El 27 de diciembre falleció el Padre José María “Pichi” Meisegeier. Sacerdote jesuita, luchador incansable, fue miembro del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y testimonio de opción por los pobres en momentos de fuerte adversidad para los sectores populares.
Fue compañero del Padre Carlos Mugica con quien trabajó en la Villa 31 de Retiro en Capital Federal. El Padre “Pichi” fue quien sucedió a Mugica luego de su asesinato y continuó su tarea pastoral al frente de la parroquia de la Villa. Murió a los 75 años, por una septicemia, informó la curia provincial de la Orden de los Jesuitas
"Siempre estuvo con nosotros los pobres, siempre", dijo Zulma Moreti, una vecina de la Villa 31 en un intento por definir quién era para ella el padre Pichi.
Perteneciente a la orden jesuita, optó por dedicarse a los pobres, lo que lo llevó a trabajar en la capilla de Saldías (un sector de la villa), y más tarde, tras el asesinato de Mugica el 11 de mayo de 1974, a reemplazarlo en la iglesia Cristo Obrero, de la misma villa.
Para Pichi, "el trabajo pastoral consistía en unir a los vecinos detrás de causas nobles y justas, como la defensa de los derechos humanos, y entre esos derechos, el de la vivienda", explicó la mujer de 49 años, que estuvo con él ayer pocas horas antes de morir.
Otra vecina, Amalia Aima, delegada de manzana, y representante de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en la Villa 31, coincidió en definir al cura como un defensor de la vida.
"En plena dictadura auxilió a los vecinos que eran echados violentamente de esta villa. Más tarde, los ayudó a integrar cooperativas en localidades del conurbano como Derqui, San Miguel, José C.Paz, adonde habían sido arrojados, sin ningún tipo de asistencia. En estos últimos años colaboró con nosotros en la urbanización de algunas manzanas de la 31", contó la delegada.
Su preocupación junto a otros curas del movimiento villero fue la creación de cooperativas, como Copacabana, una organización autogestionada que logró que muchas familias consiguieran tener una vivienda por sus propios medios, explicó la vecina de la villa 31.
El Padre Pichi trabajaba en SEDECA (Secretariado de Enlace de Comunidades Autogestionarias), organización especializada en el desarrollo del hábitat popular y a la fortalecimiento de emprendimientos productivos.
"Era muy sincero con nosotros, siempre venía con la verdad aunque fuera dolorosa", aseguró Aima al recordar la relación que el sacerdote mantenía hasta hace poco cuando se reunía con vecinos de la 31, y estudiantes de la universidad dedicados a la difícil tarea de urbanizar el enorme asentamiento de Retiro.
La mujer contó que "el último día que vino a la reunión lo acompañamos a tomarse un taxi. Ya no podía, subir al colectivo para volver a su casa tras la operación de cadera que tuvo".
"Lo que puedo decir es que lo voy a extrañar, nos trataba de unir siempre y nos hablaba con un respeto...", dijo Aima entre sollozos.
Pichi murió el 27 de diciembre en el Sanatorio San José del barrio porteño de Palermo y sus restos fueron inhumados en el Colegio Máximo, de la localidad bonaerense de San Miguel.