“No hay relación entre celibato y homosexualidad con pederastia”
Al sacerdote y director de Vida Nueva, Juan Rubio, le gustan los retos. Quizás, por eso, quiso hincarle el diente a uno de los temas más delicados de la agenda eclesial. Con su libro, ‘Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia en la Iglesia' (Desclée De Brouweer), pretende demostrar que el Papa es "el principio de la solución de este problema" tras "haberse convertido" y a pesar de las "dificultades con las que se encuentra en la propia Curia".

El libro de Rubio, la primera aproximación en español a la gran "herida" de la Iglesia que el propio Papa comparó con las persecuciones de los cristianos en la época romana, constata, en primer lugar que Benedicto XVI sufrió "una conversión en este tema".
Y para probarlo, cita unas declaraciones del entonces cardenal Ratzinger en Murcia, en las que se refirió a los casos de pederastia del clero como algo inventado por los periodistas y pura mentira. Pocos meses después y ante el aluvión de casos sangrantes que comienzan a llegar al dicasterio de Doctrina de la Fe, que presidía, cambia de actitud y se convierte en el mayor fustigador eclesiástico de esta plaga.
Porque lo que está claro, para Juan Rubio, es que "Juan Pablo II no le pone el foco al problema", quizás porque, en su época de sacerdote y obispo en Polonia, fue víctima de "acusaciones falsas" al respecto. Pero "encarga a Ratzinger que lo solucione".
De hecho, el 27 de noviembre de 2004, cuando un Papa Wojtyla ya muy anciano preside una celebración de los Legionarios de Cristo y pone a Marcial Maciel, como "ejemplo para la juventud", ese mismo día el cardenal Ratzinger firmaba el decreto por el que se investigaba al fundador de la Legión. Y eso es algo "paradigmático" en el proceso seguido por el entonces presidente del ex Santo Oficio.
Para Rubio, desde su conversión, Joseph Ratzinger coloca como una de sus prioridades la lucha contra la pederastia, que él define como "la purificación" del clero. Pero se encontró con muchas dificultades. La primera, "las cortapisas de la Curia, especialmente del cardenal Sodano", entonces número dos del Papa Wojtyla y Secretario de Estado vaticano.
El segundo escollo para el Papa barrendero fue "el silencio cómplice". Un silencio que Juan Rubio califica de "gran pecado". Y el tercero, "que no se aplicó el sistema jurídico de la Iglesia, su propio derecho canónico". Es decir, "hubo negligencia y silenciamiento". Entre otras cosas, porque "los obispos actuaban más como padres que como jueces" ante sus curas pederastas. Una dinámica que comenzó a cambiar cuando los casos de abusos sexuales de los sacerdotes pasaron directamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
No hay campaña contra la Iglesia
Rubio no cree que "haya habido una campaña organizada" en este tema para perjudicar a la Iglesia católica. A su juicio "no hubo cruzada", aunque sí presiones "del lobby judío" y el hecho de que "Bush quiere vengarse de la oposición de Juan Pablo II a la guerra del Golfo".
Reconoce, sin embargo, que habrá un antes y un después de la pederastia en la Iglesia. Tanto que "el próximo cónclave estará marcado por este tema y será algo decisivo en el perfil del nuevo Papa".
De todas formas, "la pederastia no será la puntilla para la iglesia, que ya ha pasado por cosas peores y, además, la gente saber perfectamente donde está Dios y donde está el diablo y el pueblo español no hace carnaza de la pederastia".
Aunque la pederastia podría traer consecuencias para el proceso de beatificación del propio Juan Pablo II. "Creo que la Iglesia se está replanteando eso de los ‘santos subitos' y la trampa de las beatificaciones".
Para el autor, "no hay relación entre pederastias y celibato", aunque no le parece mal "que se debata el tema del celibato obligatorio en la Iglesia católica". Más aún, cree que "no está lejos el momento en que algunos hombres casados puedan ser curas". Tampoco cree que se pueda relacionar "homosexualidad con pederastia". A su juicio, "un homosexual puede ser un buen sacerdote".
En otro orden de cosas y como director de una revista de información religiosa, Juan Rubio asegura que "la Iglesia española no está preparada para afrontar el reto de la comunicación". Porque, entre otras cosas, "falta estructuración y rigor en la comunicación". De ahí que, a su juicio, necesite "un equipo unificado y con criterio para afrontar la comunicación con verdad y con justicia".

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¿Qué nos está pasando en la Iglesia?

