Muchos amigos y conocidos me han preguntado últimamente -en especial a raíz de algunas intervenciones mías críticas a la institución- por qué permanezco en la Iglesia. Algunos lo preguntan porque entienden que la Iglesia no tiene sentido, otros porque creen que lo ha perdido, otros porque no están de acuerdo con mis opiniones...
Quisiera señalarlo brevemente:
Para empezar, algunos temas teológicos:
+ Los cristianos no creemos "en la Iglesia", o -para decirlo con precisión- la Iglesia no es objeto de fe. Es ámbito de fe. Creemos "en" la Iglesia en cuanto creemos "dentro" de la Iglesia, pero no "en" en cuanto "hacia" la Iglesia. El objeto único de nuestra fe es Dios, creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero no "en" la Iglesia. Pero como tenemos la fe "de" la Iglesia, creemos "en=dentro" de la Iglesia.
+ Por otro lado, creo que la Iglesia es "santa y pecadora" (casta meretriz), y por lo tanto "necesitada de conversión". "El reino es el único absoluto, todo lo demás es relativo" (Pablo VI). La Iglesia es servidora del reino de Dios, es decir, de la búsqueda y recepción de la realización de la voluntad de Dios. Por eso debe "convertirse al reino de Dios", y ese proceso -como toda conversión- es permanente. Nunca la Iglesia encarnará plenamente el reino de Dios, y siempre buscará estar a su servicio. La Iglesia debe ser "testiga" de ese reino, debe mostrar con su vida aquello en lo que cree, ya que -caso contrario- no estaría anunciando el Evangelio, sino siendo anti-testimonio. Y no se trata de preocuparse del "qué dirán", sino del testimonio, de lo que revelan nuestras actitudes y fidelidades.
Me permito citar dos textos de J. Ratzinger:
La Iglesia es el signo de Dios en el mundo, y su misión, representar visible y públicamente la voluntad salvífica de Dios ante los ojos de la historia. Si bien la Iglesia sirve a la difusión de la gracia, no por esto debe ser confundida con ella; pues una cosa es la representación simbólica ante la historia del nuevo orden de la gracia, y otra el estado de gracia, o la privación de ella, en los individuos, cosas que afectan a la interioridad del corazón humano y que nadie conoce sino sólo Dios.
Para la Iglesia, la verdadera renovación consiste sólo en eliminar la carga de elementos extra os que se acumularon en ella en determinados tiempos (y que siempre, sin que ella lo advierta, tenderán a adherírsele), para devolver su pureza a la imagen original. (...) aunque la renovación de la Iglesia sólo puede venir del retorno a su origen, tal renovación es algo completamente distinto de restauración, glorificación romántica del pasado (que, a fin de cuentas, sería tan poco cristiana como la simple modernización). Y esto se debe, en última instancia, a que el Jesús histórico, en el que se apoya la Iglesia, es a la vez el Cristo que ha de venir, el que la Iglesia espera; a que Cristo no es simplemente un Cristo ayer, sino a la vez el Cristo hoy y siempre ...
Con cierta frecuencia se escucha hablar de "persecución a la Iglesia". No me voy a detener en la realidad de algunos personajes o medios que no aman la Iglesia, y verían bien que esta no existiera; me refiero a los que afirman que se persigue a la Iglesia cuando se ataca a uno de sus miembros. Se dijo de Olga Wornat a raíz de su libro La Santa Madre, y se dijo a raíz de los que pretendieron justicia en los casos von Wernich o Grassi. Pero nos podríamos preguntar ¿quién "persigue" a la Iglesia? Pienso en los libros de la Biblia, que no temen mostrar las debilidades, miserias y pecados de sus grandes personajes: Abraham afirmando que su mejer es su hermana para que a él no le pase nada, David matando un compañero para quedarse con su mujer, Pedro dudando, apareciendo como de "poca fe" y finalmente negando a Jesús... Nadie diría que el Evangelio de san Mateo persigue a la Iglesia; lo mismo puede decirse de grandes padres de la Iglesia. No me parece que "persiga" a la Iglesia quien revela públicamente sus miserias y pecados. En todo caso, lo hace quien los comete. Atenta más contra la Iglesia un cura pederasta que un medio que denuncia el hecho; no tengo dudas. El que denuncia la ayuda a ser mejor, el que tapa le impide crecer o cambiar.
No creo que la Iglesia deba ser una "secta de puros"; no existe el "cristiano asépticamente puro; por eso en la Eucaristía todos pedimos perdón, y nos reconciliamos sacramentalmente -soy bien consciente que tengo pecados, debilidades y miserias-; pero otra cosa muy diferente es barrer bajo la alfombra. Si tapamos un delito, somos cómplices, no cristianos. Una de las cosas que muchos le cuestionan a la Iglesia ante los casos de abusos y pedofilia no es la cantidad (que es ciertamente mucho menor que los casos intra-familiares, por ejemplo), sino que se tape, que al abusador se lo traslade a otro lado donde pueda repetir el crimen. Casi pareciera, en algunos casos, que el único cuidado es el económico: que el delito no tenga repercusiones económicas.
En muchos casos, la Iglesia parece preocupada por el escándalo y no por los abusos. El escándalo, bíblicamente, se entiende como lo que hace tropezar en la fe, lo que nos atrapa, lo que impide el camino. Sinceramente creo que escandaliza más el silencio, que se tape un delito, casi como si no importara, escandaliza más que la denuncia. Creo que escandaliza más que parezca que se protege a un cura abusador antes que la defensa indeclinable de las víctimas: los abusados. Una Iglesia pecadora, pero que no quiere transar con los delincuentes se vuelve creíble, se vuelve testiga del reino, vale para von Wernick trasladado a Chile o para los abusadores cambiados de parroquia.
Acá radica la clave: creo que la crítica debe entenderse como búsqueda de que la Iglesia sea mejor. Creo que frases como "los trapitos se lavan en casa" o cosas semejantes, parecen olvidar que la Iglesia es comunidad pública, y sus pecados aparecen en público. Otra cosa es el pecado privado de los miembros de la comunidad, que ciertamente debe quedar en la intimidad. Pero creo firmemente que amar a la Iglesia implica buscar que sea mejor, que sea creíble, que sea testiga de la verdad y la justicia.
Me llama la atención que en muchos casos el episcopado calle, como si temiera hablar. No obran así otros muchos episcopados, y no se trata de progresismo o conservadurismo. Un abusador, de izquierda o de derecha, es ¡un abusador! No es "nuestro abusador" cuando tenemos simpatía por sus opiniones. Benito 16 en algunos de sus viajes, recibió a las víctimas de los curas abusadores, y pidió perdón; ¿atenta contra la Iglesia?, ¿es un papa progresista?
Es como miembro de la Iglesia que quiero hablar, porque quiero a la Iglesia, y porque quisiera que sea un ámbito creíble del reino de Dios. No hablo desde otra vereda, hablo "en" la Iglesia, comunidad de Jesús, de Aquel que nos dijo "sean mis testigos", y quien quiere presentarse la Iglesia a sí mismo "como novia sin mancha ni arruga" (Ef 5,27). Eso quisiera, poner un "granito de arena" en la edificación de una Iglesia más parecida a la que Jesús quería. No que yo sea "creíble", no que sea "sin mancha", sino que quisiera que la Iglesia lo sea y nos ayude desde su fidelidad al reino de Dios a sembrar vida, a mostrar la luz de Jesús y a dar testimonio de la verdad al mundo y a la historia.
Eduardo de la Serna
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