Ignacio Pérez del Viso (San Miguel)
A partir de los conflictos suscitados por algunas decisiones de Benedicto XVI y que ganaron el interés de la prensa, el autor reflexiona sobre los hechos con perspectiva histórica.
Benedicto XVI ha cometido numerosos errores. Juan Pablo II también. Y si retrocedemos en la historia, veremos que todos los Papas, excepto aquellos que se murieron a los pocos días de ser elegidos, han cometido errores. De esta “ley” o constancia no se salva ni el primero, el apóstol Simón Pedro. San Pablo dice que tuvo que reprenderlo públicamente por el doble comportamiento que llevaba, con los judíos por un lado y con los no judíos por otro (Gál. 2, 11-14). Confieso que más de una vez he pensado que Simón Pedro tenía su parte de razón, procurando la unidad en la naciente Iglesia y que Pablo a veces exageraba un tanto sus puntos de vista. Pero al margen de esta opinión personal, existía conciencia de que la “cabeza” del colegio de apóstoles podía equivocarse.
Por suerte, los papas son humanos y no robots programados para trabajos perfectos ni mensajeros enviados por el cielo para dar a conocer la voluntad de Dios. Muy pocos días antes de ser elegido, el cardenal Ratzinger dijo, con cierta ironía, que en algunos cónclaves o elecciones papales no se veía que hubiera estado presente el Espíritu Santo. Recordemos casos como el de Alejandro VI, que compró el cargo (1492), mientras que otros ejercieron todo tipo de presiones, acompañadas de promesas, utilizando digamos el garrote y la zanahoria, para lograr el objetivo. Por suerte, en los últimos siglos no se han visto esos abusos, pero no concluyamos de allí que el dedo de Dios señaló al que debía ser elegido. De modo similar, no pensemos que todas las decisiones de los papas vienen dictadas por una voz divina. La Iglesia es humana y, como todo lo humano, progresa cometiendo errores, al igual que los científicos.
El problema entonces no consiste en que el papa no se equivoque, sino en ver cómo la Iglesia puede dar un paso adelante aprovechando los tropezones de los papas, de los obispos y de todos los fieles. El inefable Juan XXIII cometió el error, en 1962, de ordenar que en las Facultades de Teología se volvieran a dictar las clases en latín. Los profesores obedecieron por breve tiempo, pero viendo que muchos alumnos no comprendían bien el latín, retornaron espontáneamente al idioma del país. Otro error de Juan XXIII fue haber propuesto las conclusiones del Sínodo de la diócesis de Roma como modelo para otros. Pero el Concilio desplegaba sus alas y aquel sínodo diocesano cayó en el olvido. Una conclusión posible es que en el tema de los errores pontificios es importante la relación entre el papa y el conjunto de la Iglesia. No somos un ejército que obedece ciegamente al comandante en jefe, sino una comunidad donde el Espíritu Santo reparte sus carismas a todos los fieles.
Una segunda conclusión sería que la compensación de los errores de los papas debe llegar en el momento y el modo adecuados. Pablo VI le prohibió al Concilio tratar el tema de la paternidad responsable porque lo estaba estudiando él personalmente. A mi modesto entender fue un error que provocó después mucha confusión. Cuando Pablo VI publicó la encíclica Humanae Vitae (1968), los episcopados más importantes que venían estudiando también ese tema, como los de Francia, Alemania, Estados Unidos, etc., emitieron declaraciones que completaban lo enseñado por el Papa. Pero sólo algunos estudiosos captaron el equilibrio entre la palabra del Papa y la de los obispos. La mayoría de los fieles se quedó sólo con una mitad.
Juan Pablo II publicó, por intermedio de Ratzinger, un importante documento sobre la Teología de la Liberación. Pero cometió el error de entregarlo en dos partes, dejando transcurrir un tiempo entre ambas. En la primera se indicaban los errores de esa corriente teológica. En la segunda se ponderaban sus valores. Pero la sensación que quedó fue la producida por la primera: que el Papa condenaba la Teología de la Liberación. Otro ejemplo sería el del teólogo Jon Sobrino. Fue público que la Santa Sede cuestionaba la ortodoxia de algunas afirmaciones suyas. Ante ese hecho, importantes teólogos europeos defendieron la ortodoxia de sus escritos. Pero salvo un selecto grupo de expertos, que pudo leer a estos teólogos, la impresión popular dominante es que Jon Sobrino está condenado en la Iglesia, lo que constituye una llaga abierta en toda América Latina.
La evolución de la excomunión
Viniendo a Benedicto XVI, creo que uno de sus errores en el tema de los lefebvristas es haber olvidado que la mayoría de los fieles, y de la opinión pública en general, no posee una noción precisa del sentido de la excomunión, confusión provocada por los cambios que ha tenido esta medida a lo largo de los siglos, de los cuales indicaré sólo algunos. En la Edad Media la excomunión tenía un sentido marcadamente político, sin excluir otros. El papa y el emperador dirimían sus disputas en la cumbre para no quedar ninguno un escalón más abajo que el otro. El primero disponía de la excomunión y, más temible aún del “entredicho”, por el cual prohibía que se celebrara misa en todo el imperio. El segundo se las ingeniaba para avanzar con sus ejércitos sobre Roma y hacer entrar al papa en razón. El emperador o rey excomulgado no se sentía un pecador especial sino una víctima de tramoyas palaciegas.
En una segunda etapa, durante las luchas de la Reforma y la Contrarreforma, la excomunión adquirió un marcado acento dogmático. Los herejes eran excomulgados. Lutero recibió una primera Bula (1520) en la cual se lo conminaba a retractarse de una serie de afirmaciones, 41 en total. Como no se retractó, una segunda Bula (1521) le aplicó la excomunión. En realidad, Lutero no podía retractarse de todas esas afirmaciones, ya que una de las condenadas por el Papa decía: “Quemar herejes es contra la voluntad del Espíritu Santo”. En este punto, al menos, el que debía retractarse era el papa León X. Por los errores e imprecisiones que contenían ambas Bulas, pienso que podrían ser consideradas nulas, lo que constituiría un aporte al diálogo ecuménico, aunque ese gesto no suprimiría lo producido por el conflicto entre Lutero y el Papa, que merece un tratamiento específico.
Otro sentido de la excomunión fue el puramente jurídico. Cuando santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, convocó al III Concilio de Lima (1583), fundamental para la aplicación del Concilio de Trento en estas tierras, surgieron algunos conflictos entre obispos, que habían venido de muy lejos, ya que la arquidiócesis de Lima se extendía desde Panamá hasta el sur de Chile. Un día desaparecieron las Actas del Concilio. El arzobispo Mogrovejo lo declaró suspendido hasta que reaparecieran las Actas. Pero los obispos decidieron continuar sesionando. Entonces, para sorpresa nuestra, santo Toribio los excomulgó, aunque ningún obispo pestañó por eso. El sentido de la excomunión era puramente jurídico. Si los obispos aprobaban alguna medida y la enviaban al rey, Felipe II la consideraría nula por estar excomulgados sus autores. Santo Toribio dio marcha atrás, levantó la excomunión, sin que los obispos acusaran recibo, y el Concilio concluyó felizmente, con medidas como la edición de catecismos en lenguas quechua, aymara y posteriormente guaraní.
La excomunión medicinal
Ahora bien, el sentido que prevaleció durante el siglo XIX y la mayor parte del XX fue el de una severa sanción o castigo por alguna falta gravísima. Los mayores recordamos la alegría del antiperonismo cuando llegó la noticia de la excomunión de Perón (1955) y el desconcierto en el peronismo cercano a la Iglesia. Como opinión personal, considero que Perón no quedó excomulgado, ya que el Derecho Canónico exigía que un jefe de Estado fuera mencionado por su nombre y apellido para aplicarle esa medida. Pero tanto Perón como la mayoría de los legisladores peronistas pidieron al Papa el levantamiento de la excomunión “ad cautelam”, por las dudas. Y este sentido, el del castigo por una falta grave, es el que hemos heredado y prevalece actualmente. No se le podría levantar la excomunión a quien no diera muestras de arrepentimiento. Con este presupuesto, suspenderles la excomunión a los cuatro obispos ordenados por Lefebvre en 1988, sin asegurarse de su arrepentimiento, de la aceptación plena del Concilio y de otros puntos fundamentales en la Iglesia, como el pedir perdón por la Shoá (Holocausto), constituía un desatino. La medida del Papa era inadmisible.
