EL PERIÓDICO DEL PAPA RECONOCE QUE CONSIGUE UNA EFICACIA DEL 97% CONTRA EL SIDA
RD Miércoles, 25 de marzo 2009
Tras la polvareda levantada por las declaraciones del Papa, en su reciente viaje a Africa, asegurando que el preservativo "agrava" el Sida, ahora su propio periódico, L'Osservatore romano, parece matizar la aseveración papal. El diario vaticano publica, en su edición del pasado domingo, un estudio, realizado en Uganda, que demuestra la eficacia del preservativo en la lucha contra la plaga que asola el continente africano. Como no puede ser una desautorización, debe tratarse de una matización de Roma tras el escándalo.
Y es que el periódico oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, ha admitido implícitamente en su edición del pasado domingo el uso del preservativo como un medio de luchar contra el sida. Y reconoce en un artículo sobre la Iglesia y esta enfermedad, que los preservativos son eficaces “al 97 por ciento contra la infección” en condiciones óptimas, y “al 87 por ciento” en condiciones adversas, como ocurre en África.
El periódico francés Le Figaro informa de que el diario vaticano asegura que este medio solo no basta para proteger de la enfermedad, pero sí reconoce su eficacia asociado a otros dos factores: la abstinencia y la fidelidad. L’Osservatore recuerda en este sentido una campaña llevada a cabo en Uganda, que se basaba en estas tres premisas (la campaña “ABC”, abstinencia, fidelidad y condón) y que convirtió al país en el único del continente “que obtuvo buenos resultados” en la reducción de la enfermedad”.
Con esa campaña, señala el rotativo, la frecuencia de infección de la población bajó del 15 por ciento en 1991 al 5 por ciento en 2001. La campaña se centraba en recomendar la abstinencia a los jóvenes y adolescentes, la fidelidad a las parejas, y el uso de preservativo en general. “Estos tres factores tienen una influencia importante sobre la reducción de la incidencia del sida”, reconoce el órgano de comunicación romano.
Además, apunta Le Figaro, L’Osservatore incluye una entrevista con un misionero que es médico y ha estado más de 20 años en un hospital de Uganda. Según el misionero comboniano Daniel Giovanni Giusti, el preservativo tiene un papel importante en “epidemias localizadas y en grupos particulares: prostitutas, homosexuales y drogadictos”, aunque insiste que en la campaña ABC los dos primeros ejes –abstinencia y fidelidad- fueron los más eficaces, ya que crearon un cambio en el comportamiento. “El preservativo es un recurso para los que no aplican los dos primeros puntos del método”, apuntó.
Para este médico católico, “la abstinencia anula el riesgo” de transmisión de la enfermedad, y la fidelidad lo “reduce”. El preservativo “reduce el riesgo, pero no lo elimina”. Por eso, a su juicio, hay que combinar los tres factores, sin excluir los condones. “La experiencia en el terreno demuestra que los países donde se jugó todo al preservativo no hubo en la población general resultados satisfactorios como los obtenidos en Uganda”, resaltó.
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JUAN PIÑA BATISTA, párroco de Santo Tomás de Aquino
CADIZ.
ECLESALIA .- 23/03/09 Para llegar a Kericho hay que volar hasta Kisumu, en la orilla keniata del Lago Victoria. El aterrizaje y llegada a su rudimentario aeropuerto viene cromado por una magnífica puesta de sol, no por muy diferente de las que aquí nos maravillan, menos bella.
El recorrido de los algo más de cien kilómetros hay que hacerlo ya anochecido y, frecuentemente, bajo la torrencial lluvia que casi cada tarde riega las fértiles tierras de esa zona africana.
La cerrada noche impide la visión de lo que rodea a unas resbaladizas cuestas de boquetes y socavones entre los que el vehículo más que rodar parece que navega movido por un oleaje enfurecido. Hasta el siguiente amanecer no se puede descubrir que se estaba atravesando un asentamiento humano de chavolas levantadas en un enorme vertedero de basuras, junto al que se ubica Motobo: una casa de atención y cuidados a personas afectadas por el VIH.
A primera hora de la radiante mañana comienzan a llegar hombres y mujeres que llaman la atención por su generalizada juventud y por su jovialidad. Vienen a recibir sus tratamientos dos veces por semana. Hoy tienen una jornada especial: aprovechando la presencia de dos presbíteros europeos van a recibir el sacramento de la unción de enfermos.
La mayoría saben que van a morir. En la casa hay un libro, en cuya portada reza “Libro de la vida”, que elenca a las personas fallecidas y que habían sido tratadas de su enfermedad en este centro. Escalofriantes páginas y más páginas de jóvenes rostros sonrientes que evidencian que, mientras las muertes a causa del SIDA descienden muy considerablemente en los países desarrollados, Africa sigue sufriendo una epidemia devastadora de vidas humanas, de la que le costará décadas recuperarse.
Hoy las consultas médicas esperarán al desarrollo de una celebración salpicada de alegres cantos y danzas autóctonas, que a cualquier occidental confundiría, pero que ante todo sobrecoge, también por el hecho de que incluso los pocos musulmanes presentes (Kenia es un país de mayoría cristiana) desearon recibir la unción, sin ser ésta una única nota “heterodoxa” ni emotiva.
El centro es mantenido por cuatro religiosas, dos angloeuropeas y dos jóvenes novicias nativas, y es sostenido económicamente por asociaciones europeas y canadienses. Hasta él acuden centenares de hombres, mujeres y niños, algunos tras recorrer caminando largas distancias.
Después de recibir la atención médica por el personal especializado, una enfermera da a cada paciente las dosis del tratamiento que habrán de tomar en sus casas y sister Jane (joven monja escocesa con más de 24 años haciendo éste y otros abnegados trabajos en Africa) entrega a cada paciente de ambos sexos varios preservativos, insistiéndoles en que no dejen de usarlos y que si necesitan más que los pidan. En un momento levanta la mirada y dice “incluso el Papa si estuviera aquí repartiría preservativos”.
No sé si lo haría. Tampoco sé qué extraña regla de tres rige la ecuación por la que quienes están en la brecha, donde se palpa y siente el sufrir de la gente, tienen la clarividencia de recordar que el sábado está hecho para el hombre y no al revés, mientras que los sesudos ocupantes de “las cátedras de Moisés” lo siguen olvidando.
En el centro Motobo reparten también entre quienes lo frecuentan unas camisetas divulgativas para darse a conocer entre la población en las que serigrafiadamente se exclama: Live with hope (vive con esperanza). No se puede transmitir esperanza a quien la necesita sino desde la comprensión empática de sus situaciones, incompatible con los rigorismos, que poco pueden aliviar el dolor de gentes abandonadas. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
http://www.eclesalia.net
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18-Marzo-2009 Juan José Tamayo
“No podía seguir otro camino, no sólo por la libertad, que siempre me fue querida, sino por la verdad, que está aún por encima de la libertad. Si lo hubiera hecho -entrar al servicio del sistema romano, así lo veo hoy-, habría vendido mi alma al diablo por el poder de la Iglesia”. Así se expresa el teólogo suizo Hans Küng en el segundo volumen de sus Memorias titulado Verdad controvertida.
Es, sin duda, el mejor resumen de su largo itinerario intelectual en ese duelo de titanes que ha mantenido durante más de medio siglo contra el poder absoluto de la Iglesia católica, o mejor, del Vaticano, y contra el peligro del actual pontificado de convertir a la Iglesia católica en una secta.
El teólogo suizo es, sin duda, uno de los intelectuales más respetados. En septiembre de 2005 era incluido en la lista de los 100 intelectuales más influyentes del mundo por las revistas Foreign Policy y Spectator. Es, a su vez, uno de los teólogos cristianos más reconocidos internacionalmente.
Difícilmente se encontrará en el panorama de la teología cristiana del siglo XX una obra tan extensa, sistemática, rigurosa y creativa como la suya, que suma más de 50 títulos, con numerosas ediciones y traducciones a los principales idiomas.
Se trata de una teología hermenéutica, crítica e interrogativa, que reformula la identidad cristiana en el horizonte de los nuevos climas culturales, desmitifica la autoridad eclesiástica, libera a la Iglesia católica de violencias e infidelidades antiguas y modernas de la Administración romana y es sensible a los problemas e inquietudes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Nada que ver con la cruel definición que diera del teólogo William Temple, arzobispo de Canterbury: “Es una persona muy sensata y sesuda que pasa toda una vida intentando dar respuestas exactísimas y precisas a preguntas que nadie se plantea”.
Küng se ha convertido en la conciencia crítica quizás más lúcida de la Iglesia católica, y más concretamente del fundamentalismo instalado en la cúpula del Vaticano. Este fundamentalismo se hace realidad en el dogma de la infalibilidad, cuestionado en su raíz en el polémico libro ¿Infalible? Una pregunta, en el que, a la luz de la filosofía del lenguaje, defiende la necesidad de que los dogmas se atengan a las leyes por las que se rigen todo tipo de proposiciones, ya que participan del carácter problemático de cualquier proposición humana.
El libro es comparable al Yo acuso (1898), de Zola. Los dos están guiados por una razón moral: uno, contra el hipócrita poder del Estado, con motivo del caso Dreyfus; otro, contra el incontrolable poder de la Iglesia en la figura del Papa, que actúa como monarca absoluto.
Tras la publicación del libro, Roma inició un largo proceso contra Hans Küng que terminó en 1979 con la retirada de la licencia eclesiástica para enseñar como teólogo católico. A pesar de la dolorosa derrota, Küng salió ganando, ya que, a sus 50 años, comenzaba una nueva etapa más fecunda todavía que la anterior en su trayectoria intelectual en torno a tres iniciativas.
La primera, el trabajo interdisciplinar con expertos en literatura y religión, físicos, economistas, psicólogos, científicos sociales y políticos, que ha dado lugar a importantes e innovadoras investigaciones.
La segunda, el diálogo entre religiones, culturas y cosmovisiones, con respeto a las diferencias y sin imperialismos de ningún tipo, ni culturales ni religiosos ni políticos.
La tercera, la propuesta de una ética mundial compartida por toda la humanidad en tiempos de salvaje globalización neoliberal, que formula en torno a cuatro principios 1. No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. 2. No habrá paz entre las religiones sin diálogo de las religiones. 3. No habrá diálogo de las religiones sin estándares éticos globales. 4. No habrá en nuestro Globo supervivencia en paz y justicia sin un nuevo paradigma de relaciones internacionales basadas en estándares éticos globales.
