Las duras luchas internas en el Vaticano

por Pedro Siwak

Así como la Primera Guerra Mundial no finalizó en términos muy claros y determinó que el conflicto armado continuara dos décadas después, el Concilio Vaticano Segundo es la imagen de una lucha intestina en la Iglesia Católica que evidencia en estos días una serie de tensiones internas que encubrieron problemas muy graves y que hoy comienzan a salir a la luz.

Tarcisio Bertone
Quizá el más importante de ellos es la lucha por el poder. Durante el Concilio Vaticano II se logró desplazar a la mayoría de los integrantes de la Curia Romana, que eran italianos. La aparición de los vuelos comerciales posibilitaba el rápido desplazamiento de los prelados desde los lugares más alejados y permitía que la internacionalización de la Curia tuviera una visión de la Iglesia mucho más abierta. Pero esa pelea fue feroz. Los obispos conciliares debieron afrontar una dura pelea para lograr su propósito de internacionalizar la Curia. Es que los cargos en el Estado Vaticano suponen ingresos y estabilidad económica para sus integrantes.

Pero curiosamente, la internacionalización curial no logró evitar que los italianos fuesen los que comandaran la Curia Romana. Un muy alto prelado allegado a Juan Pablo II confesó que el Papa reveló a un grupo muy pequeño de sus allegados que “no había podido con la Curia” y que por ese motivo se decidió a viajar por todo el mundo. Consideró que era la forma de lograr ubicar a la Iglesia en un plano destacado.

Y si bien a Juan Pablo II se le reconoce como uno de los grandes papas de los últimos siglos, desde algunos sectores intelectuales se le cuestiona al haber frenado la renovación conciliar, que según Wojtyla era la única forma de gobernar en una Iglesia sometida a severos cuestionamientos por parte de estos grupos. Pero el factótum curial fue el cardenal Angelo Sodano (84), un italiano al que Juan Pablo II le confió esas funciones en 1991 y que retuvo el cargo hasta 2006. Su sustituto fue el actual cardenal argentino Leandro Sandri (68) a quien desde algunos sectores se lo promueve a “papabile”, lo cual constituiría la continuación sodadiana. Pero Sodano fue una figura controvertida. Nuncio en Chile, cultivó una gran amistad con el presidente Augusto Pinochet y se lo cuestionó por no haber respaldado al cardenal chileno Raúl Silva Henriquez que cumplió un destacada gestión en la defensa de los derechos humanos. Además se le objetó desde algunos sectores por el nombramiento de algunos obispos, incluso en nuestro país, con trayectorias amigas del dinero y el poder.

Sodano y Sandri mantuvieron una estrecha relación con Esteban Caselli, que entre 1997 y 1999 fue embajador argentino ante la Santa Sede, amistad que le permitió facilitar varias entrevistas que Menem tuvo con Juan Pablo II.

Durante la elección del sucesor de Juan Pablo II fue muy comentada la renuncia de nuestro cardenal Jorge Bergoglio a ser elegido papa. Quienes se oponían al cardenal Ratzinger buscaban el avance de la renovación propiciada por el Vaticano II, pero por lo bajo admitieron que por el desconocimiento de los entresijos de la Curia Romana, Bergoglio iba a ser incapaz de lograr esa renovación.

Benedicto XVI mantuvo a Sodano durante algo más de un año de su gestión, pero en septiembre de 2006 lo suplantó por su hombre de confianza, Tarsicio Bertone, una cardenal salesiano que fue su secretario en la Congregación de la Doctrina de la Fe. Y a Sandri lo elevó a la dignidad cardenalicia y lo nombró Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales en 2007.

Anbelo Sodano
Pero ni Ratzinger ni Bertone –al que le confiaron un cargo diplomático sin tener dominio del tema- fueron bien recibidos por la Curia todavía manejada por Sodano y sus discípulos. En esta instancia Ratzinger y Bertone sufren presiones de todo tipo, que buscan por sobretodo el alejamiento de Bertone, a quien responsabilizan del nombramiento de los últimos 22 cardenales a quienes consideran ratzinguistas.