Lo que muchos olvidan es que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia viene realizando un giro en el tema de las excomuniones y de otras “sanciones”. La tendencia actual es a considerarlas como medicina. Esto se pone más de manifiesto en los cánones de las Iglesias Orientales Católicas. El juez se convierte en médico. Esto vale también para el sacramento de la reconciliación. En la antigua “confesión”, el sacerdote podía interrogar al penitente para asegurarse de que había mencionado todos los pecados, indicando su mayor o menor gravedad. Sin esta información precisa, no podía dictar una sentencia justa. Ahora, en cambio, más que mirar el pasado, con su carga de pecados, el sacerdote procura que el penitente recupere su esperanza, orientado hacia el futuro. No se niega el pasado, pero lo importante es que el que se confiesa salga más sano, y no meramente absuelto.
Si consideramos la excomunión como una sanción, el Papa cometió un error al levantarla sin la debida satisfacción dada por los sancionados. Pero si la consideramos una medicina, el enfoque es diferente. Muchas veces el médico suspende una medicación, lo que no significa que el enfermo esté liberado de su enfermedad. Desea provocar una reacción del paciente y quizás administrarle otra medicina. Es lo que intentó Benedicto XVI con los cuatro obispos lefebvristas. Su error fue olvidar que la mayoría de los fieles continúan con la mentalidad preconciliar, castigando delitos. Hubiera sido preferible que, con el levantamiento de las excomuniones, se publicara una carta suya aclarando el sentido de esa medida, porque para algunos equivalía a convalidar todas las ideas y actitudes de los cuatro. Era sólo un tenderles la mano para continuar el diálogo, sin que ello significara que los cuatro obispos cismáticos fueran equiparados al colegio de los obispos católicos. Y los lefebvristas respondieron a ese gesto separando al obispo negacionista de su cargo de rector del seminario de La Reja. Aún hay mucho por conversar, pero está clara la posición del Papa en relación a la Shoá, reafirmada cantidad de veces, como lo volverá a hacer seguramente en su viaje a Israel. Sin embargo, no parece que sus colaboradores hayan sido muy eficientes ya que no supieron presentarle un cuadro más preciso de la situación.
La Iglesia en China
La situación de los obispos lefebvristas guarda similitud, al menos aparente, con la de los más de 40 obispos ordenados sin autorización del papa y designados por el gobierno comunista chino. Ahora bien, es interesante recordar la carta enviada por Benedicto XVI a los católicos de China (2007), que rompe los esquemas tradicionales. Fue un tenderles la mano no a grupos tradicionalistas sino a los “progresistas”, a los que habían buscado un acuerdo con los marxistas. Y quizás esta carta les dolió a algunos de la Iglesia tradicional, la subterránea, la perseguida por el gobierno. Pero el Papa mira hacia el futuro y habla de una sola Iglesia en China, no de dos Iglesias, como es lo común, aunque reconoce las tensiones y divisiones existentes.
Mi opinión personal es que los obispos de la “Iglesia patriótica” no incurrieron en la pena de excomunión prevista en el Derecho Canónico. Se vieron en situaciones límite y actuaron como los obispos misioneros de los primeros siglos que no podían recurrir al papa para lograr la aprobación de sus medidas. En todo caso, el Papa no los trata como si estuvieran excomulgados. Expresa más bien el deseo de que se logre la plena comunión del episcopado chino, tanto en el interior de ese país como en relación al episcopado universal, cuyo punto de referencia es el obispo de Roma. Y a los fieles que están en plena comunión con Roma les sugiere que si no encuentran sacerdotes en la misma situación, que se dirijan a los otros, a los que aún no han accedido a esa plena comunión. No los considera “sancionados” sino peregrinos hacia la plenitud de la unidad.
Un número apreciable de obispos designados por el gobierno comunista le ha hecho llegar al Papa el deseo de estar en plena comunión con él. A todos ellos les ha respondido afirmativamente, sin ponerles condiciones, sin hablar de excomuniones precedentes. Quizás haya quien no acepta algún punto del Concilio, pero eso quedará para más adelante. Lo único que lamenta el Papa es que algunos de los que restablecieron la plena comunión, no lo hayan comunicado todavía a sus fieles. Pero tampoco los intima a que lo comuniquen bajo pena de suspender nuevamente la plena comunión. Supongo que algunos están esperando la ocasión propicia para hacerlo, evitando de momento nuevos conflictos con el gobierno de Pekín.
No estamos lejos de un acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de la República Popular China. A partir de ese momento, se dejará sentir en la Iglesia universal el peso de la Iglesia china. Y se recordará como un pilar fundamental la carta de Benedicto XVI. No es un error del Papa sino nuestro el no habernos interesado por esa larga carta, tan amplia y paternal respecto de todos los católicos chinos, en particular de los llamados “progresistas”, carta que se puede leer por Internet (www.vatican.va). Los famosos “ritos chinos”, creados por misioneros jesuitas hace 400 años para integrar la fe cristiana y la cultura china, podrán hacerse realidad en una Iglesia unificada por los gestos de Benedicto XVI. Y en su carta el Papa cita palabras del padre Matteo Ricci, escritas desde Pekín en aquellos tiempos fundacionales.
Superar el papalismo
Al comenzar sostuve que lo importante no consiste en evitar los errores de los papas, que son ineludibles, como en toda institución humana, sino en “compensar” esos errores con los carismas de toda la Iglesia. Juan XXIII fue completado por los profesores de teología, en un caso, y por los obispos del Concilio en otro. Pablo VI lo fue, con retraso, por las declaraciones de diversas conferencias episcopales. Benedicto XVI se ha completado a sí mismo en numerosos casos. En la visita a Turquía, una breve oración en dirección a La Meca borró su desliz en el discurso de Ratisbona. Poco después de elegido cometió el error de despedir al arzobispo encargado del diálogo interreligioso, colocando estas actividades bajo el responsable del diálogo intercultural. Pero después dio marcha atrás, reconociendo lo específico de cada diálogo.
Un papa puede corregirse en numerosos casos, pero éstos son la excepción más que la regla. Necesita de la Iglesia universal, si no queremos recaer en el papalismo pre-conciliar. Y una medida para lograr ese objetivo sería contar con una curia más eficiente. No es lo más importante pero quizás lo más urgente. Como lo reconoció el vocero papal, el jesuita Lombardi, no hay una buena comunicación entre todos los organismos de la curia. La reciente designación del obispo Wagner, en Austria, despertó descontento en ese país, tanto de obispos como de sacerdotes y fieles, a tal punto que el designado le pidió al Papa que revocara su nombramiento. ¿No informaron al Papa de ese malestar en la Iglesia de Austria? El cuenta con valiosos colaboradores, entre ellos el cardenal Kasper. Este hombre genial ha estado corriendo como un bombero, apagando incendios que no debían haber comenzado. El Papa cometerá errores, pero el desafío consiste en que les conceda mayor responsabilidad a sus mejores hombres, como Kasper, para que los inevitables tropezones pontificios sean una ocasión para dar pasos adelante.
El autor es jesuita y profesor en la Facultad de Teología de San Miguel
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Primero el banquero Ettore Gotti Tedeschi, luego el premier británico Gordon Brown lanzan desde "L'Osservatore Romano" una propuesta revolucionaria: una colosal inversión a favor de los países pobres. Que será a beneficio de todos, también de los países ricos culpables del actual desastre
por Sandro Magister
ROMA, 27 de febrero del 2009 – El primero en sorprenderse fue él, Ettore Gotti Tedeschi, 63 años, cinco hijos, católico ferviente, profesor de economía en la Universidad Católica de Milán y presidente para Italia del Banco de Santander, una de los mayores bancos del mundo:
"Cuando intuí el proyecto de la 'good bank' y escribí sobre él en 'L'Osservatore Romano', no imaginé que habría sido pensado también por el responsable del Banco Mundial e incluso por el primer ministro inglés Gordon Brown".
En cambio, ocurrió precisamente así. La idea lanzada por Gotti Tedeschi el 30 de enero pasado en la primera página del diario de la Santa Sede ha sido retomada con fuerza, el 19 de febrero en el mismo diario, por el premier británico Brown (en la foto), recibido el mismo día, en el Vaticano, por el Papa Benedicto XVI.