Hans Küng ha llevado a cabo el duelo de titanes con el Vaticano de manera elegante, como demuestran las respetuosas, e incluso elogiosas, referencias a Joseph Ratzinger, colega suyo, primero, en el Concilio Vaticano II y en la Universidad de Tubinga, después inquisidor durante casi un cuarto de siglo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y ahora, Papa.
En el prólogo a su libro La Iglesia, Küng agradecía a su colega la valiosa ayuda que le había prestado. En la última de las siete lecciones dictadas en el semestre de invierno de 1995-1996 en la Universidad de Tubinga, volvía a referirse a Ratzinger de esta guisa: “Quisiera en este momento confiar -y lo digo sin el menor asomo de ironía- en que mi compañero en edad y en gran parte del camino, Joseph Ratzinger, que escogió otro camino y que también será nombrado profesor emérito este año, al mirar hacia atrás y a pesar de lo sufrido, esté tan contento y feliz como yo”.
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ECLESALIA.- 19/03/09
Reformas Hnos. Martínez felicita el día del Seminario
Pepe Laguna, pepe.laguna@yahoo.es
PARLA (MADRID).
Reformas Hnos. Martínez C/ Juan XXIII, 12. Parla – Madrid
Estimado Rector del Seminario Mayor de Madrid, nuestra empresa familiar “Reformas Hermanos Martínez” se une a la celebración del día del seminario, y aprovecha la oportunidad para adjuntarle un presupuesto de las reformas necesarias en su edificio para adecuarse a la legislación vigente y a los nuevos signos de los tiempos.
Atentamente,
José Martínez.
Presupuesto 127/854
Reforma Edificio Seminario Mayor (Madrid)
1.- Instalación de baños para seminaristas femeninas ……. 1.680€
Descripción de los trabajos a realizar:
Debido al aumento de mujeres candidatas al sacerdocio, consideramos conveniente la realización de baños específicos para ellas. La actual situación de baños sólo para hombres es claramente insuficiente.
2.- Reconversión de parte de la biblioteca (planta baja) en guardería para hijos de sacerdotes y sacerdotisas ……. 2.875€
Descripción de los trabajos a realizar:
Cada vez son más los/las curas que piden compatibilizar su vida familiar con las ocupaciones académicas del seminario. Se propone destinar la parte que actualmente ocupan los catecismos obsoletos para guardería infantil y ludoteca.
3.- Cambio de la ubicación del altar (pasaría al centro) de la capilla principal ……. 580€
Descripción de los trabajos a realizar:
El altar actual separado de la comunidad pasaría a situarse en el centro de la capilla disponiendo todos los bancos alrededor de él. De esta forma se visibilizaría más claramente la presidencia compartida de toda la comunidad.
4.- Insonorización de las aulas 2 y 3 para los carismas “más ruidosos” ……. 2.600€
Descripción de los trabajos a realizar:
Recogiendo las reivindicaciones de los músicos, los de hablar inspirado y los niños, se insonorizaran dos aulas para que se formen y preparen sus carismas en igualdad de condiciones que los homiletas.
5.- Adaptación del último piso para vivienda de mujeres maltratadas y sus hijos ……. 5.800€
Descripción de los trabajos a realizar:
Siguiendo el principio evangélico de que todo edificio cristiano debe tener un espacio para acoger a los/las excluidos/as se habilitará el último piso para acoger a mujeres víctimas del maltrato machista.
Total Presupuesto: 13.535€
IVA (16%): 2.165€
15.700 €
Forma de pago: Como en reformas anteriores, los gastos serán abonados mediante colectas voluntarias de los/las cristianos/as interesados/as.
(Este presupuesto tiene una validez de un mes)
Parla, 19 de Marzo de 2009
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Por MANUEL DE UNCITI | SACERDOTE Y PERIODISTA
Los obispos son nombrados no 'contra' la Iglesia local sino a favor de ésta». Afirmación de Perogrullo, sin duda y a primera vista; pero afirmación con mucha miga si se tiene en cuenta que está dicha en un muy reciente documento -carta pastoral- de la Conferencia Episcopal de Austria y que los miembros de ésta habían sido convocados de urgencia y de modo extraordinario para el caso por el cardenal arzobispo de Viena, monseñor Christoph Schönborn. ¿De qué se ha tratado? ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Ha ocurrido que la Santa Sede había anunciado oficialmente su decisión de nombrar al sacerdote Gerardo María Wagner, de 54 años de edad, como obispo auxiliar del residencial de la diócesis de Linz, Ludwig Schwarz, de 68 años. El sacerdote Wagner no era ningún desconocido para la gran opinión pública de Austria. En mala hora, por cierto, ya que saltó a la fama por calificar de 'satánica' la figura de Harry Potter y por atribuir, en 2005, a castigo del cielo la terrorífica destrucción que causó en Nueva Orleans el huracán 'Katrina'. Su conocido integrismo le llevaba a no permitir que las chicas subieran al presbiterio para intervenir como monaguillos o proclamar las lecturas de la Biblia... ¡Cosas de poca monta!, dirá -y no sin razón- más de uno; pero 'detalles' que revelan un espíritu ultramontano e intransigente.
Sus compañeros sacerdotes no le veían con ojos demasiado benévolos, como es natural. En una diócesis fuertemente dividida entre progresistas y conservadores, el padre Wagner había optado decididamente por estos últimos, hasta convertirse en su abanderado. Le jaleaban sus prédicas y más cuando bordaba algunos temas morales. Hizo época -valga por caso- su sermón sobre los homosexuales. Para Wagner y los suyos, éstos son simplemente unos enfermos que pueden y deben curarse.
Con todo esto por delante, ¿cómo entender que Roma hubiere decidido nombrarle obispo? ¿Ignoraba el Vaticano estos 'detalles' y otros de igual tenor, pese a que estaban en boca de todos los católicos austríacos? ¿Qué informaciones había recabado la Nunciatura apostólica, responsable de llevar a Roma los nombres de los candidatos al episcopado, y qué controles había dispuesto el dicasterio de los obispos para verificar la autenticidad de las informaciones? ¿Y es o no verdad lo que dicen los periódicos austríacos sobre que el nombre del padre Wagner fue introducido en la lista de tres nombres propuestos por el obispo de Linz sin que a éste se le notificara el añadido? De ser esto cierto, estaríamos ante unos manejos curiales obsesionados por confiar la dirección de la Iglesia a los más conservadores.
«No podemos quedarnos cruzados de brazos». Ha sido el clamor de los sacerdotes más considerados de la diócesis de Linz. «Está en juego -ha añadido uno de ellos- el seguir siendo una Iglesia abierta o el limitarnos a ser un pequeño grupo. No queremos parecer como una secta». Y dicho y hecho. Los párrocos de toda la iglesia local se congregaron en una reunión informal. Por 31 votos contra 4 rechazaron el nombramiento del padre Wagner. Propusieron, además, solicitar en la predicación del domingo en todas las parroquias la renuncia al episcopado del propuesto como auxiliar de Linz. Algunos, más extravagantes, optaron por que las cosas siguieran su curso, reservándose, sin embargo, la facultad de manifestar su enérgica protesta en el acto mismo de la ordenación litúrgica del nuevo obispo... No hubo lugar a ninguna de estas medidas de fuerza. El propio interesado, el padre Wagner, se apresuró a hacer pública su renuncia al episcopado. Añadió que así se lo haría saber al propio Benedicto XVI.
El residencial de la diócesis de Linz ha aplaudido esta decisión. Ha juzgado que favorecía los intereses de la iglesia local. De igual sentir ha sido el presidente del grupo laical: «También nosotros somos Iglesia» . Se ha mostrado «feliz con la renuncia del padre Wagner». La Conferencia Episcopal, por su parte, ha comentado por boca de su presidente, el cardenal Schönborn, que «los católicos tienen derecho a que los obispos demos lo mejor de nuestra parte para resolver esta crisis». El 9 de febrero se encontró en Roma con el Papa. Le hizo saber que sería muy negativo el nombramiento del padre Wagner y que la sola propuesta del mismo había sido una desconsideración para con el obispo de Linz. Vuelto a Viena y reunido con los demás obispos, redactó una carta pastoral. Se lee en ella: «Cuando el nombramiento de un obispo significa para los creyentes motivo alegría e impulso, entonces pueden esperarse bienes para la unidad de la Iglesia».
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Chiara Lubich ya está en la eternidad viviendo plenamente al Dios Amor que la eligió para Mostrarlo. Su Pascua personal, ese pujo definitivo hacia la plenitud, se anticipó a la que los cristianos seguimos memorando en estos días.
Vivimos hoy en pleno tiempo pascual. Son los días en que nos conmovemos leyendo y releyendo los relatos de los primeros tiempos, de las primeras comunidades que ponían todo en común y partían el pan.
¡¿Qué mejor contexto para esta celebración de la vida de Chiara?! ¿Acaso podríamos celebrar con fidelidad su vida entregada al empeño de la unidad si no lo hiciéramos orando juntos, acallando el dolor y las heridas que aun nos provocan las divisiones?
Una adelantada, eso fue. Eso es. Por eso, en medio del escándalo del odio y el horror de la guerra pudo intuir el amor y conmoverse con aquél desafío de Jesús a la humanidad: “Que todos sean Uno”.
Y sin comprender, como María, Chiara también pronunció el sí. Ese sí hondo, raigal. El Dios Amor la había inspirado para ser cauce, estímulo y artífice para ampliar el sendero de la búsqueda incesante del hombre. ¡Que todos sean Uno! , extensión del mandamiento nuevo, el único en boca de Jesús. Un mandamiento que necesitaba, necesita, exige, odres nuevos.
Una adelantada, eso fue. Eso es Chiara. El fragor de la Segunda Guerra, los gritos de dolor y desesperanza de los pobres y perseguidos, la dispersión de los cristianos, no impidieron que Chiara y sus amigas escucharan la llamada. ¡Y así se lanzaron a construir el Movimiento de los Focolares, odre nuevo, para extender aquél llamado de Jesús, siempre lozano, siempre interpelador. Un llamado al que tantas veces con incomprensible empeño se pretende reducirlo a normas y ritos. Un llamado que con demasiada frecuencia los cristianos vaciamos ,desvirtuamos con vidas que se distancian del Evangelio.
Caminos no atajos es lo que necesitamos. Odres nuevos, plurales, abiertos a la esperanza en ese Dios Amor que inspiró y hoy acoge a Chiara.
Odres dispuestos al encuentro con el otro, a la comprensión y al diálogo que ante todo es escucha.
Una adelantada eso fue. Eso es. La simiente de Trento se expandió. Se hizo renovación, cambio, novedad y contribuyó - ¡y cómo! - a encauzar y multiplicar el fenomenal Soplo que fue el Concilio Vaticano II.
