“No hay relación entre celibato y homosexualidad con pederastia”
Al sacerdote y director de Vida Nueva, Juan Rubio, le gustan los retos. Quizás, por eso, quiso hincarle el diente a uno de los temas más delicados de la agenda eclesial. Con su libro, ‘Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia en la Iglesia' (Desclée De Brouweer), pretende demostrar que el Papa es "el principio de la solución de este problema" tras "haberse convertido" y a pesar de las "dificultades con las que se encuentra en la propia Curia".
El libro de Rubio, la primera aproximación en español a la gran "herida" de la Iglesia que el propio Papa comparó con las persecuciones de los cristianos en la época romana, constata, en primer lugar que Benedicto XVI sufrió "una conversión en este tema".
Y para probarlo, cita unas declaraciones del entonces cardenal Ratzinger en Murcia, en las que se refirió a los casos de pederastia del clero como algo inventado por los periodistas y pura mentira. Pocos meses después y ante el aluvión de casos sangrantes que comienzan a llegar al dicasterio de Doctrina de la Fe, que presidía, cambia de actitud y se convierte en el mayor fustigador eclesiástico de esta plaga.
Porque lo que está claro, para Juan Rubio, es que "Juan Pablo II no le pone el foco al problema", quizás porque, en su época de sacerdote y obispo en Polonia, fue víctima de "acusaciones falsas" al respecto. Pero "encarga a Ratzinger que lo solucione".
De hecho, el 27 de noviembre de 2004, cuando un Papa Wojtyla ya muy anciano preside una celebración de los Legionarios de Cristo y pone a Marcial Maciel, como "ejemplo para la juventud", ese mismo día el cardenal Ratzinger firmaba el decreto por el que se investigaba al fundador de la Legión. Y eso es algo "paradigmático" en el proceso seguido por el entonces presidente del ex Santo Oficio.
Para Rubio, desde su conversión, Joseph Ratzinger coloca como una de sus prioridades la lucha contra la pederastia, que él define como "la purificación" del clero. Pero se encontró con muchas dificultades. La primera, "las cortapisas de la Curia, especialmente del cardenal Sodano", entonces número dos del Papa Wojtyla y Secretario de Estado vaticano.
El segundo escollo para el Papa barrendero fue "el silencio cómplice". Un silencio que Juan Rubio califica de "gran pecado". Y el tercero, "que no se aplicó el sistema jurídico de la Iglesia, su propio derecho canónico". Es decir, "hubo negligencia y silenciamiento". Entre otras cosas, porque "los obispos actuaban más como padres que como jueces" ante sus curas pederastas. Una dinámica que comenzó a cambiar cuando los casos de abusos sexuales de los sacerdotes pasaron directamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
No hay campaña contra la Iglesia
Rubio no cree que "haya habido una campaña organizada" en este tema para perjudicar a la Iglesia católica. A su juicio "no hubo cruzada", aunque sí presiones "del lobby judío" y el hecho de que "Bush quiere vengarse de la oposición de Juan Pablo II a la guerra del Golfo".
Reconoce, sin embargo, que habrá un antes y un después de la pederastia en la Iglesia. Tanto que "el próximo cónclave estará marcado por este tema y será algo decisivo en el perfil del nuevo Papa".
De todas formas, "la pederastia no será la puntilla para la iglesia, que ya ha pasado por cosas peores y, además, la gente saber perfectamente donde está Dios y donde está el diablo y el pueblo español no hace carnaza de la pederastia".
Aunque la pederastia podría traer consecuencias para el proceso de beatificación del propio Juan Pablo II. "Creo que la Iglesia se está replanteando eso de los ‘santos subitos' y la trampa de las beatificaciones".
Para el autor, "no hay relación entre pederastias y celibato", aunque no le parece mal "que se debata el tema del celibato obligatorio en la Iglesia católica". Más aún, cree que "no está lejos el momento en que algunos hombres casados puedan ser curas". Tampoco cree que se pueda relacionar "homosexualidad con pederastia". A su juicio, "un homosexual puede ser un buen sacerdote".
En otro orden de cosas y como director de una revista de información religiosa, Juan Rubio asegura que "la Iglesia española no está preparada para afrontar el reto de la comunicación". Porque, entre otras cosas, "falta estructuración y rigor en la comunicación". De ahí que, a su juicio, necesite "un equipo unificado y con criterio para afrontar la comunicación con verdad y con justicia".