Se trata de una idea simple pero revolucionaria, lanzada a los países ricos que hoy están en condición de inestabilidad financiera: invertir una suma gigantesca no en casa propia sino a beneficio de los países pobres, con el fin de que estos se vuelvan protagonistas de un boom económico para beneficio de ellos y de todos. En el lapso de algunas décadas será precisamente el crecimiento de los países pobres lo que pagará la deuda de contrato de los países ricos, produciendo ulterior bienestar y riqueza.
Más abajo, en esta página, la idea está documentada más en detalle, así como ha tomado forma poco a poco en "L'Osservatore Romano": primero con el artículo de Gotti Tedeschi, luego con el sorprendente relanzamiento hecho por Gordon Brown, y luego con otro artículo del economista y banquero italiano, que desde hace un año es comentarista económico del diario del Papa.
El próximo G20, es decir la cumbre de los veinte países más grandes y más ricos del mundo, programado para el 2 de abril, será una prueba importante para el futuro de este proyecto.
Pero ya algo de sustancial está ocurriendo. Siempre más frecuente y autorizadamente se reconoce que la economía no puede actuar sólo con el empuje del interés egoísta – con las devastaciones que hoy están ante los ojos de todos – sino que debe vivir también de la ética. "Inspirada por la gracia", dice Gotti Tedeschi.
A su juicio, Brown ha tenido esta inspiración, "con la humildad de los hombres grandes". Gotti Tedeschi confía en que el primer ministro británico será escuchado por los otros poderosos de la tierra: "Y por ello invito a proponer a Gordon Brown para el Nóbel de economía".
Otra prueba de atención al vínculo entre economía y ética ha venido recientemente del ministro italiano de economía Giulio Tremonti. El verano pasado publicó un libro con el título de "El miedo y la esperanza", que ha llegado al escritorio de Benedicto XVI. Luego el Papa ha recibido al ministro en audiencia privada. Y este, inaugurando el pasado 19 de noviembre el nuevo año académico de la Universidad Católica de Milán, citó una conferencia de Ratzinger de 1985 sobre ética y economía, reconociéndole el mérito de haber profetizado con mucha anticipación, en aquella conferencia, el actual desastre mundial. "Se verifica hoy – dijo Tremonti – la previsión según la cual en la economía el declinar de la disciplina, una disciplina basada en un fuerte orden ético y religioso, habría llevado las leyes del mercado al colapso".
En el final de su discurso en la Universidad Católica, Tremonti citó a Platón e invocó como "única moneda buena" la de una inteligencia "guiada por Dios".
Será interesante ver como todo ello encontrará expresión en la encíclica sobre la doctrina social, que desde hace tiempo se espera que sea publicada y de la que han sido anticipadas sus primeras palabras en latín: "Caritas in veritate".
Mientras que en un encuentro de preguntas y respuestas con los sacerdotes de Roma, la mañana del jueves 26 de febrero, Benedicto XVI se expresó así sobre la actual crisis financiera mundial:
"Es deber de la Iglesia denunciar los errores fundamentales que hoy se muestran en el derrumbe de los grandes bancos americanos. La avaricia humana es idolatría que va contra el verdadero Dios y es falsificación de la imagen de Dios con otro dios, Mamón. Debemos denunciar con valentía, pero también con hechos concretos, porque los grandes moralismos no ayudan si no son sostenidos por el conocimiento de la realidad, que ayuda también a entender qué cosa se puede hacer en concreto. Desde siempre la Iglesia no sólo denuncia los males, sino que muestra los caminos que llevan a la justicia, a la caridad, a la conversión de los corazones. También en la economía la justicia se construye sólo si hay justos. Y estos se forman con la conversión de los corazones".
Pero regresemos a la propuesta de la "good bank". Aquí a continuación los tres artículos aparecidos en "L'Osservatore Romano:
1. Una "good bank" para favorecer el desarrollo. Las finanzas pueden hacer milagros
por Ettore Gotti Tedeschi, 30 de enero del 2009
Las finanzas son sólo un instrumento. Un instrumento que recientemente ha sido mal utilizado y, como consecuencia, demasiado ha sido vituperado. Por el contrario, las finanzas pueden ser usadas para el bien. En cierto sentido ellas pueden hacer milagros. La ocasión existe y es la solución a la crisis en curso. El modo existe y es la proyección de una "good bank" que financie un proyecto planetario para la solución de la crisis y que represente la cobertura a término de la "bad bank" propuesta en estos meses.
En el bienio 1939-1940 fueron emitidos préstamos para financiar la segunda guerra mundial y a continuación, otras obligaciones para financiar el plan Marshall. La tragedia de la guerra resolvió – si se puede decir así – los problemas de desocupación. El plan Marshall resolvió los problemas de pobreza, garantizando la reconstrucción de la Europa post bélica. Ambas iniciativas resolvieron los problemas económicos estadounidenses.
La guerra que se tiene que financiar hoy para derrotar a la crisis es en cambio la guerra contra la pobreza global. La reconstrucción que se tiene que garantizar hoy es la de los países pobres.
Podrá parecer una contradicción, pero sólo involucrando todo el mundo en un esfuerzo superior se podrán reabsorber, antes y mejor, los efectos de la crisis. Después del discurso de toma del posesión del nuevo presidente de los Estado Unidos, se puede esperar que sea lanzado el "plan Obama" para derrotar a la crisis, combatiendo la pobreza y permitiendo así, no sólo a su nación sino a la humanidad entera, salir de la coyuntura negativa.
En 1939 se resolvieron los problemas de mantenimiento productivo y de desocupación armando soldados y construyendo cañones. En 1946 reconstruyendo una Europa semidestruida. Hoy se puede sostener la capacidad productiva – mucho más global y a costos mucho más bajos – con un plan de intervenciones a favor de los países pobres, para satisfacer su demanda potencial y para dar inicio a actividades económicas adecuadas a través de inversiones en obras de infraestructura.
Los países pobres son por lo tanto el objeto de la reconstrucción de hoy. El proyecto de una guerra a la pobreza para afrontar la crisis daría inmediatamente paso a iniciativas económicas inducidas y a las consiguientes inversiones. Se alimentaría de nuevo la iniciativa empresarial y las bolsas premiarían a las empresas involucradas, garantizando el sostén a su capacidad productiva.
¿Cuánto vale este proyecto y cómo financiarlo? Puede valer lo que la absorción de la burbuja que debería gravar sobre la "bad bank" de la que tanto se habla y, como esta última, podría ser financiado con un préstamo de cincuenta años a ser suscrito por todos los países ricos del mundo. Probablemente asusta también sólo la hipótesis de un cálculo de los recursos necesarios para ello. Pero debería asustar más la falta de verdaderas alternativas. En vez de razonar en términos de costos y de ganancias, se debería razonar en términos de oportunidades, como fue hecho cuando se decidió financiar la segunda guerra mundial y el subsiguiente plan de reconstrucción.
Hoy son necesarios más recursos. Pero hoy el mundo – entrado en el ciclo económico de producción y bienestar – tiene capacidades muy superiores a las de setenta años atrás. Para absorber la gran burbuja que confluirá en la "bad bank" es necesario por lo tanto un proyecto de cobertura productiva de verdadera riqueza sostenible: la cobertura a término de la "bad bank" se debe hacer con la "good bank". Para absorber las pérdidas pasadas es necesaria una economía mundial total de crecimiento y bienestar.
Como fue para Europa, reactivada con el plan Marshall, que en diez años retomó su crecimiento hasta producir un boom económico, así podrá ocurrir – inclusive con fases y procesos diferentes – para las economías de los países pobres que en veinte o treinta años podrían comenzar a pagar de vuelta la deuda produciendo a su vez bienestar y riqueza. Así ha sido en los últimos veinte años en Asia, donde ahora hay economías que están incluso sosteniendo a las nuestras. La solidaridad paga también en términos concretos.
Se trata de un proyecto audaz y complejo. No producirá inmediatamente los resultados esperados y muchos serán los obstáculos. Pero es un proyecto factible, y lo es precisamente usando las finanzas. Que podría así recuperar su verdadero sentido. El sentido bueno.
2. Un desafío global. Crisis económica y desarraigo de la pobreza
por Gordon Brown, 19 de febrero del 2009
De Río a Roma y de Lagos a Londres nos encontramos frente a uno de los más grandes desafíos económicos de nuestra generación. En lo que será probablemente definido por los historiadores como la primera crisis económica de nivel verdaderamente mundial, las previsiones de crecimiento para el 2009 han sido retocadas en cuanto cercanas al cero, hay un derrumbe del comercio y de los flujos de capital y se está extendiendo la desocupación.
