejaran seducir por los enemigos de la Iglesia.
Hasta Trento la teología era comentario de la Biblia, libre, abierta a todos, como trabajo intelectual gratuito. La Reforma partió de teólogos y entonces la teología estuvo bajo el control estrecho de la jerarquía.
Tareas de la teología
La tarea principal y de cierto modo única es el estudio crítico de toda la tradición cristiana, para volver al evangelio. Se trata de redescubrir lo que realmente fue revelado en la vida y la muerte de Jesús. No se trata de destruir la religión. Sería inútil porque los seres humanos necesitan una religión y si se suprime ella reaparece en otras formas. El problema consiste en saber todo lo de la religión que ya no es comprensible ni aceptable en la nueva cultura moderna que entra en todas las religiones. Habrá que buscar lo que es realmente comprensible y significativo y puede ser un revestimiento aceptable del evangelio. Veamos los elementos de la religión.
1. La doctrina o la mitología
Jesús no formuló ninguna doctrina. Habló por medio de metáforas, narraciones, parábolas, sentencias, consejos, observaciones sobre la experiencia del momento. Ese medio de expresión es popular, es el medio de los pobres. Si Jesús se expresó en esa forma, no lo hizo por distracción o por adaptación a un supuesto intelecto inferior de los pobres. Lo usó porque ese modo de expresión es menos riguroso, menos impositivo, menos limitado.
Una doctrina siempre está marcada por una época, una cultura limitada en el tiempo y el espacio. El lenguaje metafórico conserva su sentido en medio de muchas culturas. Carece de la precisión que tienen los conceptos. Si Jesús lo hizo así es porque lo escogió como el medio de expresión mejor posible. Si ese lenguaje no tiene la precisión de los conceptos abstractos es porque Jesús no quería esa precisión. Las expresiones de Jesús permiten varias interpretaciones y Jesús lo quiso así. No quiso que sus discípulos fueran prisioneros de una doctrina.
Más tarde la Iglesia definió en forma de conceptos muchas veces sacados de la filosofía griega una doctrina obligatoria. Impuso una interpretación rígida del evangelio. Los dogmas han sido siempre una causa de dudas, problemas, resistencias porque no todos aceptaban esa disciplina del pensamiento que Jesús no había impuesto.
La tarea de la teología será liberar el evangelio de la rigidez del dogma. Habrá que examinar críticamente todos los documentos del magisterio. Desde Trento los teólogos dieron habitualmente la interpretación maximalista de los dogmas. Necesitamos volver a una interpretación minimalista ¿qué es lo que el evangelio realmente impone?
Además los dogmas actúan históricamente por lo que no dicen. Los 4 primeros concilios concentran todo en los conceptos de persona y naturaleza. Dejaron de lado la vida humana de Jesús. Por eso la vida humana de Jesús dejó de ser durante siglos motivo de reflexión de los cristianos. Tomás de Kempis pudo escribir un libro sobre la Imitación de Cristo, sin ninguna alusión a la vida humana de Jesús. ¿Qué Cristo es ese?
Los dogmas ocultaron la vida humana de Jesús durante siglos. En Trento no se habló de la fe en sentido bíblico, sino de una fe religiosa que no es cristiana. La conclusión fueron siglos de incomunicación entre católicos y protestantes, lo que podía haber sido evitado.
Los dogmas fueron definidos por Papas u obispos. Pero ellos no representan necesariamente todo el pueblo cristiano, como si el Espíritu no estuviera también en el pueblo. Hubo concilios que dividieron profundamente y expulsaron de la Iglesia a sectores inmensos: las Iglesias de Siria, de Egipto y de todo el Oriente, sin hablar de los protestantes. Dentro de las asambleas hubo disensiones que no eran herejías. Por ejemplo en el Vaticano I. Esto fragiliza las definiciones. Todo eso es objeto de la teología.
Por supuesto la misma teología es sospechosa a la luz del evangelio y tiene que examinarse críticamente para ver si ayuda a la comprensión del evangelio o lo oculta, lo que sucedió muchas veces. Pues desde Trento la teología se hizo polémica contra los protestantes y los modernos. Se puso al servicio de la jerarquía. No es esa la tarea de la teología. Ella sirve para ayudar al pueblo cristiano a entender mejor lo que dice el evangelio. Está al servicio del pueblo cristiano y no de su jerarquía.
2. El culto
En la religión la parte más importante es el culto. En el decorrer de los tiempos, los cristianos han creado un inmenso edificio litúrgico, muy riguroso, muy determinado en todos los gestos y todas las palabras. Los ritos se han inspirado en el Antiguo Testamento, en las religiones de los pueblos cristianizados. Se ha llegado a definir que habría 7 sacramentos. Además hay una infinidad de bendiciones y demás actos de culto, más popular o más letrado.
Después del Vaticano II hubo algunos cambios muy superficiales porque por lo esencial todo quedó igual. La consecuencia es que muchos católicos han abandonado un culto que ya no significa nada para ellos. De hecho es difícil entender de qué modo esa liturgia se relaciona con la vida individual y social de los tiempos presentes. La unción de los enfermos poco se practica. Poquísimos todavía practican el sacramento de penitencia. Todo tuvo significado cuando fue introducido en el culto oficial. Pero muchos ritos se hicieron incomprensibles.
¿Cuáles serían los gestos y las palabras que serían significativos para la nueva generación? En lugar de buscar lo que exige la situación actual de la humanidad, hay grupos importantes en Roma que querrían volver al pasado de Trento. Entonces sería la expulsión definitiva de la juventud. Querrían volver al latín. ¿Por qué no al griego o al hebraico?
3. La organización
Todas las religiones se dan una institución cuyo elemento básico son los sacerdotes cuya misión consiste principalmente en el culto. La religión cristiana no podía escapar. Apareció un clero que - sobre todo después de Constantino - se separó socialmente del pueblo y formó una casta con su sub-cultura propia. En realidad hasta Trento el clero creó muchos problemas, pero Trento logró poner orden y definir el clero que todavía existe hoy.
El sistema es rigurosamente monárquico. Todos los poderes están en el Papa y el Papa delega una parte de ellos a los obispos y éstos a los presbíteros y diáconos. Los problemas provocados por la situación actual del sistema monárquico y de la separación entre clero y pueblo, lo que hace imposible una verdadera comunidad, son bien conocidos y no es necesario repetirlos. Es evidente que el sistema no funciona. El rechazo del clero es uno de los motivos fundamentales del abandono de la Iglesia. En las otras Iglesias consideradas históricas el problema es igual.
