Los israelíes lo han invitado, los musulmanes lo han querido. Pero sus fieles del lugar no, las mayores oposiciones al viaje han venido de ellos. Los motivos del rechazo. Y las incógnitas.
por Sandro Magister
ROMA, 6 de mayo del 2009 – El domingo antes de partir a Tierra Santa, en una plaza san Pero llena de fieles, Benedicto XVI dijo en pocas palabras cual será el objetivo de su viaje:
"Con mi visita me propongo confirmar y alentar a los cristianos de Tierra Santa, que deben afrontar diariamente no pocas dificultades. Como sucesor del apóstol Pedro, les haré sentir la cercanía y el apoyo de todo el cuerpo de la Iglesia. Además, me haré peregrino de paz, en el nombre del único Dios que es Padre de todos. Daré testimonio del compromiso de la Iglesia Católica a favor de cuantos se esfuerzan por practicar el diálogo y la reconciliación, para llegar a una paz estable y duradera en la justicia y en el respeto recíproco. En fin, este viaje no podrá no tener una notable importancia ecuménica e interreligiosa. Jerusalén es, desde este punto de vista, la ciudad-símbolo por excelencia: Cristo murió allí para reunir a todos los hijos de Dios dispersos".
De estas palabras – ratificadas en la audiencia general del miércoles 6 de mayo – se saca que para promover la paz y el diálogo en Tierra Santa, entre los pueblos y las religiones, el Papa se confía en primer lugar a los cristianos que viven allá.
Una apuesta audaz. De hecho, no sólo en esa región los cristianos están reducidos a una exigua minoría, menos del 2 por ciento de la población judía y árabe. Se debe también tener en cuenta que precisamente los cristianos del lugar han sido más escépticos, en reaccionar al anuncio del viaje del Papa. Muchos de ellos, también sacerdotes y obispos, se expresaron en contra respecto a lo oportuno de su visita.
Se ha debido trabajar mucho por limar las asperezas de este frente de rechazo. El patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, la ha confirmado en una entrevista: las razones de los opositores han sido expuestas también a Benedicto XVI en persona.
El temor principal de los opositores era que el viaje del Papa – también por sus posiciones muy avanzadas en el diálogo religioso con el judaísmo – resultase una ventaja política para Israel.
Benedicto XVI ha resistido con firmeza. Por parte suya, la diplomacia vaticana ha hecho de todo para tranquilizar a los opositores.
Esto explica, por ejemplo, la benevolencia mostrada por el Vaticano en relación al archienemigo de Israel, Irán, durante y después de la controversial conferencia de Ginebra sobre el racismo: una benevolencia que ha sido considerada por muchos observadores como una exageración.
Y esto explica, quizá, también el silencio de las autoridades vaticanas y del mismo Papa sobre el traicionero ahorcamiento en Teherán para la joven iraní Delara Dalabi. En casos de ese tipo, de resonancia mundial, casi siempre la Santa Sede alza la voz en defensa de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos: pero esta vez ha decidido callar.
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Se debe decir que Irán, a su vez, trata a la Santa Sede con inusual benevolencia. Recibiendo, el año pasado en abril, al nuncio apostólico en Teherán, el arzobispo Jean-Paul Gobel, el presidente Ahmadinejad definió el Vaticano como una fuerza positiva para la justicia y la paz en el mundo.
Y poco después envió a Roma una delegación de alto nivel comandada por Mahdi Mostafavi, descendiente directo del profeta Mahoma, presidente del Islamic Culture and Relations Organization de Teherán y ex viceministro del exterior: un hombre de su confianza y "consejero espiritual", con el cual se reúne "al menos dos veces a la semana".
La delegación iraní tuvo con una autorizada delegación vaticana un diálogo a puertas cerradas de tres días, del 28 al 30 de abril, sobre el tema "Fe y razón en el cristianismo y en el Islam", que se concluyó con un encuentro con Benedicto XVI.
En Irán vive una pequeñísima comunidad católica, sometida a un asfixiante control. También esto explica el "realismo" que muestra la diplomacia vaticana, en este y en otros países musulmanes. Para salvar lo insalvable, la reserva es considerada más eficaz que la abierta denuncia.
Una sola vez, por ejemplo, y en forma velada, el Vaticano ha desaprobado con aspereza los repetidos anatemas de Ahmadinejad contra la existencia de Israel. Lo ha hecho con un comunicado de la sala de prensa el lejano octubre del 2005. Después de entonces, silencio.
Pero el "realismo" diplomático no explica todo. A una parte consistente de los cristianos árabes que viven en Tierra Santa los anatemas anti-judíos de Ahmadinejad les suenan familiares. También para ellos es la existencia misma de Israel la causa de todos los males.