La crisis financiera y económica amenaza la ocupación y las perspectivas de las familias de cada país y de cada continente. En toda Europa, miles de personas se encuentran de improviso sin trabajo y están siempre más preocupadas por el propio futuro. Pero se trata de tendencias internacionales, que tienen impacto también sobre los más pobres en África, Asia y en otras partes. Aquí la crisis económica significará hambre para otros millones de personas, menos instrucción y menos servicios sanitarios. Sé que la Iglesia católica y el Santo Padre comparten estas preocupaciones. Los países más pobres ven que toda fuente de financiamiento de su propio desarrollo – exportaciones y demanda de productos alimenticios, comercio y financiamiento de proyectos, ayudas, remesas, flujos de capital – ha sido golpeada por la dimensión y por la extensión sin precedentes de esta crisis.
En el Reino Unido estamos usando todo medio a nuestra disposición para que la recesión sea en la medida de lo posible breve y poco profunda. Pero la recesión global requiere una respuesta global, si queremos que nuestras medidas tengan éxito. El próximo 2 de abril el G20 – o sea, la reunión de los líderes de los países más grandes y más ricos del mundo, que representan más de los dos tercios de la población mundial y el 90 por ciento de la economía global – se reunirá en Londres para discutir esta respuesta.
Lograrlo es de vital importancia. De otro modo, la recesión será más profunda, más larga y golpeará un número mayor de personas. Si no resolvemos los efectos de la crisis, el Banco Mundial estima que desde hoy al 2015 en el mundo en vías de desarrollo otros 2,8 millones de niños podrían morir antes de haber cumplido cinco años. Es como si toda la población de Roma muriese en los próximos cinco años.
Por lo tanto no podría haber razones morales más válidas que estas. Pero ya no se trata sólo de razones morales. Esta crisis nos ha demostrado que no podemos permitir que los problemas se agraven en un país, ya que de reflejo el impacto de los mismos ser advertido por todos. Es pues nuestro deber común hacer que las exigencias de los países más pobres no sean un pensamiento secundario, con el que se está de acuerdo por obligación moral o por sentido de culpa. Es hora de ver a los países en vías de desarrollo insertados en las soluciones internacionales de las que tenemos necesidad. Y es fundamental que estas soluciones internacionales tengan en cuenta a los países en vías de desarrollo.
Nuestra respuesta global debe por lo tanto en primer lugar prever financiamientos mayores, mejores y más rápidos por parte de las instituciones financieras internacionales, que puedan contribuir a salvaguardar las inversiones en salud y en instrucción y a estimular las economías. Un estímulo internacional funcionará solamente si tiene de verdad carácter global. Por demasiado tiempo sólo los países ricos han estado en grado de introducir capital en las propias economías en los periodos difíciles. Esta vez debe ser diferente.
Ya he iniciado conversaciones con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos para elaborar propuestas que, si son acogidas por el G20, podrían introducir miles de millones de dólares en las economías de los países en vías de desarrollo. Como segundo punto, son necesarias reformas de las instituciones financieras internacionales para dar más voz al mundo en vías de desarrollo, haciendo las instituciones más eficaces, legítimas y sensibles. Y como tercer punto, es necesario encontrar las vías para movilizar los recursos para salvaguarda de los más pobres, como el Global Vulnerability Fund, que puede ser dirigido de modo específico a los más pobres y más vulnerables.
Para los cambios climáticos, además, debemos hacer de modo tal que la crisis de las economías no nos distraiga de enfrentar la del clima. Debemos tomar el momento para garantizar inversiones en las industrias verdes que nos preparan para el futuro, en vez de poner en grave riesgo a las generaciones futuras.
Debemos además buscar de poner en marcha el comercio internacional. Sabemos que refugiarnos en el proteccionismo nos hará a todos más pobres, pero también es un momento de oportunidad. Si sabemos usufructuar el empuje político para concluir el acuerdo de Doha sobre el comercio, se calcula que la economía mundial podría beneficiarse por 150 mil millones de dólares. La Santa Sede ha sostenido con fuerza un acuerdo comercial favorable a los pobres, y yo espero que esta voz sea finalmente escuchada.
Como político sé que cuando las religiones movilizan sus propios recursos, se advierte vivamente el impacto de ello. Acabamos de escuchar el rol preeminente de las religiones en el ámbito de la más larga alianza que se ha formado para sostener los objetivos de desarrollo del milenio en el evento de alto nivel de setiembre pasado en Nueva York.
Valores religiosos, como la justicia y la solidaridad – valores que afirman que los niños pobres, como los ricos, deben tener acceso a vacunas y medicinas – han llevado al Reino Unido y a la Santa Sede a sostener juntos el International Finance Facility for Immunisation y los Advanced Market Commitment. La adquisición por parte del Papa en el 2006 del primer título de crédito para la inmunización ha sido expresión tangible del compromiso común de la Santa Sede y el Reino Unido a favor del desarrollo internacional. Gracias a este crédito, han sido recogidos más de mil millones y seis cientos millones de dólares, y 500 millones de niños serán inmunizados entre el 2006 y el 2015 – totalizando en cinco millones los niños salvados.
El pasado 18 de junio el Papa Benedicto ha solicitado a través de su secretario de Estado una "respuesta eficaz a las crisis económicas que afligen diferentes regiones del planeta" y la actuación de "un plano de acción internacional concertado dirigido a liberar el mundo de la pobreza extrema". Yo sostengo este llamado. El vértice de Londres en abril debe ver que respondamos al desafío.
3. La intervención de Gordon Brown sobre la crisis económica. Clase de inglés
por Ettore Gotti Tedeschi, 22 de febrero del 2009
Muchos consideran que las grandes crisis son también – o quizá sobre todo – crisis morales. También la actual crisis económico-financiera no se sustrae a esta regla, habiendo sido provocada por decisiones de desarrollo egoístas e insostenibles, que después han desencadenado los peores "espíritus animales" en el mundo de las finanzas.
En "L'Osservatore Romano" del pasado 19 de febrero, parece que el primer ministro británico Gordon Brown ha querido expresar la búsqueda de una autoridad moral necesaria para la solución de la crisis, reconociendo implícitamente lo insostenible de la autonomía moral de la economía. Avanzando incluso la propuesta de una solidaridad estructural hacia los países pobres como posible solución estratégica de la crisis. Además de invocar acciones de "justa solidaridad" de hecho es necesario proponer acciones de "oportuna solidaridad" hacia los países pobres.
Estos países se deben involucrar en el proceso de solución de la crisis induciéndolos a crear la riqueza necesaria para volver a levantar al mundo entero. Ello puede ser realizado transformando su demanda inexpresada de bienes y de inversiones en valor para las economías de los países que hoy se encuentra con una capacidad productiva peligrosamente inutilizada. La estrategia de solución de la crisis esta en buscar riquezas para compensar las pérdidas, donde hay potencial para hacerlo rápidamente.
En apariencia, las costosísimas maniobras en acto tienden en cambio a sostener el consumismo de los países ricos y a transferir al Estado los insostenibles debitos de los bancos, de las empresas y de las familias. Pero esta solución corre el riesgo de crear inflación en vez de riqueza. Transferir en los últimos años bienestar y riqueza a varios países emergentes ha hecho quizá menos grave la crisis en acto. Las previsiones del producto bruto interno para el 2009 lo ven caer en 3,4 por ciento en los Estados Unidos y en 1,5 en Europa.
Sin embargo, el PBI mundial crece todavía en 1 por ciento gracias a las economías de grandes naciones como China (más de 5 por ciento), India y Brasil. Haber extendido, aunque sea de modo egoísta, bienestar a aquellos países – desarrollando demanda, oferta, ahorro y crecimiento – permite hoy imaginar remedios para los errores de las naciones ricas. Quizá se habría podido evitar la crisis global si la extensión de la riqueza hubiese alcanzado también al resto del planeta. En vez de pensar de modo egoísta en defender – además con engaños – los privilegios.
Pero los errores del mundo occidental no son debidos únicamente a la excesiva desenvoltura de los managers bancarios y a la falta de control. La economía y las finanzas son sólo instrumentos gestionados por el hombre, que al hombre deben ser útiles. Su finalidad es, según las leyes que las regulan, utilizar eficazmente los recursos, desarrollar bienestar para todos y reducir las desigualdades. Eso no es moral, es economía.