Durante siglos los teólogos se han dedicado a explicar y justificar todos los elementos del sistema. Los tiempos han cambiado. Todo lo que estaba ligado a la cultura tradicional, perdió su sentido y su legitimidad. La teología pondrá en contacto el evangelio y el mundo actual.
JUAN G. BEDOYA - Madrid - 21/04/2010
También echan de menos peticiones de perdón a las víctimas y que se castigue a los culpables, canónica y judicialmente. Incluso se alzan voces reclamando que quienes en el Vaticano promovieron las órdenes ahora censuradas asuman sus responsabilidades. Es el caso de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, cuya junta directiva hizo público ayer un manifiesto pidiendo la dimisión del Papa.
El comunicado de los teólogos empieza expresando su apoyo a la Carta abierta a los obispos católicos del mundo de su colega el profesor Hans Küng, en la que el famoso teólogo suizo considera el actual pontificado una de las ocasiones perdidas en ámbitos eclesiales como el diálogo ecuménico e interreligioso, la reforma de la Iglesia, el ejercicio de la colegialidad, la incorrecta gestión de los abusos sexuales cometidos por obispos, sacerdotes y religiosos católicos en colegios, seminarios o parroquias, el mantenimiento del celibato o la prohibición del acceso de las mujeres al ministerio ordenado. Hans Küng (Sursee. 1928), fue con apenas treinta años perito y asesor del Concilio Vaticano II y coincidió allí con el actual papa, que ejercía la misma función para el episcopado alemán.
La Asociación de Teólogos Juan XXIII, promovida hace tres décadas por Casiano Floristán, Enrique Miret Magdalena o José María Díez-Alegría, agrupa a medio centenar de conocidos pensadores cristianos, algunos en conflicto con las autoridades doctrinales de la Iglesia romana. Ahora, forman su junta directiva Federico Pastor (presidente); Juan José Tamayo (secretario general); Alfredo Tamayo Ayesterán (vicepresidente); José María Castillo y Máximo García (vocales)
Estas son algunas de sus propuestas, ofrecidas, dicen, "con espíritu constructivo y encaminadas a la transformación evangélica de la Iglesia católica.
Activar el Vaticano II. "Consideramos necesario activar y desarrollar el programa de reforma del concilio Vaticano II, que no se ha puesto debidamente en práctica y que durante el actual pontificado no sólo se ha paralizado, sino que ha ido en dirección contraria, bien sea volviendo a etapas anteriores al mismo, bien interpretándolo de forma conservadora".
Monarquía absoluta. "Creemos que la actual organización de la Iglesia católica es obsoleta y responde más a una monarquía absoluta que al movimiento de Jesús, comunidad de iguales. Nos parece urgente iniciar un proceso de democratización de la Iglesia, con la participación activa de todos los creyentes católicos en la elección de los cargos de responsabilidad dentro de la misma Iglesia. Es importante recordar que, desde los orígenes del cristianismo y durante varios siglos, la Iglesia estuvo organizada y gobernada con la participación del pueblo".
Con los pobres. "Los cristianos y las cristianas, así como todos los dirigentes de la Iglesia deben ubicarse en el mundo de la marginación y de la exclusión social y optar decididamente por los pobres, actitud que lleva consigo la lucha por la justicia como criterio evangélico por excelencia".
Libertad teológica. " Consideramos de imperiosa necesidad la defensa y el fomento de la libertad de expresión, de investigación y de publicación de los teólogos y la eliminación de la censura eclesiástica, que coarta la libertad de los profesionales de la teología y limita la creatividad".
Derecho de reunión. "Reclamamos que se reconozca la libertad y el derecho de reunión de las comunidades y grupos cristianos, cualquiera sea su orientación ideológica, y a todos por igual, sin privilegios para algunas, las más afines a la jerarquía, en detrimento de la exclusión de otras".
Pluralismo político. "Pedimos que no se identifique el cristianismo con los programas políticos y las organizaciones religiosas conservadoras, como con frecuencia sucede por parte de la jerarquía, y que se respete el pluralismo político y religioso en la sociedad y en la Iglesia".
Contra las sanciones. "Exigimos que se levanten las sanciones impuestas a los teólogos y teólogas, obispos y sacerdotes, motivadas por el ejercicio de la libertad de expresión y por su compromiso con los pobres".
Petición de perdón. "Como demostración del cambio de actitud de la Iglesia católica, consideramos necesaria la petición pública de perdón del papa por el encubrimiento y complicidad del Vaticano, así como de no pocos episcopados, en los casos de abusos sexuales en los que están implicados obispos, sacerdotes y religiosos".
Contra el silencio. "Pedimos que se derogen de manera inmediata cuantos decretos del Papa y de la Curia Romana han impuesto silencio durante décadas en los casos de abusos sexuales a menores y han impedido poner dichos casos en manos de la justicia".
Pontificado agotado. "Nos parece que el pontificado de Benedicto XVI está agotado y que el papa no tiene la edad ni la mentalidad para responder adecuadamente a los graves y urgentes problemas que hoy tiene que afrontar la Iglesia católica. Pedimos por ello, con el debido respeto a la persona del papa, que presente la dimisión de su cargo".
Mujeres sacerdotes. "Creemos necesario que se facilite el acceso de las mujeres al sacerdocio ordenado en sus diferentes grados, como sucede en la mayoría de las iglesias cristianas, para terminar por fin con siglos de injusta e injustificada discriminación de las mujeres en la Iglesia católica".
Supresión del celibato. "Nos parece igualmente necesaria la supresión del celibato obligatorio para los sacerdotes, medida disciplinar represiva de la sexualidad, que carece de todo fundamento bíblico, teológico e histórico y que no responde a exigencia pastoral alguna".
Por último, los teólogos le recuerdan a la jerarquía del catolicismo "que el criterio determinante de conducta, en la Iglesia de Jesucristo, no es la obediencia incondicional al papa, sino la fidelidad al Evangelio. En nombre de dicha fidelidad y en actitud de diálogo presentamos las propuestas indicadas.