Hay que aprender a resistir, a aguantar, no dejarse desanimar o perder la esperanza
Conferencia pronunciada por José Comblin en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas en San Salvador
Buenas tardes a todas y todos. No es la primera vez que hablo en este lugar, pero agradezco mucho la amistad de Jon Sobrino, que nos conocemos desde hace tanto tiempo y yo lo estimo como una de las cabezas más lúcidas de este tiempo que renovó completamente la cristología.
Las preguntas de ayer me han dado la impresión que...bueno en muchas personas hay un cierto desconcierto en la situación actual de la Iglesia. O sea, como una sensación de inseguridad. Como decía Santa Teresa, de "no saber nada al respecto, que nada provoque temor".
Cuando era joven yo conocí algo semejante y, tal vez, peor. Era el pontificado de Pio XII. Él había condenado a todos los teólogos importantes, había condenado todos los movimientos sociales importantes, por ejemplo, la experiencia de los padres obreros en Francia, Bélgica y otros países. Ahí nosotros jóvenes seminaristas y después jóvenes sacerdotes estábamos más que desconcertados, preguntándonos Pero, ¿todavía hay porvenir?
Yo me acuerdo que en aquel tiempo había leído una biografía de un autor austríaco del papa Pio XII. Y ahí contaba algunas palabras que había escrito el P. Liber, jesuita, profesor de Historia de la Iglesia en la Gregoriana. El P. Liber era confesor del papa. Sabía todo lo que pasaba en la cabeza de Pio XII y entonces decía: "Hoy la situación de la iglesia Católica es igual a un castillo medieval, cercado de agua, levantaron el puente y tiraron las llaves al agua. Ya no hay manera de salir (risas). O sea, la Iglesia está cortada del mundo, no tiene más ninguna posibilidad de entrar".Eso dicho por el confesor del papa, que tenía motivos para saber esas cosas.
Después de eso vino Juan XXIII y ahí, todos los que habían sido perseguidos, de repente son las luces en el Concilio y de repente todas las prohibiciones se levantan. Ahí...renació la esperanza. Digo esto para que no se perturben. Algo vendrá algo vendrá que no se sabe qué, pero algo siempre pasa.
¿Cómo explicar esas situaciones que todavía pueden recomenzar?
Porque nos estamos acercando a la fase final de la cristiandad. Ya hace muchos siglos que han anunciado la muerte de la que está agonizando desde hace 200 años, pero todavía puede...cristiandad continuar su agonía durante algunas décadas o algunos años. O sea, ha dejado de ser la conciencia del mundo occidental. Ha dejado de ser la fuerza que anima, estimula, aclara, explica la fuente de la cultura, la economía, de todo lo que fue durante el tiempo de la cristiandad.
Eso se ha destruido progresivamente desde la Revolución Francesa y aquí desde la independencia, desde la separación del imperio español. Entonces, poco a poco, han aparecido muchos profetas que han dicho que se ha hace 200 años ya. Pero la fachada es tan fuerte...La muerte de la cristiandad resiste tanto, que se mantiene una tensión constante. Pero ahora sí creo que la cristiandad está entrando en sus fases finales.
¿Quieren una señal? La encíclica Caritas in Veritate leído la encíclica. Si se ve qué repercusión ha tenido en el mundo: Tal vez silencio respetuoso pero más...impresionante silencio probablemente silencio de indiferencia. A nadie ya le importa la . que también ha dejado de interesarse de...doctrina social de la iglesia lo que sucede en la realidad concreta.
Hace algunos años un sociólogo jesuita muy importante el P. Calvez, que tuvo un papel importantísimo en la creación, manutención de la doctrina social de la iglesia, publicó un libro con el título: "Los silencios de la doctrina social de la iglesia". Todavía está en silencio. Deja de entrar con fuerza en los problemas del mundo actual; la carta...se queda con teorías tan vagas, tan abstractas, tan generales. Caritas in Veritate podría ser firmada por el Fondo Monetario sin ningún problema. O por el banclo Mundial, No hay absolutamente nada que incomode a esa agente. ¿Entonces para qué? Eso es señal.
¿Quieren otra señal? La Conferencia de Aparecida ha dicho muchísimas cosas muy buenas; quiere transformar la iglesia en una misión, pasar de una iglesia de "conservación" a una iglesia de "misión". Sólo que piensa que eso va a ser hecho por las mismas instituciones que no son de misión sino de conservación. Eso va a ser hecho por las diócesis, por la parroquia, por los seminarios, por las congregaciones religiosas. Estos aquí de repente y por milagro van a transformarse en misioneros.
Hace tres años ya y ¿que pasó en su diócesis? ¿Cómo se aplicó la opción por los pobres? No sé cómo es aquí, pero en Brasil no veo mucha transformación. Es decir, la cristiandad se está disolviendo progresivamente; pero el problema es después. Después, ¿cómo? De ahí la inseguridad porque no sabemos lo que viene ¿Qué viene viene después. Pero al fin quedémonos con lo que dice Santa Teresa: no nos perturbemos. Esto sucedió muchas veces en la historia y todavía va a suceder probablemente muchas veces. Hay que aprender a resistir, a aguantar, no dejarse desanimar o perder la esperanza por eso que sucede.
Lo que sucede es que en Roma no se convencen que la cristiandad ha muerto. Creen que las encíclicas iluminan el mundo; creen que las instituciones eclesiásticas iluminan y conducen el mundo. O sea, es un mundo cerrado, que de hecho viven en un castillo medieval, cercado de agua. Y entonces ¿qué pasa? Vamos a ver cómo interpretar, cómo ver lo que está pasando. Y de ahí ver cuál es el "método teológico" que conviene para eso.
EL evangelio viene de Jesucristo. La religión no viene de Jesucristo. Hay que partir de una distinción básica que ahora varios teólogos ya han propuesto entre el evangelio y la religión.
El evangelio viene de Jesucristo. La religión no viene de Jesucristo.
El evangelio no es religioso. Jesús no ha fundado ninguna religión. No ha fundado ritos; no ha enseñado doctrinas; no ha nada de eso. Se dedicó a anunciar, organizado un sistema de gobierno y a promover el reino de Dios. O sea, un cambio radical de toda la humanidad en todos sus aspectos. Un cambio, y un cambio cuyos autores serán los pobres. Se dirige a los pobres pensando que solamente ellos son capaces de actuar con esa sinceridad, con esa autenticidad para promover un mundo nuevo.
¿Eso sería un mensaje político? No es político en el sentido de que propone un plan, una manera humana es suficiente; pero como meta política, porque esto es una orientación dada a toda la humanidad.
¿La religión? ¡Aah! Jesús no ha fundado una religión... Y pero sus discípulos han creado una religión a partir de Él. ¿Por qué? Porque la religión es algo indispensable a los seres humanos. No se puede vivir sin religión. Si la religión actual aquí se desintegra, ¡hay 38.000 religiones registradas en Estados Unidos! O sea, no faltan religiones, aparecen constantemente. El ser humano no puede vivir sin religión, aunque se aparte de las grandes religiones tradicionales.
Entonces, la religión es una creación humana. Entre la religión cristiana y las demás religiones, la estructura es igual. Es una mitología. Tal como hay una mitología cristiana, hay una mitología Eso es parte indispensable para la...hinduista, sintoísta, confucionista humanidad. O sea, cómo interpretar todo lo incomprensible de la humanidad por la intervención de seres con entidades sobrenaturales, fuera de este mundo, que están dirigiendo esta realidad.
En segundo lugar, una religión son ritos; ritos para apartar las amenazas y para acercarse a los beneficios. Todas las religiones tienen ritos. Y todas tienen gente separada, preparada, para administrar los ritos; para enseñar la mitología. Esto es común a todos. Entonces esto debía suceder con los cristianos también. Debía suceder. ¿Cómo podrían vivir sin religión?
¿Cómo empezó esa religión?
Debe haber comenzado cuando Jesús se transformó en objeto de culto. Lo que sucedió bastante temprano, sobre todo entre los discípulos que no lo habían conocido, que no habían vivido con él, que no habían estado cerca. Entonces la generación siguiente o los que vivían más distantes, más lejos, entonces para ellos Jesús se transformó en objeto de culto. Con eso des-humanizó progresivamente. El culto de Jesús va remplazando el seguimiento de Jesús. Jesús nunca había pedido a los discípulos un acto de culto; nunca había pedido que le ofrecieran un rito quería el seguimiento, su seguimiento.
Esa dualidad comienza a aparecer temprano; 30 años, 40 años después de la muerte de Jesús, ya aparece con fuerza suficiente para que Marcos escribiera en su evangelio precisamente para protestar contra esas tendencias de des-humanización, o sea, de hacer de Jesús un objeto de culto. Este evangelio es precisamente para recordar una palabra de profeta: ¡No! Jesús era eso. Jesús ha hecho eso, ¡vivió aquí en este mundo! Vivió aquí en esta tierra.
Con el desarrollo de la religión cristiana que se hizo-aquí problema para los teólogos-entonces, progresivamente esa tentación reapareció. ¡Nació un comienzo de doctrina! El símbolo de los Apóstoles. Y ¿qué dice el símbolo de los Apóstoles sobre Jesús? Aah que nació y murió. Nada más. Como si lo demás no tuviera importancia, como si la revelación de Dios no fuera justamente la misma vida de esa de Jesús, sus actos, sus proyectos, todo su destino terrestre revelación, pero eso ya se va perdiendo de vista. Los símbolos de Nicea y Constantinopla: igual. Cristo nació y murió. El Concilio de Calcedonia define que Jesús tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana. Pero, ¿qué es una naturaleza? Un ser humano no es una naturaleza. Un ser humano es una vida, es un proyecto, es un desafío, es una lucha, es una convivencia en medio de muchos otros. Eso es lo fundamental si queremos hacer el seguimiento de Jesús.
La religión: distinción entre lo sagrado y profano
Progresivamente aparece a partir de los primeros concilios un distanciamiento entre la religión que se forma. Con Nicea y Constantinopla ya hay un núcleo de enseñanza y de teología y la iglesia va a dedicarse a defender, promover, aumentar esa teología. Ya se han organizando grandes liturgias de Basilio o de otros, y ya se ha organizado un clero. El clero como clase separada es una invención de Constantino. Hasta Constantino no había distinción entre personas sagradas y personas profanas. Todos laicos. Porque Jesús apartó la clase sacerdotal y no había previsto ninguna manera que apareciera otra clase sacerdotal, porque todos son iguales. Y no hay personas sagradas y personas no sagradas porque para Jesús no hay diferencia entre sagrado y profano. Todo es sagrado o todo es profano.
Ahora, en la religión hay una distinción básica entre sagrado y profano. Todas las religiones. Y hay un clero que se dedica a lo que es sagrado. Y los otros que están en lo profano, en la religión son receptores, no son actores; no tienen ningún papel activo. Para tener un papel activo hay que ser realmente consagrado. Eso comienza al tiempo de Constantino.
Y entonces a partir de aquello van a aparecer dos líneas en la historia cristiana. Los que como el evangelio de Marcos quiere Jesús ha venido para mostrar el camino. Eso es lo básico, lo fundamental. Una línea que va a renovar, a aplicar en diversas épocas históricas lo que fue la vida de Jesús y como él lo enseñó. Y en toda la historia podemos seguir. Claro que no sabemos todo, porque la gran mayoría de los que siguieron el camino de Jesús fueron pobres, de los que nunca se habló en los libros de historia y entonces no han dejado documentos.
Pero hay personas que han dejado documentos y con eso podemos acompañar dónde en la historia de la iglesia cristiana, dónde aparece el evangelio. Dónde se buscó primeramente la vivencia del evangelio. Los que buscaron radicalmente el camino del evangelio fueron siempre minorías, como decía Helder Camera, "minorías abrahánicas".
La mayoría está en el otro polo; en la religión. O sea, dedicándose a la doctrina; enseñando la doctrina, defender la doctrina eso fue una de las grandes tareas; contra los herejes y las herejías practicar los ritos y formar la clase sagrada, la clase sacerdotal. Eso nos lleva a una distinción que va a manifestarse en toda la historia. El polo "evangelio" está en lucha con el polo "religión" y "religión" con el polo "evangelio". En toda la historia cristiana.
Toda la historia cristiana es una contradicción permanente y constante entre los que se dedican a la religión y los que se dedican al evangelio. Claro que hay intermediarios y así no hay polos totales. Pero en la historia hay visiblemente dos historias; dos grupos que se manifiestan. La historia oficial: cuando yo era joven nos daban historia de la iglesia que era "historia de la institución eclesiástica" y entonces allí solo se hablaba de la religión, suponiendo que la religión era la introducción al evangelio. Pero eso es una suposición: que todo lo que ha nacido en el sistema católico viene de Jesús, como se decía en la teología tradicional en tiempos de la cristiandad: que todo lo que hay en la iglesia Católica Romana, al final, viene de Jesús.
Con muchos malabarismos teológicos ahí se logra mostrar que todo tiene finalmente su raíz en Jesús. No tienen su raíz en otras religiones, en otras culturas. Como si los cristianos que se convierten a la iglesia fueran totalmente puros de toda cultura y toda religión. Todos traen su cultura y su religión; e introducen en su vida cristiana, elementos que son de su religión y cultura anterior y por eso resulta una religión que es siempre ambigua, compleja. Es inevitable porque los seres humanos que entran en la iglesia no son ángeles. Ellos están cargados de siglos y siglos de historia y de transmisión cultural y todo eso entra, naturalmente, a la iglesia.
De ahí una oposición que en materia política, por ejemplo, se muestra claramente. Se dice: el evangelio procede de Dios y por lo tanto no puede cambiar. La religión es creación humana, por lo tanto puede y debe cambiar según la evolución de la cultura, las condiciones de vida de los pueblos en general. Si la religión queda apegada a su pasado, ella es poco a poco abandonada en favor de otra religión más adaptada; o más comprensible.
El evangelio se vive en la vida concreta, material, social.
La religión vive en un mundo simbólico: todo es simbólico - todos son entidades simbólicas. Que no¼doctrina, ritos, sacerdotes entran en la realidad material. El evangelio es universal, porque no trae ninguna cultura y no está asociado a ninguna cultura, a ninguna religión. Las religiones están siempre asociadas a una cultura. Por ejemplo, la religión católica actual está ligada a la subcultura clerical romana que la modernidad ha marginalizado, que está en plena decadencia porque sus miembros no quisieron entrar en la cultura moderna.
El evangelio es renuncia al poder y a todos los poderes que existen en la sociedad.
La religión busca el poder y el apoyo del poder en todas las formas de poder Recuerdo que en tiempo de la prisión de los obispos en Riobamba el nuncio decía: "si la iglesia no tiene apoyo de los gobernantes, no puede evangelizar (risas)". Uno podría pensar al revés: que si tiene el apoyo de los poderes será difícil evangelizar.
Pero esa es una mentalidad que está en resto de la cristiandad entre la iglesia fundida en una realidad político-religiosa y entonces, naturalmente, estaban unidas todas las autoridades: el clero y el gobierno; el clero y el ejército-todo unido. Renunciar a eso es muy difícil. Renunciar a la asociación con el poder es muy difícil.
Voy a dar un ejemplo. Mi obispo actual en el Estado de Bahía, Brasil, es un franciscano, se llama Luis Flavio Carpio. Se hizo famoso en Brasil por dos huelgas de hambre que realizó para protestar contra un proyecto faraónico del gobierno, basado en una inmensa mentira. No hay tiempo pero se hizo conocer y fue invitado para contar toda la historia Kirchentag de la Iglesia alemana. Después de la invitación habló en varias ciudades de Alemania. Un grupo se acercó diciendo que venían para una ayuda para sus obras. Y era bastante: entregarle una donación $100.000 dólares. Él preguntó: "¿De dónde viene ese dinero? Le dijeron que son algunas empresas, algunos ejecutivos. Entonces dijo: "No acepto. No quiero aceptar el dinero que fue robado a los trabajadores, a los compradores de material". No aceptó (aplausos). Yo no sé cuántos en el clero no aceptarían. El obispo es un franciscano igual a San Francisco. Toda su vida ha sido así. Por eso me fui para santificarme un poquito a vivir ahí, en contacto con una persona tan evangélica.

¿Cómo nació la Iglesia?