Y aquí, en el continente de la esperanza, en las tierras de la fe en Jesús y la devoción mariana, el llamado a la unidad, fue también argamasa para los creyentes en el Dios Amor.
Así, el odre nuevo se hizo Mariápolis, ecumenismo , diálogo con las otras religiones, empeño por la unidad , por la comunión. El odre nuevo se hizo sonrisa y entrega.
Más que un instrumento valioso, el diálogo es para Chiara un gesto de fidelidad, una expresión actualizada del modo de revelación de Jesús que tendió su mano, su propuesta gratuitamente a la libertad del hombre.
El odre ha de ser hoy bregar para poner fin al escándalo de la división de los cristianos y ahondar el diálogo entre los creyentes, Dos desafíos mayúsculos nos convocan hoy en este cambio de época a los hombres y mujeres de fe:
* el de hacer resonar fuerte y alto el llamado a reconocernos como hermanas y hermanos
*el de abrir juntos los oídos del corazón al grito de dolor que sube a Dios de decenas, centenares de millones de hombres y mujeres. Los creyentes hemos de encontrarse en ese grito al ponernos de manera realista e irrevocable del lado de quien se encuentra agobiado por la injusticia y la pobreza.
También a nosotros, aquí, nos interpelan esos desafíos de una manera particular.
En esta tierra asolada no hace mucho por una honda crisis que nos asomó a la disgregación, vivimos los efectos devastadores de la puja salvaje de intereses y nos estremecimos ante la frialdad voraz de los que creían que sólo el derecho de propiedad se había hecho trizas.
Rescatar aquéllos días difíciles y dolorosos, hacer memoria de ese tiempo en el que pareció asomar la posibilidad de que cada dirigente dejara de cargar la mochila del vecino y comenzara a aportar su propia revisión para participar solidariamente de la construcción de un espacio diferente, es una tarea tan común como imperiosa.
La historia no puede reescribirse , es cierto. Pero hurgar en nosotros y en el conjunto para desandar aquel atajo que nos perdió; pronunciar la palabra que faltó y revisar el prejuicio que nos separó y de ese modo restaurar la confianza que aun nos carcome, es una tarea pendiente. ¿Acaso ajena para los cristianos? ¿Distante para los creyentes?
Para un cristiano y una cristiana, la vida ha de ser el camino que recorremos con otros al estilo de Jesús. Ser cristianos, entonces, supone riesgo y radicalidad. ¿Si así viviéramos, nuestra sociedad no acercaría un poco más sus diferencias y sus desigualdades?
Por eso, ante la crisis que atravesamos, en lo nacional y en lo planetario, desde un sincero espíritu de autocrítica, los cristianos, los creyentes me atrevo a decir, debemos reconocer que somos parte del problema, y preguntarnos: ¿Qué responsabilidad tuvimos y tenemos en la decadencia del país, la sociedad y la cultura? ¿En la desigualdad y en la injusticia? ¿En la escandalosa brecha social?
Participar, estimular la recuperación de un sentido del bien común extraviado no es abogar por la uniformidad sino abonar una tierra compartida en la que pueda crecer la diversidad y escucharse la sinfonía de los matices. Como esta noche aquí al celebrar unidos fraternalmente la vida de quien bregó para que todos sean Uno.
Una adelantada eso fue. Eso es Chiara Lubich.
Sábado, 14 de marzo 2009
Cuenta Íñigo Domínguez en El Correo que la carta de Benedicto XVI para aclarar la polémica del perdón a los lefevbrianos, el grupo ultraconservador separado de la Iglesia en 1988, ha causado una conmoción sin precedentes en este pontificado, y cuesta recordar una así en el de Juan Pablo II. Ratzinger lamentó «el odio sin reservas» de algunos católicos y hasta dijo que en la Iglesia «se muerde y devora».
Pocas veces un Papa ha expresado su sufrimiento en el cargo de forma tan personal, un eco de la angustia que atenazaba a Pablo VI. Ayer la prensa italiana repetía un titular, 'La soledad del Papa', y se discutía abiertamente de un secreto a voces, el caos en la gestión de la Curia.
El 'Osservatore Romano' publicaba otro artículo sorprendente de su director, Giovanni Maria Vian, con esta frase: «La lucidez del análisis papal no evita cuestiones abiertas y difíciles, como la necesidad de una comunicación más preparada en un contexto donde la información está expuesta a manipulaciones, entre ellas la fuga de noticias, que cuesta no definir mísera. También dentro de la Curia, organismo históricamente colegial y que tiene un deber de ejemplaridad». Tanto la revocación de la excomunión a los lefebvrianos como la carta del pontífice se filtraron un día antes.
Como admite Benedicto XVI, falla la comunicación. No es culpa de su director de prensa, el jesuita Federico Lombardi, que se pasa el día apagando fuegos y que no para porque también dirige la radio y televisión vaticanas. Es que las oficinas y prelados de la Curia van por libre, sin un gobierno claro, y a veces se mueven por intereses propios. En este caso parece haber pesado la mano de los sectores conservadores que querían acelerar el proceso a toda costa. El máximo responsable de la Curia es el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, hombre de confianza del Papa pero ajeno a los despachos romanos y que, además, pasa parte del tiempo fuera, en Italia y en el extranjero, como en su reciente viaje a España.
La Curia, el organigrama de oficinas que hace funcionar la Santa Sede, sigue la mejor tradición italiana de componendas palaciegas. Es una cosa muy romana. Juan Pablo II cayó aquí como un marciano y dejó hacer y deshacer. Ratzinger, pese a haber pasado 24 años en Roma al frente de Doctrina de la Fe, siempre se ha mantenido al margen de las comidillas y al ser elegido se habló mucho de su deseo de reformar la Curia, pero se ha quedado en nada. Ahora el problema ha estallado.
Bertone se vio obligado a hablar ayer con una aclaración inédita, porque nunca se pensó que fuera necesaria: «Todos los colaboradores del Pontífice son lealmente fieles y están profundamente unidos a él (...) no obstante alguna voz fuera de tono, quizás debida a la falta de confianza en el Papa». Bertone casi siempre actúa a toro pasado. Una de las causas de los dolores de cabeza de Benedicto XVI es que no consulta, decide solo y no presta atención al uso de los medios, hoy esencial y que, poco controlado, juega malas pasadas. Sobre todo si los enemigos de la Iglesia aguardan la ocasión de hacer leña. La polémica con el Islam del discurso de Ratisbona en 2006 fue un buen ejemplo.
Como entonces, en este caso el Vaticano ha reaccionado tarde y mal. Lo audaz y novedoso es que el Papa se ha expuesto personalmente para cerrarlo, con una humildad sorprendente. El efecto positivo de esta lección es que quizá la Iglesia sale reforzada. «Nunca había visto un escrito de un Papa tan personal y abierto», ha dicho asombrado Robert Zollitsch, presidente de los obispos alemanes, los más críticos en este episodio, como los de Austria, Suiza, Francia o Bélgica. Todos expresaron ayer su afecto a Ratzinger.
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El texto completo de la carta escrita por el Papa Joseph Ratzinger a los obispos católicos, en respuesta a la "avalancha de protestas" en contra de su decisión de revocar la excomunión a los lefebvrianos
por Benedicto XVI
Queridos Hermanos en el ministerio episcopal!
La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. Muchos Obispos se han sentido perplejos ante un acontecimiento sucedido inesperadamente y difícil de encuadrar positivamente en las cuestiones y tareas de la Iglesia de hoy.
A pesar de que muchos Obispos y fieles estaban dispuestos en principio a considerar favorablemente la disposición del Papa a la reconciliación, a ello se contraponía sin embargo la cuestión sobre la conveniencia de dicho gesto ante las verdaderas urgencias de una vida de fe en nuestro tiempo. Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento.
Por eso, me siento impulsado a dirigiros a vosotros, queridos Hermanos, una palabra clarificadora, que debe ayudar a comprender las intenciones que me han guiado en esta iniciativa, a mí y a los organismos competentes de la Santa Sede. Espero contribuir de este modo a la paz en la Iglesia.
Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia.
Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio, pasos compartidos y promovidos desde el inicio como un objetivo de mi trabajo personal teológico.
Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente. Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias. Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido y a restablecer la atmósfera de amistad y confianza que, como en el tiempo del Papa Juan Pablo II, también ha habido durante todo el período de mi Pontificado y, gracias a Dios, sigue habiendo.
Otro desacierto, del cual me lamento sinceramente, consiste en el hecho de que el alcance y los límites de la iniciativa del 21 de enero de 2009 no se hayan ilustrado de modo suficientemente claro en el momento de su publicación.
La excomunión afecta a las personas, no a las instituciones. Una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma, porque cuestiona la unidad del colegio episcopal con el Papa. Por esto, la Iglesia debe reaccionar con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha alcanzado todavía.
La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio.
Con esto vuelvo a la distinción entre persona e institución. La remisión de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica: las personas venían liberadas del peso de conciencia provocado por la sanción eclesiástica más grave. Hay que distinguir este ámbito disciplinar del ámbito doctrinal. El hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad non tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución. Para precisarlo una vez más: hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.
A la luz de esta situación, tengo la intención de asociar próximamente la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", institución competente desde 1988 para esas comunidades y personas que, proviniendo de la Fraternidad San Pío X o de agrupaciones similares, quieren regresar a la plena comunión con el Papa, con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. Los organismos colegiales con los cuales la Congregación estudia las cuestiones que se presentan (especialmente la habitual reunión de los Cardenales el miércoles y la Plenaria anual o bienal) garantizan la implicación de los Prefectos de varias Congregaciones romanas y de los representantes del Episcopado mundial en las decisiones que se hayan de tomar.
No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.
Espero, queridos Hermanos, que con esto quede claro el significado positivo, como también sus límites, de la iniciativa del 21 de enero de 2009. Sin embargo, queda ahora la cuestión: ¿Era necesaria tal iniciativa? ¿Constituía realmente una prioridad? ¿No hay cosas mucho más importantes?
Ciertamente hay cosas más importantes y urgentes. Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú… confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15).
En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.
Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes.
En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos –al ecumenismo- está incluido en la prioridad suprema. A esto se añade la necesidad de que todos los que creen en Dios busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. En esto consiste el diálogo interreligioso. Quien anuncia a Dios como Amor "hasta el extremo" debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana, de la que hablé en la encíclica "Deus caritas est".
Por tanto, si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Que el humilde gesto de una mano tendida haya dado lugar a un revuelo tan grande, convirtiéndose precisamente así en lo contrario de una reconciliación, es un hecho del que debemos tomar nota.