Junto a la búsqueda de la renovación conciliar por parte de algunos sectores, se le cuestiona al duo Ratzinger-Bertone su afán por hacer prevalecer a Europa como centro de la Iglesia universal. Entre los 22 cardenales hubo un solo latinoamericano, el brasileño Joao Bras de Aviz, ex arzobispo de Brasilia, y actual Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, cargo que años atrás ocupó nuestro cardenal Eduardo Pironio. Este prelado de 64 años, integrante del movimiento focolar –de tendencia renovadora- y simpatizante de la teología de la liberación, sostiene: “Europa debe bajar de las alturas y tener una actitud fraternal con los otros continentes y dejar de mirar a los demás desde lo alto", expresó. "No se puede dejar de tener en cuenta que América Latina, Asia y África han cambiado y seguir pensando que son colonias o del Tercer Mundo", agregó. Este pensamiento ya se avizoró en el Vaticano II pero ahora resurge con más fuerza aunque es resistido por los europeos y especialmente por los italianos que en el colegio cardenalicio tienen 30 representantes sobre 125 y aspiran a que el nuevo papa, después de un polaco y un alemán, vuelva a ser italiano.

Como se puede apreciar, son muchas y muy complicadas las vertientes que evidencia el profundo conflicto que se vive en el Vaticano. Y Benedicto XVI con su sabiduría supo expresar el trasfondo en su alocución a los 22 cardenales: “Dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y don, interés y gratuidad: estas lógicas profundamente opuestas -dijo el Papa- se baten en todo tiempo y en todo lugar”.

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LA GUERRA QUE VIENE

José Arregui
Hay muchas guerras terribles que sabemos cuándo empezaron, pero no sabemos cuándo acabarán. Mirad qué desgracia. Ahora se nos anuncia otra guerra, una guerra más que puede ser tan atroz como tantas otras o la más atroz de todas. Ya suenan los tambores de Tel Aviv a Teherán, de Teherán a Tel Aviv. Washington ya lo da por inevitable. Y Roma calla.

Puede que estalle en la próxima primavera, cuando en los antiguos campos de Persia brote de nuevo la vida y la luna se oculte, o en el próximo verano, cuando suba el sol y las cumbres de Irán se deshielen.
De esa guerra que viene –a no ser que también en eso nos estén mintiendo, simplemente para asustar a Irán y hacerle reconsiderar; ¡ojalá esta vez nos mientan!–, de esa guerra más que probable quiero hablar en esta mañana de invierno, llena de silencio y de paz en la humilde Arroa. Los grandes poderes llevan tiempo haciendo sus cálculos, pues ninguna guerra se emprende sin antes haber echado bien todas las cuentas, se acierte o no. Los grandes poderes son en este caso “el gran poder” en singular, aunque tiene nombre plural y bien solemne: los Estados Unidos de América. Y todo depende de cuánto le interese ayudar o consentir a su aliado Israel. Los términos del cálculo son muy simples, aunque la previsión del resultado es endiabladamente compleja: ¿es más peligroso dejar que Irán fabrique su bomba atómica o tratar de impedirlo atacando sus instalaciones nucleares? ¿Pueden EEUU e Israel ganar esa guerra con Irán? ¿Puede ganar al menos más de lo que pierdan, por mucho que sea?

Es decir, el cálculo más egoísta y más frío posible. Si piensas ganar, haz la guerra. Si piensas perder, negocia la paz en los mejores términos que puedas. Eso es todo. Así se hicieron todas las guerras y casi todas las paces en la desalentadora historia de esta humanidad que no acaba de ser lo que busca ser, lo que querría ser y aún no puede.
“Ningún rey se pone en guerra con otro sin antes haber considerado si puede enfrentarse con diez mil hombres al que le va a atacar con veinte mil. Y si no puede, cuando el enemigo aún está lejos, enviará una embajada para negociar la paz” (Lucas 14,31-32).
Pero Jesús no lo decía como parábola del cálculo egoísta, sino, justamente al contrario, como parábola de la plena generosidad:
“Amiga, amigo, yo no te obligo a nada. Que no te engañe tu primer impulso, pues te puedes hacer daño en tu empeño imposible. No te pongas a seguir mi Evangelio y a querer desprenderte de todo, si antes mi Evangelio no te libera y te llena de paz. El Evangelio es una buena noticia que lo exige todo, porque libera de todo”.