Entonces La Iglesia de la que se habla: esa realidad histórica, concreta de la que tenemos experiencia. Para el pueblo en general la iglesia es el ese conjunto de papa, los obispos, los padres, las religiosas, religiosos institucional de la que se habla y que provoca también tanta incertidumbre como lo hemos visto. ¿Cómo nació la iglesia? Jesús no fundó ninguna iglesia. El mismo Jesús se consideraba como un judío; era el pueblo de Israel renovado y los primeros discípulos también; los doce apóstoles son los patriarcas de la iglesia del Israel renovado. La primera conciencia era que la continuación de Israel, la perfección, la corrección de Israel.
Pero una vez que el evangelio penetró en el mundo griego, ahí Israel no significaba muchas cosas para ellos y allí Pablo inventa otro nombre. Da a las comunidades que funda en las ciudades el nombre de "ekklesía", lo que se tradujo por "iglesia". ¿Qué es la ekklesìa? El único sentido que tiene en griego es "la asamblea del pueblo reunido que gobierna la ciudad"; en la práctica era la gente más poderosa, pero en fin es que en la ciudad griega el pueblo se gobierna a sí mismo y lo hace en reuniones que son "ecclesías".
Pablo no da ningún nombre religioso a las comunidades; los ve como un grupo destinados a ser la animación. El mensaje de transformación de todas las ciudades, de tal manera que están constituyendo el comienzo de una humanidad nueva: y es una humanidad donde todos son iguales; todos gobiernan a todos. Después viene la carta a los Efesios en la que se habla de iglesia como traducción del "kahal" de los judíos, o sea es el nuevo Israel. Y la ekklesía es ahí también el nuevo Israel. O sea, todos los discípulos de Jesús unidos en muchas comunidades, pero no unidos institucionalmente sino unidos por la misma fe. Todos constituyen la "ekklesía", la gran iglesia que es el cuerpo de Cristo. Todavía no existen instituciones.
Pero naturalmente no podía continuar así. Los judíos que aceptaron el cristianismo no así abandonaron todos el judaísmo. Y cuando creció el número de cristianos, el número de comunidades, allí comenzaron a penetrar algunas estructuras. En el tiempo de Pablo aún no hay presbíteros, aunque san Lucas diga lo contrario; pero san Lucas no tiene ningún valor histórico: eso ya todo el mundo lo sabe. Atribuye a Pablo lo que se hacía en su tiempo; entonces imagina que Pablo fundó presbíteros, consejos presbiterales: ¿cómo se justificaría un obispo sin ordenar sacerdotes? Entonces parece evidente un comienzo de separación todavía muy sencilla, porque todavía no hay sacralidad, no hay nada sagrado: los presbíteros no son sagrados, así como los presbíteros de las sinagogas no eran sagrados; tenían una función, una misión de gobierno, de administración, pero no una función ritual, o una función de enseñanza de una doctrina.
Después aparecieron los obispos. Al final del II siglo se estima que el esquema episcopal está generalizado, pero demoró bastante. Clemente de Roma, cuando publica y escribe su carta a los Corintios, dice "presbíteros": eso no es obispo. Todavía en Roma no hay obispo, solo presbíteros. Pero se organizó el esquema episcopal. Es probable que para las luchas contra las herejías, contra el gnosticismo, se necesitaba una autoridad más fuerte, para poder enfrentar el gnosticismo y todas las nuevas religiones sincretistas que aparecen en aquel tiempo.
Y la Iglesia como institución universal, ¿cuándo aparece?
Hubo en el siglo III concilios regionales: obispos de varias ciudades que se reunían. Pero una entidad para institucionalizar todo no existía. Quien inventó esta Iglesia universal fue el emperador Constantino. Él reunió a todos los obispos que había en el mundo con viajes pagados por él, alimentación pagada también por él y toda la organización del concilio fue dirigida por el emperador y los delegados del emperador. Esto constituye un precedente histórico. Hasta hoy no estamos libres de eso: que la Iglesia universal como institución haya nacido por el emperador.
Después en la historia occidental cayó el emperador romano y allí progresivamente el papa logró llegar a la función imperial. Se dieron muchas luchas en la Edad Media entre el papa y el emperador, pero siempre el papa se estimaba superior al emperador. En las cruzadas, el papa era generalísimo de todos los ejércitos cristianos; era una personalidad militar: comandante en jefe del ejército cristiano. Y dentro de la línea de los Estados pontificios, todavía esto se mantiene.
Cuando el papa perdió el poder temporal, allí reforzó su poder sobre las Iglesias: y gobierna a las Iglesias como un emperador, o sea todos los poderes son centralizados en una sola mano y con todas las ventajas de una corte: porque si no hay nada de democracia en la Iglesia. ¿Quiénes son los que orientan al papa? ¡La corte! Los cortesanos, los que están allí cerca. Claro que él no puede hacer todo, pero en fin una corte separada del pueblo cristiano. Todavía estamos sufriendo las consecuencias de aquello.
El papa Pablo VI dijo en algunos momentos que realmente había que cambiar la función actual del papa o sea de lo que hace el papa. Juan Pablo II en la "Unum sint" dice también hay que darse cuenta de que el gran obstáculo en el mundo de hoy es esa concentración de todos los poderes en el papa; habría que encontrar otra manera de ejercer eso. Eso para decir que todo esto pertenece a la religión.
Tarea de la teología: en el evangelio y en la religión
A partir de eso, ¿cuál es la tarea de la teología? Es compleja, justamente porque tiene una tarea en el Evangelio y una tarea en la religión. La teología fue durante siglos la ideología oficial de la Iglesia. Su papel era justificar todo lo que dice y hace la Iglesia con argumentos bíblicos, con argumentos de tradición, liturgia, y un montón de cosas que yo aprendí cuando estaba en el seminario. Claro que no lo creía (risas), pero todavía la mayoría lo cree. Entonces, ¿qué pasa?
Primera tarea: ¿qué dice el Evangelio?
Entonces primero: primera tarea, el Evangelio, ¿qué dice? ¿Qué es lo que es de Jesús? ¿Qué es lo que es penetración del judaísmo, penetración de otra cultura, penetración de otro tipo de religión? ¿Qué es lo que viene de Jesús según el Nuevo Testamento? Todo el Nuevo Testamento no viene de Jesús: no; las epístolas pastorales que hablan, por ejemplo, de los presbíteros: eso no viene de Jesús. Entonces la tarea de la teología consistirá en decir qué lo que es de Jesús, qué es lo que realmente quiso, qué lo que realmente hizo y en qué consiste realmente el seguimiento de Jesús.
Viendo en la historia, ¿cuáles fueron las manifestaciones, dónde, en formas diferentes, porque las situaciones culturales eran diferentes, dónde podemos reconocer la continuidad de esa línea evangélica? Porque si queremos penetrar en el mundo de hoy y presentar el cristianismo al mundo de hoy, todo lo que es religioso no interesa. Lo que puede interesar es justamente el Evangelio y el testimonio evangélico. Nadie va a convertirse por la teología: usted puede hacer todas las mejores clases, nadie va hacerse cristiano por motivo de la teología. Por eso me pregunto: ¿por qué en los seminarios se cree que la formación sacerdotal es enseñar la teología? Yo no entiendo, no entiendo. ¿No hay otra cosa que hay que hacer para evangelizar? No es mucho más complejo. Por eso hace 30 años que he decidido en presencia de Dios nunca más trabajar en seminarios (risas). Porque, eso ya no.
Entonces la línea evangélica es esa! San Francisco. San Francisco era un extremista. No quería que sus hermanos tuvieran libros: nada de libros. Con el Evangelio basta: no se necesita nada más. El mismo decía: "Yo, lo que enseño, no lo aprendí de nadie, ni del papa; lo aprendí de Jesús directamente, por su Evangelio". Bueno, eso es lo que puede convencer al mundo de hoy que está en una perturbación completa y que se aparta siempre más de las Iglesias institucionales antiguas, tradicionales. Todas las grandes religiones han nacido casi como entre 1.000 y 500 años antes de Cristo, salvo el Islam que apareció después; pero es como un ramo de la tradición judeo-cristiana. Entonces, primero eso.
Segundo la religión: ¿qué hacer con la religión?
Hay que examinar en todo el sistema de religión, qué es lo que ayuda, qué realmente ayuda a entender, a comprender, a actuar según el Evangelio. ¿Eso habrá nacido por inspiración del Espíritu en monjes, por ejemplo? Si usted ve la vida de los monjes del desierto en Egipto, eso no es un mensaje: no es un mensaje y no viene del Evangelio tampoco. O sea muchas cosas vienen no se sabe de qué tradición, tal vez puede haber sido del budismo u otras cosas así. Entonces examinar qué es lo que todavía vale hoy, y sinceramente.
Jesús no ha instituido 7 sacramentos. Hasta el siglo 12 se discutía si eran 10, 7, 5, 9, 4: no había acuerdo; finalmente han decidido que había 7. Bueno, por motivos de 7 días del Génesis, 7 pero hay cosas que visiblemente ya no hablan para¼planetas, el número 7 la gente actual, por ejemplo, el sacramento de penitencia con confesión a un sacerdote. ¿Cuántos se confiesan actualmente? Hace 20 años yo atendía en la Semana Santa, en una parroquia popular, a 2.000 confesiones y el párroco también 2.000 confesiones. Hoy día: 20, 30, o sea que la gente ya no responden. Eso ha sido definido en el siglo XII, XIII: ¿por qué mantener algo que ya no tiene ningún significado y, al revés, que provoca mucho rechazo? O sea que uno necesite hablar con alguien, que al pecador le gusta hablar con alguien, pero no justamente al sacerdote: hay muchas personas, hay muchas mujeres que pueden hacer ese oficio mucho mejor, con más equilibrio, sin atemorizar como hacen los sacerdotes. Eso es una cosa.
Pero hay un motón de cosas que es necesario revisar porque no tienen porvenir. Entonces es inútil querer defender o mantener algo que ya es obstáculo a la evangelización y que no ayuda absolutamente en nada. En las liturgias hay muchas cosas que cambiar. La teoría del sacrificio ha sido introducida por los judíos naturalmente. En el templo se ofrece sacrificios, los sacerdotes son personas sagradas que ofrecen el sacrificio. Toda esa teoría, hoy día no significa absolutamente nada. Que el padre sea dedicado a lo sagrado para ofrecer el sacrificio y que la Eucaristía sea un sacrificio: ¿todo esto viene de Jesús? Ah, no viene de Jesús. Entonces hay que ver si eso vale o no vale. ¿Para qué mantener algo que no vale?
