Cinco años de Benedicto XVI

Una ocasión perdida
El reconocido teólogo disidente Hans Kung publicó una durísima "Carta abierta a los obispos de todo el mundo" en la que cuestiona severamente al actual papado e insta a los prelados a reclamar cambios profundos ante la peor crisis de credibilidad desde la Reforma 


Venerables Obispos:
Joseph Ratzinger, ahora el papa Benedicto XVI, y yo fuimos los teólogos más jóvenes participantes del Segundo Concilio Vaticano de 1962 a 1965. Ahora somos los mayores y los únicos plenamente activos. Siempre entendí mi trabajo teológico como un servicio a la Iglesia Católica Romana. Por este motivo, en ocasión del quinto aniversario de la elección del papa Benedicto XVI, estoy haciendo este llamado a ustedes en una carta abierta. Al hacerlo me motiva mi profunda preocupación por nuestra Iglesia, que ahora se encuentra en la peor crisis de credibilidad desde la Reforma. Por favor disculpen que recurra a la forma de una carta abierta; desgraciadamente, no tengo otra manera de llegar a ustedes.
Lamentablemente, mis esperanzas y las de tantos católicos de que el Papa encontrara el camino para una renovación de la Iglesia y un acercamiento ecuménico en el espíritu del Segundo Concilio Vaticano, no se han visto satisfechas. Su pontificado ha dejado pasar más oportunidades de las que ha aprovechado: se ha perdido la oportunidad de un acercamiento con las iglesias Protestantes, de una reconciliación a largo plazo con los judíos, de un diálogo con los musulmanes en un ambiente de confianza mutua, de reconciliación con los pueblos indígenas colonizados de América latina, y de ayudar a los pueblos de Africa en su lucha contra el sida. También se perdió la oportunidad de hacer que el espíritu del Segundo Concilio Vaticano sea la brújula para toda la Iglesia Católica.
Este último punto, respetados obispos, es el más serio de todos. Una y otra vez, este Papa ha agregado calificaciones a los textos conciliares y los ha interpretado en contra del espíritu de los padres del Concilio.

• Ha recibido a los obispos de la tradicionalista Sociedad Pío X nuevamente en el seno de la Iglesia, sin precondiciones.


• Promueve la medieval Misa Tridentina por todos los medios posibles.


• Se niega a hacer efectivo el acercamiento con la Iglesia Anglicana establecido en documentos ecuménicos oficiales por la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana.


• Ha reforzado activamente las fuerzas anticonciliares en la Iglesia nombrando funcionarios reaccionarios en puestos clave de la Curia y nombrando obispos reaccionarios en todo el mundo.

Y ahora, sumada a estas muchas crisis llega un escándalo que clama al cielo, la revelación del abuso clerical de miles de niños y adolescentes en todo el munddo. Y para peor, el manejo de estos casos ha dado nacimiento a una crisis de liderazgo sin precedente y un colapso de la confianza en la conducción de la Iglesia. Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia Católica son desastrosas. Importantes líderes eclesiásticos ya lo han admitido. Numerosos pastores y educadores inocentes y comprometidos están sufriendo bajo el estigma de sospecha que cubre como un manto a la Iglesia.
Ustedes, reverendos obispos, deben enfrentar este interrogante: ¿Qué sucederá con nuestra Iglesia y sus diócesis en el futuro? No es mi intención desarrollar un nuevo programa de reforma. Sólo pretendo presentarles seis propuestas que, estoy convencido, cuentan con el apoyo de millones de católicos que no tienen voz en la actual situación.
1. No guarden silencio: guardando silencio frente a tantos agravios, se manchan de culpa. Cuando sientan que ciertas leyes, directivas y medidas son contraproducentes, debieran decirlo en público. ¡No envíen a Roma profesiones de su devoción sino, más bien, reclamos de reforma!
2. Implementen la reforma: demasiados en la Iglesia y el episcopado se quejan de Roma, pero no hacen nada. Sean obispos, sacerdotes, laicos o laicas, todos pueden hacer algo por la renovación de la Iglesia dentro de su propia esfera de influencia. Muchos de los grandes logros que se han dado en las parroquias individuales y en la Iglesia en general deben su origen a la iniciativa de un individuo o un pequeño grupo. Como obispos, deberían apoyar tales iniciativas y, especialmente dada la actual situación, deberían responder a las justas quejas de los fieles.
3. Actúen de manera colegiada: luego de acalorados debates y contra la persistente oposición de la Curia, el Segundo Concilio Vaticano decretó la colegialidad del Papa y los obispos. En la era posconciliar, el Papa y la Curia han ignorado este decreto. Sólo dos años después del concilio, el papa Pablo VI emitió su encíclica para defender la controvertida ley del celibato sin la menor consulta con los obispos. Desde entonces, la política papal y el magisterio papal siguieron actuando a la vieja usanza no colegiada. Es por esto que no deberían actuar por sí solos, sino más bien en comunidad con los otros obispos y con los hombres y mujeres que conforman la Iglesia.
4. Sólo se debe obediencia incondicional a Dios: si bien en su consagración como obispos han tenido que jurar obediencia incondicional al Papa, ustedes saben que no puede prestarse obediencia incondicional a autoridad humana alguna. Por este motivo, no debieran sentirse impedidos por su juramento a decir la verdad acerca de la actual crisis que enfrentan la Iglesia, sus diócesis y sus países. Presionar a las autoridades romanas en el espíritu de la fraternidad cristiana puede ser permisible e incluso necesario cuando no cumplen con el espíritu del Evangelio y su misión.
5. Trabajen a favor de soluciones regionales: el Vaticano frecuentemente hizo oídos sordos a las demandas bien fundadas del episcopado, los sacerdotes y los laicos. Esto da más motivo aún para buscar soluciones regionales sabias. Como ustedes bien saben, la regla de celibato, que se heredó de la Edad Media, representa un problema particularmente delicado. En el contexto del actual escándalo de abuso clerical, la práctica se ha cuestionado de forma creciente. Contra la voluntad expresa de Roma, un cambio parecería muy difícil; pero esto no es motivo para la resignación pasiva. Conferencias episcopales individuales podrían tomar la iniciativa con soluciones regionales. Pero sería mejor buscar una solución para toda la Iglesia.
6. Reclamen un concilio: así como el logro de la reforma litúrgica, la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso requirieron un concilio ecuménico, del mismo modo ahora se necesita de un concilio para resolver los problemas en dramática escalada que requieren una reforma. En el siglo antes de la Reforma, el Concilio de Constancio decretó que debían realizarse concilios cada cinco años. Pero la Curia Romana logró esquivar esta decisión. Depende de ustedes imponer el llamado a un concilio o como mínimo a una asamblea representativa de obispos.
Con la Iglesia en profunda crisis, éste es mi llamado a ustedes, venerables obispos: utilicen la autoridad episcopal que fue reafirmada por el Segundo Concilio Vaticano. Hoy los ojos del mundo se vuelven hacia ustedes. Innumerables personas han perdido su confianza en la Iglesia Católica. Sólo respondiendo de modo abierto y honesto a estos problemas e implementando resueltamente las reformas necesarias puede recuperarse su confianza. Con el debido respeto, les ruego que hagan su parte con apostólico "denuedo" (Hechos 4:29, 31). Den a sus fieles señales de esperanza y aliento y den a nuestra Iglesia una perspectiva para el futuro.
Con cálidos saludos en la comunidad de la fe cristiana,
Suyo, Hans Kung