Pero el balance no siempre ha sido alentador. Frecuentemente se ha abusado de los recursos, se ha fingido tener posibilidades para el desarrollo del bienestar, las desigualdades no han sido reducidas como se podía y debía. No se ha dado un sentido a los instrumentos. El mundo rico ha sido tonto – no sólo egoísta – al no querer reconocer la necesidad de autoridad y leyes morales, y confundiendo por ello los medios con los fines.
Gordon Brown, primer ministro de una gran nación, con su intervención ha dado una magistral lección para quien quiere entenderla: se debe dar un sentido al instrumento económico y se debe reconocer que la economía no puede tener una propia autonomía moral.
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François Houtart es sacerdote católico. Pero ante todo, es un incansable luchador social. "No podemos ser otra cosa que revolucionarios", dijo en alguna oportunidad. Nacido en Bélgica en 1925 y ordenado en 1949, es dueño de una vasta cultura, habiendo estudiado filosofía, teología, ciencias políticas y sociología. Habla a la perfección varios idiomas. Ha viajado por medio mundo (Asia, Africa y América Latina) en relación a problemas socio-religiosos. En la Argentina vivió algún tiempo para conocer nuestra realidad. Es autor de más de 40 libros, muchos de ellos con traducciones a varias lenguas. Sólo por mencionar algunos, podemos citar " El cambio social en América Latina" (1964), " Sociología de la religión" (1992), " La Tiranía del Mercado" (2001), "Mercado y Religión" (2002). Entre algunas de sus credenciales podemos decir que es profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), director del Centro Tricontinental, miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial de Porto Alegre, presidente de la Liga Internacional por el Derecho y la Libertad de los Pueblos, y además secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas que, tal como dice su página electrónica, es una "red internacional de centros de investigación destinada a apoyar los proyectos emergentes de la convergencia internacional de los movimientos sociales y otros actores de la sociedad civil de base. Lo hace construyendo los espacios de reflexión y coordinación, poniendo a disposición de los movimientos sociales y ONGs, las herramientas de información y análisis sobre mundialización de las resistencias y contribuyendo a la difusión de los conocimientos de las luchas internacionales en curso". Tanto el Foro como la figura de François Houtart son actualmente referentes de los movimientos alternativos en todo el mundo.
Houtart inauguró el curso del Centro Mediterráneo de la Universidad de Granada 'El cambio que estamos viviendo', en el que participan destacados intelectuales como Federico Mayor Zaragoza, Carlos Tablada, Joaquín Estefanía, José Vidal-Beneyto o Riccardo Petrella. Houtart, delegado especial del presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas para la Reforma del Sistema Financiero y Monetario, es fundador del Centro Tricontinental de la Universidad Católica de Lovaina.Lo entrevista Lo entrevista Ines Gallasteguir en Ideal
-¿Cómo ve la actual crisis?
-Se habla mucho de crisis financiera, pero no es sino un epifenómeno de un problema mucho más grave, que es la lógica de la organización económica mundial. Hay una convergencia de diversas crisis: alimentaria, energética, climática, social, humanitaria, ecológica...
-¿Cómo será esa 'sociedad del futuro' de la que habla en el curso?
-La sociedad del futuro no puede ser sino postcapitalista y sólo puede construirse sobre cuatro grandes ejes. Primero, una relación con la naturaleza de respeto y no de explotación. En la práctica, significa declarar el agua y las semillas patrimonio universal y no permitir su privatización. El segundo eje es privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio, lo que significa que los productos y los servicios tendrían que ser desarrollados en función de las necesidades y no del provecho. Estamos en una situación absurda: nunca hubo tanta riqueza y tantos pobres. Para la acumulación del capital es más interesante desarrollar de manera espectacular el 20% de la población mundial que producir bienes y servicios para el otro 80% que no tiene poder de compra. El tercer eje es la democratización de la sociedad, no sólo en el campo político, sino en todas las relaciones sociales colectivas: en la economía, en las instituciones de la salud, la educación, el deporte y la religión, entre hombres y mujeres... Y el cuarto eje es la multiculturalidad: la posibilidad de que todos los saberes, filosofías y religiones contribuyan a la construcción social colectiva. Hasta ahora, hemos identificado desarrollo con occidentalización y los saberes tradicionales han sido marginados.
-¿Y cómo cree que será la transición de un sistema a otro?
-Se necesitan actores que construyan una nueva relación de fuerza -lo cual no significa necesariamente violencia-, porque el sistema no va a cambiar por sí mismo. En el siglo XIX y XX el actor que se oponía al capitalismo era la clase obrera, pero hoy, con los cambios en el trabajo, la debilidad de las organizaciones obreras y la globalización, los actores son todos los grupos sociales subalternos afectados por la ley del capital: los campesinos sin tierra, los indígenas, las mujeres, los estudiantes... El nuevo actor histórico es global. Sólo la convergencia de esas luchas puede transformar las cosas. El problema es que son resistencias un poco aisladas. Para tener una fuerza real necesitan la dimensión política, y eso es todavía muy flojo. Sólo en América Latina se ven primeros pasos de alternativas que van en contra de la lógica del sistema dominante: en Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador... Por ejemplo, fue la convergencia de ONG, movimientos sociales, iglesias y algunos gobiernos la que impidió el tratado de libre comercio entre EE UU, Canadá y América Latina, y está intentando otro tipo de integración latinoamericana a través del ALBA.
-Usted afirma que es necesario construir el socialismo. Pero, ¿qué socialismo: el de Zapatero o el de Fidel?
-El postcapitalismo se puede llamar socialismo, pero debe ser definido por su contenido. Si no, es una palabra ambigua: puede ser Pol Pot, Stalin, Tony Blair... Para mí el socialismo se define en función de los cuatro ejes que he citado.
-¿Cree que Cuba es un buen ejemplo de construcción socialista?
-Cuba es un ensayo que ha tenido éxitos -especialmente en el plano de la salud, la educación, el deporte y la cultura-, pero también ha tenido el obstáculo de la dominación de la URSS durante veinte años, que reorientó el modelo original y del que Cuba está tratando de salir desde finales de los ochenta. En Cuba, como en los demás países, la construcción del socialismo se ha tenido que hacer en las peores condiciones; guerras, embargos, la caída de la URSS...
-¿Es incompatible el socialismo con la democracia?
-No, de ninguna manera. Pero no podemos decir que no hay democracia en Cuba. Ese es el argumento habitual de los ataques. Hay un deseo de más democracia, más agilidad, menos rigidez en el sistema burocrático y político, más participación, a pesar de que hay mucha más que en cualquier otro país de América Latina... La fuerte reacción del mundo capitalista tuvo como consecuencia en Cuba la rigidez del sistema, la militarización, para defenderse. Pero no son las presiones del exterior las que van a lograr una mayor democratización en Cuba; al contrario: a más presiones, más resistencia.
-¿Cree que el triunfo de Barack Obama es un motivo para la esperanza?
-Fue una señal de esperanza porque es la primera vez que un negro o un seminegro llega al poder en un país como Estados Unidos. Eso simbólicamente es muy importante y así fue sentido en África, en América Latina y en EE UU. Pero de ahí a pensar que Obama no va a ser el presidente de un imperio, es otra cosa. No sólo por la fuerza de las estructuras, sino también porque él es un hombre del 'establishment'. Tiene posiciones más abiertas hacia Kyoto, y hay que aplaudirlo, pero en el fondo la lógica no ha cambiado. Como dicen los cubanos: habrá que acostumbrarse a tener un emperador negro.
-¿Qué queda de la Teología de la Liberación después de tantos años de conservadurismo en el Vaticano?
-La Teología de la Liberación no está muerta, pero sí ha sufrido un golpe enorme, porque la institución eclesiástica católica ha cortado los canales de difusión: sus teólogos fueron eliminados de todas las facultades y centros de pastoral controlados por la Santa Sede. Al mismo tiempo, ha conocido una cierta extensión temática en los últimos veinte años: feminista, ecológica, de los pueblos indígenas... Y además se desarrolló en las universidades laicas y en las comunidades de base. Pero debemos confesar que sí: la política de restauración de la autoridad de Roma ha sido muy negativa para este proyecto de pensamiento y de acción.
-La sociedad española es cada vez menos católica, pero los obispos están siempre en primer plano hablando del aborto, la eutanasia, la investigación científica... ¿Por qué?
