Enorme expectación por ver y escuchar de cerca al portavoz del Papa. Y el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, de Radio Vaticano y del Centro Televisivo Vaticano, Federico Lombardi, no defraudó. Y dictó esta mañana en la sede de la Conferencia episcopal toda una lección magistral de comunicación teórica y práctica. Con la elegancia de un consumado especialista y la humildad y sencillez de un aprendiz, capaz de reconocer los errores y de invitar a “decir siempre la verdad”.
A medida que el padre Lombardi iba hablando me sentía más y más identificado con el fondo y con la forma de lo que decía y de cómo lo decía. El portavoz del Papa hablaba con conocimiento de causa. Se notaba que lo que decía procedía de alguien con experiencia, alguien que ha pisado una redacción y que sabe perfectamente lo que se cuece en ellas y cómo se desarrolla su dinámica comunicativa.
Y, como broche de oro, cuando todos pensábamos que iba a jugar con red y se iba a escudar en el formato de conferencia para esquivar las preguntas de los informadores, resulta que se sometió a ellas. Sin trampa ni cartón. Eso sí, dijo lo que quiso y sólo lo que quiso. Otra lección práctica extraordinaria.
Vayamos con la parte teórica. Rodeado del Nuncio de Su Santidad, monseñor Monteiro, del obispo de la comisión episcopal de Medios, Juan Del Río, que fue el que le invitó, de Raúl Berzosa, auxiliar de Oviedo, de Joan Piris, obispo de Lleida, del portavoz del episcopado español, monseñor Martínez Camino, y del secretario de la comisión de Medios, José María Gil, el padre Lombardi escuchó primero todo tipo de loas dirigidas a su persona.
El Nuncio de Su Santidad lo presentó como “una persona de todos conocida” y advirtió de que “todos somos pocos para trabajar en la viña del Señor”. Martínez Camino, en nombre de la CEE, le dio la bienvenida a Añastro y dijo que sus “reflexiones vienen avaladas tanto por la ciencia como por la experiencia en la comunicación en el corazón de la vida de la Iglesia”.
Monseñor del Río, brillante como siempre y sin pelos en la lengua, mandó varios recados a algunos comunicadores de la radio de la Iglesia y presentó a Lombardi como “un magnífico primer espada con la alta responsabilidad de dirigir la oficina de prensa de la Santa Sede”. Y, por último, Raúl Berzosa, glosó el currículo del jesuita y sus numerosas aportaciones, teóricas y prácticas, al universo de la comunicación.
En su turno de palabra, Lombardi, comenzó por mostrarse apabullado ante los “cumplidos”, antes de dar lectura de su ponencia. Con un arranque teórico ineludible: “El anuncio forma parte de la misma naturaleza de la Iglesia”. Y desde esa base comenzó a desgranar sus consejos. Por ejemplo, “no tener una actitud temerosa ni de prejuicios ante la comunicación social y sus gentes”. Porque “es un deber de la Iglesia utilizar esta comunicación para el anuncio”.
El vocero de Benedicto XVI abogó por una Iglesia presente en todo tipo de medios. Tanto en los tradicionales como en las modernas tecnologías. “Siempre en tensión y con una sana prudencia”. Y “sin abandonar los medios tradicionales”, apostó por “ser capaces de encontrarnos con las nuevas generaciones en las nuevas tecnologías”.
Porque, a su juicio, la misión de los medios católicos es una “comunicación integral”. No sólo de información eclesiástica o clerical, “porque no hay una comunicación católica separada de la comunicación profana”. De ahí que pusiese de ejemplo al propio Papa como “nuestro principal comentarista de todo tipo de cuestiones”.
La información eclesial –añadía Lombardi y parecía estar pensando en algunos programas de la COPE- tiene que ser “un servicio a la verdad y a la objetividad”. Es decir, “una información no guiada por intereses ideológicos, políticos o económicos”. Y aquí reside, a su juicio, lo que tiene que distinguir a los medios eclesiales de los demás. Abogó, asimismo, por “jerarquizar” las noticias y “ayudar a las personas a poner orden y a distinguir lo más importante de lo menos importante”.
Otra característica de la comunicación católica es la del “servicio a la Justicia”, sobre todo en las áreas más pobres del mundo y en “las guerras olvidadas”. Y también, la del “servicio a la paz”. Para Lombardi, “hay que favorecer la comprensión y el diálogo y no acentuar las divisiones y usar siempre un lenguaje respetuoso hacia los demás”. ¿Estaría pensando en alguien en concreto?
