El nombramiento del obispo de Linz

Por MANUEL DE UNCITI | SACERDOTE Y PERIODISTA

Los obispos son nombrados no 'contra' la Iglesia local sino a favor de ésta». Afirmación de Perogrullo, sin duda y a primera vista; pero afirmación con mucha miga si se tiene en cuenta que está dicha en un muy reciente documento -carta pastoral- de la Conferencia Episcopal de Austria y que los miembros de ésta habían sido convocados de urgencia y de modo extraordinario para el caso por el cardenal arzobispo de Viena, monseñor Christoph Schönborn. ¿De qué se ha tratado? ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Ha ocurrido que la Santa Sede había anunciado oficialmente su decisión de nombrar al sacerdote Gerardo María Wagner, de 54 años de edad, como obispo auxiliar del residencial de la diócesis de Linz, Ludwig Schwarz, de 68 años. El sacerdote Wagner no era ningún desconocido para la gran opinión pública de Austria. En mala hora, por cierto, ya que saltó a la fama por calificar de 'satánica' la figura de Harry Potter y por atribuir, en 2005, a castigo del cielo la terrorífica destrucción que causó en Nueva Orleans el huracán 'Katrina'. Su conocido integrismo le llevaba a no permitir que las chicas subieran al presbiterio para intervenir como monaguillos o proclamar las lecturas de la Biblia... ¡Cosas de poca monta!, dirá -y no sin razón- más de uno; pero 'detalles' que revelan un espíritu ultramontano e intransigente.
Sus compañeros sacerdotes no le veían con ojos demasiado benévolos, como es natural. En una diócesis fuertemente dividida entre progresistas y conservadores, el padre Wagner había optado decididamente por estos últimos, hasta convertirse en su abanderado. Le jaleaban sus prédicas y más cuando bordaba algunos temas morales. Hizo época -valga por caso- su sermón sobre los homosexuales. Para Wagner y los suyos, éstos son simplemente unos enfermos que pueden y deben curarse.
Con todo esto por delante, ¿cómo entender que Roma hubiere decidido nombrarle obispo? ¿Ignoraba el Vaticano estos 'detalles' y otros de igual tenor, pese a que estaban en boca de todos los católicos austríacos? ¿Qué informaciones había recabado la Nunciatura apostólica, responsable de llevar a Roma los nombres de los candidatos al episcopado, y qué controles había dispuesto el dicasterio de los obispos para verificar la autenticidad de las informaciones? ¿Y es o no verdad lo que dicen los periódicos austríacos sobre que el nombre del padre Wagner fue introducido en la lista de tres nombres propuestos por el obispo de Linz sin que a éste se le notificara el añadido? De ser esto cierto, estaríamos ante unos manejos curiales obsesionados por confiar la dirección de la Iglesia a los más conservadores.
«No podemos quedarnos cruzados de brazos». Ha sido el clamor de los sacerdotes más considerados de la diócesis de Linz. «Está en juego -ha añadido uno de ellos- el seguir siendo una Iglesia abierta o el limitarnos a ser un pequeño grupo. No queremos parecer como una secta». Y dicho y hecho. Los párrocos de toda la iglesia local se congregaron en una reunión informal. Por 31 votos contra 4 rechazaron el nombramiento del padre Wagner. Propusieron, además, solicitar en la predicación del domingo en todas las parroquias la renuncia al episcopado del propuesto como auxiliar de Linz. Algunos, más extravagantes, optaron por que las cosas siguieran su curso, reservándose, sin embargo, la facultad de manifestar su enérgica protesta en el acto mismo de la ordenación litúrgica del nuevo obispo... No hubo lugar a ninguna de estas medidas de fuerza. El propio interesado, el padre Wagner, se apresuró a hacer pública su renuncia al episcopado. Añadió que así se lo haría saber al propio Benedicto XVI.
El residencial de la diócesis de Linz ha aplaudido esta decisión. Ha juzgado que favorecía los intereses de la iglesia local. De igual sentir ha sido el presidente del grupo laical: «También nosotros somos Iglesia» . Se ha mostrado «feliz con la renuncia del padre Wagner». La Conferencia Episcopal, por su parte, ha comentado por boca de su presidente, el cardenal Schönborn, que «los católicos tienen derecho a que los obispos demos lo mejor de nuestra parte para resolver esta crisis». El 9 de febrero se encontró en Roma con el Papa. Le hizo saber que sería muy negativo el nombramiento del padre Wagner y que la sola propuesta del mismo había sido una desconsideración para con el obispo de Linz. Vuelto a Viena y reunido con los demás obispos, redactó una carta pastoral. Se lee en ella: «Cuando el nombramiento de un obispo significa para los creyentes motivo alegría e impulso, entonces pueden esperarse bienes para la unidad de la Iglesia».

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