Luego, la Iglesia institucional también esto lo tergiversó. Todavía en el siglo III, el sacerdote y teólogo romano Hipólito, que tuvo graves conflictos con los obispos de Roma y es venerado como santo, enseñaba que servir en el ejército es igual de condenable que la prostitución o el tráfico de esclavos. Y hubo jóvenes, como Julio y Maximiliano, que prefirieron dejarse matar a alistarse en la legión imperial. Pero en la medida en que la Iglesia se fue aliando con los grandes poderes, o en que ella misma fue deviniendo un gran poder, construyó la teoría de la guerra justa. Y la casuística se impuso al principio profético, y el interés de los grandes acabó prevaleciendo sobre la defensa de los últimos, que suelen ser la mayoría.
La teología escolástica medieval estableció las condiciones de una guerra justa, que el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica sigue adoptando tal cual: que sea para evitar un mal mayor que la propia guerra, que la guerra sea el último recurso y… que haya probabilidades de victoria. “Probabilidades de victoria”. Ese suele ser, en última instancia, el primer criterio y el decisivo. ¡Ay de los vencidos! Ellos nunca definen la justicia. Ellos nunca juzgan la historia. Y Roma calla.
En esas estamos. EEUU e Israel emprenderán esta nueva guerra solo si piensan ganarla. Y será declarada justa solo si sirve a los intereses de quienes vayan a vencer.

Así siguen algunos sosteniendo todavía, por ejemplo, que la guerra es la solución de las grandes crisis económicas como ésta que hoy padecemos (¿quién la emprendió?).
No se dan cuenta –o sí se dan cuenta, pero no les importa– que las guerras solo las ganan unos (algunos sectores industriales, o algunos regímenes en peligro, por ejemplo el régimen de Ahmadineyad, pero también el de Netanyahu y el de Obama). La mayoría siempre pierde las guerras, porque sus intereses siempre salen perdiendo. ¿Y los muertos de un lado y de otro? ¿Qué dirán los muertos, si es que de verdad nos importan los muertos?
Dicen judíos y americanos, dicen también los europeos y hasta los árabes dicen, mientras Roma calla, que no se puede tolerar un Irán con bomba nuclear. Pero un Israel con bomba nuclear sí, se puede tolerar.
Y a todos los que ya tienen la bomba, también los toleran porque no tienen más remedio. Calculan, y las cuentas no les salen: sería demasiado peligroso hacer la guerra a quien posee armas nucleares. Nadie hubiese atacado a Irak ni a Afganistán si hubiesen poseído bombas atómicas. Si Irán la poseyera, Israel nunca lo atacaría. Tampoco lo atacaría si temiera que los misiles persas Shaab 3 fueran a destruir Tel Aviv y a matar miles de judíos.
De modo que la razón de Israel para atacar a Irán es justamente el argumento de Irán para construir la bomba nuclear y misiles potentes. La razón la da el poder. Quien tiene la bomba tiene el derecho.
 

Y no nos vengan a decir que una bomba en manos de un país demócrata es aceptable, mientras que no lo es en manos de una dictadura. Depende de quién decide sobre la democracia. ¿De qué democracia nos hablan a estas alturas el señor Netanyahu y el mismo señor Obama, por Nobel de la Paz que sea? No les creemos. Quieren poder. Sus intereses son su ley.
Que nadie entienda que tengo la menor simpatía al fanático y belicista presidente iraní Ahmadineyad. Lleva su país a la ruina. Un admirable país de una historia, una cultura, una lengua, una literatura admirable. Una de las más viejas civilizaciones del mundo. Allí escribió Zoroastro hace 3000 años admirables versos de paz.
Allí nació y reinó Ciro, el liberador de todos los pueblos vencidos de la época, Israel entre otros, cautivo en Babilonia. A él se debe el cilindro de Ciro, que algunos consideran como Primera Declaración de los derechos Humanos y que se puede ver en el British Museum (¿cómo llegó allí?). Ciro el persa, a quien el profeta Isaías llama “ungido”, “Mesías” o  “Cristo” de Dios, porque Dios es de todos, todos somos en Dios. Que no venga la guerra. Que no vengan más guerras. Que desaparezcan las injusticias, pero sin guerra. Que nadie declare justa su guerra porque tiene el poder de imponer sus intereses. Que nadie nos mienta en nombre de la justicia.
Que venga la paz a nuestros corazones. El corazón no miente. Las cumbres nevadas, el cielo plateado, el prado solitario, la mañana silenciosa… tampoco mienten en este día de invierno: la paz, no la guerra, es la madre de todas las cosas.