Y después hay también la otra parte:
lo que no ayuda, lo que ha sido infiltración de otras tendencias, otras corrientes, por ejemplo, la vida ascética de los monjes irlandeses. Irlanda fue la isla de los monjes. Allí los obispos no tenían autoridad; solamente servían para ordenar sacerdotes; pero, por lo demás podían descansar. Los que mandaban eran los monjes: los monasterios eran los centros, lo que era la diócesis actualmente. Esos monjes irlandeses vivían una vida ascética, pero tan extraordinariamente deshumana para nosotros que eso es imposible que venga de Jesús, es imposible que eso ayude, porque esos hombres allí eran súper-hombres, pero no existen mas hombres semejantes hoy. Un ejercicio de penitencia que hacían, por ejemplo, era entrar en el río -en Irlanda los ríos son fríos- y quedarse allí desnudo para Esa manera de entender la vida, no; no¼rezar todos los salmos (risas) hay que considerar que eso es cristiano; no es marca de santidad tampoco; no es así que se manifiesta la santidad. Examinar todo lo que viene de allá.
Todas las congregaciones femeninas saben cuánto hay que luchar para cambiar costumbres, tradiciones que no son evangélicas. ¡Cuántos debates! Yo conozco una serie de congregaciones femeninas y ¡cuánto tiempo que se gasta en discusiones, disputas! entre las que quieren conservar todo y las que quieren abandonar lo que no sirve más y encontrar otro modo de vivir más adaptado a la situación actual.
Claro que es cambiar, eso cambia la tradición, deja de ser la ideología de todo el sistema romano: pero esa no tiene porvenir. Ese tipo de teología ya hace tiempo que ha sido progresivamente abandonada.
En América Latina apareció algo: hemos conocido un nuevo franciscanismo, o sea, una nueva etapa, pero radical, de vida evangélica. ¿Cuándo nació? He hablado de los obispos que han participado en eso y que animaron Medellín y de la opción por los pobres, los santos padres de América Latina. Y ustedes los conocen. Si hay que marcar el origen del nuevo evangelismo de la Iglesia latinoamericana, yo diría, -no se olviden- el 16 de noviembre de 1965.
En ese día, en una catacumba de Roma, 40 obispos, la mayoría latinoamericanos, incitados por Helder Cámara, se juntaron y firmaron lo que se llamó "el Pacto de las Catacumbas". Allí se comprometían a vivir pobres, en la comida, en el transporte, en la habitación. Se comprometen; no dicen lo que habría que hacer; se comprometen y de hecho lo hicieron después, una vez que llegaron a sus diócesis. Y después; a dar prioridad en todas sus actividades a lo que es de los pobres, o sea, dejando muchas cosas para dedicarse prioritariamente a los pobres y una serie de cosas que van en el mismo sentido. Esos fueron los que animaron la Conferencia de Medellín. O sea, aquí nació.
Y tuvieron un contexto favorable: el Espíritu Santo ya en aquel tiempo había suscitado una serie de personas evangélicas. Las Comunidades Eclesiales de Base habían nacido ya. Religiosas insertas en las comunidades populares ya había. Pero, eran pocos y se sentían un poco como marginados en medio de los otros. Medellín les dio como una legitimidad y al mismo tiempo una animación muy grande, y se expandió. ¿Fue toda la Iglesia latinoamericana? Claro que no. Siempre es una minoría.
Un día, me acuerdo, un periodista le había preguntado al cardenal Arns - un santo, con quien hemos vivido muy buenas relaciones : "usted, señor cardenal, aquí en Sao Paulo tiene mucha¼de amistad - suerte, toda la Iglesia se hizo Iglesia de los pobres, las monjas todas al servicio de los pobres: ¡qué cosa magnífica!". Ahí, Dom Paulo dijo: "Sí pues, aquí en Sao Paulo 20% de la religiosas se fueron a las comunidades pobres; 80% se quedaron con los ricos". Era mucho. Hoy día no hay 20%.
Esto fue una época de creación, una de esas épocas que hay a veces en la historia donde una efusión muy grande del Espíritu. Pero tenemos que vivir esa herencia: es una herencia que hay que mantener, conservar preciosamente porque eso no va a reaparecer.
A veces me preguntan: ¿Por qué hoy día los obispos no son como en aquel tiempo? Porque en aquel tiempo es la excepción, o sea, en la historia de la Iglesia es la excepción: de vez en cuando el Espíritu Santo manda excepciones.
Y ¿quién va a evangelizar el mundo de hoy?
Para mí, son los laicos. Y ya aparecen muchos grupitos de jóvenes que justamente practican una vida mucho más pobre, libres de toda organización exterior, viviendo en contacto permanente con el mundo de los pobres. Ya hay; habría más si se hablara más, si fueran más conocidos. Puede ser una tarea también auxiliar de la teología: divulgar lo que está pasando realmente, dónde está el Evangelio vivido en este momento, para darlo a conocer, para que se conozcan mutuamente, porque de lo contrario pueden perder ánimo o no tener muchas perspectivas.
Una vez que se unan, formen asociaciones, cada cual con su tendencia, su modo de espiritualidad. No espero mucho del clero. Entonces es una situación histórica nueva.
Pero sucede que, en este momento, los laicos han dejado de ser analfabetos, eso ya hace tiempo: tienen una formación humana, una formación cultural, una formación de su personalidad que es muy superior a lo que se enseña en los seminarios. O sea, tienen más preparación para actuar en el mundo, aunque no tengan mucha teología. Se podría dar más teología, pero es otro asunto. Ahora no vamos a pensar que mañana quienes que van a realizar el programa de Aparecida, van a ser los sacerdotes?
Yo no conozco todo, pero los seminarios que yo conozco, las diócesis que yo conozco, se necesitaría 30 años para formar un clero nuevo: y ¿quién va a formarlo? Para los laicos es distinto: hay muchísima gente dispuesta, y gente con formación humana, con capacidad de pensar, de reflexionar, de entrar en relación y contactos, de dirigir grupos, comunidades, grupos. Pero muchos todavía no se atreven, no se atreven. Pero ahí está el porvenir.
Para terminar con una anécdota: me llamaron a Fortaleza, en el nordeste de Brasil. Ahora, Fortaleza es una ciudad muy grande: un millón de habitantes. La Santa Sede había apartado, marginado al cardenal Aloiso Lorscheider, mandándolo al exilio en Aparecida que es un lugar de castigo para los obispos que no han agradado. Entonces allí vino un sucesor, Dom Claudio Humes que ahora es cardenal en Roma.
Claudio Hummes suprimió todo lo que había de social en la diócesis, despidió a todos: 300 personas con la larga trayectoria de servicio, con capacidad humana; así, sencillamente. Un día me llamaron: eran 300, llorando, lamentando: "y ahora no podemos hacer nada; y ahora, ¿qué pasa?". Yo les dije: "pero, ustedes son personas perfectamente humanizadas, desarrolladas, con una personalidad fuerte. Han tenido éxito en su familia, han tenido éxito en sus carreras, en sus trabajos profesionales. ¿De qué ahora se preocupan si el obispo quiere o no quiere? ¿Por qué se preocupan si el párroco quiere o no quiere? Ustedes tienen toda la formación suficiente y la capacidad: ¿Por qué no actúan, no forman una asociación, un grupo, en forma independiente?
Porque el derecho canónico -como muchos católicos no saben-, el derecho canónico permite la formación de asociaciones independientes del obispo, independientes del párroco -eso no se enseña mucho en las parroquias, pero es justamente algo que sí, es importante. Entonces ustedes pueden muy bien juntar 4, 5 personas para organizar un sistema de comunicación, un sistema de espiritualidad, un sistema de organización de presencia en la vida pública, en la vida política, en la vida social: 300 personas con ese valor. Si paga, si tiene que pagar a 5, cada uno va a gastar ni siquiera el 2% de lo que gana, o sea pueden muy bien mantener a 5 personas dedicadas a eso. Y van a escogerlos entre 25 y 30 años porque esa es la época creativa. Hasta los 25, el ser humano se busca. A partir de este momento termina sus estudios, ya ha conseguido un trabajo.
Entonces ya quiere definir su vida: estos son los que tienen capacidad de inventar. Todas las grandes invenciones se han hecho por gente con esa edad. Pero no lo hicieron: ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué tanta timidez? Ustedes que son tan capaces en el mundo, ¡en la Iglesia nada! No se sentían capaces, necesitaban del obispo que les diga qué hacer, necesitan sacerdotes que les digan: ¿Cómo es posible? A lo mejor no se les enseñó: pueden ser adultos en la vida civil y niños en la vida religiosa.
¡Pero nosotros podemos!
Nosotros podemos hacerlo y multiplicarlo en todas las regiones que vamos a conocer. Entonces el porvenir depende de grupos de laicos semejantes, que ya existen aunque todavía estén muy dispersos. El porvenir está ahí: es nuestra tarea a todos, empezando por los jóvenes. En Brasil hay en este momento 6 millones de estudiantes universitarios; 2 millones son de familias pobres -son pobres los que ganan menos de 3 sueldos vitales, porque con menos de 3 sueldos vitales no se puede vivir decentemente-. Dos millones. Y ¿cuál es la presencia del clero? Poquísimos; algunos religiosos. ¿De las diócesis? Nada. Y allí está el porvenir. Son jóvenes que están descubriendo el mundo.
Claro, hay unos que entren en las drogas, que se corrompen, pero es una minoría, o sea, el conjunto son personas que quieren hacer algo en la vida. Si no conocen el Evangelio no van a vivir como cristianos: hay que explicar, pero no explicar con cursos de teología, sino explicar haciendo, allí participando de actividades que de hecho son realmente servicios a los pobres. Eso sí, se puede.
Entonces habrá que cambiar la tarea de la teología un poquito: menos académico, más orientado hacia al mundo exterior todos los que no están más en la red de influjo de la Iglesia, que no reciben. Pero, presencia en eso. Y una teología que se pueda leer, sin tener formación escolástica, porque anteriormente si no se tenía formación aristotélica no se podía entender nada de esa teología tradicional. Bueno, la filosofía aristotélica ha muerto, o sea, los filósofos del siglo XX la han enterrado. Entonces, ahora tenemos libertad a ver en el mundo como nos abrimos. Gracias por su atención. (aplausos).