Pero ahora me pregunto: ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro del hermano que "tiene quejas contra ti" (cf. Mt 5,23s) y buscar la reconciliación? ¿Acaso la sociedad civil no debe intentar también prevenir las radicalizaciones y reintegrar a sus eventuales partidarios –en la medida de lo posible- en las grandes fuerzas que plasman la vida social, para evitar su segregación con todas sus consecuencias? ¿Puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto?
Yo mismo he visto en los años posteriores a 1988 cómo, mediante el regreso de comunidades separadas anteriormente de Roma, ha cambiado su clima interior; cómo el regreso a la gran y amplia Iglesia común ha hecho superar posiciones unilaterales y ablandado rigideces, de modo que luego han surgido fuerzas positivas para el conjunto. ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? Pienso por ejemplo en los 491 sacerdotes. No podemos conocer la trama de sus motivaciones. Sin embargo, creo que no se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo y, con Él, al Dios vivo. ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?
Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez, en esta ocasión concreta hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales se percibía una apertura de los corazones. ¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces?
¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa- también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas.
Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: "No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: Amarás al prójimo como a ti mismo. Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente".
Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que tampoco nosotros seamos mejores que los Gálatas? Que ¿quizás estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Que debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y que una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor?
En el día en que hablé de esto en el Seminario Mayor, en Roma se celebraba la fiesta de la Virgen de la Confianza. En efecto, María nos enseña la confianza. Ella nos conduce al Hijo, del cual todos nosotros podemos fiarnos. Él nos guiará, incluso en tiempos turbulentos. De este modo, quisiera dar las gracias de corazón a todos los numerosos Obispos que en este tiempo me han dado pruebas conmovedoras de confianza y de afecto y, sobre todo, me han asegurado sus oraciones.
Este agradecimiento sirve también para todos los fieles que en este tiempo me han dado prueba de su fidelidad intacta al Sucesor de San Pedro. El Señor nos proteja a todos nosotros y nos conduzca por la vía de la paz. Es un deseo que me brota espontáneo del corazón al comienzo de esta Cuaresma, que es un tiempo litúrgico particularmente favorable a la purificación interior y que nos invita a todos a mirar con esperanza renovada al horizonte luminoso de la Pascua.
Con una especial Bendición Apostólica me confirmo
Vuestro en el Señor
BENEDICTUS PP. XVI
Vaticano, 10 de marzo de 2009
Pbro. Dr. José Amado Aguirre
Este es un gran tema que algún día se deberá analizar desde la teología, el derecho canónico y sobre todo desde el mismo cristianismo. No es fácil aportar ideas razonables sobre esta materia. Sin embargo la “racionabilidad” de la ley es fundamento para su misma validez. Esto es claro y positivo después de las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y de los filósofos y teólogos españoles como Vitoria, Suárez y otros.
En este contexto histórico y teológico se están produciendo en nuestra sociedad argentina de excesiva tendencia tradicional católica, algunos casos que obligan a una reflexión profunda y libre de prejuicios. Tarea difícil por cierto. Pero posible y necesaria. A mediados del mes de agosto de 1997, las agencias noticiosas divulgaron un caso exótico: en una Iglesia de la Provincia de Santa Fe, el mismo obispo diocesano negó la comunión a un sacerdote casado por el civil sin el matrimonio canónico. Este caso exige una mayor clarificación para los fieles.
Trataré de aproximarme a una interpretación teológica y canónica.
Marco histórico.
Teológicamente la Iglesia ha enseñado y enseña que el llamado sacramento del orden sacerdotal está referido al servicio de la comunidad, y no para el propio y exclusivo provecho, gracia o dignidad del ordenado (diácono, presbítero, obispo) Es decir, que el fiel bautizado que ha recibido el sacramento del orden sagrado, deberá ejercer algún ministerio sacerdotal específico según las disposiciones reglamentarias canónicas del caso.
Además la misma teología afirma que tal orden sagrado “imprime carácter”, es decir que es uno de los sacramentos de por sí indelebles, permanentes, y por lo tanto no se puede repetir ni perder, como pueden y aún deben en algunos casos repetirse los sacramentos de la eucaristía (comunión), confesión (reconciliación), matrimonio y extremaunción (santa unción)
Una última observación teológica: la obligatoriedad del celibato sacerdotal es una determinación positiva disciplinaria en la Iglesia católica de rito latino que no vincula a la religión católica de rito oriental. No es por lo tanto un requisito esencial para recibir el orden sagrado, aún cuando históricamente desde hace siglos las legítimas autoridades de la Iglesia lo exijan como conditio sine qua non (condición imprescindible para recibir el orden sagrado en el rito latino) Así está legislado en el Código actual de derecho canónico (1983)
Comienzan las innovaciones sobre el celibato.
Un Papa muy inteligente e innovador, Pío XII, tuvo el santo atrevimiento de romper esa inseparabilidad canónica entre sacerdocio y celibato en nuestra Iglesia de rito latino. Autorizó a pastores anglicanos que ingresaban a la Iglesia católica y que ya estaban casados válidamente, a continuar su vida conyugal incorporados al clero romano. El Papa Pablo VI continuó con esta política pastoral ampliando aún a otros casos de pastores cristianos no católicos (protestantes) que se incorporaran a la Iglesia católica. El número de sacerdotes católicos del rito latino que podía vivir sexualmente su vida de familia, se aumentaba rompiendo el viejo tabú de la inseparabilidad de celibato y sacerdocio aún dentro del rito latino.
El Concilio Vaticano II, laudable por tantos títulos, no trató el tema del celibato sacerdotal por la oposición directa del Papa Pablo VI. En compensación, este Papa accedió a liberar a miles de sacerdotes del compromiso celibatario permitiéndoles el matrimonio canónico sacramental. Sin embargo, no quiso considerar la creciente solicitud de laicos, sacerdotes y aún obispos, de otorgar el llamado “celibato opcional” para respetar la vocación sagrada ministerial de aquellos que no quisieran obligarse a un renunciamiento absoluto a la vida conyugal.
Así las cosas y las leyes eclesiásticas, en pocos años creció inmensamente el número de sacerdotes que pedían autorización para un matrimonio cristiano normal y público en resguardo de la autenticidad de su conciencia. Pero para obtener esta facultad matrimonial debían renunciar formalmente y para siempre al ejercicio del ministerio sacerdotal. En lenguaje canónico, quedaban “reducidos al estado laical”.
Actualmente son bastante más de cien mil quinientos estos sacerdotes que en la práctica están marginados aún de los oficios que un laico puede ejercer y ejerce en la administración y en el culto católico.
¿Celibato obligatorio? Algunas conclusiones posibles entre muchas.
La sociedad actual investiga cada vez más las realidades y no las supuestas o posibles o utópicas situaciones. El Pueblo de Dios, título que el Vaticano II adjudica a la Iglesia católica, se pregunta azorado: ¿hasta cuándo privilegiaremos las leyes de los hombres sobre el mandato divino? El celibato, no es un mandato divino. Sí lo es el matrimonio.
El celibato, para ser virtud, se debe radicar en la libertad, la cual no se puede estratificar en ningún momento histórico. Encapsular la vocación sacerdotal en el celibato, no es legítimo ni teológica ni jurídicamente. El hecho histórico, no continuo ni lealmente observado, de la inseparabilidad de sacerdocio y celibato no constituye un argumento teológico. Habría que traer a colación la máxima forense romana que ha pasado al mismo derecho canónico actual: error corrigitur ubi deprehenditur (se debe corregir el error dónde y cuándo se lo descubra)
Pero hay algo más y mucho más grave en esta cuestión y que merece un aparte en el escrito y un focalizado argumento ad hoc. Así se tratará de cumplir con la pregunta inicial de este tema.
¿Es lícita y válida la prohibición ilimitada de ejercer el ministerio sacerdotal al sacerdote casado canónica y sacramentalmente por la Iglesia ?
He aquí la cuestión en su cruda realidad. Sé que me muevo en terreno minado… pero vale la pena arriesgar todo, aún la vida en pro de la verdad, la caridad y la misma justicia. Esta es mi auténtica postura sacerdotal: tal prohibición ut supra, es no sólo ilícita teológica y jurídicamente, sino que es insanablemente nula de pleno derecho.
Doy en síntesis algunas razones necesarias y suficientes para toda persona que busca la verdad sin temor. Ya San Pablo decía: la fe expulsa el temor. Yo creo con toda el alma en Jesús que vino a salvar con la ley… al margen de la ley… o en contra de toda ley de los hombres. “El sábado, es decir la ley, está para el hombre y no el hombre para el sábado”.
Exposición argumental: Ya que el orden sagrado “imprime carácter” es decir, que es indeleble, y ese orden es “para el ejercicio ministerial específico”, por derecho divino no puede ser suprimido para siempre por ninguna autoridad en la tierra. La legítima potestad eclesiástica sólo puede reglamentar el ejercicio, y aún limitarlo y suspenderlo temporalmente por causales determinadas positivamente por la misma legislación religiosa que está contenida en el Código de derecho canónico. En el Código se estatuyen las causales de excomunión y suspensión a divinis de sacerdotes y obispos.
Allí no se tipifica el caso de un ordenado que accede al matrimonio con dispensa de la Santa Sede. Por lo tanto, siendo toda ley penal de estricta y restringida interpretación, se ve con claridad la ilicitud y aún ilegalidad de la prohibición “sine die” del ministerio sacerdotal a tales sacerdotes casados.
Pero hay otro argumento más contundente: toda pena dice relación a algún delito, y cuanto mayor es la pena, mayor debe ser el delito. Pues bien, ¿dónde está el delito para tanta pena? Si la Santa Sede autoriza la recepción de un sacramento, no puede basar en tal recepción la penalidad de la inhabilitación “pro” vita del ordenado. Sería admitir subliminalmente que a pesar de la autorización de la Iglesia , y a pesar de que se trata de la recepción de un sacramento, tal sacramento del matrimonio no borra la “iniquidad” de renunciar al celibato. Quien así pensara, estaría muy próximo a la herejía.
Conclusión. Creo suficientes estas razones para que al menos el lector se preocupe de pensar en serio si es creyente católico. La Iglesia del Vaticano II es la del Pueblo de Dios. Todos, clérigos y laicos debemos contribuir a hacer creíble nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro Amor.
Pbro. Dr. José Amado Aguirre
padreaguirre@arnet.com.ar
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Ignacio Pérez del Viso (San Miguel)
A partir de los conflictos suscitados por algunas decisiones de Benedicto XVI y que ganaron el interés de la prensa, el autor reflexiona sobre los hechos con perspectiva histórica.