Lombardi reiteró que “la presencia de la Iglesia en los medios no es un lujo, sino un deber” y precisó un poco el lenguaje que la Iglesia tiene que utilizar a la hora de comunicar. “Un lenguaje claro, simple y comprensivo y nunca abstracto ni clerical. Si queremos que el mensaje pase y permanezca, tenemos que extremar la sencillez y la claridad”.
Invitó, asimismo, “a decir siempre la verdad, incluso ante preguntas difíciles”, sin que “ello implique que haya que decir siempre todo. Pero todo lo que se diga tiene que ser siempre verdad”. Esa actitud, además, “genera credibilidad y confianza”. La contraria, “reticencias”.
Y desde su propia experiencia periodística añadió: “Los periodistas tienen que escribir noticias. Y si no hay respuestas, tienden a desarrollar hipótesis o conjeturas”. Además, “la información hoy es continua y en tiempo real. Por eso, cuanto antes se dé la respuesta, mejor”.
A su juicio, “lo ideal para la Iglesia es llevar la batuta de la agenda y lanzar sus mensajes cuando lo cree conveniente”. Esto no exime a los portavoces, cree Lombardi, de tener la cualidad de la discreción y la prudencia ante la comunicación de crisis, momentos en los que nunca se ha de faltar a la verdad y la respuesta ha de ser rápida “para que durante la tempestad no surjan informaciones falsas”.
En esos momentos de crisis, hace falta “mensajes sencillos y claros. Porque la palabra clave es credibilidad. Una sola mentira destruye la credibilidad”. Eso sí, conscientes siempre de que “existe un tribunal de la opinión pública. Si la gente cree que hay crisis, la crisis existe ya”.
Cuando no es el momento adecuado para que salga a la luz una noticia “no hay que contarla ni a los amigos”, dijo Lombardi entre risas de los presentes, momento en el que hizo hincapié en los tiempos correctos o convenientes para que se publiquen determinadas informaciones.
Insistió el portavoz del Papa en otra regla de oro de la comunicación en la Iglesia: “las buenas y estrechas relaciones con los periodistas”. Hasta el punto de pedir que se esté pendiente de sus vidas personales y de sus problemas, para “crear una mayor sintonía y facilitar la confianza recíproca”.
Finalmente, el portavoz vaticano sostuvo en su discurso que "una sola mentira" puede hacer perder definitivamente la credibilidad y recomendó pedir perdón si ha habido errores en la comunicación.
Y, antes de concluir, confesó su propia fuente de inspiración: “la comunicación para la comunión es la que inspira mis trabajos de comunicador. Hablar para unir, no para dividir”, concluyó.
Y de la teoría a la práctica.
El portavoz del vaticano se sometió a las preguntas de los presentes. A las que contestó en italiano, para precisar más su pensamiento. Se alargó especialmente en la explicación de los errores cometidos en la gestión del caso de los lefebvrianos. Señaló a este respecto que “el miedo y el temor son malos consejeros, que nos pueden llevar a encerrarnos en nosotros mismo y a no comunicar lo suficiente”. Eso sí, teniendo siempre en cuenta “que el mundo es el que es”, hay que intentar “establecer relaciones humanas leales”.
Según Lombardi, “una situación de crisis como la vivida con los lefebvrianos se puede experimentar como un desastre o como una situación difícil de la que extraer consecuencias positivas”. Lo que el Opus llama “cambiar el limón en limonada”.
También aseguró, sobre la reciente visita del numero dos del Vaticano, Tarcisio Bertone, a España, que su conferencia sobre los Derechos Humanos es aplicable a “todas las sociedades”, aunque “también tenía connotaciones al caso español”.
Dijo que no podía responder, por no sentirse “competente”, a una pregunta sobre el aborto y a otra sobre el caso del sacerdote español asesinado en La Habana. Pero sí contexto a otras dos preguntas. Una sobre la interactividad de las fuentes vaticanas en Internet. Y otra, sobre las radios de la Iglesia.
Abogó por una interactividad controlada, entre otras cosas por la falta de personal suficiente para poder alcanzar una interactividad total. Y se salió por la tangente en la pregunta sobre las radios, que iba dirigida directamente a la cadena COPE.
Y se fue con la misma sonrisa y la misma humildad en el semblante con la que llegó. Tras recibir un caluroso aplauso no sólo de los delegados de medios de las diócesis españolas, sino también de los profesionales (muchos) allí presentes. ¡Ojalá también en España informadores y fuentes eclesiásticas seamos capaces de tender puentes y establecer cauces veraces y auténticos de comunicación!
José Manuel Vidal

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