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EVANGELIO Y RELIGIÓN

Me parece que es importante la distinción entre "evangelio" y "religión".

Me da pena pensar en la cantidad de cristianos, bautizados, practicantes, personas de buena voluntad y de las mejores intenciones, que ni siquiera se han detenido a pensar, alguna vez por lo menos, en la diferencia radical que existe entre el evangelio y la religión. El teólogo J. Comblin lo dice de la forma más sencilla posible: "El evangelio viene de Jesucristo. La religión no viene de Jesucristo".

Y esto, ¿qué tiene que ver con lo que nos está pasando en la Iglesia? Muy sencillo: en la vida y el funcionamiento de la Iglesia, ocupa más espacio y tiene más importancia la religión que el evangelio. Así de claro.

Me explico. El evangelio expresa la voluntad de Dios que busca al hombre. La religión expresa la voluntad del hombre que busca a Dios. Por tanto, de entrada, evangelio y religión son dos movimientos radicalmente contrapuestos. Por eso, la religión es un "hecho cultural", mientras que el evangelio es un "hecho contra-cultural".

La religión, por más que tenga como punto de arranque alguna teofanía, es siempre un hecho que nace dentro de una cultura y siempre está marcado por esa cultura. Las religiones orientales tienen sus peculiaridades muy condicionadas por las culturas orientales. Como ocurre con las religiones africanas, etc. Por el contrario, el evangelio es siempre un movimiento que interpela a los oyentes de la Palabra (que es Jesús) a enfrentarse con no pocos elementos propios de la cultura, como son, por ejemplo, el ejercicio del poder, las leyes sobre la propiedad de los bienes, los privilegios de los notables, el uso del dinero, la relaciones de parentesco, etc.

Esto explica por qué, en el cristianismo, la presencia de la religión tiene más presencia y es más determinante que el evangelio, que tendría que ser la fuerza de contestación y transformación de nuestra cultura de Occidente, que es, hasta hoy, la cultura dominante en un mundo sobrecargado de desigualdades, injusticias y violencias.

El hecho es que, como dice Comblin, Jesús se ha convertido más en "objeto de culto" que en "modelo de seguimiento". Y sabemos que el culto no cambia la vida de la gente, sino que más bien la tranquiliza. Sólo el seguimiento - que es lo que Jesús les pidió a los discípulos - sería capaz de movilizar a la gente para reorganizar una Iglesia más de acuerdo con el evangelio, aunque eso tuviera el enorme coste del enfrentamiento con tantos elementos anticristianos que han marcado la cultura en que vivimos.
El seguimiento de Jesús no es posible si no se vive una espiritualidad muy honda, una fe fuerte unida al Padre del Cielo, como lo vivió Jesús. Hay que asumir que nos sobran ritos y ceremonias; y nos falta la mística para seguir a Jesús.
Josè M. Castillo
Teólogo de la liberación español, jesuita hasta mayo de 2007, en que abandonó la Compañía de Jesús.

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No se puede servir a Dios y al dinero

Ante declaraciones de algunos miembros de la Iglesia, que -reiteramos- no son «la Iglesia», nosotros como Curas en la Opción por los Pobres, miembros también de esa Iglesia, queremos dejar clara nuestra opinión:

Ya hemos vivido en nuestro país diferentes modelos y propuestas socio-económicas. Y hemos podido ver que, guiados por razones más económicas que ideológicas, los empresarios de nuestro país adhieren -quizás con matices- al modelo capitalista, del que son fervientes defensores. No siempre con metodologías democráticas. La imposición a sangre y fuego de un capitalismo liberal radicalizado en marzo de 1976 -con la excusa de combatir a la guerrilla- es el más trágico de estos ejemplos.

Así, muchos empresarios aplaudieron cuando el entonces ministro Cavallo les quitó los aportes patronales, pero no se escandalizaron cuando –“Banelco” mediante- se aprobaron leyes de precarización y flexibilización laboral que los beneficiaron en perjuicio de los trabajadores. No es de extrañar, por lo tanto, que el capital defienda a ultranza modelos capitalistas y haga todos los movimientos a su alcance para impedir que se le toque el órgano más sensible, que es el bolsillo. No aceptamos, por tanto, las campañas que buscan demonizar a los sindicatos y no son sino disimulados intentos de tener la mayor libertad posible de obrar a su antojo. Si hay mafias, patotas o negociados, son éstos casos concretos, los cuales deben combatirse y esclarecerse en la justicia; pero esto no significa eliminar el derecho inalienable a la libre asociación de los trabajadores en gremios o sindicatos.

Somos miembros de una Iglesia que tiene un magisterio social, que de un modo casi invariable desde hace más de 100 años, relativiza la propiedad privada, condena el capitalismo tanto como antaño al marxismo, destaca la prioridad del trabajo sobre el capital, opta preferencialmente por los pobres ante la sociedad, y señala la urgente necesidad de preservar los recursos de la naturaleza contaminados, agredidos y depredados por el lucro desmedido.

Como cristianos, rechazamos la lógica capitalista como responsable del genocidio que se produce y producirá si no hay justicia en la distribución de los bienes de la vida. La lógica del capitalismo es transformar todo en mercancías, ganancias y acumulación del capital. Somos hermanos y hermanas, la tierra es para todos y, como aprendemos de Jesús de Nazaret, no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero (Lc 6,13); y citando también a un discípulo de San Pablo, “la raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Tim 6,10). Hoy en día “el dinero” es el capital amasado a través del lucro omnipotente, del mercado total, de la exclusión de las mayorías y a favor del beneficio exagerado de unas minorías.

Por todo esto, queremos dejar en claro nuestra opinión:

1. Consideramos que el modelo capitalista es perverso en todas sus expresiones, aunque haya sub-modelos más inhumanos que otros;

2. Consideramos que deben reimplantarse los aportes patronales, y buscar activa y claramente los medios para que se achique la brecha de la muy injusta distribución del ingreso;

3. Reclamamos que se regularice la situación de los trabajadores en negro, ya sea en las empresas, el Estado nacional, los Estados provinciales y de ciudades, como la C.A.B.A, reconociéndoles un justo salario digno;

4. No nos parece suficiente que se proponga una participación de los trabajadores en las ganancias, con la que estamos claramente de acuerdo, sino que también debe haber participación de los mismos en las decisiones de las empresas, conforme ha dicho habitualmente el Magisterio Social de la Iglesia (cf. Laborem Exercens 8.14; Juan Pablo II a los empresarios Argentinos el 11 de abril de 1987 en el Luna Park, lo cual fue aplaudido por los mismos);

5. El capital financiero avanza sobre la agricultura y el sistema alimentario. Desde la privatización de las semillas y la venta de agrotóxicos, hasta la compra de la cosecha, el procesamiento de los alimentos, y su transporte, distribución y venta al consumidor, todo está ya en manos de un número reducido de empresas. El modelo sojero genera miles de familias de pobres rurales, y el proceso de acumulación crece. Vamos hacia una agricultura industrial y sintética, sin agricultores.. A esto debemos añadir el maltrato a campesinos constatado en provincias como Santiago del Estero o Chaco y otras, donde el silencio complice del gobierno va de la mano con el accionar de policias que hacen "trabajo extra" a mano armada. Se producen así fenomenales migraciones de desocupados que terminan viviendo en las periferias de las ciudades y sobreviven con planes asistenciales, criticados –paradójicamente- por los empresarios industriales y rurales. Reclamamos que se escuche la voz y se haga justicia con los pequeños agricultores y tamberos, y se dé urgente solución definitiva a la situación de desnutrición de niños en Misiones y en otras partes de nuestro país;

6. Lamentamos, asimismo, que haya voces de la Iglesia que parezcan hacer suya la voz de los empresarios que se niegan a compartir sus (desmesuradas) riquezas, e incluso se hacen asesorar por ellos, en lugar de ser -como se decía antes- "voz de los que no tienen voz", o -como decimos hoy- "estar presentes en la causa del pobre" (Juan Pablo II);

7. No queremos dejar pasar esta declaración sin repudiar, sin pero alguno, el asesinato de Mariano Ferreyra, víctima también él, de aquellos que son reprimidos por el capital en su legítima búsqueda de justicia. Esperamos confiadamente que todos los responsables materiales e intelectuales de este crimen reciban todo el peso de la ley, sea quién fuere, y se pongan todos los medios para enfrentar, asimismo, las causas que enlutan nuestro país con una nueva muerte.
La acumulación de ganancias -licitas o no- parece olvidar o pretender negar, que el capital no puede crecer si no es a costa del trabajo. La conocida plusvalía, trabajo acumulado o como quiera llamarse. En nombre de una divinización de la propiedad privada, los empresarios siguen viendo cómo engrosan sus arcas tratando de tener la menor cantidad posible de trabajadores, al menor costo posible, sea teniendo trabajadores total o parcialmente en negro, tercerizando personal, ofreciendo contratos basura, o muchas inmoralidades por el estilo. La solidaridad no parece figurar en los diccionarios del capital; aunque a veces se la confunda con la dádiva. Sabemos muy bien que la llamada teoría del derrame nunca llega a los trabajadores, ya que los empresarios misteriosamente hacen crecer día a día el tamaño de sus copas.

No renunciaremos a soñar y construir una sociedad más justa y humana, desde los pobres, como aprendemos de Jesús.

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Redes Cristianas escribe una carta al Papa con motivo de su visita a Compostela y Barcelona

“La Iglesia ha dejado de ser el referente moral de la sociedad”