Benedicto XVI ha cometido numerosos errores. Juan Pablo II también. Y si retrocedemos en la historia, veremos que todos los Papas, excepto aquellos que se murieron a los pocos días de ser elegidos, han cometido errores. De esta “ley” o constancia no se salva ni el primero, el apóstol Simón Pedro. San Pablo dice que tuvo que reprenderlo públicamente por el doble comportamiento que llevaba, con los judíos por un lado y con los no judíos por otro (Gál. 2, 11-14). Confieso que más de una vez he pensado que Simón Pedro tenía su parte de razón, procurando la unidad en la naciente Iglesia y que Pablo a veces exageraba un tanto sus puntos de vista. Pero al margen de esta opinión personal, existía conciencia de que la “cabeza” del colegio de apóstoles podía equivocarse.
Por suerte, los papas son humanos y no robots programados para trabajos perfectos ni mensajeros enviados por el cielo para dar a conocer la voluntad de Dios. Muy pocos días antes de ser elegido, el cardenal Ratzinger dijo, con cierta ironía, que en algunos cónclaves o elecciones papales no se veía que hubiera estado presente el Espíritu Santo. Recordemos casos como el de Alejandro VI, que compró el cargo (1492), mientras que otros ejercieron todo tipo de presiones, acompañadas de promesas, utilizando digamos el garrote y la zanahoria, para lograr el objetivo. Por suerte, en los últimos siglos no se han visto esos abusos, pero no concluyamos de allí que el dedo de Dios señaló al que debía ser elegido. De modo similar, no pensemos que todas las decisiones de los papas vienen dictadas por una voz divina. La Iglesia es humana y, como todo lo humano, progresa cometiendo errores, al igual que los científicos.
El problema entonces no consiste en que el papa no se equivoque, sino en ver cómo la Iglesia puede dar un paso adelante aprovechando los tropezones de los papas, de los obispos y de todos los fieles. El inefable Juan XXIII cometió el error, en 1962, de ordenar que en las Facultades de Teología se volvieran a dictar las clases en latín. Los profesores obedecieron por breve tiempo, pero viendo que muchos alumnos no comprendían bien el latín, retornaron espontáneamente al idioma del país. Otro error de Juan XXIII fue haber propuesto las conclusiones del Sínodo de la diócesis de Roma como modelo para otros. Pero el Concilio desplegaba sus alas y aquel sínodo diocesano cayó en el olvido. Una conclusión posible es que en el tema de los errores pontificios es importante la relación entre el papa y el conjunto de la Iglesia. No somos un ejército que obedece ciegamente al comandante en jefe, sino una comunidad donde el Espíritu Santo reparte sus carismas a todos los fieles.
Una segunda conclusión sería que la compensación de los errores de los papas debe llegar en el momento y el modo adecuados. Pablo VI le prohibió al Concilio tratar el tema de la paternidad responsable porque lo estaba estudiando él personalmente. A mi modesto entender fue un error que provocó después mucha confusión. Cuando Pablo VI publicó la encíclica Humanae Vitae (1968), los episcopados más importantes que venían estudiando también ese tema, como los de Francia, Alemania, Estados Unidos, etc., emitieron declaraciones que completaban lo enseñado por el Papa. Pero sólo algunos estudiosos captaron el equilibrio entre la palabra del Papa y la de los obispos. La mayoría de los fieles se quedó sólo con una mitad.
Juan Pablo II publicó, por intermedio de Ratzinger, un importante documento sobre la Teología de la Liberación. Pero cometió el error de entregarlo en dos partes, dejando transcurrir un tiempo entre ambas. En la primera se indicaban los errores de esa corriente teológica. En la segunda se ponderaban sus valores. Pero la sensación que quedó fue la producida por la primera: que el Papa condenaba la Teología de la Liberación. Otro ejemplo sería el del teólogo Jon Sobrino. Fue público que la Santa Sede cuestionaba la ortodoxia de algunas afirmaciones suyas. Ante ese hecho, importantes teólogos europeos defendieron la ortodoxia de sus escritos. Pero salvo un selecto grupo de expertos, que pudo leer a estos teólogos, la impresión popular dominante es que Jon Sobrino está condenado en la Iglesia, lo que constituye una llaga abierta en toda América Latina.
La evolución de la excomunión
Viniendo a Benedicto XVI, creo que uno de sus errores en el tema de los lefebvristas es haber olvidado que la mayoría de los fieles, y de la opinión pública en general, no posee una noción precisa del sentido de la excomunión, confusión provocada por los cambios que ha tenido esta medida a lo largo de los siglos, de los cuales indicaré sólo algunos. En la Edad Media la excomunión tenía un sentido marcadamente político, sin excluir otros. El papa y el emperador dirimían sus disputas en la cumbre para no quedar ninguno un escalón más abajo que el otro. El primero disponía de la excomunión y, más temible aún del “entredicho”, por el cual prohibía que se celebrara misa en todo el imperio. El segundo se las ingeniaba para avanzar con sus ejércitos sobre Roma y hacer entrar al papa en razón. El emperador o rey excomulgado no se sentía un pecador especial sino una víctima de tramoyas palaciegas.
En una segunda etapa, durante las luchas de la Reforma y la Contrarreforma, la excomunión adquirió un marcado acento dogmático. Los herejes eran excomulgados. Lutero recibió una primera Bula (1520) en la cual se lo conminaba a retractarse de una serie de afirmaciones, 41 en total. Como no se retractó, una segunda Bula (1521) le aplicó la excomunión. En realidad, Lutero no podía retractarse de todas esas afirmaciones, ya que una de las condenadas por el Papa decía: “Quemar herejes es contra la voluntad del Espíritu Santo”. En este punto, al menos, el que debía retractarse era el papa León X. Por los errores e imprecisiones que contenían ambas Bulas, pienso que podrían ser consideradas nulas, lo que constituiría un aporte al diálogo ecuménico, aunque ese gesto no suprimiría lo producido por el conflicto entre Lutero y el Papa, que merece un tratamiento específico.
Otro sentido de la excomunión fue el puramente jurídico. Cuando santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, convocó al III Concilio de Lima (1583), fundamental para la aplicación del Concilio de Trento en estas tierras, surgieron algunos conflictos entre obispos, que habían venido de muy lejos, ya que la arquidiócesis de Lima se extendía desde Panamá hasta el sur de Chile. Un día desaparecieron las Actas del Concilio. El arzobispo Mogrovejo lo declaró suspendido hasta que reaparecieran las Actas. Pero los obispos decidieron continuar sesionando. Entonces, para sorpresa nuestra, santo Toribio los excomulgó, aunque ningún obispo pestañó por eso. El sentido de la excomunión era puramente jurídico. Si los obispos aprobaban alguna medida y la enviaban al rey, Felipe II la consideraría nula por estar excomulgados sus autores. Santo Toribio dio marcha atrás, levantó la excomunión, sin que los obispos acusaran recibo, y el Concilio concluyó felizmente, con medidas como la edición de catecismos en lenguas quechua, aymara y posteriormente guaraní.
La excomunión medicinal
Ahora bien, el sentido que prevaleció durante el siglo XIX y la mayor parte del XX fue el de una severa sanción o castigo por alguna falta gravísima. Los mayores recordamos la alegría del antiperonismo cuando llegó la noticia de la excomunión de Perón (1955) y el desconcierto en el peronismo cercano a la Iglesia. Como opinión personal, considero que Perón no quedó excomulgado, ya que el Derecho Canónico exigía que un jefe de Estado fuera mencionado por su nombre y apellido para aplicarle esa medida. Pero tanto Perón como la mayoría de los legisladores peronistas pidieron al Papa el levantamiento de la excomunión “ad cautelam”, por las dudas. Y este sentido, el del castigo por una falta grave, es el que hemos heredado y prevalece actualmente. No se le podría levantar la excomunión a quien no diera muestras de arrepentimiento. Con este presupuesto, suspenderles la excomunión a los cuatro obispos ordenados por Lefebvre en 1988, sin asegurarse de su arrepentimiento, de la aceptación plena del Concilio y de otros puntos fundamentales en la Iglesia, como el pedir perdón por la Shoá (Holocausto), constituía un desatino. La medida del Papa era inadmisible.
Lo que muchos olvidan es que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia viene realizando un giro en el tema de las excomuniones y de otras “sanciones”. La tendencia actual es a considerarlas como medicina. Esto se pone más de manifiesto en los cánones de las Iglesias Orientales Católicas. El juez se convierte en médico. Esto vale también para el sacramento de la reconciliación. En la antigua “confesión”, el sacerdote podía interrogar al penitente para asegurarse de que había mencionado todos los pecados, indicando su mayor o menor gravedad. Sin esta información precisa, no podía dictar una sentencia justa. Ahora, en cambio, más que mirar el pasado, con su carga de pecados, el sacerdote procura que el penitente recupere su esperanza, orientado hacia el futuro. No se niega el pasado, pero lo importante es que el que se confiesa salga más sano, y no meramente absuelto.
Si consideramos la excomunión como una sanción, el Papa cometió un error al levantarla sin la debida satisfacción dada por los sancionados. Pero si la consideramos una medicina, el enfoque es diferente. Muchas veces el médico suspende una medicación, lo que no significa que el enfermo esté liberado de su enfermedad. Desea provocar una reacción del paciente y quizás administrarle otra medicina. Es lo que intentó Benedicto XVI con los cuatro obispos lefebvristas. Su error fue olvidar que la mayoría de los fieles continúan con la mentalidad preconciliar, castigando delitos. Hubiera sido preferible que, con el levantamiento de las excomuniones, se publicara una carta suya aclarando el sentido de esa medida, porque para algunos equivalía a convalidar todas las ideas y actitudes de los cuatro. Era sólo un tenderles la mano para continuar el diálogo, sin que ello significara que los cuatro obispos cismáticos fueran equiparados al colegio de los obispos católicos. Y los lefebvristas respondieron a ese gesto separando al obispo negacionista de su cargo de rector del seminario de La Reja. Aún hay mucho por conversar, pero está clara la posición del Papa en relación a la Shoá, reafirmada cantidad de veces, como lo volverá a hacer seguramente en su viaje a Israel. Sin embargo, no parece que sus colaboradores hayan sido muy eficientes ya que no supieron presentarle un cuadro más preciso de la situación.
La Iglesia en China
La situación de los obispos lefebvristas guarda similitud, al menos aparente, con la de los más de 40 obispos ordenados sin autorización del papa y designados por el gobierno comunista chino. Ahora bien, es interesante recordar la carta enviada por Benedicto XVI a los católicos de China (2007), que rompe los esquemas tradicionales. Fue un tenderles la mano no a grupos tradicionalistas sino a los “progresistas”, a los que habían buscado un acuerdo con los marxistas. Y quizás esta carta les dolió a algunos de la Iglesia tradicional, la subterránea, la perseguida por el gobierno. Pero el Papa mira hacia el futuro y habla de una sola Iglesia en China, no de dos Iglesias, como es lo común, aunque reconoce las tensiones y divisiones existentes.