-La cultura y la ética están en plena evolución sobre esos y otros temas. El hecho de que la jerarquía eclesiástica haya tomado posiciones extremadamente conservadoras y reaccionarias frente a esa evolución choca con cosas que son consideradas de sentido común, como la dignidad de la vida, la dignidad de la muerte, el problema de la limitación de nacimientos, etcétera. Y esa oposición es noticia. La razón de esta actitud me parece muy ligada a la concepción de la autoridad eclesiástica, más que a una cuestión de doctrina: quizá lo hagan con buena intención, pero es una concepción totalmente equivocada del ser humano, un reduccionismo a los factores puramente biológicos, una concepción puramente materialista que no tiene en cuenta la cultura, lo que debería ser el papel de una instancia religiosa.
-Usted es sacerdote. ¿Se ha planteado hacer su trabajo intelectual desde fuera de la Iglesia católica?
-¡Prácticamente es lo que estoy haciendo! No estoy fuera del Evangelio ni fuera de la iglesia como pueblo de Dios, pero no estoy en convergencia con la institución central, eso está claro. ¡Ja, ja, ja!
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Enorme expectación por ver y escuchar de cerca al portavoz del Papa. Y el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, de Radio Vaticano y del Centro Televisivo Vaticano, Federico Lombardi, no defraudó. Y dictó esta mañana en la sede de la Conferencia episcopal toda una lección magistral de comunicación teórica y práctica. Con la elegancia de un consumado especialista y la humildad y sencillez de un aprendiz, capaz de reconocer los errores y de invitar a “decir siempre la verdad”.
A medida que el padre Lombardi iba hablando me sentía más y más identificado con el fondo y con la forma de lo que decía y de cómo lo decía. El portavoz del Papa hablaba con conocimiento de causa. Se notaba que lo que decía procedía de alguien con experiencia, alguien que ha pisado una redacción y que sabe perfectamente lo que se cuece en ellas y cómo se desarrolla su dinámica comunicativa.
Y, como broche de oro, cuando todos pensábamos que iba a jugar con red y se iba a escudar en el formato de conferencia para esquivar las preguntas de los informadores, resulta que se sometió a ellas. Sin trampa ni cartón. Eso sí, dijo lo que quiso y sólo lo que quiso. Otra lección práctica extraordinaria.
Vayamos con la parte teórica. Rodeado del Nuncio de Su Santidad, monseñor Monteiro, del obispo de la comisión episcopal de Medios, Juan Del Río, que fue el que le invitó, de Raúl Berzosa, auxiliar de Oviedo, de Joan Piris, obispo de Lleida, del portavoz del episcopado español, monseñor Martínez Camino, y del secretario de la comisión de Medios, José María Gil, el padre Lombardi escuchó primero todo tipo de loas dirigidas a su persona.
El Nuncio de Su Santidad lo presentó como “una persona de todos conocida” y advirtió de que “todos somos pocos para trabajar en la viña del Señor”. Martínez Camino, en nombre de la CEE, le dio la bienvenida a Añastro y dijo que sus “reflexiones vienen avaladas tanto por la ciencia como por la experiencia en la comunicación en el corazón de la vida de la Iglesia”.
Monseñor del Río, brillante como siempre y sin pelos en la lengua, mandó varios recados a algunos comunicadores de la radio de la Iglesia y presentó a Lombardi como “un magnífico primer espada con la alta responsabilidad de dirigir la oficina de prensa de la Santa Sede”. Y, por último, Raúl Berzosa, glosó el currículo del jesuita y sus numerosas aportaciones, teóricas y prácticas, al universo de la comunicación.
En su turno de palabra, Lombardi, comenzó por mostrarse apabullado ante los “cumplidos”, antes de dar lectura de su ponencia. Con un arranque teórico ineludible: “El anuncio forma parte de la misma naturaleza de la Iglesia”. Y desde esa base comenzó a desgranar sus consejos. Por ejemplo, “no tener una actitud temerosa ni de prejuicios ante la comunicación social y sus gentes”. Porque “es un deber de la Iglesia utilizar esta comunicación para el anuncio”.
El vocero de Benedicto XVI abogó por una Iglesia presente en todo tipo de medios. Tanto en los tradicionales como en las modernas tecnologías. “Siempre en tensión y con una sana prudencia”. Y “sin abandonar los medios tradicionales”, apostó por “ser capaces de encontrarnos con las nuevas generaciones en las nuevas tecnologías”.
Porque, a su juicio, la misión de los medios católicos es una “comunicación integral”. No sólo de información eclesiástica o clerical, “porque no hay una comunicación católica separada de la comunicación profana”. De ahí que pusiese de ejemplo al propio Papa como “nuestro principal comentarista de todo tipo de cuestiones”.
La información eclesial –añadía Lombardi y parecía estar pensando en algunos programas de la COPE- tiene que ser “un servicio a la verdad y a la objetividad”. Es decir, “una información no guiada por intereses ideológicos, políticos o económicos”. Y aquí reside, a su juicio, lo que tiene que distinguir a los medios eclesiales de los demás. Abogó, asimismo, por “jerarquizar” las noticias y “ayudar a las personas a poner orden y a distinguir lo más importante de lo menos importante”.
Otra característica de la comunicación católica es la del “servicio a la Justicia”, sobre todo en las áreas más pobres del mundo y en “las guerras olvidadas”. Y también, la del “servicio a la paz”. Para Lombardi, “hay que favorecer la comprensión y el diálogo y no acentuar las divisiones y usar siempre un lenguaje respetuoso hacia los demás”. ¿Estaría pensando en alguien en concreto?
Lombardi reiteró que “la presencia de la Iglesia en los medios no es un lujo, sino un deber” y precisó un poco el lenguaje que la Iglesia tiene que utilizar a la hora de comunicar. “Un lenguaje claro, simple y comprensivo y nunca abstracto ni clerical. Si queremos que el mensaje pase y permanezca, tenemos que extremar la sencillez y la claridad”.
Invitó, asimismo, “a decir siempre la verdad, incluso ante preguntas difíciles”, sin que “ello implique que haya que decir siempre todo. Pero todo lo que se diga tiene que ser siempre verdad”. Esa actitud, además, “genera credibilidad y confianza”. La contraria, “reticencias”.
Y desde su propia experiencia periodística añadió: “Los periodistas tienen que escribir noticias. Y si no hay respuestas, tienden a desarrollar hipótesis o conjeturas”. Además, “la información hoy es continua y en tiempo real. Por eso, cuanto antes se dé la respuesta, mejor”.
A su juicio, “lo ideal para la Iglesia es llevar la batuta de la agenda y lanzar sus mensajes cuando lo cree conveniente”. Esto no exime a los portavoces, cree Lombardi, de tener la cualidad de la discreción y la prudencia ante la comunicación de crisis, momentos en los que nunca se ha de faltar a la verdad y la respuesta ha de ser rápida “para que durante la tempestad no surjan informaciones falsas”.
En esos momentos de crisis, hace falta “mensajes sencillos y claros. Porque la palabra clave es credibilidad. Una sola mentira destruye la credibilidad”. Eso sí, conscientes siempre de que “existe un tribunal de la opinión pública. Si la gente cree que hay crisis, la crisis existe ya”.
Cuando no es el momento adecuado para que salga a la luz una noticia “no hay que contarla ni a los amigos”, dijo Lombardi entre risas de los presentes, momento en el que hizo hincapié en los tiempos correctos o convenientes para que se publiquen determinadas informaciones.
Insistió el portavoz del Papa en otra regla de oro de la comunicación en la Iglesia: “las buenas y estrechas relaciones con los periodistas”. Hasta el punto de pedir que se esté pendiente de sus vidas personales y de sus problemas, para “crear una mayor sintonía y facilitar la confianza recíproca”.
Finalmente, el portavoz vaticano sostuvo en su discurso que "una sola mentira" puede hacer perder definitivamente la credibilidad y recomendó pedir perdón si ha habido errores en la comunicación.
Y, antes de concluir, confesó su propia fuente de inspiración: “la comunicación para la comunión es la que inspira mis trabajos de comunicador. Hablar para unir, no para dividir”, concluyó.
Y de la teoría a la práctica.
El portavoz del vaticano se sometió a las preguntas de los presentes. A las que contestó en italiano, para precisar más su pensamiento. Se alargó especialmente en la explicación de los errores cometidos en la gestión del caso de los lefebvrianos. Señaló a este respecto que “el miedo y el temor son malos consejeros, que nos pueden llevar a encerrarnos en nosotros mismo y a no comunicar lo suficiente”. Eso sí, teniendo siempre en cuenta “que el mundo es el que es”, hay que intentar “establecer relaciones humanas leales”.