"Contrariamente a lo deseado por el Concilio, la voz de nuestras comunidades ha sido secuestrada por la única voz de una Conferencia Episcopal, que de ninguna manera refleja la riqueza de la diversidad de las iglesias locales ni el pluralismo en los creyentes".
Con motivo de la próxima visita de Benedicto XVI a Compostela y Barcelona, Redes Cristianas ha escrito una carta abierta al Papa, en la que denuncian cómo "el divorcio entre la cúpula de los obispos y las iglesias de base es alarmante", hasta el punto de que la institución "ha dejado de ser el referente moral de la sociedad y a nuestro mismo colectivo en ocasiones le ha hecho sentir extranjero, en exilio en nuestra propia casa".
"Usted se verá envuelto en masas, sólo se tratará de un fenómeno fugaz y muy mediático, de muy dudosa repercusión en un cambio del comportamiento religioso", afirma la carta. De ahí, la necesidad de escribir al Pontífice para explicarle, "desde nuestra fe, desde el sentirnos plenamente Iglesia y en coherencia con las enseñanzas que de la misma Iglesia hemos recibido", la situación de la Iglesia en España.
Desde un doble referente: "el seguimiento de Jesús de Nazaret y la preocupación por los pobres". En este sentido, Redes Cristianas insiste a Ratzinger que "Galicia y Catalunya, a pesar de formar parte del mismo Estado, tienen identidades muy singulares, forjadas a lo largo de los siglos, que se expresan en una lengua y con cultura propias; con tradiciones y santuarios propios -como los que visitará en estos días-, que configuran personalidades colectivas muy ricas y diferentes, con derechos históricos todavía no plenamente reconocidos que siempre hemos pedido a la jerarquía de la Iglesia que reconozca en todas las dimensiones de la vida religiosa, pastoral, litúrgica e institucional".
Dos comunidades, al igual que el resto del Estado español, azotadas por "el profundo proceso de secularización y la crisis económica". "En el pasado, el cristianismo fue un elemento esencial en la configuración de nuestras identidades en lo personal y familiar y dentro la sociedad civil. Pero hoy ya no es así", constata la carta, que incide en que la sociedad actual se ve capaz de "construir la historia sin acudir a la religión".
En cuanto a la crisis económica, los firmantes denuncian "la debilidad e injusticia de nuestras sociedades y la perversidad del sistema". Una bases que quisieran se reflejara en el viaje papal, que estuviera marcado por "unos límites de austeridad económica y no diera el más mínimo motivo de crítica. Y al mismo tiempo desearíamos de Usted una palabra de impulso para aquellos colectivos que trabajan por conseguir unas estructuras sociales más justas. Es hora ya de que la Iglesia de un paso en la dirección de su reconciliación con nuestras sociedades".
Cincuenta años después del Vaticano II, desde Redes Cristianas se constata que, "contrariamente a lo deseado por el Concilio, la voz de nuestras comunidades ha sido secuestrada por la única voz de una Conferencia Episcopal, que de ninguna manera refleja la riqueza de la diversidad de las iglesias locales ni el pluralismo en los creyentes. En nuestras sociedades, hoy, el divorcio entre la cúpula de los obispos y las iglesias de base es alarmante". Y de nada sirve "el trabajo sacrificado y silencioso de miles y miles de cristianos y cristianas de base", cuya voz "va quedando progresivamente ahogada ante el continuado ruido de los obispos en la calle".
El escrito también se refiere a términos como laicidad y multiculturalidad, advirtiendo cómo, en muchas ocasiones, los criterios de actuación se convierten "en inquisición y terror", signos de etapas muy alejadas del postconcilio. "Hemos visto cómo -añade Redes Cristianas-, alejada progresivamente de la gente y refugiada en las seguridades del propio grupo, la Iglesia corría el riesgo de convertirse en gueto. Para muchas personas ha dejado de ser el referente moral de la sociedad y a nuestro mismo colectivo en ocasiones le ha hecho sentir extranjero, en exilio en nuestra propia casa".
La carta culmina con algunas reflexiones en torno a la crisis económica, sus causas y consecuencias. En este punto, el colectivo asegura que "vivimos dentro de unas estructuras económicas perversas y de pecado, que para subsistir necesitan pobreza y de las mayorías: crisis alimentarias provocadas por el aumento abusivo de los precios, la deuda externa de los países pobres, el comercio de armas, la imposición de ventajas comerciales desiguales, paraísos fiscales, el negocio de la droga, la explotación infantil, tráficos de seres humanos, especialmente en mujeres, niños y niñas, el despilfarro de los recursos de la naturaleza, etc. en un sistema que lo convierte todo -necesidades básicas y relaciones personales- en objeto de negocio o de compra-venta".
Ante esta estructura de pecado, afirman, "no bastan las apelaciones a la conversión individual. Como cristianos y cristianas compartimos este trabajo por unas estructuras más justas con amplios sectores no creyentes de la sociedad", y lamentan que "nos encontramos todos sin referentes institucionales, políticos, éticos, organizativos". "Echamos en falta la voz profética de la Iglesia, una voz fuerte contra la injusticia en la que los desheredados y desheredadas se sientan comprendidos y comprendidas".
"La apreciación creciente es que le falta sensibilidad y que ha dejado de ser aquel lugar profético de encuentro y acogida de los pobres. Al contrario, la única voz de Iglesia que se escucha gira casi siempre alrededor de los mismos temas: presión política para alcanzar mayores cotas de poder económico o cultural y en temas de moral, se reduce el necesario discurso de la ética y de los valores al monotema de sexualidad", culmina la carta.

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Un Ratzinger de hace cuatro siglos, en Pekín

La extraordinaria semejanza entre el método misionero de Mateo Ricci en la China del siglo XVII y el diálogo entre el cristianismo y las culturas propuesto hoy por Benedicto XVI

por Sandro Magister

ROMA, 1 de octubre de 2010 – En el importante discurso tenido en Londres en el Westminster Hall el 17 ce setiembre, Benedicto XVI lo afirmó del modo más neto:

"Las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación".

Y prosiguió:

"El papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. [...] Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos".

La exigencia de una integración positiva entre fe y razón es un pilar de este pontificado. Pero incluso antes de ser elegido Papa, Joseph Ratzinger había insistido en ello varias veces. Por ejemplo en el memorable debate que tuvo con el filósofo alemán Jürgen Habermas en Munich en el 2004.

En aquella ocasión Ratzinger dijo que los principios racionales accesibles a todos deberían ser la base de un diálogo intercultural e interreligioso. E hizo una referencia a China: "Lo que para los cristianos tiene que ver con la creación y el Creador, en la tradición china correspondería a la idea de los ordenamientos celestes".

*

La China es uno de los desafíos más colosales que la Iglesia católica está llamada a afrontar hoy. Y no sólo por motivos relacionados a la libertad religiosa.

En efecto, la distancia entre la visión occidental y cristiana del mundo y la de las grandes civilizaciones del Oriente - no sólo China sino también India y Japón - es decididamente más profunda que con la del Islam, una religión histórica que tiene además rasgos comunes con el judaísmo y el cristianismo.

El desafío es más fuerte hoy, con China que surge como nueva potencia mundial. Pero lo ha sido también en el pasado.

Entre los siglos XVI y XVII asumió este desafío un misionero genial, el jesuita italiano Mateo Ricci, de quien se cumple en el 2010 el cuarto centenario de su muerte, con muestras de arte, estudios, congresos, incluso en China donde él es considerado una gloria nacional. Está en curso también su proceso de beatificación.

Ricci, en el dialogar con los sectores cultos del Pekín de la época, adoptó una aproximación extraordinariamente semejante a la que hoy es propuesta por Benedicto XVI. Sabía bien que el Evangelio cristiano era una novedad absoluta, venida de Dios. Pero sabía también la razón humana tiene origen en un único Señor del Cielo, y es común a todos los colores que viven bajo el mismo cielo.

Él pues confiaba en que también los chinos pudieran acoger "las cosas de nuestra santa fe", si estas se "confirmaban con tanta evidencia de razones".

Su anuncio de la novedad cristiana fue pues gradual. Tomaba como punto de partida en los principios sapienciales del confucianismo, de los aspectos comunes que estos tenían con la visión cristiana de Dios y del mundo, para elevarse poco a poco a la novedad absoluta del Hijo de Dios hecho hombre en Jesús.

Mateo Ricci no obró igual con el budismo y el taoísmo, que sometió en cambio a severa crítica. Un poco como habían hecho antes de él los Padres de la Iglesia, muy críticos respecto de las religiones paganas pero en respetuoso diálogo con la sabiduría de los filósofos.

Sobre este aspecto genial de la obra misionera de Mateo Ricci un sucesor suyo en la misión ha escrito un libro importante: el padre Gianni Criveller, 49 años, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras de Milán, desde hace veinte años activo en China, docente en el Holy Spirit Seminary College y en la Universidad China de Hong Kong y autor de numerosos ensayos.

El pasaje que sigue ha sido tomado del capítulo central del libro. Y arroja una luz no sólo sobre cómo Mateo Ricci actuó hace cuatro siglos, sino también sobre como el cristianismo puede afrontar hoy el desafío chino, con un método que es el mismo propuesto por el actual Papa.

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Vuelve la tiara, qué horror

Vuelve la tiara papal. Por ahora, sólo al escudo de armas de Benedicto XVI. Y esperemos que se quede sólo ahí, en el escudo. Me dolería volver a ver a un Papa con la triple corona, repleta de diamantes y piedras preciosas. Por mucho que encarne y simbolice los tres poderes papales, no deja de ser una flagrante ostentación de poder, riqueza y lujo. Un evidente contrasigno en la época actual y en medio de una crisis que golpea sin piedad a los más pobres.

No me gusta la vuelta de la tiara. Ni por ella misma ni por lo que simboliza, por lo que implica de vuelta atrás, de recuperación de lo que, a mi juicio, más aleja a la Iglesia del Cristo de la corona de espinas. ¿Resucitará también el Papa Ratzinger la silla gestatoria?
 

Lo que está claro es que, en Roma, no se da puntada sin hilo. ¿Qué significa esta puntada tan inesperada? En la más benigna de las interpretaciones, la recuperación de la tiara podría inscribirse en la hermenéutica de la continuidad, tan querida para este Papa. Eso significa, para entendernos, que habría que redimensionar el Concilio Vaticano II a la luz de Trento, del Vaticano I y de los demás concilios de la Iglesia. Es decir, cortarle las alas., domesticarlo y reconducirlo.

Redimensionar el Concilio, causa de todos los males para los que mandan desde hace 30 años, sin conseguir fruto alguno, a pesar de su evidente marcha atrás en casi todo lo que proponía aquella gran primavera eclesial. Y, agraviar, en cierto sentido al Papa que culminó el Concilio, al Pablo VI que decidió prescindir de la tiara y regaló la suya personal a la Basílica of the Nacional Shrine of the Immaculate Conception en la Ciudad de Washington. Como regalo papal a los católicos de los Estados Unidos.
 

Pero en Roma hay más tiaras. Existen más de veinte tiaras en el Vaticano para un posible uso futuro. Todas ellas obras de arte y de un valor incalculable en piedras preciosas. La Tiara Milán (1922) de Pío XI tenía dos mil piedras preciosas incrustadas, mientras la de Juan XXIII (1959) tenía veinte diamantes, dieciséis esmeraldas, sesenta y ocho rubíes y setenta perlas. La cantidad programada originalmente era el doble, pero Juan XXIII insistió que la mitad fuera devuelta y el ahorro fuese donado a los pobres.
 

Distintos Papas, distintos signos. No me gustan los antisignos de la tiara ni de la silla gestatoria, aunque respete a los Papas que las promueven y recuperan. Y mucho menos si encubren o insinúan la descalificación del Vaticano II. Quizás por eso, me sigo quedando con Juan XXIII y con Pablo VI. Son mis Papas preferidos. Pero entiendo que otros prefieran a Juan Pablo II o a Benedicto XVI.
 

José Manuel Vidal
Director de Religión digital

El papa como símbolo
He leído con atención los comentarios que se han hecho a lo que escribí, el pasado día 7, sobre los viajes del papa. Ante todo, quiero agradecer sinceramente, a quienes han expresado sus puntos de vista sobre este asunto, las aportaciones que han hecho para que todos sepamos situarnos lo mejor posible ante lo que implican los viajes papales, que siempre tienen una importante repercusión mediática. Comprendo las críticas que han hecho algunos comentarios. Es más, no sólo las comprendo, sino que además quiero destacar que las agradezco especialmente. Porque me hacen caer en la cuenta de puntos de vista que, sin duda yo no he sabido expresar debidamente. Si este blog quiere presentar una teología “sin censura”, el peor enemigo de este blog sería quien pretendiera asumir competencias de censor. Con tal que las propias ideas se expongan con el debido respeto, para quienes piensan de manera diferente, nunca deberíamos perder la compostura. Aceptar a los demás, tal como son y como piensan, es lo mejor que podemos hacer cuando entramos en este blog.
 