Hay que tener en cuenta que pensamientos similares corren no sólo entre los cristianos árabes, sino también entre los exponentes de relieve de la Iglesia Católica que viven fuera de Tierra Santa y en Roma.
Uno de éstos, por ejemplo, es el jesuita Samir Khalil Samir, egipcio de nacimiento, islamólogo entre los más escuchados en el Vaticano, quien en un "decálogo" de su autoría, presentado hace dos años a favor de la paz en Medio Oriente, ha escrito lo siguiente:
"La raíz del problema israelí-palestino no es religiosa ni étnica, es puramente política. El problema surge cuando se crea el Estado de Israel y se divide Palestina en 1948 – a continuación de la persecución organizada sistemáticamente contra los judíos –, decidido por las grandes potencias sin tener en cuenta a las poblaciones presentes en Tierra Santa. Ésta es la causa real de todas las guerras que han tenido lugar. Para poner remedio a una grave injusticia cometida en Europa contra un tercio de la población judía mundial, la misma Europa, apoyada por las otras naciones más poderosas, ha decidido y ha cometido una nueva injusticia contra la población palestina, inocente respecto al martirio de los judíos".
Dicho esto, el Padre Samir sostiene de todos modos que la existencia de Israel es hoy un dato de hecho que no puede ser ignorado, independientemente de su pecado de origen. Ésta es también la posición oficial de la Santa Sede, desde hace tiempo favorable a los dos Estados, el israelita y el palestino.
No sólo. Para el padre Samir los cristianos árabes que viven en Tierra Santa, aunque pocos en número, son "los únicos que pueden promover la paz en la región, porque no quieren afrontar la cuestión religiosamente, sino según la justicia y la legalidad.
Según el padre Samir, el conflicto árabe-israelí no cesará mientras siga siendo una guerra religiosa entre judaísmo e Islam. Sólo podrá encontrar paz si se reconduce a sus connotaciones políticas y "laicas". Y los cristianos son los más preparados para ese fin.
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A la víspera del viaje de Benedicto XVI en Tierra Santa, el padre Samir ha desarrollado sus ideas sobre el rol de los cristianos en la región en una entrevista al semanario italiano "Tempi".
Entre otras cosas ha dicho:
"Ya la Nahdah, el renacimiento árabe que se ha verificado entre el siglo XIX y la primera parte del XX fue esencialmente fruto de los cristianos. De nuevo, hoy, un siglo después está sucediendo lo mismo, si bien los cristianos son minoría en los países árabes. Hoy lo 'nuevo' en el pensamiento árabe llega del Líbano, donde la interacción entre cristianos y musulmanes es más viva. Hay allí cinco universidades católicas, además de las islámicas y de las estatales. Funcionan radio, televisión, diarios y revistas de matriz cristiana, en las cuales escriben todos, musulmanes, laicos, cristianos. Hoy el impacto cultural de los cristianos en Medio Oriente se da a través de los medios de comunicación: el Líbano se ha convertido en el primer centro de publicaciones de libros de todo el mundo árabe, donde son impresos libros sauditas, marroquíes… También los musulmanes entienden que los cristianos son el grupo más activo y los elementos culturalmente más dinámicos, como frecuentemente ocurre con las minorías. Los cristianos libaneses o de los otros países del Medio Oriente tienen también vínculos con Occidente, y por esto su rol cultural es fundamental. Muchos musulmanes, también autorizados líderes, tanto en el Líbano como en Jordania, pero también en Arabia Saudita, lo han declarado públicamente: no queremos que los cristianos se vayan de nuestros países porque son una parte esencial de nuestra sociedad".
A esta visión optimista, el padre Samir acompaña naturalmente la advertencia que en los países musulmanes los cristianos están amenazados casi por todas partes. Comenzando por Arabia Saudita, otro estado con el cual la Santa Sede mantiene una política "realista" libre de prejuicios, que el 6 de noviembre del 2007 culminó en la acogida con todos los honores en el Vaticano de su rey, teniendo a la sombra las sistemáticas violaciones de los derechos humanos en aquel país.
Más pesimista, regresando al escenario palestino-israelí, es el juicio que da del rol de los cristianos otro profundo conocedor de la región, el Custodio de Tierra Santa, el franciscano Pierbattista Pizzaballa. Según su parecer, en el conflicto palestino-israelí hoy "los cristianos no cuentan más nada, políticamente".
Y por demás son los más fríos en acoger la visita del Papa, no obstante los haya puesto en primer lugar entre los objetivos de su viaje.
Difícil empresa, la de Benedicto XVI en Tierra Santa. Más que los israelíes que lo han invitado, más que la monarquía de Jordania que le ha abierto las puertas de par en par, deberá ante todo conquistar a los cristianos del lugar.
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