Una ocasión perdida
El reconocido teólogo disidente Hans Kung publicó una durísima "Carta abierta a los obispos de todo el mundo" en la que cuestiona severamente al actual papado e insta a los prelados a reclamar cambios profundos ante la peor crisis de credibilidad desde la Reforma
Venerables Obispos:
Joseph Ratzinger, ahora el papa Benedicto XVI, y yo fuimos los teólogos más jóvenes participantes del Segundo Concilio Vaticano de 1962 a 1965. Ahora somos los mayores y los únicos plenamente activos. Siempre entendí mi trabajo teológico como un servicio a la Iglesia Católica Romana. Por este motivo, en ocasión del quinto aniversario de la elección del papa Benedicto XVI, estoy haciendo este llamado a ustedes en una carta abierta. Al hacerlo me motiva mi profunda preocupación por nuestra Iglesia, que ahora se encuentra en la peor crisis de credibilidad desde la Reforma. Por favor disculpen que recurra a la forma de una carta abierta; desgraciadamente, no tengo otra manera de llegar a ustedes.
Lamentablemente, mis esperanzas y las de tantos católicos de que el Papa encontrara el camino para una renovación de la Iglesia y un acercamiento ecuménico en el espíritu del Segundo Concilio Vaticano, no se han visto satisfechas. Su pontificado ha dejado pasar más oportunidades de las que ha aprovechado: se ha perdido la oportunidad de un acercamiento con las iglesias Protestantes, de una reconciliación a largo plazo con los judíos, de un diálogo con los musulmanes en un ambiente de confianza mutua, de reconciliación con los pueblos indígenas colonizados de América latina, y de ayudar a los pueblos de Africa en su lucha contra el sida. También se perdió la oportunidad de hacer que el espíritu del Segundo Concilio Vaticano sea la brújula para toda la Iglesia Católica.
Este último punto, respetados obispos, es el más serio de todos. Una y otra vez, este Papa ha agregado calificaciones a los textos conciliares y los ha interpretado en contra del espíritu de los padres del Concilio.
• Ha recibido a los obispos de la tradicionalista Sociedad Pío X nuevamente en el seno de la Iglesia, sin precondiciones.
• Promueve la medieval Misa Tridentina por todos los medios posibles.
• Se niega a hacer efectivo el acercamiento con la Iglesia Anglicana establecido en documentos ecuménicos oficiales por la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana.
• Ha reforzado activamente las fuerzas anticonciliares en la Iglesia nombrando funcionarios reaccionarios en puestos clave de la Curia y nombrando obispos reaccionarios en todo el mundo.
Y ahora, sumada a estas muchas crisis llega un escándalo que clama al cielo, la revelación del abuso clerical de miles de niños y adolescentes en todo el munddo. Y para peor, el manejo de estos casos ha dado nacimiento a una crisis de liderazgo sin precedente y un colapso de la confianza en la conducción de la Iglesia. Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia Católica son desastrosas. Importantes líderes eclesiásticos ya lo han admitido. Numerosos pastores y educadores inocentes y comprometidos están sufriendo bajo el estigma de sospecha que cubre como un manto a la Iglesia.
Ustedes, reverendos obispos, deben enfrentar este interrogante: ¿Qué sucederá con nuestra Iglesia y sus diócesis en el futuro? No es mi intención desarrollar un nuevo programa de reforma. Sólo pretendo presentarles seis propuestas que, estoy convencido, cuentan con el apoyo de millones de católicos que no tienen voz en la actual situación.
1. No guarden silencio: guardando silencio frente a tantos agravios, se manchan de culpa. Cuando sientan que ciertas leyes, directivas y medidas son contraproducentes, debieran decirlo en público. ¡No envíen a Roma profesiones de su devoción sino, más bien, reclamos de reforma!
2. Implementen la reforma: demasiados en la Iglesia y el episcopado se quejan de Roma, pero no hacen nada. Sean obispos, sacerdotes, laicos o laicas, todos pueden hacer algo por la renovación de la Iglesia dentro de su propia esfera de influencia. Muchos de los grandes logros que se han dado en las parroquias individuales y en la Iglesia en general deben su origen a la iniciativa de un individuo o un pequeño grupo. Como obispos, deberían apoyar tales iniciativas y, especialmente dada la actual situación, deberían responder a las justas quejas de los fieles.
3. Actúen de manera colegiada: luego de acalorados debates y contra la persistente oposición de la Curia, el Segundo Concilio Vaticano decretó la colegialidad del Papa y los obispos. En la era posconciliar, el Papa y la Curia han ignorado este decreto. Sólo dos años después del concilio, el papa Pablo VI emitió su encíclica para defender la controvertida ley del celibato sin la menor consulta con los obispos. Desde entonces, la política papal y el magisterio papal siguieron actuando a la vieja usanza no colegiada. Es por esto que no deberían actuar por sí solos, sino más bien en comunidad con los otros obispos y con los hombres y mujeres que conforman la Iglesia.
4. Sólo se debe obediencia incondicional a Dios: si bien en su consagración como obispos han tenido que jurar obediencia incondicional al Papa, ustedes saben que no puede prestarse obediencia incondicional a autoridad humana alguna. Por este motivo, no debieran sentirse impedidos por su juramento a decir la verdad acerca de la actual crisis que enfrentan la Iglesia, sus diócesis y sus países. Presionar a las autoridades romanas en el espíritu de la fraternidad cristiana puede ser permisible e incluso necesario cuando no cumplen con el espíritu del Evangelio y su misión.
5. Trabajen a favor de soluciones regionales: el Vaticano frecuentemente hizo oídos sordos a las demandas bien fundadas del episcopado, los sacerdotes y los laicos. Esto da más motivo aún para buscar soluciones regionales sabias. Como ustedes bien saben, la regla de celibato, que se heredó de la Edad Media, representa un problema particularmente delicado. En el contexto del actual escándalo de abuso clerical, la práctica se ha cuestionado de forma creciente. Contra la voluntad expresa de Roma, un cambio parecería muy difícil; pero esto no es motivo para la resignación pasiva. Conferencias episcopales individuales podrían tomar la iniciativa con soluciones regionales. Pero sería mejor buscar una solución para toda la Iglesia.
6. Reclamen un concilio: así como el logro de la reforma litúrgica, la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso requirieron un concilio ecuménico, del mismo modo ahora se necesita de un concilio para resolver los problemas en dramática escalada que requieren una reforma. En el siglo antes de la Reforma, el Concilio de Constancio decretó que debían realizarse concilios cada cinco años. Pero la Curia Romana logró esquivar esta decisión. Depende de ustedes imponer el llamado a un concilio o como mínimo a una asamblea representativa de obispos.