Pero esto no se debe entender como dejación de las propias convicciones. No es posible estar de acuerdo con todo el mundo. Porque no se puede aceptar, a la vez, una idea y su contraria. El respeto al otro no impide el disenso. Todo lo contrario, puesto que nadie posee la verdad plena y el conocimiento total, las diversas aportaciones, aun cuando sea opuestas, nos enriquecen a todos. Por eso, a la vista de las diversas reacciones, me parece que puede se de utilidad presentar un aspecto nuevo, que llevan consigo los viajes del papa, y que hasta ahora no se ha mencionado.
 

El papa, precisamente por lo que representa ese cargo, tiene un enorme poder simbólico ante la opinión pública mundial. Y esto reviste una importancia extrema. Porque, en la vida, aprendemos más por lo que percibimos mediante símbolos que lo que nos llega mediante ideas o conceptos. Lo más decisivo, para nuestro bien o para nuestro mal, para nuestra felicidad o para nuestra desgracia, no llega a nosotros mediante teorías, sino mediante símbolos. Baste tener en cuenta que un símbolo - dicho de la manera más sencilla posible - es la expresión de una experiencia. No es, por tanto, la mera transmisión de una idea, de un concepto, de un programa, etc. Insisto, hablar de símbolos es hablar de experiencias. Ahora bien, lo más determinante en nuestras vidas, no son las ideas, sino las experiencias. Por ejemplo, el amor o el odio, el sentimiento de respeto o el dolor de la humillación y el desprecio, la estima de los demás o la indiferencia que otros nos muestran, todo eso nos marca de forma decisiva. Es más, un niño recién nacido no percibe ideas. Sólo puede percibir experiencias: se siente solo o se siente querido por su madre. Y eso le produce paz y alegría o le causa desamparo y llanto. Por todo esto, en la comunicación humana, la mirada es más importante que el ojo. Y la expresión del rostro es más decisiva que lo que dicen las palabras.
 

Jesús nació como nació, vivió como vivió y murió como murió, entre otras razones, porque el conjunto de su vida y su historia es, sobre todo, un gran símbolo para todo ser humano. Es el símbolo de lo más entrañablemente humano. Dios se humanizó en Jesús. Y eso es lo que nos lleva a Dios. Hombres importantes, revestidos de poder y dignidad ha habido, y sigue habiendo, muchos (quizá demasiados) en este mundo. Es posible que los notables, los grandes, los poderosos, nos humanicen. Pero, si nos humanizan, no es por su ostentación y su presencia impresionante. Por eso, entre otras razones, me parece tan decisivo que el papa - que nos debe recordar siempre a Jesús - vaya siempre por el mundo de la manera más parecida posible a como iba Jesús por los caminos de Galilea. Por supuesto, no soy tan ingenuo como para pedir que el papa viaje a pie o montado en una mula. Yo no pido nada más que, en cuanto le sea posible, el papa viaje y se presente en todas partes como un hombre modesto, sencillo, cercano, accesible a todo el mundo. Ya lo han dicho algunos en sus comentarios: tal como se organizan los viajes pontificios, el papa no puede oír a la gente, sobre todo oír a los que más sufren, ver cómo viven, dónde viven, qué necesitan, qué esperan de la Iglesia... El papa, cualquier papa, tiene que enseñar mucho en el mundo. Pero también tiene que aprender mucho de las gentes que viven, sufren y buscan a Dios en este mundo. Por lo demás, y como tantas veces hemos dicho, en la vida no basta ser bueno. Además de eso, hay que parecerlo. Tal como viaja el papa, a mí se me antoja que le parece más a un gran magnate que a un humilde seguidor de Jesús. Yo no pido otra cosa. Ni más ni menos que lo que acabo de decir. Por eso, aparte de otros motivos, me da pena la noticia que me acaba de comunicar un periodista: Benedicto XVI ha decidido cambiar su escudo: de él ha quitado la mitra episcopal y ha colocado la tiara medieval, la triple corona que usaron los papas hasta Pablo VI. Una de las coronas de la tiara era la corona de rey. No discuto la historia o las ideas que haya detrás de esta decisión del actual papa. Lo que me da pena es lo que mucha gente va a pensar y cómo va a reaccionar. Más que nada, por lo que este gesto simboliza, que noes tanto “regresión” a lo pasado, sino “poder” ante lo presente. Quisiera que el periodista no me haya dicho la verdad. Pero, si es cierto que el papa ha retomado la triple corona, lo siento de verdad, por lo mucho que me importa la Iglesia y su ejemplaridad evangélica.
 

José María Castillo
Teólogo español, dejó la Compañía de Jesús en 2007



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La Iglesia del futuro

¿Qué podemos decir y hacer, como laicos, ante el momento actual? Podemos ser ciudadanos plenos del pueblo de Dios y cambiar la prudencia mal entendida por la fortaleza que se requiere en tiempos de crisis.

Sergio Micco


La Iglesia católica está viviendo una innegable crisis. Las acusaciones de abusos de poder no son más que la parte visible de un fenómeno mucho más extendido y profundo. No podemos creer simplemente que los problemas se reducen sólo o principalmente a la moral sexual de parte del clero y a una institucionalidad envejecida, centralizada en Roma y jerarquizada en torno al papado.

El presente artículo busca abordar las causas intelectuales de la crisis del cristianismo europeo, que llega también a América Latina. Luego presentaremos el debate acerca del Concilio Vaticano II como causa o resolución de la crisis. En tercera instancia, analizaremos una respuesta a la crisis institucional, adaptando la forma y énfasis de la misión de la Iglesia a los nuevos tiempos. Finalmente, cerraremos mirando nuestra Iglesia, la latinoamericana.

LA CRISIS DEL CRISTIANISMO EUROPEO
Jean Delumeau, profesor del Colegio de Francia, se preguntaba en 1977 si el cristianismo iba a desaparecer de Europa. Hoy vuelve a la carga, no ahorrándose adjetivos ni datos. Recuerda que en Europa se vive un clima de “agnosticismo intelectual, amnesia cultural, afasia religiosa” (1). Aumentan los que declaran no tener religión. Un laicismo beligerante se expresa en medios intelectuales y de comunicación. Se hunden las prácticas religiosas expresadas en la asistencia al culto dominical, bautizos y matrimonios. Las encuestas de opinión muestran un cristiano medio que toma enorme distancia de la moral predicada desde el púlpito. La caída sistemática de las vocaciones sacerdotales es otro doloroso síntoma de esta crisis.

La crisis viene del mundo moderno y posmoderno que cuestiona a la Iglesia católica, apostólica y romana. El propio Benedicto XVI escribe que “al comienzo del tercer milenio, y precisamente en el ámbito de su expansión original, Europa, el cristianismo se encuentra inmerso en una profunda crisis…” (2). Para quien fuera prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, la crisis surge porque una parte no despreciable de la ciencia, la filosofía y la exégesis crítica contemporáneas ponen en duda las pretensiones de verdad de la religión cristiana. Muchos científicos buscan en el azar y en la necesidad el origen del universo y del ser humano, desechando por innecesaria la “hipótesis Dios”. La filosofía occidental sostiene que ninguna prueba de la existencia de Dios ha logrado superar la crítica ilustrada. Ningún filósofo ha explicado aceptablemente la presencia del mal en este mundo, creado por un ser infinitamente bueno y todopoderoso, y que guarda silencio ante la matanza y dolor injusto de los inocentes; particularmente de “los niños, los niños”, como exclamaba Dostoievski. La exégesis crítica conmueve las creencias ingenuas del pasado respecto de Jesús, no de su existencia, pero sí de su infancia, milagros, resurrección y de su relación con la Iglesia primitiva. Es la razón del hombre la que cuestiona el silencio de Dios y las creencias de la Iglesia.



CAUSAS INTERNAS Y PAPEL DEL CONCILIO VATICANO II
La crisis también viene desde dentro de la propia Iglesia católica. Para algunos, el período posterior al Concilio Vaticano II ha creado confusión, desmoralización y deserciones. ¿La causa? Una suerte de rendición del catolicismo perenne ante el mundo y la modernidad. Abandonos masivos de religiosos que no supieron distinguir entre ser monjas y sacerdotes consagrados, radicales servidores de la paz y la justicia, o laicos comprometidos con este mundo; confusión doctrinaria y teológica en aspectos centrales de la interpretación del dogma católico y de las sagradas escrituras; aceptación resignada de una movilización contradictoria y rebelde de los laicos, más preocupados de su libertad que de la verdad; desaparición de las fronteras con las iglesias protestantes y las religiones no cristianas, desembocando en un sincretismo religioso posmoderno y, finalmente, aceptación resignada de la secularización del mundo contemporáneo emancipado de su Creador.

La Iglesia habría renunciando a proclamar su verdad, aceptando ser una más de las ofertas de sentido que se venden en la hamburguesería posmoderna del misterio religioso (3).

Para otros, el problema es exactamente el contrario. Es la lentitud en el cumplimiento del Concilio Vaticano II o su inobservancia, lo que agudiza la crisis descrita. Estos otros preguntan: ¿alguien cree que serían cartas de triunfo para la iglesia europea sacerdotes de negro, de espaldas a la asamblea de laicos, hablando en latín, condenando la modernidad y usando el poder secular para impedir los avances de la secularización? “Ni posible ni deseable”, responden. Por el contrario, es la aplicación de verdad del giro iniciado por el papa Juan XXIII, el que revivirá el cristianismo central. Hay que dejar atrás el anterior “giro”, el del año 312, cuando el emperador romano Constantino comenzó a cambiar la Iglesia de Jesús en pro de estado pontificio, teología gobernante y religión triunfante. Fue pilar fundamental de Occidente, pero hay que superarlo pues en sus peores momentos significó que la gracia pareció anular a la naturaleza, la fe se sintió superior a la razón y el papado se quiso más grande que el imperio. El Concilio Vaticano II nos invita a dar el paso liberador de la Jerarquía al pueblo de Dios; de la Iglesia como institución vertical a la Iglesia como comunión (koinonia, communio); de la dominación desde el Estado al servicio desde la comunidad (diakonia, servitium); de la división escandalosa de los cristianos al ecumenismo con los hermanos separados; de las misiones colonialistas al fecundo diálogo interreligioso a favor de la paz y la justicia en el mundo, y de la Iglesia eurocéntrica a una Iglesia verdaderamente católica en cuanto universal, es decir, a la del tercer milenio, mayoritariamente latinoamericana, africana y asiática.