Mi opinión personal es que los obispos de la “Iglesia patriótica” no incurrieron en la pena de excomunión prevista en el Derecho Canónico. Se vieron en situaciones límite y actuaron como los obispos misioneros de los primeros siglos que no podían recurrir al papa para lograr la aprobación de sus medidas. En todo caso, el Papa no los trata como si estuvieran excomulgados. Expresa más bien el deseo de que se logre la plena comunión del episcopado chino, tanto en el interior de ese país como en relación al episcopado universal, cuyo punto de referencia es el obispo de Roma. Y a los fieles que están en plena comunión con Roma les sugiere que si no encuentran sacerdotes en la misma situación, que se dirijan a los otros, a los que aún no han accedido a esa plena comunión. No los considera “sancionados” sino peregrinos hacia la plenitud de la unidad.
Un número apreciable de obispos designados por el gobierno comunista le ha hecho llegar al Papa el deseo de estar en plena comunión con él. A todos ellos les ha respondido afirmativamente, sin ponerles condiciones, sin hablar de excomuniones precedentes. Quizás haya quien no acepta algún punto del Concilio, pero eso quedará para más adelante. Lo único que lamenta el Papa es que algunos de los que restablecieron la plena comunión, no lo hayan comunicado todavía a sus fieles. Pero tampoco los intima a que lo comuniquen bajo pena de suspender nuevamente la plena comunión. Supongo que algunos están esperando la ocasión propicia para hacerlo, evitando de momento nuevos conflictos con el gobierno de Pekín.
No estamos lejos de un acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de la República Popular China. A partir de ese momento, se dejará sentir en la Iglesia universal el peso de la Iglesia china. Y se recordará como un pilar fundamental la carta de Benedicto XVI. No es un error del Papa sino nuestro el no habernos interesado por esa larga carta, tan amplia y paternal respecto de todos los católicos chinos, en particular de los llamados “progresistas”, carta que se puede leer por Internet (www.vatican.va). Los famosos “ritos chinos”, creados por misioneros jesuitas hace 400 años para integrar la fe cristiana y la cultura china, podrán hacerse realidad en una Iglesia unificada por los gestos de Benedicto XVI. Y en su carta el Papa cita palabras del padre Matteo Ricci, escritas desde Pekín en aquellos tiempos fundacionales.
Superar el papalismo
Al comenzar sostuve que lo importante no consiste en evitar los errores de los papas, que son ineludibles, como en toda institución humana, sino en “compensar” esos errores con los carismas de toda la Iglesia. Juan XXIII fue completado por los profesores de teología, en un caso, y por los obispos del Concilio en otro. Pablo VI lo fue, con retraso, por las declaraciones de diversas conferencias episcopales. Benedicto XVI se ha completado a sí mismo en numerosos casos. En la visita a Turquía, una breve oración en dirección a La Meca borró su desliz en el discurso de Ratisbona. Poco después de elegido cometió el error de despedir al arzobispo encargado del diálogo interreligioso, colocando estas actividades bajo el responsable del diálogo intercultural. Pero después dio marcha atrás, reconociendo lo específico de cada diálogo.
Un papa puede corregirse en numerosos casos, pero éstos son la excepción más que la regla. Necesita de la Iglesia universal, si no queremos recaer en el papalismo pre-conciliar. Y una medida para lograr ese objetivo sería contar con una curia más eficiente. No es lo más importante pero quizás lo más urgente. Como lo reconoció el vocero papal, el jesuita Lombardi, no hay una buena comunicación entre todos los organismos de la curia. La reciente designación del obispo Wagner, en Austria, despertó descontento en ese país, tanto de obispos como de sacerdotes y fieles, a tal punto que el designado le pidió al Papa que revocara su nombramiento. ¿No informaron al Papa de ese malestar en la Iglesia de Austria? El cuenta con valiosos colaboradores, entre ellos el cardenal Kasper. Este hombre genial ha estado corriendo como un bombero, apagando incendios que no debían haber comenzado. El Papa cometerá errores, pero el desafío consiste en que les conceda mayor responsabilidad a sus mejores hombres, como Kasper, para que los inevitables tropezones pontificios sean una ocasión para dar pasos adelante.
El autor es jesuita y profesor en la Facultad de Teología de San Miguel
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Primero el banquero Ettore Gotti Tedeschi, luego el premier británico Gordon Brown lanzan desde "L'Osservatore Romano" una propuesta revolucionaria: una colosal inversión a favor de los países pobres. Que será a beneficio de todos, también de los países ricos culpables del actual desastre
por Sandro Magister
ROMA, 27 de febrero del 2009 – El primero en sorprenderse fue él, Ettore Gotti Tedeschi, 63 años, cinco hijos, católico ferviente, profesor de economía en la Universidad Católica de Milán y presidente para Italia del Banco de Santander, una de los mayores bancos del mundo:
"Cuando intuí el proyecto de la 'good bank' y escribí sobre él en 'L'Osservatore Romano', no imaginé que habría sido pensado también por el responsable del Banco Mundial e incluso por el primer ministro inglés Gordon Brown".
En cambio, ocurrió precisamente así. La idea lanzada por Gotti Tedeschi el 30 de enero pasado en la primera página del diario de la Santa Sede ha sido retomada con fuerza, el 19 de febrero en el mismo diario, por el premier británico Brown (en la foto), recibido el mismo día, en el Vaticano, por el Papa Benedicto XVI.
Se trata de una idea simple pero revolucionaria, lanzada a los países ricos que hoy están en condición de inestabilidad financiera: invertir una suma gigantesca no en casa propia sino a beneficio de los países pobres, con el fin de que estos se vuelvan protagonistas de un boom económico para beneficio de ellos y de todos. En el lapso de algunas décadas será precisamente el crecimiento de los países pobres lo que pagará la deuda de contrato de los países ricos, produciendo ulterior bienestar y riqueza.
Más abajo, en esta página, la idea está documentada más en detalle, así como ha tomado forma poco a poco en "L'Osservatore Romano": primero con el artículo de Gotti Tedeschi, luego con el sorprendente relanzamiento hecho por Gordon Brown, y luego con otro artículo del economista y banquero italiano, que desde hace un año es comentarista económico del diario del Papa.
El próximo G20, es decir la cumbre de los veinte países más grandes y más ricos del mundo, programado para el 2 de abril, será una prueba importante para el futuro de este proyecto.
Pero ya algo de sustancial está ocurriendo. Siempre más frecuente y autorizadamente se reconoce que la economía no puede actuar sólo con el empuje del interés egoísta – con las devastaciones que hoy están ante los ojos de todos – sino que debe vivir también de la ética. "Inspirada por la gracia", dice Gotti Tedeschi.
A su juicio, Brown ha tenido esta inspiración, "con la humildad de los hombres grandes". Gotti Tedeschi confía en que el primer ministro británico será escuchado por los otros poderosos de la tierra: "Y por ello invito a proponer a Gordon Brown para el Nóbel de economía".
Otra prueba de atención al vínculo entre economía y ética ha venido recientemente del ministro italiano de economía Giulio Tremonti. El verano pasado publicó un libro con el título de "El miedo y la esperanza", que ha llegado al escritorio de Benedicto XVI. Luego el Papa ha recibido al ministro en audiencia privada. Y este, inaugurando el pasado 19 de noviembre el nuevo año académico de la Universidad Católica de Milán, citó una conferencia de Ratzinger de 1985 sobre ética y economía, reconociéndole el mérito de haber profetizado con mucha anticipación, en aquella conferencia, el actual desastre mundial. "Se verifica hoy – dijo Tremonti – la previsión según la cual en la economía el declinar de la disciplina, una disciplina basada en un fuerte orden ético y religioso, habría llevado las leyes del mercado al colapso".
En el final de su discurso en la Universidad Católica, Tremonti citó a Platón e invocó como "única moneda buena" la de una inteligencia "guiada por Dios".
Será interesante ver como todo ello encontrará expresión en la encíclica sobre la doctrina social, que desde hace tiempo se espera que sea publicada y de la que han sido anticipadas sus primeras palabras en latín: "Caritas in veritate".
Mientras que en un encuentro de preguntas y respuestas con los sacerdotes de Roma, la mañana del jueves 26 de febrero, Benedicto XVI se expresó así sobre la actual crisis financiera mundial:
"Es deber de la Iglesia denunciar los errores fundamentales que hoy se muestran en el derrumbe de los grandes bancos americanos. La avaricia humana es idolatría que va contra el verdadero Dios y es falsificación de la imagen de Dios con otro dios, Mamón. Debemos denunciar con valentía, pero también con hechos concretos, porque los grandes moralismos no ayudan si no son sostenidos por el conocimiento de la realidad, que ayuda también a entender qué cosa se puede hacer en concreto. Desde siempre la Iglesia no sólo denuncia los males, sino que muestra los caminos que llevan a la justicia, a la caridad, a la conversión de los corazones. También en la economía la justicia se construye sólo si hay justos. Y estos se forman con la conversión de los corazones".
Pero regresemos a la propuesta de la "good bank". Aquí a continuación los tres artículos aparecidos en "L'Osservatore Romano:
1. Una "good bank" para favorecer el desarrollo. Las finanzas pueden hacer milagros
por Ettore Gotti Tedeschi, 30 de enero del 2009
Las finanzas son sólo un instrumento. Un instrumento que recientemente ha sido mal utilizado y, como consecuencia, demasiado ha sido vituperado. Por el contrario, las finanzas pueden ser usadas para el bien. En cierto sentido ellas pueden hacer milagros. La ocasión existe y es la solución a la crisis en curso. El modo existe y es la proyección de una "good bank" que financie un proyecto planetario para la solución de la crisis y que represente la cobertura a término de la "bad bank" propuesta en estos meses.
En el bienio 1939-1940 fueron emitidos préstamos para financiar la segunda guerra mundial y a continuación, otras obligaciones para financiar el plan Marshall. La tragedia de la guerra resolvió – si se puede decir así – los problemas de desocupación. El plan Marshall resolvió los problemas de pobreza, garantizando la reconstrucción de la Europa post bélica. Ambas iniciativas resolvieron los problemas económicos estadounidenses.
La guerra que se tiene que financiar hoy para derrotar a la crisis es en cambio la guerra contra la pobreza global. La reconstrucción que se tiene que garantizar hoy es la de los países pobres.