Con la Iglesia en profunda crisis, éste es mi llamado a ustedes, venerables obispos: utilicen la autoridad episcopal que fue reafirmada por el Segundo Concilio Vaticano. Hoy los ojos del mundo se vuelven hacia ustedes. Innumerables personas han perdido su confianza en la Iglesia Católica. Sólo respondiendo de modo abierto y honesto a estos problemas e implementando resueltamente las reformas necesarias puede recuperarse su confianza. Con el debido respeto, les ruego que hagan su parte con apostólico "denuedo" (Hechos 4:29, 31). Den a sus fieles señales de esperanza y aliento y den a nuestra Iglesia una perspectiva para el futuro.
Con cálidos saludos en la comunidad de la fe cristiana,
Suyo, Hans Kung
Por solicitud de un grupo de Laiconvocados, publicamos a continuación un texto del padre Eduardo de la Serna acerca del documento de la Comisión Nacional de Justicia y Paz sobre el tema de la pobreza.
A instancias de estos Laiconvocados el texto se ofrece para iniciar un debate en nuestro sitio web sobre el tema.
1. El tema de "ciudadanía" en lo personal es un tema que no me convoca. Hubo una época en que soñábamos ser "pueblo", ahora nos dicen que debemos ser "ciudadanos"
2. Muchos de los convocados a la firma del documento me resultan absolutamente "no-confiables" . ¿Qué decir de los que aplaudieron lo de "ramal que para, ramal que cierra" y ahora piden trenes?; ¿Qué decir de los que tienen un enorme porcentaje de trabajadores en "negro" y que piden "legalidad"? ; ¿Qué decir de los que alentaron el modelo neo-liberal de los '90 que ahora dicen estar preocupados por la pobreza (que ellos generaron)?
3. El documento me pareció paupérrimo. No hay un diagnóstico y análisis de por qué se ha llegado a esta situación (razonable al ver la lista de firmantes).
4. Es notable notar algunos temas: la palabra "mercado" aparece dos veces y "solidaridad" ¡ninguna!, "justicia" una sóla y "capitalismo" , ¡ninguna!
5. Cuando se denuncia o critica "el modelo", ¿a qué se refiere? No parece ser al modelo capitalista, sino a una "entelequia" o a un aprovechar para criticar al gobierno.
6. Los que creemos que la Argentina tuvo otras épocas más justas, y que a partir del ensayo del "plan Rodrigo", luego instaurado a sangre con Martínez de Hoz del que no se ha salido todavía, y que fue un plan aplaudido por la mayor parte de los firmantes, ¿también estamos convocados a la firma?
Termino con una reflexión bíblica -si no molesta- un discípulo de Pablo dice que "la raíz de todos los males es el amor al dinero", otro discípulo del Apóstol dice que "el amor al dinero (pleonexía) es una idolatría", un profeta de Nazaret, llamado Jesús repite que "no se puede servir a dos señores, no se puede amar a Dios y al dinero". Nada de esto aparece en el documento. ¿Será porque los "adoradores del dinero" son convocados a la firma y no se los quiere molestar? ¿Cómo se puede encontrar consenso entre "Mammon" y el Dios de Jesús? Aquello popular de querer "quedar bien con Dios y con el diablo" me hace "ruido" en este documento. ¿No es a esto que se refería el "dialogista" Casaretto al hablar de "ingenuidad" y el cruzado Aguer sobre "intereses bastardos". Me temo que no.
[Puede parecer que esto me ubica del lado del gobierno, por lo que aclaro que también quisiera ver en un documento sobre la pobreza una crítica a la especulación, a la "renta financiera", al veto a la ley de glaciares, una crítica al juego y una a la minería a cielo abierto, entre otras cosas]
Eduardo de la Serna
Maciel y sacerdotes de la Legión repartieron sobres con dinero en efectivo y dieron regalos a oficiales de la Curia
Un periodista que sigue el caso revela que el fundador de los Legionarios de Cristo repartió sobres llenos de dinero y mantuvo un esquema financiero mediante el cual mantenía su influencia en el entorno de Juan Pablo II, publicó el diario El País de España.
Para granjearse simpatías e impunidad entre las más altas esferas del Vaticano, durante años el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel , repartió sobres llenos de dinero, pagó por remodelaciones de edificios o caras ceremonias -por ejemplo una familia mexicana pagó 50.000 dólares para asistir a una misa del Papa- y mantuvo un esquema financiero mediante el cual mantenía su influencia en el entorno de Juan Pablo II, revela un artículo publicado por el National Catholic Reporter.
El dinero de Maciel aseguraba el apoyo de tres figuras clave: los cardenales Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano de 1990 a 2006; Eduardo Martínez Somalo (español), prefecto de la Congregación para los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, y Stanislaw Dziwisz, eterno secretario particular de Juan Pablo II.
El autor del documento, el periodista Jason Berry, califica el escándalo por el que atraviesa los Legionarios de Cristo como uno de los más complejos de la historia del catolicismo, pues Maciel llevaba una triple vida: pederasta que durante décadas abusó sexualmente de niños y jóvenes, padre de al menos tres hijos en dos relaciones diferentes y por supuesto, líder de una congregación que ha acumulado enorme poder e influencia en su corta vida, que inició en México en 1941 pero que hoy agrupa a 2000 religiosos, diversos centros educativos y un patrimonio calculado en 25.000 millones de euros.
Berry es reconocido como el reportero decano en el tema de Maciel. Su artículo en el National Catholic Reporter es la primera parte de un trabajo que develará detalles sobre las finanzas de Maciel y los Legionarios.
Después de investigar en Europa y América durante seis meses, Berry revela en este reportaje que cuando Martínez Somalo se convirtió en "la cabeza de la congregación que supervisaba a los religiosos", Maciel envió a un joven sacerdote a llevar al cardenal un sobre lleno de dinero en efectivo. El reportero consiguió el testimonio anónimo: "Fui a su departamento, le di el sobre, me despedí... Era una manera de hacer amigos, asegurando ayuda en caso de ser necesaria".
Berry cuenta un detalle que resulta ilustrativo de la manera en que Maciel logró influencia entre los poderosos y en el Vaticano. En 1997, una familia mexicana pagó 50.000 dólares para asistir a una misa privada del Papa. El dinero, sostiene el artículo, fue entregado al polaco Dziwisz, el secretario particular de Juan Pablo II.
