En Gaza, el Vaticano alza bandera blanca

Hamas niega a Israel el derecho de existir. Pero para la diplomacia pontificia el Estado judío se equivoca al defender con las armas su propia subsistencia. El Custodio de Tierra Santa hace públicas las razones que sustentan la política de la Iglesia en el Cercano Oriente.

por Sandro Magister
periodista del diario italiano La Repubblica



ROMA, 4 de enero de 2009 – En los días de las festividades navideñas, Benedicto XVI se ha pronunciado muchas veces contra la guerra que tiene por epicentro la Franja de Gaza.
Pero sus palabras han caído en el vacío. Fracaso no nuevo para las autoridades de la Santa Sede, cada vez que afrontan la cuestión de Israel.
En más de tres años de pontificado, Benedicto XVI ha innovado en lo que se refiere a las relaciones entre las dos confesiones de fe: la cristiana y la judía. Ha innovado también, arriesgándose a caer en la incomprensión y en la contrariedad, tanto entre los católicos como entre los judíos.
Pero en el interín poco o nada parece haber cambiado en la política vaticana respecto a Israel.
La única variante, marginal, está en los acentos. Hasta un par de años atrás, con el cardenal Angelo Sodano como secretario de Estado y con Mario Agnes como director del "Osservatore Romano", las críticas a Israel eran incesantes, pesadas, con rasgos descarados. Hoy ya no es más así. Con el cardenal Tarcisio Bertone, la secretaría de Estado ha suavizado los tonos, y bajo la dirección de Giovanni Maria Vian "L'Osservatore Romano" ha dejado de lanzar invectivas y ha ampliado los espacios del debate religioso y cultural.
Pero se ha mantenido la misma política general. Por cierto, las autoridades de la Iglesia Católica no defienden la existencia de Israel – que sus enemigos quieren negar y es la verdadera y última puesta en juego del conflicto – con la misma explícita y fortísima determinación con la que alzan su voz en defensa de los principios “innegociables” respecto a la vida humana.
Se lo ha visto durante los días pasados. Las autoridades de la Iglesia y el mismo Benedicto XVI han elevado sus voces de condena contra "la dura violencia que ha estallado en la Franja de Gaza en respuesta a otra violencia", sólo luego que Israel comenzó a bombardear en ese territorio los reductos del movimiento terrorista Hamas, no antes. No lo han hecho cuando Hamas consolidaba su dominio feroz sobre Gaza, masacraba a los musulmanes fieles al presidente Abu Mazen, humillaba a las minúsculas comunidades cristianas y lanzaba diariamente misiles contra las poblaciones israelitas del área circundante.

Respecto a Hamas y a su ostensible "misión" de eliminar el Estado judío de la faz de la tierra, y respecto a Hamas como avanzada de las miras expansionistas de Irán en el Cercano Oriente, y respecto a Hamas como aliado de Hezbollah y de Siria, las autoridades vaticanas jamás han accedido a encender alarmas rojas. Jamás han mostrado que juzgaban a Hamas como un riesgo mortal para Israel, como un obstáculo para el nacimiento de un Estado palestino, además de constituir una pesadilla para los regímenes árabes de la región, desde Egipto hasta Jordania y Arabia Saudita.
En el "L'Osservatore Romano" del 29-30 de diciembre, en un comentario en primera página, firmado por Luca M. Possati y controlado palabra por palabra por la secretaría de Estado vaticana, se sostenía que "para el Estado judío, la sola idea de seguridad posible debe pasar a través del diálogo con todos, inclusive con quienes no lo reconocen". Léase: Hamas.
Y en el mismo número del diario vaticano – en una declaración también acorde con la secretaria de Estado – el patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, luego de haber deplorado la "desproporcionada" reacción militar de Israel, repetía el mismo concepto: "Debemos tener la humildad de sentarnos en torno a una mesa y de escucharnos unos a otros". Ni una palabra sobre Hamas y sobre el rechazo prejuicioso de aceptar la misma existencia de Israel.
Por el contrario, ningún relieve ha otorgado "L'Osservatore Romano" a las contemporáneas declaraciones de la Jjefa de gobierno de Alemania, Angela Merkel, según las cuales "es un derecho legítimo de Israel proteger a su propia población civil y su propio territorio" y la responsabilidad del ataque israelita a Gaza es "clara y exclusivamente" de Hamas.
Al afirmar esto, la canciller alemana ha roto el coro de condenas que se ha elevado puntualmente también esta vez por parte de muchas cancillerías – y desde el Vaticano –, luego que Israel ejerciera con las armas su derecho a la autodefensa. En Italia, el experto en geopolítica que más ha resaltado la toma de posición de Angela Merkel, en el diario "La Stampa", ha sido Vittorio E. Parsi, profesor de política internacional en la Universidad Católica de Milán y hasta hace pocos meses comentarista de "Avvenire", el diario de la conferencia episcopal italiana. En "Avvenire", Parsi había escrito dos años atrás, en la época de la guerra en El Líbano, un editorial con el título "Las razones de Israel", en el cual afirmaba:

"La amarga realidad es que, en la región medioriental, la presencia de Israel es considerada como 'provisoria', y la garantía de la supervivencia del Estado judío se basa – por más que sea amargo decirlo – en su superioridad militar".