Podrá parecer una contradicción, pero sólo involucrando todo el mundo en un esfuerzo superior se podrán reabsorber, antes y mejor, los efectos de la crisis. Después del discurso de toma del posesión del nuevo presidente de los Estado Unidos, se puede esperar que sea lanzado el "plan Obama" para derrotar a la crisis, combatiendo la pobreza y permitiendo así, no sólo a su nación sino a la humanidad entera, salir de la coyuntura negativa.
En 1939 se resolvieron los problemas de mantenimiento productivo y de desocupación armando soldados y construyendo cañones. En 1946 reconstruyendo una Europa semidestruida. Hoy se puede sostener la capacidad productiva – mucho más global y a costos mucho más bajos – con un plan de intervenciones a favor de los países pobres, para satisfacer su demanda potencial y para dar inicio a actividades económicas adecuadas a través de inversiones en obras de infraestructura.
Los países pobres son por lo tanto el objeto de la reconstrucción de hoy. El proyecto de una guerra a la pobreza para afrontar la crisis daría inmediatamente paso a iniciativas económicas inducidas y a las consiguientes inversiones. Se alimentaría de nuevo la iniciativa empresarial y las bolsas premiarían a las empresas involucradas, garantizando el sostén a su capacidad productiva.
¿Cuánto vale este proyecto y cómo financiarlo? Puede valer lo que la absorción de la burbuja que debería gravar sobre la "bad bank" de la que tanto se habla y, como esta última, podría ser financiado con un préstamo de cincuenta años a ser suscrito por todos los países ricos del mundo. Probablemente asusta también sólo la hipótesis de un cálculo de los recursos necesarios para ello. Pero debería asustar más la falta de verdaderas alternativas. En vez de razonar en términos de costos y de ganancias, se debería razonar en términos de oportunidades, como fue hecho cuando se decidió financiar la segunda guerra mundial y el subsiguiente plan de reconstrucción.
Hoy son necesarios más recursos. Pero hoy el mundo – entrado en el ciclo económico de producción y bienestar – tiene capacidades muy superiores a las de setenta años atrás. Para absorber la gran burbuja que confluirá en la "bad bank" es necesario por lo tanto un proyecto de cobertura productiva de verdadera riqueza sostenible: la cobertura a término de la "bad bank" se debe hacer con la "good bank". Para absorber las pérdidas pasadas es necesaria una economía mundial total de crecimiento y bienestar.
Como fue para Europa, reactivada con el plan Marshall, que en diez años retomó su crecimiento hasta producir un boom económico, así podrá ocurrir – inclusive con fases y procesos diferentes – para las economías de los países pobres que en veinte o treinta años podrían comenzar a pagar de vuelta la deuda produciendo a su vez bienestar y riqueza. Así ha sido en los últimos veinte años en Asia, donde ahora hay economías que están incluso sosteniendo a las nuestras. La solidaridad paga también en términos concretos.
Se trata de un proyecto audaz y complejo. No producirá inmediatamente los resultados esperados y muchos serán los obstáculos. Pero es un proyecto factible, y lo es precisamente usando las finanzas. Que podría así recuperar su verdadero sentido. El sentido bueno.
2. Un desafío global. Crisis económica y desarraigo de la pobreza
por Gordon Brown, 19 de febrero del 2009
De Río a Roma y de Lagos a Londres nos encontramos frente a uno de los más grandes desafíos económicos de nuestra generación. En lo que será probablemente definido por los historiadores como la primera crisis económica de nivel verdaderamente mundial, las previsiones de crecimiento para el 2009 han sido retocadas en cuanto cercanas al cero, hay un derrumbe del comercio y de los flujos de capital y se está extendiendo la desocupación.
La crisis financiera y económica amenaza la ocupación y las perspectivas de las familias de cada país y de cada continente. En toda Europa, miles de personas se encuentran de improviso sin trabajo y están siempre más preocupadas por el propio futuro. Pero se trata de tendencias internacionales, que tienen impacto también sobre los más pobres en África, Asia y en otras partes. Aquí la crisis económica significará hambre para otros millones de personas, menos instrucción y menos servicios sanitarios. Sé que la Iglesia católica y el Santo Padre comparten estas preocupaciones. Los países más pobres ven que toda fuente de financiamiento de su propio desarrollo – exportaciones y demanda de productos alimenticios, comercio y financiamiento de proyectos, ayudas, remesas, flujos de capital – ha sido golpeada por la dimensión y por la extensión sin precedentes de esta crisis.
En el Reino Unido estamos usando todo medio a nuestra disposición para que la recesión sea en la medida de lo posible breve y poco profunda. Pero la recesión global requiere una respuesta global, si queremos que nuestras medidas tengan éxito. El próximo 2 de abril el G20 – o sea, la reunión de los líderes de los países más grandes y más ricos del mundo, que representan más de los dos tercios de la población mundial y el 90 por ciento de la economía global – se reunirá en Londres para discutir esta respuesta.
Lograrlo es de vital importancia. De otro modo, la recesión será más profunda, más larga y golpeará un número mayor de personas. Si no resolvemos los efectos de la crisis, el Banco Mundial estima que desde hoy al 2015 en el mundo en vías de desarrollo otros 2,8 millones de niños podrían morir antes de haber cumplido cinco años. Es como si toda la población de Roma muriese en los próximos cinco años.
Por lo tanto no podría haber razones morales más válidas que estas. Pero ya no se trata sólo de razones morales. Esta crisis nos ha demostrado que no podemos permitir que los problemas se agraven en un país, ya que de reflejo el impacto de los mismos ser advertido por todos. Es pues nuestro deber común hacer que las exigencias de los países más pobres no sean un pensamiento secundario, con el que se está de acuerdo por obligación moral o por sentido de culpa. Es hora de ver a los países en vías de desarrollo insertados en las soluciones internacionales de las que tenemos necesidad. Y es fundamental que estas soluciones internacionales tengan en cuenta a los países en vías de desarrollo.
Nuestra respuesta global debe por lo tanto en primer lugar prever financiamientos mayores, mejores y más rápidos por parte de las instituciones financieras internacionales, que puedan contribuir a salvaguardar las inversiones en salud y en instrucción y a estimular las economías. Un estímulo internacional funcionará solamente si tiene de verdad carácter global. Por demasiado tiempo sólo los países ricos han estado en grado de introducir capital en las propias economías en los periodos difíciles. Esta vez debe ser diferente.
Ya he iniciado conversaciones con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos para elaborar propuestas que, si son acogidas por el G20, podrían introducir miles de millones de dólares en las economías de los países en vías de desarrollo. Como segundo punto, son necesarias reformas de las instituciones financieras internacionales para dar más voz al mundo en vías de desarrollo, haciendo las instituciones más eficaces, legítimas y sensibles. Y como tercer punto, es necesario encontrar las vías para movilizar los recursos para salvaguarda de los más pobres, como el Global Vulnerability Fund, que puede ser dirigido de modo específico a los más pobres y más vulnerables.
Para los cambios climáticos, además, debemos hacer de modo tal que la crisis de las economías no nos distraiga de enfrentar la del clima. Debemos tomar el momento para garantizar inversiones en las industrias verdes que nos preparan para el futuro, en vez de poner en grave riesgo a las generaciones futuras.
Debemos además buscar de poner en marcha el comercio internacional. Sabemos que refugiarnos en el proteccionismo nos hará a todos más pobres, pero también es un momento de oportunidad. Si sabemos usufructuar el empuje político para concluir el acuerdo de Doha sobre el comercio, se calcula que la economía mundial podría beneficiarse por 150 mil millones de dólares. La Santa Sede ha sostenido con fuerza un acuerdo comercial favorable a los pobres, y yo espero que esta voz sea finalmente escuchada.
Como político sé que cuando las religiones movilizan sus propios recursos, se advierte vivamente el impacto de ello. Acabamos de escuchar el rol preeminente de las religiones en el ámbito de la más larga alianza que se ha formado para sostener los objetivos de desarrollo del milenio en el evento de alto nivel de setiembre pasado en Nueva York.
Valores religiosos, como la justicia y la solidaridad – valores que afirman que los niños pobres, como los ricos, deben tener acceso a vacunas y medicinas – han llevado al Reino Unido y a la Santa Sede a sostener juntos el International Finance Facility for Immunisation y los Advanced Market Commitment. La adquisición por parte del Papa en el 2006 del primer título de crédito para la inmunización ha sido expresión tangible del compromiso común de la Santa Sede y el Reino Unido a favor del desarrollo internacional. Gracias a este crédito, han sido recogidos más de mil millones y seis cientos millones de dólares, y 500 millones de niños serán inmunizados entre el 2006 y el 2015 – totalizando en cinco millones los niños salvados.
El pasado 18 de junio el Papa Benedicto ha solicitado a través de su secretario de Estado una "respuesta eficaz a las crisis económicas que afligen diferentes regiones del planeta" y la actuación de "un plano de acción internacional concertado dirigido a liberar el mundo de la pobreza extrema". Yo sostengo este llamado. El vértice de Londres en abril debe ver que respondamos al desafío.
3. La intervención de Gordon Brown sobre la crisis económica. Clase de inglés
por Ettore Gotti Tedeschi, 22 de febrero del 2009
Muchos consideran que las grandes crisis son también – o quizá sobre todo – crisis morales. También la actual crisis económico-financiera no se sustrae a esta regla, habiendo sido provocada por decisiones de desarrollo egoístas e insostenibles, que después han desencadenado los peores "espíritus animales" en el mundo de las finanzas.
En "L'Osservatore Romano" del pasado 19 de febrero, parece que el primer ministro británico Gordon Brown ha querido expresar la búsqueda de una autoridad moral necesaria para la solución de la crisis, reconociendo implícitamente lo insostenible de la autonomía moral de la economía. Avanzando incluso la propuesta de una solidaridad estructural hacia los países pobres como posible solución estratégica de la crisis. Además de invocar acciones de "justa solidaridad" de hecho es necesario proponer acciones de "oportuna solidaridad" hacia los países pobres.
Estos países se deben involucrar en el proceso de solución de la crisis induciéndolos a crear la riqueza necesaria para volver a levantar al mundo entero. Ello puede ser realizado transformando su demanda inexpresada de bienes y de inversiones en valor para las economías de los países que hoy se encuentra con una capacidad productiva peligrosamente inutilizada. La estrategia de solución de la crisis esta en buscar riquezas para compensar las pérdidas, donde hay potencial para hacerlo rápidamente.