"Por años, Maciel y sacerdotes de la Legión repartieron sobres con dinero en efectivo y dieron regalos a oficiales de la Curia. En los días previos a Navidad, los seminaristas pasaban horas empacando canastas con caras botellas de vino y brandy, y jamones españoles que costaban cada uno mil dólares", detalla Berry.
"Usaba cualquier medio para alcanzar su objetivo, incluso si eso significaba mentir al Papa o a cualquier cardenal en Roma", declaró el ex legionario Stephen Fichter a Berry.
En el reportaje se establece que Joseph Ratzinger -el actual Papa- fue uno de los cardenales que no aceptaba regalos de Maciel. A su vez, se cuestiona si Juan Pablo II supo o no la manera en que Maciel engrasaba la maquinaria en el Vaticano, lo que a juicio de Berry abre una nueva faceta del escándalo que rodea al fundador de los Legionarios de Cristo: las cuestiones éticas acerca de cómo circula el dinero entre la Curia romana.
La frase pertenece a Alejandro Olmos Gaona, uno de los que más ha investigado acerca de la Deuda Externa ilegítima de nuestro país. Deuda que venimos pagando desde hace ya más de treinta años, ininterrumpidamente. Una deuda que comienza su historia con la dictadura militar y que –en gran medida- es probablemente fraudulenta e ilegítima (un fallo del año 2000 del Juez Federal Jorge Ballestero lo certifica con claridad) y que ha sido ratificada y aumentada por todos los gobiernos democráticos subsiguientes hasta el actual. Una deuda que asciende –actualmente- al 40 % de nuestro PBI.
Un slogan indiscutible
En estos días, dado el ajetreado debate acerca de los decretos de necesidad y urgencia, que mandan cancelar vencimientos con reservas del banco central, el tema del pago de la deuda está sobre el tapete. Y es preocupante que desde los ámbitos de decisión se esté discutiendo sobre como pagar, pero no se discute algo fundamental: la legitimidad o ilegitimidad de la deuda.
Bajo el slogan “debemos honrar la deuda” o “las deudas hay que pagarlas” se esconde en realidad la legitimación de una estafa. Gran parte de esta deuda que se dice querer “honrar” es deuda ilegítima y fraudulenta, fruto de acuerdos vergonzosos, en los que Argentina renuncia a su soberanía e incluso renuncia a litigar judicialmente si se probara que esos acuerdos son ilegales. Una deuda que en muchos casos es sobre dinero que ni siquiera entró al país, o que apenas fue ingresado, las mismas empresas que se endeudaron lo hicieron salir a bancos del exterior. Y se trata de empresas que siguen operando en el país.
Si se mira en el presupuesto para el 2010, mientras se tiene previstos 28.000 millones de pesos para pagar vencimientos de deuda, se prevén solo 5.800 millones para salud y 14.000 millones para ayuda social. Indudablemente hay un desbalance muy importante. Llama la atención, entonces, que un gobierno que dice querer redistribuir la riqueza, esté empeñado en seguir enviando a manos de acreedores extranjeros las riquezas que se hicieron con el ahorro y el trabajo del pueblo argentino y son imprescindibles para un crecimiento más justo y equitativo.
Un problema ético
El problema de la deuda externa argentina no es ya un problema económico: es un problema ético. Los contratos vergonzosos – que están siendo investigados en juzgados federales – reflejan grietas muy serias en las conductas de funcionarios públicos, políticos y medios de comunicación (que han invisibilizado el tema). Capitales que nunca ingresaron al país y por los que sin embargo seguimos pagando a unas tasas exorbitantes, préstamos usurarios, aumento unilateral de tasas de interés, todo esto revela rapiña y usura por una parte, pero por otro, venalidad, incuria y - cuando menos – graves descuidos en los deberes de funcionarios públicos.
Argentina, se ha dicho, es un país al margen de la ley. Cada vez se ve con más claridad. La fachada de institucionalidad no logra tapar el cáncer de corrupción que desde arriba hacia abajo corrompe el tejido social. Corrupción de la que no somos inocentes los ciudadanos y las instituciones con nuestras acciones u omisiones
Particularmente – también respecto de este tema – las universidades tenemos nuestra responsabilidad: hemos formado en nuestros grados y postgrados a la mayoría de los técnicos y funcionarios que han entregado al país en una deuda externa vergonzosa e ilegítima, que ha significado y significa una expoliación de recursos nacidos del trabajo de los argentinos y que van a engrosar las arcas de los fondos de inversión, bancos y gobiernos, pasando por funcionarios corruptos y la mirada cómplice de quienes deben poner el tema en la agenda pública, pero lo silencian.
Pagan los de siempre
Pero como siempre los más perjudicados son los más pobres. Esta deuda pesa como una losa invisible sobre los salarios y sobre las posibilidades de crecimiento, pero en particular pesa sobre la ausencia de recursos para educación, salud, vivienda digna. La deuda no es solo una gran estafa a la sociedad argentina, sino que es un acto de injusticia para con los más pobres. Las previsiones presupuestarias para 2010 hablan a las claras.
El ejemplo de Ecuador
Lo que aquí estamos proponiendo no es “defaultear” alegremente la deuda, sino que antes de pagar se ordene una auditoria para establecer que parte de la deuda es ilegítima y que parte es legítima.
De esta forma se pagará solo lo legítimo y se dejaría de esquilmar el presupuesto nacional, que debería ser utilizado para crear mayores posibilidades de empleo, de equidad y desarrollo, en lugar de pagar una deuda que no es para nada “honrada” sino bastante deshonrosa.
Rafael Velasco, sj
Rector de la Universidad Católica de Córdoba
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Más información sobre el tema, se puede leer en: “Deuda externa ilegítima argentina: la estafa” ; autores: Miguel Espeche Gil, Hector Giuliano, Alejandro Olmos Gaona, Juan Pedro Schaad, Miguel Rodríguez Villafañe y otros; EDUCC, Córdoba 2008
Víctor Codina sj.
A todos nosotros nos gustaría que la Iglesia fuese joven, fuerte, vigorosa, audaz, imaginativa, primaveral, atractiva… pero la encontramos cansada, agobiada, silenciosa, como temerosa, casi muda. Nos parece vieja, anciana, a veces casi tememos que tenga Alzeheimer: recuerda el pasado, lo repite, pero parece que el presente se le escapa, es casi miope para comprender las nuevas luces que brillan y que exigen respuesta. Otras veces nos parece sorda, no escucha los gritos y el vocerío de un mundo agitado y turbulento.