José Arregi (Publicado en el Diario DEIA)

Para orar Todo el mundo dice que el Dao es grande,
pero aparenta no ser nada.
Justamente por ser grande aparenta no ser nada.
Si hubiera intentado ser algo en el mundo,
hace mucho tiempo hubiera disminuido.
Tengo tres tesoros guardados con cuidado y protegidos con esmero:
el primero es la compasión;
el segundo es la mesura;
el tercero es no atreverme a ser el primero en el mundo.
Porque soy compasivo, puedo ser valiente.
Porque soy comedido, puedo ser generoso.
Porque no me atrevo a ser el primero en el mundo,
Puedo ser el jefe supremo.
Hoy, por el contrario, se quiere ser valiente sin ser compasivo;
se quiere ser el primero sin ir por detrás.
Y eso es morirse.
Solo la compasión puede ganar la guerra,
Puede defender el estado.
El cielo, porque quiere salvarnos,
nos protege con compasión.

                           (Laozi, Dao De Jing)

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La solidaridad de los italianos de Giglio

«Yo puedo decir, como párroco, que los gigleses se merecen la medalla de oro al valor civil que propuso el primer ministro Monti. Agradezco al Presidente del Consejo y los gigleses han sido honrados.

El de los isleños fue un ejemplo de gran solidaridad justamente porque había una enorme desproporción entre esta masa de gente que llegaba mojada, congelada y desorientada, y nuestras posibilidades para recibirles». 

Don Lorenzo Pasquotti, párroco de Giglio Porto, revive ante los micrófonos de la Radio Vaticana los momentos que sucedieron al naufragio de la nave Costa Concordia. «El viernes por la noche entendimos inmediatamente que algo no iba bien porque la nave estaba demasiado cerca de la costa y estaba detenida. Después supimos del naufragio y pusimos manos a la obra para acoger a los pasajeros evacuados, pero el problema era la desproporción entre los miles de náufragos y los lugares disponibles en la isla.

Mi iglesia está justo enfrente del embarcadero y yo, como párroco, abrí las puertas e hice que entrara la gente. Se acomodaron en los bancos, en el suelo, en los escalones del altar, en la sacristía. Saqué mis mantas y se las dí a los niños inmediatamente». «Después, el domingo –cuenta don Lorenzo–, durante la procesión antes de la Santa Misa, los monaguillos pusieron frente al altar un chaleco salvavidas, un casco, un cabo, una tela antiviento y una bandeja con las migajas del pan que ofrecimos a los supervivientes.

Un gesto para subrayar que aquella noche debe permanecer y permanecerá en nuestra memoria. La isla del Giglio seguirá siendo, esperamos, isla de vacaciones, pero  también (a partir de hoy) isla de la solidariedad. Dejar esas señales en la iglesia significa dejar, incluso para los turistas que vendrán, una memoria que nadie podrá borrar jamás».

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Vladimir Putin, cristiano bautizado

El primer ministro ruso y candidato de nuevo a la presidencia de su inmenso país, Vladirmir Putin, reservó a sus conciudadanos una sorpresa el día de Navidad (que los ortodoxos celebran con dos semanas de retraso respecto a los católicos).

Ese día, saliendo de la catedral de San Petersburgo, su ciudad natal, el político reveló que había sido bautizado precisamente en el templo donde acababa de asistir a los oficios religiosos.

En el año 1952, en pleno furor estalinista, su madre acudió clandestinamente a la catedral con el pequeño Vladimir en brazos para que recibiera las aguas bautismales (por inmersión, naturalmente), sin decirle una palabra a su marido, ferviente miembro del Partido Comunista ruso.

No fue, seguramente, un caso único, porque, a pesar de la persecución, muchos rusos mantuvieron la fe y los hábitos religiosos. Sería interesante saber si, siendo ya un hábil agente del temible KGB, Putin era consciente de su condición de cristiano bautizado y por qué se ha decidido a revelarlo ahora. Como se recordará, años atrás otro antecesor suyo, Mijail Gorbachov, que se declaraba ateo, admitió haber sido bautizado de niño en la Iglesia Ortodoxa Rusa.

