No se puede servir a Dios y al dinero

Ante declaraciones de algunos miembros de la Iglesia, que -reiteramos- no son «la Iglesia», nosotros como Curas en la Opción por los Pobres, miembros también de esa Iglesia, queremos dejar clara nuestra opinión:

Ya hemos vivido en nuestro país diferentes modelos y propuestas socio-económicas. Y hemos podido ver que, guiados por razones más económicas que ideológicas, los empresarios de nuestro país adhieren -quizás con matices- al modelo capitalista, del que son fervientes defensores. No siempre con metodologías democráticas. La imposición a sangre y fuego de un capitalismo liberal radicalizado en marzo de 1976 -con la excusa de combatir a la guerrilla- es el más trágico de estos ejemplos.

Así, muchos empresarios aplaudieron cuando el entonces ministro Cavallo les quitó los aportes patronales, pero no se escandalizaron cuando –“Banelco” mediante- se aprobaron leyes de precarización y flexibilización laboral que los beneficiaron en perjuicio de los trabajadores. No es de extrañar, por lo tanto, que el capital defienda a ultranza modelos capitalistas y haga todos los movimientos a su alcance para impedir que se le toque el órgano más sensible, que es el bolsillo. No aceptamos, por tanto, las campañas que buscan demonizar a los sindicatos y no son sino disimulados intentos de tener la mayor libertad posible de obrar a su antojo. Si hay mafias, patotas o negociados, son éstos casos concretos, los cuales deben combatirse y esclarecerse en la justicia; pero esto no significa eliminar el derecho inalienable a la libre asociación de los trabajadores en gremios o sindicatos.

Somos miembros de una Iglesia que tiene un magisterio social, que de un modo casi invariable desde hace más de 100 años, relativiza la propiedad privada, condena el capitalismo tanto como antaño al marxismo, destaca la prioridad del trabajo sobre el capital, opta preferencialmente por los pobres ante la sociedad, y señala la urgente necesidad de preservar los recursos de la naturaleza contaminados, agredidos y depredados por el lucro desmedido.

Como cristianos, rechazamos la lógica capitalista como responsable del genocidio que se produce y producirá si no hay justicia en la distribución de los bienes de la vida. La lógica del capitalismo es transformar todo en mercancías, ganancias y acumulación del capital. Somos hermanos y hermanas, la tierra es para todos y, como aprendemos de Jesús de Nazaret, no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero (Lc 6,13); y citando también a un discípulo de San Pablo, “la raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Tim 6,10). Hoy en día “el dinero” es el capital amasado a través del lucro omnipotente, del mercado total, de la exclusión de las mayorías y a favor del beneficio exagerado de unas minorías.

Por todo esto, queremos dejar en claro nuestra opinión:

1. Consideramos que el modelo capitalista es perverso en todas sus expresiones, aunque haya sub-modelos más inhumanos que otros;

2. Consideramos que deben reimplantarse los aportes patronales, y buscar activa y claramente los medios para que se achique la brecha de la muy injusta distribución del ingreso;

3. Reclamamos que se regularice la situación de los trabajadores en negro, ya sea en las empresas, el Estado nacional, los Estados provinciales y de ciudades, como la C.A.B.A, reconociéndoles un justo salario digno;

4. No nos parece suficiente que se proponga una participación de los trabajadores en las ganancias, con la que estamos claramente de acuerdo, sino que también debe haber participación de los mismos en las decisiones de las empresas, conforme ha dicho habitualmente el Magisterio Social de la Iglesia (cf. Laborem Exercens 8.14; Juan Pablo II a los empresarios Argentinos el 11 de abril de 1987 en el Luna Park, lo cual fue aplaudido por los mismos);

5. El capital financiero avanza sobre la agricultura y el sistema alimentario. Desde la privatización de las semillas y la venta de agrotóxicos, hasta la compra de la cosecha, el procesamiento de los alimentos, y su transporte, distribución y venta al consumidor, todo está ya en manos de un número reducido de empresas. El modelo sojero genera miles de familias de pobres rurales, y el proceso de acumulación crece. Vamos hacia una agricultura industrial y sintética, sin agricultores.. A esto debemos añadir el maltrato a campesinos constatado en provincias como Santiago del Estero o Chaco y otras, donde el silencio complice del gobierno va de la mano con el accionar de policias que hacen "trabajo extra" a mano armada. Se producen así fenomenales migraciones de desocupados que terminan viviendo en las periferias de las ciudades y sobreviven con planes asistenciales, criticados –paradójicamente- por los empresarios industriales y rurales. Reclamamos que se escuche la voz y se haga justicia con los pequeños agricultores y tamberos, y se dé urgente solución definitiva a la situación de desnutrición de niños en Misiones y en otras partes de nuestro país;

6. Lamentamos, asimismo, que haya voces de la Iglesia que parezcan hacer suya la voz de los empresarios que se niegan a compartir sus (desmesuradas) riquezas, e incluso se hacen asesorar por ellos, en lugar de ser -como se decía antes- "voz de los que no tienen voz", o -como decimos hoy- "estar presentes en la causa del pobre" (Juan Pablo II);

7. No queremos dejar pasar esta declaración sin repudiar, sin pero alguno, el asesinato de Mariano Ferreyra, víctima también él, de aquellos que son reprimidos por el capital en su legítima búsqueda de justicia. Esperamos confiadamente que todos los responsables materiales e intelectuales de este crimen reciban todo el peso de la ley, sea quién fuere, y se pongan todos los medios para enfrentar, asimismo, las causas que enlutan nuestro país con una nueva muerte.
La acumulación de ganancias -licitas o no- parece olvidar o pretender negar, que el capital no puede crecer si no es a costa del trabajo. La conocida plusvalía, trabajo acumulado o como quiera llamarse. En nombre de una divinización de la propiedad privada, los empresarios siguen viendo cómo engrosan sus arcas tratando de tener la menor cantidad posible de trabajadores, al menor costo posible, sea teniendo trabajadores total o parcialmente en negro, tercerizando personal, ofreciendo contratos basura, o muchas inmoralidades por el estilo. La solidaridad no parece figurar en los diccionarios del capital; aunque a veces se la confunda con la dádiva. Sabemos muy bien que la llamada teoría del derrame nunca llega a los trabajadores, ya que los empresarios misteriosamente hacen crecer día a día el tamaño de sus copas.

No renunciaremos a soñar y construir una sociedad más justa y humana, desde los pobres, como aprendemos de Jesús.

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