Los jóvenes la abandonan hastiados de ver su estado deplorable, tan callada, tan pasiva, tan torpe, tan poco acogedora. Otros la atacan violentamente, la hieren, incluso anuncian su muerte próxima: “es cuestión de tiempo, es del pasado, es una reliquia anacrónica, es un objeto de anticuario”. Otros la quieren rejuvenecer con técnicas artificiales, antioxidantes, antiarrugas. Pero ella no se deja. Otros la ven sucia, manchada, descuidada, abandonada, desatendida, como si nadie la cuidara e intentan auxiliarla con cariño, es tan vieja la pobre…
Pero ella calla, medita en su interior, recuerda años pasados, cuando era joven y pobre, cuando la persiguieron, cuando la coronaron como reina y maestra, cuando la unieron a príncipes y reyes, cuando todos se proclamaban hijos suyos. Y ella sonríe, pues ella siempre quiso ser como al comienzo, fiel al Espíritu, sencilla, pobre, nazarena, transparente, abierta a todos, fecunda, libre, evangélica, como su Esposo el Señor. Agradece siempre a sus hijos que la quisieron volver a sus orígenes, a sus hijos fieles, que no buscaban su propio provecho sino el del Señor.
Ella es sabia, llena de experiencia, experta en humanidad, sabe que en la vida hay primaveras y también inviernos, ahora es invierno. Muchos se alejan de ella escandalizados, pero ella sabe que luego del invierno viene la primavera, tiene buena memoria. No tiene miedo, vendrán tiempos mejores, habrá hijos proféticos y audaces que le devolverán el brillo evangélico de sus comienzos, la harán pobre, evangélica y pascual. Ella tiene paciencia, espera, no se desanima, el Señor, su Esposo está ausente, pero volverá y mientras tanto posee la presencia vivificante de su Espíritu.
Ella es muy antigua, tiene siglos de historia, viene desde Adán, desde Abel, como los viejos Santos Padres lo intuyeron y por eso la llamaron “anciana”. Pasan los imperios, caen reyes y dictadores, pero ella sigue firme, callada, con paso lento, caminando hacia un fin sin ocaso. Espera siempre, sabe que el Señor habló de semillas pequeñas pero que crecen, de un poco levadura pero que fermenta la masa, sabe también que hay cizaña con el trigo, por eso no quiere arrancarlo, pues todas las veces que su hijos lo intentaron hacer inquisitorialmente, fue un fracaso. Prefiere usar misericordia, paciencia, comprensión, perdón e indulgencia, más que excomulgar y lanzar anatemas…
No quiere presionar, no quiere forzar nada como algunos desearían, no pretende ser cada vez más numerosa y fuerte, no desea ser poderosa y rica, pues los que lo intentaron la arruinaron. No pretende saberlo todo, no quiere dar normas a todos, como algunos hicieron en otros tiempos y desean que siga haciendo ahora. Ella prefiere dialogar, pero muchos de sus hijos tienen miedo al diálogo. Los tiempos han cambiado, ella prefiere callar, ofrecer el agua pura de su verdad como las fuentes de los pueblos que ofrecen agua al sediento, sin obligar a nadie a beber. Quiere abrir ventanas, sacudir polvo de emperadores y reinos pasado, quiere respirar aires nuevos y oxigenantes aunque sea anciana, pero muchos le cierran presurosos las ventanas, “no sea que la anciana se resfríe”…
Aunque nos parece callada, muda, sorda en el fondo está escuchando una voz interior que le susurra palabras de vida eterna. Cuando nos parece ciega, en realidad tiene los ojos entornados hacia dentro, hacia el Señor, su Esposo que le da fuerza, le da su Espíritu para que no se desanime, no decaiga, no pierda la esperanza, para que aprenda a vivir nuevos tiempos. Todavía le queda un camino largo por recorrer, como sucedió al viejo y cansado Elías en el desierto.
Aunque nos parezca que tiene Alzheimer, en realidad lo que busca es que la cuidemos, como un esposo que cuida con cariño a su esposa enferma, que la queramos, que la atendamos, que reflexionemos sobre lo que hemos hecho con ella, por qué la hemos dejado en esta situación, por qué la hemos abandonado buscando otras ideologías, otras religiones, otras cosmovisiones, otras espiritualidades, más atrayentes y seductoras, que nos llenen más o que quizás no nos cuestionen tanto. ¿Quién es el causante de que la Iglesia esté así hoy? ¿Quién es el culpable de que la Iglesia de hoy aparezca tan sucia y cochambrosa? ¿Quién le ha arrebatado sus joyas para lucir con ellas? ¿Quiénes han querido adueñarse de ella, utilizarla, manipularla, decir que ellos “son” la Iglesia, que la representan y hablan en su nombre? El que esté limpio de culpa que lance la primera piedra, comenzando por los más viejos…
Esta anciana Iglesia atraviesa fases como la luna, como ya lo dijeron también algunos Santos Padres. Hay momentos menguantes, de oscuridad, de eclipse: ahora estamos en uno de ellos. Pero llegarán momentos de claridad y de luz creciente. Ella brilla con la luz del Sol que es el Señor, no con luz propia. Hay que esperar, tener paciencia.
A esta anciana la visitan los pobres, los niños, mujeres fieles, gente insignificante, que no le temen, que la quieren, le llevan flores, que saben que su corazón está vivo y alegre, que aunque sea anciana es fecunda. Se sienten bien con ella, aunque hable poco o calle, escuchan su silencio como una música blanca, saben que su corazón es tierno y joven, misericordioso, que les comprende, que les quiere. Ella se lo agradece, sonríe y les acaricia con cariño maternal sus manos.
No la visitan muchos ilustrados, no recibe visitas de personas importantes y poderosas, que ya no pueden sacar provecho de ella, ya la han exprimido todo lo posible, ya han abusado de ella, ahora ya no sirve, es basura, un vejestorio. Son todos aquellos que con la excusa de servirla se han servido de ella para sus intereses, “en su nombre”. Y así la han dejado, desprestigiada, con pésima fama. Han utilizado su nombre, han invocado la civilización cristiana para enriquecerse ellos, ahora ya no les sirve esta vieja anciana achacosa.