Según Lombardi, “una situación de crisis como la vivida con los lefebvrianos se puede experimentar como un desastre o como una situación difícil de la que extraer consecuencias positivas”. Lo que el Opus llama “cambiar el limón en limonada”.
También aseguró, sobre la reciente visita del numero dos del Vaticano, Tarcisio Bertone, a España, que su conferencia sobre los Derechos Humanos es aplicable a “todas las sociedades”, aunque “también tenía connotaciones al caso español”.
Dijo que no podía responder, por no sentirse “competente”, a una pregunta sobre el aborto y a otra sobre el caso del sacerdote español asesinado en La Habana. Pero sí contexto a otras dos preguntas. Una sobre la interactividad de las fuentes vaticanas en Internet. Y otra, sobre las radios de la Iglesia.
Abogó por una interactividad controlada, entre otras cosas por la falta de personal suficiente para poder alcanzar una interactividad total. Y se salió por la tangente en la pregunta sobre las radios, que iba dirigida directamente a la cadena COPE.
Y se fue con la misma sonrisa y la misma humildad en el semblante con la que llegó. Tras recibir un caluroso aplauso no sólo de los delegados de medios de las diócesis españolas, sino también de los profesionales (muchos) allí presentes. ¡Ojalá también en España informadores y fuentes eclesiásticas seamos capaces de tender puentes y establecer cauces veraces y auténticos de comunicación!
José Manuel Vidal
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El Noticiero de Austria dio a conocer esta información sobre un hecho que tendrá graves consecuencias en el gobieno de la Iglesia, porque después de haber sido nombrado Gerhard Wagner, obispo auxiliar de Linz –es decir que fue elegido por el obispo titular de esa diócesis-, el episcopado de ese país, presidido por el cardenal Christoph Schönborn, se reunió y dio a conocer una carta pastoral en la que se hacía alusión al nombramiento. Wagner presentó su dimisión antes de ser consagrado Obispo.
Los obispos diocesanos austriacos se reunieron en una sesión de crisis sobre la situación en la Iglesia católica convocada ya antes de que renunciara sorpresivamente a su cargo el recientemente nombrado obispo auxiliar de Linz, Gerhard Maria Wagner. Este, en un acto inusitado, se vio obligado a pedir al Vaticano que cancele su nombramiento tras la polémica desatada en Austria por sus opiniones ultraconservadoras sobre la homosexualidad, de la que dijo era una “enfermedad curable”, y sobre la legendaria figura de cuentos infantiles Harry Potter, al que calificó de “satánico”. Para Wagner, la devastación de Nueva Orleans por el huracán Katrina fue la consecuencia de una “contaminación espiritual”, y el tsunami en Tailandia e Indonesia algo así como un “castigo” que afectó a miles de personas que estaban de vacaciones en lugar de celebrar la navidad en casa.
En la carta pastoral se pide “mucha sensibilidad” al Vaticano
En la carta pastoral aprobada en la conferencia de los obispos austriacos, se hizo claramente alusión al nombramiento del párroco Gerhard Maria Wagner en un llamamiento indirecto al Vaticano para seguir las directivas oficiales al examinar a candidatos. Wagner no había figurado en la lista de tres candidatos propuesta por la diócesis de Linz, tercera ciudad de Austria. El arzobispo de Viena, cardenal Schönborn, admitió en una conferencia de prensa que en el caso del párroco Wagner se había tratado sobre todo de asuntos de la comunicación. Dijo que se ha tomado nota de la renuncia al nombramiento, e hizo constar que precisamente en tales nombramientos de obispo se necesitará “en lo sucesivo muchísima sensibilidad”.
Se temía una oleada de bajas del censo católico
En Austria, la Iglesia de base y también parte de la jerarquía eclesiástica habían criticado duramente el nombramiento de Wagner, hasta el punto de que la situación amenazaba con transformarse en una oleada de bajas de la Iglesia austriaca, ya afectada en el pasado decenio por escándalos sexuales y de pedofilia. Ya sólo en 2008, más de 40.000 personas abandonaron el registro de fieles, en un país tradicionalmente católico en que de sus 8 millones de habitantes ya solo el 66% se define como católico. Por otra parte, en su pastoral los obispos también se dirigieron a la comunidad lefebvriana pidiéndoles que “tomen la mano tendida“ para buscar la reconciliación.
Xabier Pikaza Ibarrondo (foto) tiene un blog que contiene artículos de mucha profundidad. Español, ex religioso mercedario, en sus dos últimos artículos se refiere al tema del poder de la Iglesia. El anterior era muy largo pero pueden consultarlo si les interesa; en las líneas siguientes figura el sitio para ubicarlo. En esta ocasión se refiere a un caso emblemático, como es el caso de este sacerdote al que la Inquisición dictaminó como prohibidos dos libros suyo y el año pasado fue beatificado.
Ayer he presentado los trece poderes de la Iglesia y como el texto era largo lo dejó ahí, como base de posible reflexiòn http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2009/02/10/el-vaticano-un-estado-espiritual-y-mater.
Hoy quiero presentar las cinco llagas de la misma Iglesia (y en especial de su Curia y Jerarquía), dejando ya mis palabras y tomando para ello las de un libro famoso de Antonio Rosmini, primero condenado por el Santo Oficio (y metido en el Índice) y luego beatificado. Rosmini ha sido para muchos de nosotros una lectura refrescante, antes y después de haber sido "rehabilitado". Las cinco llagas que él vio en la Iglesia Jerárquica siguen estando ahí, aunque muchos no las vean. Así me lo decía un día C. Nigro, famoso profesor de la Universidad de la diócesis de Roma (el Laterano) .
Antonio Rosmini (1797- 1855).
Escritor, filósofo, teólogo y sacerdote católico italiano.Fue quizá el más significativo de los pensadores italianos del siglo XIX. Escribió diversas obras de espiritualidad, filosofía y eclesiología: Máximas de perfección cristiana, Nuevo ensayo sobre el origen de las ideas, Filosofía de la política, Tratado de la conciencia moral y, sobre todo, Las cinco llagas de la santa Iglesia, un obra del año 1846 en la que denunciaba los peligros que amenazaba a la iglesia. Fue hombre de gran capacidad intelectual y de inmensa autoridad y hubiera sido el más adecuado para dirigir las duras negociaciones entre el nuevo Estado italiano y la Santa Sede.
Pero cayó en desgracia y dos de sus libros, uno ya citado (Las cinco llagas de la santa Iglesia) y otro titulado La constitución civil según la justicia social¸ fueron puesto en el Índice de libros prohibidos. La iglesia jerárquica rechazaba su visión liberal de la política, que se fundada a su juicio en la libertad moral de los hombres (no en un orden sobrenatural, regulado por la Iglesia). Pero lo que más le preocupaba era la crítica incluida en el libro sobre las cinco llagas, que, a juicio de Rosmini, eran las siguientes.
Cinco llagas
(1) La primera llaga era la separación entre el pueblo cristiano y el clero, sobre todo en la liturgia. Rosmini criticaba, especialmente, el hecho de que las celebraciones católicas resultaban con frecuencia iincomprensibles para el pueblo. Además, la distancia existente entre el clero y los laicos no respondía al evangelio. La liturgia era del clero, no del pueblo de Dios.
(2) La segunda llaga era la insuficiente formación cultural y espiritual del clero; a juicio de Rosmini, el clero era incapaz de dialogar con la nueva cultura existente ya en su tiempo. Se había abierto un foso entre el clero y el pueblo en la forma de pensar y de vivir; el pueblo ira por un lado, el clero por otro.
(3) La tercera llaga es la desunión de los obispos entre si y de los obispos con el clero y con el papa. El problema era a su juicio la falta de fraternidad y diálogo en el conjunto del clero, pues cada obispo buscaba su parcela de poder, de manera que unos se enfrenaban con otros. La unión de la Iglesia desde arriba no se reflejaba en la caridad entre los obispos y entre los obispos y el clero.