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Murió el padre Pichi Meisegeier

El 27 de diciembre falleció el Padre José María “Pichi” Meisegeier. Sacerdote jesuita, luchador incansable, fue miembro del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y testimonio de opción por los pobres en momentos de fuerte adversidad para los sectores populares.

Fue compañero del Padre Carlos Mugica con quien trabajó en la Villa 31 de Retiro en Capital Federal. El Padre “Pichi” fue quien sucedió a Mugica luego de su asesinato y continuó su tarea pastoral al frente de la parroquia de la Villa. Murió a los 75 años, por una septicemia, informó la curia provincial de la Orden de los Jesuitas "Siempre estuvo con nosotros los pobres, siempre", dijo Zulma Moreti, una vecina de la Villa 31 en un intento por definir quién era para ella el padre Pichi.

Perteneciente a la orden jesuita, optó por dedicarse a los pobres, lo que lo llevó a trabajar en la capilla de Saldías (un sector de la villa), y más tarde, tras el asesinato de Mugica el 11 de mayo de 1974, a reemplazarlo en la iglesia Cristo Obrero, de la misma villa. Para Pichi, "el trabajo pastoral consistía en unir a los vecinos detrás de causas nobles y justas, como la defensa de los derechos humanos, y entre esos derechos, el de la vivienda", explicó la mujer de 49 años, que estuvo con él ayer pocas horas antes de morir.

Otra vecina, Amalia Aima, delegada de manzana, y representante de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en la Villa 31, coincidió en definir al cura como un defensor de la vida. "En plena dictadura auxilió a los vecinos que eran echados violentamente de esta villa. Más tarde, los ayudó a integrar cooperativas en localidades del conurbano como Derqui, San Miguel, José C.Paz, adonde habían sido arrojados, sin ningún tipo de asistencia. En estos últimos años colaboró con nosotros en la urbanización de algunas manzanas de la 31", contó la delegada.

Su preocupación junto a otros curas del movimiento villero fue la creación de cooperativas, como Copacabana, una organización autogestionada que logró que muchas familias consiguieran tener una vivienda por sus propios medios, explicó la vecina de la villa 31. El Padre Pichi trabajaba en SEDECA (Secretariado de Enlace de Comunidades Autogestionarias), organización especializada en el desarrollo del hábitat popular y a la fortalecimiento de emprendimientos productivos. "Era muy sincero con nosotros, siempre venía con la verdad aunque fuera dolorosa", aseguró Aima al recordar la relación que el sacerdote mantenía hasta hace poco cuando se reunía con vecinos de la 31, y estudiantes de la universidad dedicados a la difícil tarea de urbanizar el enorme asentamiento de Retiro.

La mujer contó que "el último día que vino a la reunión lo acompañamos a tomarse un taxi. Ya no podía, subir al colectivo para volver a su casa tras la operación de cadera que tuvo". "Lo que puedo decir es que lo voy a extrañar, nos trataba de unir siempre y nos hablaba con un respeto...", dijo Aima entre sollozos. Pichi murió el 27 de diciembre en el Sanatorio San José del barrio porteño de Palermo y sus restos fueron inhumados en el Colegio Máximo, de la localidad bonaerense de San Miguel.

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Austria: la Iglesia a un paso de la ruptura