1 comentarios:

Christián Di Nardo dijo...

En primer lugar, quiero reconocer con agradecimiento el compromiso de este teólogo con sus convicciones, que desde hace tantos años remueven el avispero, cuando menos, y nos hacen pensar sobre muchos aspectos de nuestra Iglesia.
Tal vez justamente por eso no me resulta ni sorprendente ni chocante esta carta. Si el papado perteneciera a la esfera civil, no dudo que Küng habría demandado al papa (no sólo a B.XVI) por “incumplimiento de sus deberes de funcionario público”. Pensaría que verdaderamente “algo nuevo está pasando” si un teólogo más “pro-papa” escribiera un carta así.
Küng escribe una carta abierta porque, dice, “no tiene otra manera de llegar” a los obispos; incluso se disculpa, como si no le pareciera lo más apropiado. Yo me animo a suponer que no lo lamenta nada… e imagino que su objetivo no es sólo dar su opinión a “los venerables obispos”, sino también a todo el público posible (Internet mediante) y de ese modo quizás presionar más a aquéllos, a través de éste.
Sus “esperanzas de que el papa encontrara el camino para (…)” ¿en qué se basaron? Sin dudas que no en lo conocido acerca del cardenal. Dicho así, parece que B.XVI hubiera faltado a las expectativas (nuevamente, como si hubiera “incumplido promesas electorales”), pero quienes lo eligieron votaron por mantener el statu quo o, tal vez incluso, dar todavía unas pinceladas más al cuadro general de la Iglesia del nuevo milenio, antes de tal vez tener que entregar la Santa Sede a otro grupo. Acaso, esto pudiera alejar más esa posibilidad “aterradora”…
Por si no hubiera sido claro, estoy de acuerdo con muchos de los puntos señalados en la carta, coincidiendo en que son signos de que el rumbo marcado desde Roma no vuelve los ojos hacia el CV II, precisamente. Küng habla de “interpretación”… ¡Qué notable! Pareciera que vamos a tener que discutir de exégesis y técnicas hermenéuticas, hasta de estos documentos, tan cercanos todavía… ¿Un signo de lo rápido del cambio de nuestro tiempo?
Apoyo la insistencia en lograr una mayor colegialidad y mayor expresión de diferentes opiniones. El tema de la unidad en la diversidad es (fue y será) un desafío inherente a toda asamblea (incluida la Iglesia) que considere la libertad de sus miembros como un valor.
También me parece crucial la moción de implementar de una vez cambios, líneas ya discutidas y consensuadas hace décadas… ¿cuántas veces más habrá que reunirse para ver lo mismo, juzgar lo mismo y nunca actuar?
Lo de las propuestas regionales, sobre todo consideradas como vía de desafío a Roma en temas medulares, no me parece lo más acertado. Puede que el Vaticano haya hecho “oídos sordos” a planteos de grupos de laicos, de sacerdotes y hasta de obispos, pero ¿de episcopados? ¿Cómo cuáles? Creo que las Conferencias Episcopales se encargan de mitigar esos planteos minoritarios (no digo que no proféticos), de modo que difícilmente toda una región llegue a una postura diversa de la romana, con suficiente consenso interno como para bancarse el abrirse con una “solución regional”. A lo sumo, se llega a posturas desafiantes más individuales, pero ¿qué apoyo podríamos darle a éstas si no apoyamos (en la teoría, por basarse en el mismo argumento, ¡no en el contenido!) la que dio alguna vez, por ejemplo, mons. Lefebvre? Yo creo que la disidencia desafiante siempre nos gusta más… cuando representa nuestras ideas.
Espero poder comentar pronto sobre el manifiesto de algunos teólogos españoles, muy ligado a la carta de Küng, a ver si puedo completar estas ideas.