EVANGELIO Y RELIGIÓN

Me parece que es importante la distinción entre "evangelio" y "religión".

Me da pena pensar en la cantidad de cristianos, bautizados, practicantes, personas de buena voluntad y de las mejores intenciones, que ni siquiera se han detenido a pensar, alguna vez por lo menos, en la diferencia radical que existe entre el evangelio y la religión. El teólogo J. Comblin lo dice de la forma más sencilla posible: "El evangelio viene de Jesucristo. La religión no viene de Jesucristo".

Y esto, ¿qué tiene que ver con lo que nos está pasando en la Iglesia? Muy sencillo: en la vida y el funcionamiento de la Iglesia, ocupa más espacio y tiene más importancia la religión que el evangelio. Así de claro.

Me explico. El evangelio expresa la voluntad de Dios que busca al hombre. La religión expresa la voluntad del hombre que busca a Dios. Por tanto, de entrada, evangelio y religión son dos movimientos radicalmente contrapuestos. Por eso, la religión es un "hecho cultural", mientras que el evangelio es un "hecho contra-cultural".

La religión, por más que tenga como punto de arranque alguna teofanía, es siempre un hecho que nace dentro de una cultura y siempre está marcado por esa cultura. Las religiones orientales tienen sus peculiaridades muy condicionadas por las culturas orientales. Como ocurre con las religiones africanas, etc. Por el contrario, el evangelio es siempre un movimiento que interpela a los oyentes de la Palabra (que es Jesús) a enfrentarse con no pocos elementos propios de la cultura, como son, por ejemplo, el ejercicio del poder, las leyes sobre la propiedad de los bienes, los privilegios de los notables, el uso del dinero, la relaciones de parentesco, etc.

Esto explica por qué, en el cristianismo, la presencia de la religión tiene más presencia y es más determinante que el evangelio, que tendría que ser la fuerza de contestación y transformación de nuestra cultura de Occidente, que es, hasta hoy, la cultura dominante en un mundo sobrecargado de desigualdades, injusticias y violencias.

El hecho es que, como dice Comblin, Jesús se ha convertido más en "objeto de culto" que en "modelo de seguimiento". Y sabemos que el culto no cambia la vida de la gente, sino que más bien la tranquiliza. Sólo el seguimiento - que es lo que Jesús les pidió a los discípulos - sería capaz de movilizar a la gente para reorganizar una Iglesia más de acuerdo con el evangelio, aunque eso tuviera el enorme coste del enfrentamiento con tantos elementos anticristianos que han marcado la cultura en que vivimos.
El seguimiento de Jesús no es posible si no se vive una espiritualidad muy honda, una fe fuerte unida al Padre del Cielo, como lo vivió Jesús. Hay que asumir que nos sobran ritos y ceremonias; y nos falta la mística para seguir a Jesús.
Josè M. Castillo
Teólogo de la liberación español, jesuita hasta mayo de 2007, en que abandonó la Compañía de Jesús.

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