Otros afirman que aceptan a Jesús, su Esposo pero no a la vieja y caduca Iglesia, como si el Espíritu de Jesús no animase el cuerpo de la Iglesia…La anciana Iglesia lo sabe, le duele en el alma esta preterición, pues a la larga nadie podrá ir a Jesús si no pasa por ella, nadie la podrá separar de su Esposo. Es tentación, es orgullo. Pero ella calla y espera, un día tal vez se den cuenta y vuelvan a ella, la anciana y vieja Iglesia. Ella tiene un gran tesoro para comunicar a la humanidad: se llama Jesús de Nazaret, muerto y resucitado por nuestro bien, para que tengamos vida en abundancia. Ella lo entrega generosa a los que acuden a ella con simplicidad de corazón, aunque sea anciana o precisamente porque lo es.
Un día el Señor regresará y enjoyará a su Esposa fiel con luz resplandeciente y vestidos nuevos, la Iglesia volverá a ser joven y hermosa y Él le agradecerá el haber tenido tanta paciencia y tanta fortaleza durante tantos años, por haber sido la anciana Iglesia callada y medio sorda, con un Alzheimer que parecía incurable pero que en realidad era sólo un momento de debilidad, una fase pasajera de la anciana Iglesia, siempre joven por la fuerza del Espíritu. Pero hasta que llegue este día ¿hay alguien que quiera cuidar a esta anciana llamada Iglesia?
Cochabamba, Bolivia, 2010 Publicado en critianismejusticia.net
Entrevista al sacerdote español José Luis Pagola que publicó la revista 21. Pagola es un teólogo vasco que editó recientemente el libro “Jesús. Aproximación histórica”, que tiene la aprobación de José María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián. En sólo seis meses la obra conoció ocho ediciones y vendió más de 35.000 ejemplares, pero una sanción establecida por el episcopado español a raíz de denuncias formuladas por otros obispos de ese país, decidieron a la editorial PPC retirarlo de la venta. El mes pasado ya llevaba vendido 60.000 ejemplares.
P, Desde hace algún tiempo viene insistiendo mucho en la importancia de volver a Jesús.
Están creciendo entre nosotros algunos hechos que, a mi juicio, no nos van a conducir a la renovación que la Iglesia necesita. Pienso en el desencanto y la pasividad de muchos cristianos sencillos que viven este momento con desconcierto y pena; el clima de enfrentamientos y descalificaciones entre colectivos de sensibilidades opuestas; la ausencia de diálogo entre obispos y teólogos; las lamentaciones estériles; el miedo a la creatividad y el diálogo con el mundo actual; el restauracionismo hacia el que parece tender cada vez más la jerarquía…
P, ¿Cómo debemos reaccionar ante esto?
Necesitamos urgentemente movilizarnos y aunar fuerzas para centrar a la Iglesia con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús y en su proyecto del reino de Dios. Muchas cosas habrá que hacer, pero ninguna más decisiva que esta conversión.
P. ¿En qué consistiría?
No estoy pensando en un aggiornamento pastoral, unas reformas religiosas o unas mejoras en el funcionamiento eclesial, algo, por otra parte, necesario. Pero, cuando el cristianismo no está centrado en el seguimiento a Jesús, cuando la compasión no ocupa un lugar central en el ejercicio de la autoridad ni en el quehacer teológico, cuando los pobres y los últimos no son los primeros en nuestras comunidades…, creo que lo más urgente es impulsar la conversión al Espíritu que animó la vida entera de Jesús. Volver a las raíces, a lo esencial, a lo que Jesús vivió y contagió.
P. ¿Cómo sería esa Iglesia convertida?
Una Iglesia preocupada por la felicidad de las personas, que acoge, escucha y acompaña a cuantos sufren; a la que la gente reconoce como “amiga de pecadores”. Una Iglesia donde la mujer ocupe el lugar querido realmente por Jesús. Una Iglesia más sencilla, fraterna y buena, humilde y vulnerable, que comparte las preguntas, conflictos, alegrías y desgracias de la gente.
P. Pero ¿no hay una necesidad grande de reformas concretas en el funcionamiento y organización de la Iglesia?
Sí, y no pocas. Es probable que en los próximos años se intensifiquen los debates sobre la reforma de la Curia romana, el ejercicio del ministerio de Pedro, el nombramiento de obispos, el lugar de la mujer en la Iglesia, la inculturación, la creatividad litúrgica, los caminos reales hacia el ecumenismo…
Pero pienso que, si no existe, al mismo tiempo, un clima de conversión apasionada a Jesús, los debates y discusiones nos llevarán una y otra vez a enfrentamientos, divisiones y pérdida de energía.
P. ¿Cree que ese proceso de conversión aún es posible?
Creo que hemos de abandonar ya una lectura del momento actual en términos de crisis, secularización, desaparición de la fe… Necesitamos hacer una lectura más profética, introduciendo en nuestro horizonte otras preguntas: ¿Qué caminos está tratando de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas de esta cultura moderna? ¿Qué relación quiere instaurar con tantos hombres y mujeres que han abandonado la Iglesia? ¿Qué llamadas está haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción en la sociedad moderna?
P. Esto no es fácil...
En unos tiempos en que se está produciendo un cambio sociocultural sin precedentes, la Iglesia necesita una conversión sin precedentes. Necesitamos un “corazón nuevo” para engendrar de manera nueva la fe en Jesucristo en la conciencia moderna.
P. ¿Qué responsabilidad tenemos en esto como creyentes de a pie?
Tal vez, el rasgo más generalizado de los cristianos que todavía no han abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante muchos siglos hemos educado a los fieles para la sumisión y la obediencia. La responsabilidad de los laicos y laicas ha quedado muy anulada. Por eso, creo que la primera tarea de todos es ir creando comunidades responsables. Todos somos necesarios a la hora de pensar, proyectar o impulsar la conversión a Jesucristo.
P. ¿Es posible poner más verdad en el cristianismo actual?
No hemos de tener miedo a poner nombre a nuestros pecados. No se trata de echarnos las culpas unos a otros. Lo que necesitamos es reconocer el pecado actual de la Iglesia, del que todos somos más o menos responsables, sobre todo con nuestra omisión, pasividad o mediocridad. Ha sido una pena que hayamos entrado en el siglo XXI celebrando solemnes jubileos y sin promover una revisión honesta de nuestro seguimiento a Jesús. A veces, me sorprende nuestra agudeza para ver el pecado en la sociedad moderna y nuestra ceguera para verlo en nuestra Iglesia.