DIEZ NUEVOS MANDAMIENTOS EN RESPUESTA A LA CRISIS
¿Qué decir, como laicos, sin incurrir en la imprudencia de contrariar a la teología y a sus bellas hijas: la cristología y la eclesiología? Pues siendo ciudadanos plenos del pueblo de Dios, podemos usar nuestro real saber y entender, ilustrado y crítico, por precario que sea. Trocar entonces la prudencia mal entendida por la fortaleza que se requiere en tiempos de crisis. Sabemos desde Dante Alighieri que quienes se declaran imparciales en tiempos de crisis moral tienen reservado un lugar en el infierno. Y vivimos una crisis de sentido y de razón de existir de esta institución dos veces milenaria que es nuestra comunidad católica. Debemos abrir puertas y ventanas de la iglesia, dejando que entre viento fresco del mundo, que aporta conocimientos que iluminen un ambiente a ratos oscurecido y enrarecido.

No es raro que pocos crean sinceramente en nuestras verdades. Los primeros cristianos nos legaron una fe que era escándalo para judíos y locura par griegos: un único Dios que entra en la historia liberando a su pueblo; Dios que tuvo un hijo llamado Jesús que se hizo Mesías; Cristo que murió crucificado por amor al mundo y resucitó al tercer día; un resucitado que formó una comunidad de servicio llamada a liberar presos, emancipar pobres, traer vida en abundancia y anunciar la buena nueva de la llegada de un Reino de los Cielos que se iniciará con el retorno del Mesías; Reino sin fin donde los muertos resucitarán en carne y hueso, en el que no habrá dolor, mal, enfermedad ni muerte. Cuando se vuelven a traer a la razón escrita las verdades cristianas, muy duras de oír para hombres y mujeres de la Antigüedad y la Edad Media, no nos puede extrañar que sean pocos los creyentes sinceros (4). Por ello Jean Delumeau sostiene que antes, en los tiempos de la cristiandad, Dios no estuvo tan cerca de nosotros como creen los nostálgicos; ni ahora, en la modernidad nacida de las revoluciones del siglo XVIII, está tan lejos como creen los pesimistas. Pero ahora se trata nada menos que de hacer presente estas verdades en un contexto secularizado, pluralista, científico y tecnológico.

La crisis institucional supone volver a la politología que nos enseña que las instituciones, para ser poderosas y sobrevivir al paso de los siglos, deben poseer órganos y procedimientos estables en el tiempo, regulados sabiamente por normas y legítimos para quienes son regidos por ellos, sabiendo adaptarse a los cambios. Sus integrantes son, además, acogidos con afecto y reciben beneficios a cambio de su entrega a una causa común. Causa común que es función social que es valorada positivamente por la comunidad. Esta debe considerar que la existencia de esa institución es valiosa y necesaria, no solamente para ella, sino que para todos (5).

La crisis de sentido invita a asumir el cambio de paradigma teológico inaugurado en el Vaticano II: la asunción de “los signos de los tiempos”. Esa nueva teología invita a leer, reflexionar y comprender “la historia en la cual Dios aún se revela en Cristo a través del Espíritu” (6).

Siguiendo ese predicamento, y mirando la Iglesia global y no sólo la continental, parece fecunda la propuesta de un capuchino suizo y experto en misiones: Walbert Bühlmann. Él pide que tener “ojos para ver” y acoger el llamado a saber otear “los signos de los tiempos” (7).

Se trata de tomar entre nuestras manos la tarea de poner al día —aggiornamento— los diez mandamientos de la comunidad primitiva. Bühlmann nos propone diez nuevos mandamientos. No se trata ya de prohibiciones individuales, sino que de propuestas hechas a toda la comunidad. Respecto de los problemas de la Iglesia, nos propone los tres primeros mandamientos: 1) dejaréis que prevalezca la sana razón del hombre: la autonomía de las ciencias; 2) os tomaréis en serio como pueblo de Dios: los seglares en la Iglesia; y 3) tenderéis la mano a vuestros hermanos en Cristo: ecumenismo.

Luego, cuando analiza los problemas continentales, nos llama a cada una de las distintas naciones católicas, que han renunciado a ser Estados católicos, a asumir los cuatros siguientes mandatos: 4) os pondréis del lado de los pobres: justicia (Latinoamérica); 5) admiraréis la amplitud del creador: inculturación (África); 6) reconoceréis el “¡Aquí estoy!” de todos los pueblos: diálogo con las religiones (Asia); y 7) acompañaréis a los nómadas religiosos: secularización (Euroamérica).

Finalmente, la humanidad tiene problemas que obligan a que católicos, creyentes y no creyentes trabajen juntos en torno a los tres últimos mandamientos: 8) reforzaréis las filas de los pacificadores: Justicia et pax; 9) desarrollaréis la tierra hasta hacerla un paraíso: ecología y escatología, y 10) saldréis al encuentro del Dios de la historia: mística y política (8).

OPCIÓN POR LOS POBRES Y NUEVA SOCIEDAD
Si cumpliésemos esos mandamientos, no estaríamos inventando nada nuevo, sólo volviendo a tomarnos en serio nuestra fe. Así comenzaría a surgir una Iglesia que es “signo y promesa de salvación para todos los hombres” y “constituye en la tierra el germen y el principio del reino de Dios” (Lumen gentium 5, 2). Una comunidad en que se practica la igualdad, pues “ya no hay judío ni griego; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay varón ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Nación de servidores, pues “si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13, 12-14). Ecumenismo que se abre a sus hermanos separados, ya que “en esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que tenéis amor unos con otros” (Jn 13, 34). Iglesia que dialoga con las demás religiones, pues todos tienen la potestad de “llegar a ser hijos de Dios” (Jn 10, 34; 1, 2).

Bühlmann plantea los desafíos globales de la Iglesia. Pero para el cristiano latinoamericano la tarea religiosa fundamental debe seguir siendo comprender ese hecho mayor que es la irrupción de los pobres en la historia de nuestro Continente (9). ¿Cómo anunciar a Dios en medio de la pobreza de decenas y decenas de millones de personas que sufren una muerte prematura e injusta? Otro “gallo cantaría” si la Iglesia fuese la de Bartolomé de las Casas o la de Óscar Arnulfo Romero, quienes se tomaron en serio el Magníficat de María, dispersando a soberbios de corazón, derribando a poderosos de sus tronos, elevando a los humildes, colmando de bienes a los hambrientos y despidiendo a los ricos con las manos vacías (Lucas 1, vs. 39 y ss.). Esa es la forma de asumir nuestra propia y contradictoria modernidad (10).

Crisis de la iglesia, como siempre. Por ello, nada de lamentarse y a ponerse a trabajar. Nada de andar discutiendo lo que debe ser el laico, sino que demostrar lo que es. Volver a leer a Juan XXIII cuando escribía “no perder tiempo pronosticando el futuro, nada de preocuparse por construir ese futuro. El representante de Cristo sabe lo que Cristo espera de él: que cumpla su tarea de cada día. No tengo que presentarme ante él para darle consejos o para sugerirle planes. De mí, únicamente se espera la buena disposición para las sorpresas del Señor” (11). Así partió el giro iniciado en el Concilio Vaticano II.

(1) Delumeau, Jean, El cristianismo del futuro. Mensajero, Bilbao, España, 2006, p. 15.
(2) Ratzinger, Joseph, “La pretensión de verdad puesta en duda”, en: Ratzinger, Joseph (Benedicto XVI) y Flores d´Arcais, Paolo: ¿Dios existe?. Santiago de Chile, Planeta, 2009, p. 11.
(3) Cosa que crítica también un ateo. Ver: Flores d´Arcais, Paolo, “Ateísmo y verdad”, en Ratzinger, Joseph (Benedicto XVI) y Flores d´Arcais, Paolo: ¿Dios existe?, op. cit., pp. 111-113. El teólogo Carlos Casale propone como tarea de la teología de hoy no rendirse ante un racionalismo extremo que sólo da por justificado lo que la evidencia empírica demuestra ni la irracionalidad de formas posmodernas de conocimiento: la teología de los límites. Casale, Carlos, “La teología en tiempos de fragmentación de las ciencias”, en Costadoat, Jorge, Los signos de los tiempos en la teología de la liberación. También, Berríos, Fernando, Costadoat, Jorge y García, Diego (editores): Signos de estos tiempos, Centro Teológico Manuel Larraín, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile, 2008, 249 pp.

(4) Un hermoso libro, escrito aplicando los conocimientos de la sociología contemporánea, ilumina lo sorprendente que es el crecimiento del cristianismo antes del “giro constantiniano”. El autor especula, sin recurrir a la razón de la fe y la acción de los milagros, sobre cómo mil seguidores de Jesús, que en el año cuarenta representaban el 0,0017% de la población, se transformaron, en el 300 en 6.299.832; 10,5% de la población. Ver: Stark, Rodney: El auge del cristianismo, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile. (5) Goodin, Robert y Klingemann, Hans-Dieter; “Ciencia política: la disciplina”, en Goodin, Robert y Klingemann, Hans-Dieter (editores). Nuevo manual de Ciencia Política, Ed. Istmo, Madrid, España, 2001.

(6) Costadoat, Jorge, “Los signos de los tiempos en la teología de la liberación”, en Berríos, Fernando, Costadoat, Jorge y García, Diego (editores), Signos de los tiempos; Op. cit., p. 132.
(7) Bühlmann, Walbert, Ojos para ver. Los cristianos ante el tercer milenio. Herder, Barcelona, España, 1990.
(8) Ibidem, pp. 42-43.
(9) Costadoat, Jorge, “Los signos de los tiempos en la teología de la liberación”, en Berríos, Fernando, Costadoat, Jorge y García, Diego (editores). Signos de estos tiempos, op. cit., pp. 43 y ss.
(10) Silva, Eduardo, “Catolicismo moderno y modernidad católica”, en Yáñez, Samuel y García, Diego (editores), El porvenir de los católicos latinoamericanos. Centro Teológico Manuel Larraín, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile, 2006, p. 211.
(11) Bühlmann, Walbert, Ojos para ver, op. cit., p. 223.

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Sergio Micco. Abogado, magíster en Ciencia Política y doctor en Filosofía. Artículo publicado en revista Mensaje de Santiago de Chile.


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