(4) La cuarta llaga es la injerencia política en el nombramiento de los obispos. En un primer momento, Rosmini deseaa que el papa hubiera libertad para nombrar a los obispos; pero inmediatamente después quería que se volviera al uso antiguo de la Iglesia, de manera que fueran los propios sacerdotes y el pueblo de una diócesis los que nombraran a sus obispos. El nombramiento de los obispos por parte de los reyes o del papa le parecía contrario a la fraternidad y libertad del evangelio y de la Iglesia
(5) La quinta y última llaga es para Rosmini la riqueza de la Iglesia, es decir, los bienes temporales que esclavizan a los eclesiásticos... Junto a la riqueza de la Iglesia estabala falta de transparencia en su administración.
Condena
El año 1887 fueron condenadas por la Iglesia 40 proposiciones tomadas de las obras de Rosmini . Entre ellas se encuentran las siguientes: «(19). El Verbo es aquella materia invisible, de la que, como se dice en Sap. 11, 18, todas las cosas del universo fueron hechas.. (28). En la doctrina cristiana, el Verbo, carácter y faz de Dios, se imprime en el alma de aquellos que reciben con fe el bautismo de Cristo. El Verbo, es decir, el carácter, impreso en el alma, en la doctrina cristiana, es el Ser real (infinito) por sí manifiesto, que luego conocemos ser la segunda persona de la Santísima Trinidad. 29. No tenemos en modo alguno por ajena a la doctrina católica, que es la sola verdadera, la siguiente conjetura: En el sacramento de la Eucaristía la sustancia del pan y del vino se convierte en verdadera carne y verdadera sangre de Cristo, cuando Cristo la hace término de su principio sintiente y la vivifica con su vida, casi del mismo modo como el pan y el vino se transustancian verdaderamente en nuestra carne y sangre, porque se hacen término de nuestro principio sintiente…. El Santo Oficio juzgó que en estas proposiciones “en el propio sentido del autor deben ser reprobadas y proscritas, como por el presente decreto general las reprueba, condena y proscribe... Su Santidad aprobó y confirmó el decreto de los Emmos. Padres y mandó que fuera portodos guardado.» (cf. Decreto Post Obitum, DH 3201-3240).
Rovocación de la condena y beatificación
Pero esa condena fue revocada en el año 2001. «Se debe reconocer que una difundida literatura científica, seria y rigurosa, sobre el pensamiento de Antonio Rosmini, expresada en el campo católico por teólogos y filósofos pertenecientes a varias escuelas de pensamiento, ha demostrado que esas interpretaciones contrarias a la fe y a la doctrina católica no corresponden en realidad a la auténtica posición de Rosmini. La Congregación para la doctrina de la fe, después de un profundo examen de los decretos doctrinales promulgados en el siglo XIX y teniendo en cuenta los resultados obtenidos por la historiografía y la investigación científica y teórica de los últimos decenios, ha llegado a la siguiente conclusión: Actualmente se pueden considerar ya superados los motivos de preocupación y de dificultades doctrinales y prudenciales, que llevaron a la promulgación del decreto Post obitum de condena de las "cuarenta proposiciones" tomadas de las obras de Antonio Rosmini…» (Decreto del 1 de Julio del 2001).
El 18 de noviembre del año 2007, Antonio Rosmini ha sido beatificado por la Iglesia católica.
Llegó con la crisis de 2001, y el viernes lo despidió la comunidad en la que se arraigó.
Por Rosa Bertino
En un primer momento, el alejamiento del médico y sacerdote Oscar Audisio (52), tras ocho años en la parroquia Nuestra Señora del Trabajo, de Villa El Libertador, despertó suspicacias. En una etapa de crisis espiritual y doctrinaria como la que se vive hoy, en la que la Iglesia perdió la preeminencia de otrora, ya no son tan comunes los curas involucrados como el padre Oscar.
El viernes tuvo tres casamientos al hilo, de jóvenes parejas que querían ser unidas por él antes de que partiera a su destino en Villa del Rosario. Recién a la medianoche pudo apersonarse en la fiesta de despedida que un grupo de fieles le había organizado en el club vecinal. Se vivieron momentos muy emotivos. No es fácil separarse de alguien que se hizo carne en la zona. Para muchos, Audisio es el emblema de una comunidad que no se resigna a abandonar la dignidad de la pobreza, y día tras día lucha contra la marginalidad, la droga y la corrupción.
A escasas 20 cuadras, barrio Comercial despedía a Santos Moyano (también de 52 años), quien reemplaza a Audisio en Villa El Libertador por decisión del Arzobispado. El adiós fue igualmente sentido, pero menos efusivo, acaso más acorde con el bajísimo perfil del padre Santos. Éste tampoco se va tan lejos, luego de haber cumplido 17 años de vida y sacerdocio en Comercial. Para todos los que lo conocen, y aún para los que no, el "curita de la bicicleta" es el santo y seña.
A su vez, Moyano es reemplazado por Mario Mangiaterra, un cura de un año de antigüedad que llega a una vecindad problemática y heterogénea.
A título ilustrativo, baste decir que, en una barriada con horarios y enclaves peligrosos (lo cual hoy dista de ser excepcional), como Villa El Libertador, el padre Audisio hacía tranquilamente sus visitas nocturnas a enfermos y afligidos. Entre los buenos recuerdos que se lleva, están las veces que, de regreso a la parroquia y en medio de la oscuridad, "la muchachada me llamaba desde las esquinas, para preguntarme por Jesús". Y no era broma, ni treta, asegura.
Pero acaso el balance más alentador es que quedan "más de 300 laicos, trabajando para la comunidad, y entre ellos hay muchos bolivianos". La colorida bandera precolombina del Tiwanaku es uno de los contados objetos que Audisio se lleva a Villa del Rosario. También deja una relación estable con "cinco o seis pastores evangélicos", con los cuales ha logrado el acercamiento entre la Iglesia Católica y su "principal competencia".
"Conste que lo de ‘competencia’ es cosa suya y no mía", le aclara a la cronista.
Volviendo a las suspicacias, Oscar aclara algunos mitos que rodean a su persona y su traslado.
Nacimiento: "Soy nacido en Los Molinos y no en Villa del Rosario. Somos dos varones y dos mujeres, y nos criamos en Córdoba".
Vocación: "No es verdad que estudié Medicina para darles el gusto a mis padres, y después pude meterme de cura. Me recibí de médico en 1980. Estuve muy de novio, pero sentí que la vocación sacerdotal, que venía desde mi adolescencia, era más fuerte y no podía casarme. La ruptura fue dolorosa, pero inevitable. Tenía 30 años cuando ingresé al Seminario, en 1986. Nunca tuve un conflicto vocacional".
Elección: "Villa El Libertador fue mi elección, y estoy feliz de haberla cumplido. En 2001 le pedí al obispo venir acá. En ese momento la crisis era brutal. En 2002 yo recorría los hogares y me recibía el hombre. Estaba sin trabajo. La construcción ocupó a muchos, y la situación cambió. Pero el trabajo en negro no dignifica, ni resuelve el tema de la pobreza estructural. Con changas no se puede pelear contra la droga y la corrupción. Cuánta alegría hay en la frase: ‘Padre, estoy en blanco, tengo mutual, me hacen aportes, mi señora puede tener familia en una clínica’. Y qué poco se escucha".
Males sociales: "Muchos se podrían solucionar, y rápido. En Villa El Libertador viven más de 60 mil personas. La mayoría trabaja, aunque sea informalmente. Paga tasas e impuestos. Lo que se recauda en el CPC debería ser redistribuido aquí mismo, como fuente de ingreso, pero todo va a parar al centro".
Pecado estructural: "El argentino es solidario, pero suele quedarse en la caridad. Como cristianos, durante siglos nos atuvimos al ‘no fornicar’, como si fuera el único pecado. Todo lo llevamos al terreno del sexo, desatendiendo el peor de los pecados: la injusticia, que viene desde el Antiguo Testamento. Conocemos los mandamientos, pero no las ocho bienaventuranzas de Cristo. Cayó el tabú del sexo, y la injusticia sigue intacta".
Celibato: "La crisis sacerdotal no pasa exclusivamente por ahí, aunque la soledad es difícil de sobrellevar. Creo que la Iglesia debería admitir curas casados. En lo personal, si mañana me dieran permiso para casarme, no sé si lo haría".
Alejamiento: "La única razón por la cual pedí traslado, y el obispo (Carlos Ñáñez) me lo concedió lo más rápido que pudo, es que sentí que había cumplido un ciclo. El físico ya no me sostiene como antes. Además, quisiera estar con mi madre, en su vejez y enfermedad. Eso es todo. Aquí queda alguien absolutamente comprometido con la dureza de la calle, como el padre Santos. No me van a extrañar".