Todavía hay choques entre el cardenal Christoph Schönborn y los disidentes. El arzobispo de Viena denunció públicamente el riesgo de que haya una ruptura en la iglesia austriaca. El líder del episcopado respondió a la fracción interna que violar la regla del celibato eclesiástico y admitir en la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, expulsa a los sacerdotes disidentes de la Iglesia.
Los promotores del manifiesto reformista “Llamado a la desobediencia”, advirtió el cardenal, no lograrán hacer que la arquidiócesis de Viena choque con la Santa Sede. «Todas las posibilidades están abiertas, considerando el diálogo y la cooperación», tiende la mano el arzobispo, que, sin embargo, excluye cualquier ruptura con Roma. Los disidentes, dirigidos por el párroco Helmut Schueller, invocan una serie de reformas radicales en el Vaticano, en estrecha colaboración con el movimiento ultra progresista “Nosotros somos iglesia” de Hans-Peter Hurka.
  “Nosotros somos iglesia” es el verdadero motor de las protestas en Austria. Es un movimiento importante por sus números y por su influencia en el país. El movimiento nació de las cenizas del caso Hans Hermann Groër, el predecesor de Schönborn en Viena.
 Fue tras las acusaciones de pedofilia en contra del cardenal Groër que algunos católicos (de Innsbruck y Viena) quisieron reaccionar e invocar el “Llamado del pueblo de Dios”, una agenda para la jerarquía de la iglesia que indica puntos muy precisos. Incialmente tuvo el apoyo de muchos obispos austriacos. Después, los religiosos recibieron una llamada de atención del Vaticano y retiraron sus adhesiones. Desde aquel día, por lo menos de manera oficial, no hubo ningún contacto con las jerarquías. Y es probable que todavía hoy Roma tema que todo lo que recuerda ese acontecimiento se manifieste ahora con el manifiesto. Es una señal clara la que el cardenal (alumno preferido del Papa) da a Roma y a Austria. El conflicto de las diócesis austriacas es una constante de los últimos años, entre abusos litúrgicos (como el del “Corpus Domini”, que fue izado durante una procesión), irregularidades dsciplinarias, violaciones del celibato eclesiástico...
 
En junio de 2009, Benedicto XVI llamó la atención a la Iglesia austriaca, indicando «la urgencia de profundizar la fe y la fidelidad integral al Concilio Vaticano II y al magisterio post-conciliar de la Iglesia».
 Hace dos años, el Pontífice discutió con los obispos austriacos, quienes protestaron en el Vaticano recientemente por haber retirado las excomuniones de los lefebvrianos y por haber nombrado en Linz al intransigente Gerhard Wagner, que definió como “satánica” la saga de Harry Potter, “castigo divino” el huracán Katrina y “enfermos psiquiátricos” los homosexuales.
 El catolicismo austriaco atraviesa por una crisis grave: se han reducido las vocaciones y los fieles, hay una fuerte polarización entre conservadores y progresistas y crece cada vez más el sentimiento anti-romano. Los ministros del Vaticano han pedido explicaciones a la Iglesia austriaca por diversos escándalos de las diócesis, desde los párrocos que viven en concubinato hasta la falta de medidas por parte de los obispos progresistas contra la fracción de los sacerdotes que habían reivindicado la convivencia con una compañera.
 Durante la primavera de 2009, el nombramiento de Wagner casi provocó una revuelta contra Roma. El Papa tuvo que aceptar su renuncia al cargo, mientras en el Vaticano se iban multiplicando las denuncias por los casos de concubinato de algunos sacerdotes que se opusieron al nombramiento.
 Las tensiones aumentaron con la investigación sobre 40 mil fotos y películas pedopornográficas que fueron encontradas en el seminario de Sankt Pölten, incluidas parodias nazis, bodas falsas entre seminaristas, actos sexuales con menores... El que volvió a sacar el tema de la abolición del celibato eclesiástico hace dos años fue justamente el jefe de la Iglesia austriaca y líder de la asociación de ex estudiantes de Joseph Ratzinger. Según el arzobispo de Viena, Christph Schönborn, el celibato de los sacerdotes, «peculiaridad de la Iglesia católica», explica en parte los casos de pedofilia cometidos por sacerdotes.

En mayo de 2010, el cardenal acusó «tanto la educación de los sacerdotes como las consecuencias de la revolución sexual del ’68, así como el celibato en el desarrollo personal», invitando a que hubiera un cambio de mentalidad.
 
Schönborn presentó hace tiempo a la Curia Romana una petición de reconocidos católicos austriacos para abolir la obligación del celibato, para que regresen a la actividad los sacerdotes casados, para que se abra el sacerdocio a las mujeres y para que se puedan ordenar los llamados “viri probati”. El memorandum, acompañado de una nota de Schönborn, fue entregado al ministerio vaticano del Clero, con la súplica de que lo leyeran atentamente, para que «alguien en Roma sepa cómo piensa una parte de nuestros laicos sobre los problemas de la Iglesia».
 