P. ¿Qué nos exige esto?
Buscar una calidad nueva en nuestra relación con Jesús. Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado sólo de manera abstracta, un Jesús mudo del que no se escucha nada de interés para el mundo de hoy, un Jesús apagado que no seduce, que no llama ni toca los corazones…, es una Iglesia que corre el riesgo de irse apagando, envejeciendo y olvidando.
P. Le da mucha importancia a poner en el centro de las comunidades cristianas el relato evangélico. ¿Por qué?
Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina académica. Tampoco biografías redactadas para informar con detalle sobre su trayectoria histórica. Lo que en ellos se recoge es el impacto causado por Jesús en los primeros que se sintieron atraídos por él. Son “relatos de conversión”. En esta actitud han de ser leídos, predicados, meditados y guardados en el corazón de cada creyente y el seno de cada comunidad.
P. ¿Qué nos enseña el relato evangélico?
El estilo de vida de Jesús: su manera de ser, de amar, de preocuparse por el ser humano, de aliviar el sufrimiento, de confiar en el Padre. Este esfuerzo por aprender a pensar, sentir, amar y vivir como Jesús debería estar en el centro de las comunidades.
P. ¿Tendríamos que repensar la Iglesia al estilo de Bonhoeffer, menos institución y más disuelta en la masa?
La tentación más grave de la Iglesia actual es fortalecer la institución, endurecer la disciplina, conservar de manera rígida la tradición, levantar barreras… Se me hace difícil reconocer en todo esto el Espíritu de Jesús que nos sigue invitando a poner “el vino nuevo en odres nuevos”.
El restauracionismo puede llevarnos a hacer una religión del pasado, cada vez más anacrónica y menos significativa para el hombre y la mujer de hoy.
P. Se habla del peligro de convertirnos en un islote dentro de la sociedad moderna.
Tenemos que aprender a vivir en minoría, no de manera dominante y hegemónica, sino compartiendo con otros la condición de perdedores en esta sociedad. A muchos la Iglesia se les presenta hoy como una institución lejana que sólo parece enseñar, juzgar y condenar. El hombre moderno en crisis necesita conocer una Iglesia cercana y amiga, que sepa acoger, escuchar y acompañar.
P. ¿En qué dirección tendrían que cambiar nuestros lenguajes y modos de transmisión de la fe?
Sé que el lenguaje teológico y doctrinal es absolutamente indispensable para dialogar con el pensamiento moderno, pero creo que es un error tratar de iniciar a la fe o alimentarla, dando primacía a la exposición doctrinal, explicada casi siempre en categorías premodernas.
A mi juicio, hemos de recuperar y dar más relevancia a la experiencia fundante que vivieron junto a Jesús los primeros discípulos, y, sobre todo, a la enseñanza de su estilo de vida. Hemos de aprender a creer desde la sensibilidad, la inteligencia y la libertad de nuestra cultura contemporánea: poner el Evangelio en contacto con las preguntas, miedos, aspiraciones, contradicciones, sufrimientos y gozos de nuestros tiempos.
P. ¿Es posible mirar hacia el futuro de la Iglesia con esperanza?
Lo primero es construir nuevas bases que hagan posible la esperanza. Hemos de aprender a despedir lo que ya no evangeliza ni abre caminos al reino de Dios, para estar más atentos a lo que nace, lo que abre hoy con más facilidad los corazones a la Buena Noticia. Al mismo tiempo, hemos de impulsar la creatividad para experimentar nuevas formas y lenguajes de evangelización, nuevas propuestas de diálogo con gentes alejadas, espacios nuevos de responsabilidad de la mujer, celebraciones desde una sensibilidad más evangélica… Creo que hemos de dedicar más tiempo, oración, escucha del evangelio y energías a descubrir llamadas y carismas nuevos para comunicar hoy la experiencia de Jesús.
Mª Ángeles López Romero
El periódico La Voz del Interior, de Córdoba publicó esta nota a raíz de la muerte del padre Nelson Dellaferrera, ocurrido el 29 de marzo.
"Enterramos a sus protagonistas, pero no podemos enterrar el pasado", reflexionó ayer un conocido abogado, durante el multitudinario velatorio del legendario cura Nelson Dellaferrera, en barrio Jardín.
El deceso se produjo como consecuencia del cáncer que lo aquejaba desde hace tiempo. Sus restos fueron transitoriamente depositados en el Panteón de las Esclavas, del Cementerio San Jerónimo. A pedido suyo, Dellaferrera descansará finalmente en Santa Cecilia, la parroquia donde ofició en la última década. En el Arzobispado estiman que en mayo se podrá concretar la inhumación.
Nelson Dellaferrera fue sacerdote, profesor y un referente internacional en Derecho Canónico, además de historiador, ensayista y ex Vicario Judicial. Había nacido en Sacanta el 4 de abril de 1930. Se ordenó en 1954. Su trayectoria es un testimonio de las vicisitudes del catolicismo en la segunda mitad del siglo pasado. Tanto o más que por su aporte a la casuística jurídico religiosa, sobre todo a las nulidades matrimoniales, el "cura de las Monjas Azules" será recordado por su accionar en el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
En los años '60, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, fue una figura conspicua en la influyente parroquia Cristo Obrero. En parte, allí se gestó la militancia nacional y cristiana que luego tomaría caminos diversos, en la aciaga década de 1970.
Personaje. Aunque el escritor Marcos Aguinis nunca lo admitió oficialmente, el personaje de Carlos Samuel Torres, protagonista de la célebre novela La cruz invertida (1970), estaría directamente inspirado en Dellaferrera. En Córdoba, éste es un secreto a voces. También lo es que a él nunca le gustó la forma en que había sido retratado.
El padre Nelson integró los máximos tribunales de Derecho Canónica e Historia. Fue un gran estudioso de los sínodos, la legislación colonial y las vidas de los Obispos Orellana y Arancibia. Logró que el miedo y la violencia conyugal, en particular ejercido por el marido sobre la esposa, fueran una razón indeclinable de nulidad del vínculo.
Por cuestiones burocráticas, no alcanzó a ocupar su sitial en la Junta de Historia de Córdoba, en la que pensaba presentar su extenso estudio sobre "Matrimonios clandestinos".
Hombre de mucho carácter, Dellaferrera poseía una condición retórica poco común. Tenía muchos seguidores, sobre todo jóvenes, que no extrañarán su pasado beligerante ni su copiosa autoría, sino sus elocuentes sermones dominicales.