En apariencia, las costosísimas maniobras en acto tienden en cambio a sostener el consumismo de los países ricos y a transferir al Estado los insostenibles debitos de los bancos, de las empresas y de las familias. Pero esta solución corre el riesgo de crear inflación en vez de riqueza. Transferir en los últimos años bienestar y riqueza a varios países emergentes ha hecho quizá menos grave la crisis en acto. Las previsiones del producto bruto interno para el 2009 lo ven caer en 3,4 por ciento en los Estados Unidos y en 1,5 en Europa.
Sin embargo, el PBI mundial crece todavía en 1 por ciento gracias a las economías de grandes naciones como China (más de 5 por ciento), India y Brasil. Haber extendido, aunque sea de modo egoísta, bienestar a aquellos países – desarrollando demanda, oferta, ahorro y crecimiento – permite hoy imaginar remedios para los errores de las naciones ricas. Quizá se habría podido evitar la crisis global si la extensión de la riqueza hubiese alcanzado también al resto del planeta. En vez de pensar de modo egoísta en defender – además con engaños – los privilegios.
Pero los errores del mundo occidental no son debidos únicamente a la excesiva desenvoltura de los managers bancarios y a la falta de control. La economía y las finanzas son sólo instrumentos gestionados por el hombre, que al hombre deben ser útiles. Su finalidad es, según las leyes que las regulan, utilizar eficazmente los recursos, desarrollar bienestar para todos y reducir las desigualdades. Eso no es moral, es economía.
Pero el balance no siempre ha sido alentador. Frecuentemente se ha abusado de los recursos, se ha fingido tener posibilidades para el desarrollo del bienestar, las desigualdades no han sido reducidas como se podía y debía. No se ha dado un sentido a los instrumentos. El mundo rico ha sido tonto – no sólo egoísta – al no querer reconocer la necesidad de autoridad y leyes morales, y confundiendo por ello los medios con los fines.
Gordon Brown, primer ministro de una gran nación, con su intervención ha dado una magistral lección para quien quiere entenderla: se debe dar un sentido al instrumento económico y se debe reconocer que la economía no puede tener una propia autonomía moral.
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François Houtart es sacerdote católico. Pero ante todo, es un incansable luchador social. "No podemos ser otra cosa que revolucionarios", dijo en alguna oportunidad. Nacido en Bélgica en 1925 y ordenado en 1949, es dueño de una vasta cultura, habiendo estudiado filosofía, teología, ciencias políticas y sociología. Habla a la perfección varios idiomas. Ha viajado por medio mundo (Asia, Africa y América Latina) en relación a problemas socio-religiosos. En la Argentina vivió algún tiempo para conocer nuestra realidad. Es autor de más de 40 libros, muchos de ellos con traducciones a varias lenguas. Sólo por mencionar algunos, podemos citar " El cambio social en América Latina" (1964), " Sociología de la religión" (1992), " La Tiranía del Mercado" (2001), "Mercado y Religión" (2002). Entre algunas de sus credenciales podemos decir que es profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), director del Centro Tricontinental, miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial de Porto Alegre, presidente de la Liga Internacional por el Derecho y la Libertad de los Pueblos, y además secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas que, tal como dice su página electrónica, es una "red internacional de centros de investigación destinada a apoyar los proyectos emergentes de la convergencia internacional de los movimientos sociales y otros actores de la sociedad civil de base. Lo hace construyendo los espacios de reflexión y coordinación, poniendo a disposición de los movimientos sociales y ONGs, las herramientas de información y análisis sobre mundialización de las resistencias y contribuyendo a la difusión de los conocimientos de las luchas internacionales en curso". Tanto el Foro como la figura de François Houtart son actualmente referentes de los movimientos alternativos en todo el mundo.
Houtart inauguró el curso del Centro Mediterráneo de la Universidad de Granada 'El cambio que estamos viviendo', en el que participan destacados intelectuales como Federico Mayor Zaragoza, Carlos Tablada, Joaquín Estefanía, José Vidal-Beneyto o Riccardo Petrella. Houtart, delegado especial del presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas para la Reforma del Sistema Financiero y Monetario, es fundador del Centro Tricontinental de la Universidad Católica de Lovaina.Lo entrevista Lo entrevista Ines Gallasteguir en Ideal
-¿Cómo ve la actual crisis?
-Se habla mucho de crisis financiera, pero no es sino un epifenómeno de un problema mucho más grave, que es la lógica de la organización económica mundial. Hay una convergencia de diversas crisis: alimentaria, energética, climática, social, humanitaria, ecológica...
-¿Cómo será esa 'sociedad del futuro' de la que habla en el curso?
-La sociedad del futuro no puede ser sino postcapitalista y sólo puede construirse sobre cuatro grandes ejes. Primero, una relación con la naturaleza de respeto y no de explotación. En la práctica, significa declarar el agua y las semillas patrimonio universal y no permitir su privatización. El segundo eje es privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio, lo que significa que los productos y los servicios tendrían que ser desarrollados en función de las necesidades y no del provecho. Estamos en una situación absurda: nunca hubo tanta riqueza y tantos pobres. Para la acumulación del capital es más interesante desarrollar de manera espectacular el 20% de la población mundial que producir bienes y servicios para el otro 80% que no tiene poder de compra. El tercer eje es la democratización de la sociedad, no sólo en el campo político, sino en todas las relaciones sociales colectivas: en la economía, en las instituciones de la salud, la educación, el deporte y la religión, entre hombres y mujeres... Y el cuarto eje es la multiculturalidad: la posibilidad de que todos los saberes, filosofías y religiones contribuyan a la construcción social colectiva. Hasta ahora, hemos identificado desarrollo con occidentalización y los saberes tradicionales han sido marginados.
-¿Y cómo cree que será la transición de un sistema a otro?
-Se necesitan actores que construyan una nueva relación de fuerza -lo cual no significa necesariamente violencia-, porque el sistema no va a cambiar por sí mismo. En el siglo XIX y XX el actor que se oponía al capitalismo era la clase obrera, pero hoy, con los cambios en el trabajo, la debilidad de las organizaciones obreras y la globalización, los actores son todos los grupos sociales subalternos afectados por la ley del capital: los campesinos sin tierra, los indígenas, las mujeres, los estudiantes... El nuevo actor histórico es global. Sólo la convergencia de esas luchas puede transformar las cosas. El problema es que son resistencias un poco aisladas. Para tener una fuerza real necesitan la dimensión política, y eso es todavía muy flojo. Sólo en América Latina se ven primeros pasos de alternativas que van en contra de la lógica del sistema dominante: en Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador... Por ejemplo, fue la convergencia de ONG, movimientos sociales, iglesias y algunos gobiernos la que impidió el tratado de libre comercio entre EE UU, Canadá y América Latina, y está intentando otro tipo de integración latinoamericana a través del ALBA.
-Usted afirma que es necesario construir el socialismo. Pero, ¿qué socialismo: el de Zapatero o el de Fidel?
-El postcapitalismo se puede llamar socialismo, pero debe ser definido por su contenido. Si no, es una palabra ambigua: puede ser Pol Pot, Stalin, Tony Blair... Para mí el socialismo se define en función de los cuatro ejes que he citado.
-¿Cree que Cuba es un buen ejemplo de construcción socialista?
-Cuba es un ensayo que ha tenido éxitos -especialmente en el plano de la salud, la educación, el deporte y la cultura-, pero también ha tenido el obstáculo de la dominación de la URSS durante veinte años, que reorientó el modelo original y del que Cuba está tratando de salir desde finales de los ochenta. En Cuba, como en los demás países, la construcción del socialismo se ha tenido que hacer en las peores condiciones; guerras, embargos, la caída de la URSS...
-¿Es incompatible el socialismo con la democracia?
-No, de ninguna manera. Pero no podemos decir que no hay democracia en Cuba. Ese es el argumento habitual de los ataques. Hay un deseo de más democracia, más agilidad, menos rigidez en el sistema burocrático y político, más participación, a pesar de que hay mucha más que en cualquier otro país de América Latina... La fuerte reacción del mundo capitalista tuvo como consecuencia en Cuba la rigidez del sistema, la militarización, para defenderse. Pero no son las presiones del exterior las que van a lograr una mayor democratización en Cuba; al contrario: a más presiones, más resistencia.
-¿Cree que el triunfo de Barack Obama es un motivo para la esperanza?
-Fue una señal de esperanza porque es la primera vez que un negro o un seminegro llega al poder en un país como Estados Unidos. Eso simbólicamente es muy importante y así fue sentido en África, en América Latina y en EE UU. Pero de ahí a pensar que Obama no va a ser el presidente de un imperio, es otra cosa. No sólo por la fuerza de las estructuras, sino también porque él es un hombre del 'establishment'. Tiene posiciones más abiertas hacia Kyoto, y hay que aplaudirlo, pero en el fondo la lógica no ha cambiado. Como dicen los cubanos: habrá que acostumbrarse a tener un emperador negro.
-¿Qué queda de la Teología de la Liberación después de tantos años de conservadurismo en el Vaticano?
-La Teología de la Liberación no está muerta, pero sí ha sufrido un golpe enorme, porque la institución eclesiástica católica ha cortado los canales de difusión: sus teólogos fueron eliminados de todas las facultades y centros de pastoral controlados por la Santa Sede. Al mismo tiempo, ha conocido una cierta extensión temática en los últimos veinte años: feminista, ecológica, de los pueblos indígenas... Y además se desarrolló en las universidades laicas y en las comunidades de base. Pero debemos confesar que sí: la política de restauración de la autoridad de Roma ha sido muy negativa para este proyecto de pensamiento y de acción.
-La sociedad española es cada vez menos católica, pero los obispos están siempre en primer plano hablando del aborto, la eutanasia, la investigación científica... ¿Por qué?
-La cultura y la ética están en plena evolución sobre esos y otros temas. El hecho de que la jerarquía eclesiástica haya tomado posiciones extremadamente conservadoras y reaccionarias frente a esa evolución choca con cosas que son consideradas de sentido común, como la dignidad de la vida, la dignidad de la muerte, el problema de la limitación de nacimientos, etcétera. Y esa oposición es noticia. La razón de esta actitud me parece muy ligada a la concepción de la autoridad eclesiástica, más que a una cuestión de doctrina: quizá lo hagan con buena intención, pero es una concepción totalmente equivocada del ser humano, un reduccionismo a los factores puramente biológicos, una concepción puramente materialista que no tiene en cuenta la cultura, lo que debería ser el papel de una instancia religiosa.
-Usted es sacerdote. ¿Se ha planteado hacer su trabajo intelectual desde fuera de la Iglesia católica?
-¡Prácticamente es lo que estoy haciendo! No estoy fuera del Evangelio ni fuera de la iglesia como pueblo de Dios, pero no estoy en convergencia con la institución central, eso está claro. ¡Ja, ja, ja!
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