A los promotores de la petición, el cardenal Schönborn les había prometido que habría ilustrado en el Vaticano sus motivos, «a pesar de no compartirlos enteramente», y las relaciones sobre las consecuencias que la falta de sacerdotes está provocando en 46 diferentes parroquias, sobre todo en las zonas rurales.
 
El año pasado, el cardenal Schönborn inauguró la asamblea diocesana de Viena con un “mea culpa” general: «De esta crisis devastadora la Iglesia puede salir tan solo si se purifica mediante un arrepentimiento verdadero, de otro modo, todo habrá sido inútil».
 

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El tema de las celebraciones dominicales a cargo de diáconos, religiosos de uno y otro sexo y de laicos, se reitera periódicamente. La ausencia de sacerdotes es muy grave en Europa, pero tampoco sobreabundan en América del Sur, porque en Argentina fueron convocados los diáconos para presidir dichos encuentros religiosos y en Brasil las religiosas. Lo grave es que los obispos no terminan de asumir esta realidad y ante la pregunta periodística sobre el futuro suelen convocar a la Providencia para que les solucione el problema.

Ahora el obispo de Girona opta por encontrar una salida a este vacío sacerdotal.
La diócesis de Girona –en territorio catalán- tiene una extensión territorial de 4.705 km2  con unos 850.000 habitantes. Pastoralmente incluye 13 arciprestazgos, 383 parroquias y 12 anexos (más de 250 parroquias no llegan a los mil habitantes), que son atendidas por unos dos centenares de presbíteros y religiosos con cargos pastorales. La media de edad de los presbíteros es alta, supera los sesenta años.
Ante estas cifras y ante el número limitado de ordenaciones, una al año aproximadamente, hace poco más de un año que la diócesis incorporó a los seis primeros diáconos permanentes, mientras se está formando una segunda promoción en número similar.

Celebraciones en ausencia de presbítero
Pese al esfuerzo que llevan a cabo los presbíteros diocesanos, no sólo en las celebraciones dominicales y festivas, no hay que olvidar las atenciones parroquiales —celebración de los sacramentos y de los acontecimientos tradicionales, como romerías, fiestas mayores, encuentros, etc.—, esta dispersión geográfica aconseja avanzarse con el fin de prever estas atenciones pastorales a mediano plazo.
En este sentido, el obispo de Girona, Francesc Pardo, ha firmado un decreto que instituye en la diócesis las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero.
Según el texto están pensadas «para las comunidades cristianas que no pueden ser asistidas habitualmente por un presbítero en la celebración de la Eucaristía dominical».
Con todo, sigue el decreto, «se debe asegurar que en las parroquias y comunidades donde sea necesario introducir este tipo de actos se celebre también periódicamente la Eucaristía» y «se pueda recibir también el sacramento del perdón ». Del mismo modo, se indica que hay que mantener la celebración de la Eucaristía en las grandes jornadas y fiestas parroquiales y locales. El obispo encarga a los arciprestes y párrocos de las iglesias que estudien «en qué comunidades se debe introducir celebraciones dominicales en ausencia de presbítero. Será el arcipreste quien tendrá que pedir autorización al obispo y proponer a «las personas idóneas para este servicio y las comunidades donde se debe ejercer».

Cómo serán las celebraciones
El decreto también prevé quién tendrá que presidir estas celebraciones, que, siempre que sea posible, estarían a cargo de un diácono. «De otro modo —dice el decreto—, las dirigirá un religioso no presbítero, una religiosa, un laico o una laica suficientemente preparados y con la debida autorización.» También será necesario que las comunidades afectadas estén «debidamente informadas y recibir una catequesis adecuada».
En el momento en que se aplique el decreto, se revisarán los horarios de las misas, «valorando reducir alguna», dice el decreto, recomendando no suprimir la celebración de la Eucaristía dominical en los pueblos pequeños «aunque para dicho fin haga falta reducir el número de celebraciones en los lugares donde haya más de una».
Para la aplicación del decreto, se encarga a la Delegación episcopal de Pastoral Litúrgica la labor de velar por «la esmerada aplicación de la normativa» y también por «la formación adecuada» de quienes deberán dirigir las celebraciones.

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