El problema es que la "provisoriedad" del Estado de Israel es un pensamiento compartido por una parte significativa de la Iglesia Católica. Y es este pensamiento el que influye sobre la política vaticana en Cercano Oriente, el que se encierra en viejas opciones privadas de eficacia y el que le impide captar las novedades que también se han tornado evidentes en estos días, entre las cuales se cuenta la creciente y fortísima aversión contra Hamas por parte de los principales regímenes árabes y por los mismos palestinos que habitan en los Territorios, objetivamente más próximos hoy a las razones de Israel como no lo está el Vaticano.


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Sobre el concepto de la "provisoriedad" de Israel y sobre su influencia en la Iglesia Católica, es iluminador un libro-entrevista que salió a la venta en estos días en Italia, con el Custodio de Tierra Santa, el franciscano Pierbattista Pizzaballa.
El Padre Pizzaballa, a cargo desde 2004, junto al nuncio y al patriarca latino de Jerusalén es uno de los más notables representantes de la Iglesia Católica en Israel. Es también el que se expresa con mayor libertad.
Ahora bien, reconociendo previamente que los cristianos en Tierra Santa son hoy solamente el 1% de la población y que son casi todos palestinos, el Padre Pizzaballa recuerda que "los cristianos han sido protagonistas hasta hace pocas décadas de las denominadas luchas por el resurgimiento árabe" en Palestina, El Líbano y Siria. Hoy ellos "no cuentan para nada, políticamente, en el conflicto israelí-palestino", donde tienen mucho más peso los componentes islámicos. Pero los cristianos han conservado ese "rehusarse a aceptar a Israel" que persiste en una gran parte del mundo árabe.
Una prueba de este rechazo, agrega Pizzaballa, ha sido la oposición a los acuerdos fundamentales y al intercambio de representaciones diplomáticas establecidas en 1993 entre la Santa Sede y el Estado de Israel:

"No ha sido fácil para la Iglesia local aceptar este momento crucial [svolta]. El mundo cristiano de Tierra Santa es prevalentemente árabe-palestino, en consecuencia no se descontaba el consenso. Esto es lo que hace que el gesto de la Santa Sede sea todavía más valiente. Recuerdo muy bien los problemas que padecimos, los temores, los comentarios que no eran para nada entusiastas. Parecía casi una traición a las razones de los palestinos, porque la historia de Israel ha sido vista por ellos como la negación de las propias razones".

Y más aún:

"En febrero de 2000 se celebró el acuerdo de la Santa Sede también con la Autoridad Palestina, lo cual calmó un poco ese temor".

Pero se ha mantenido firme una idea de fondo:

"Cuando se dice que si Israel no existiese no habría todos estos problemas, casi parece que Israel es la fuente de todos los males de Medio Oriente. No creo que sea así. De todos modos, es un dato de hecho que Israel no ha sido aceptado todavía por la enorme mayoría de los países árabes".

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Si Israel no existiese, o si de todos modos no actuase como actúa... Hay que tener en cuenta que pensamientos similares corren no sólo entre los cristianos árabes, sino también entre los exponentes de relieve de la Iglesia Católica que viven fuera de Tierra Santa y en Roma.
Uno de éstos, por ejemplo, es el jesuita Samir Khalil Samir, egipcio de nacimiento, islamólogo entre los más escuchados en el Vaticano, quien en un "decálogo" de su autoría, presentado hace dos años a favor de la paz en Medio Oriente, ha escrito lo siguiente:

"La raíz del problema israelí-palestino no es religiosa ni étnica, es puramente política. El problema surge cuando se crea el Estado de Israel y se divide Palestina en 1948 – a continuación de la persecución organizada sistemáticamente contra los judíos –, decidido por las grandes potencias sin tener en cuenta a las poblaciones presentes en Tierra Santa. Ésta es la causa real de todas las guerras que han tenido lugar. Para poner remedio a una grave injusticia cometida en Europa contra un tercio de la población judía mundial, la misma Europa, apoyada por las otras naciones más poderosas, ha decidido y ha cometido una nueva injusticia contra la población palestina, inocente respecto al martirio de los judíos".
Dicho esto, el Padre Samir sostiene de todos modos que la existencia de Israel es hoy un dato de hecho que no puede ser ignorado, independientemente de su pecado de origen. Ésta es también la posición oficial de la Santa Sede, desde hace tiempo favorable a los dos Estados, el israelita y el palestino.
Sin embargo, subordinada a la aceptación de Israel queda en pie en el Vaticano una ulterior reserva, la cual no se refiere a la existencia del Estado, sino a sus actos. Tal reserva se expresa en las formas y en las ocasiones más variadas, y consiste en repetir, cada vez que se desata un conflicto, la frase que los árabes son víctimas y los israelitas opresores. También el terrorismo islámico está llevado nuevamente a esta causa de fondo:


"Muchos problemas, atribuidos hoy casi exclusivamente a las diferencias culturales y religiosas, encuentran su origen en innumerables injusticias económicas y sociales. Esto es verdad también en la experiencia compleja del pueblo palestino. En la Franja de Gaza, la dignidad del hombre está pisoteada desde hace décadas; el odio y el fundamentalismo homicida encuentran su alimento allí".

Quien se ha expresado así – el último entre las autoridades vaticanas – ha sido el cardenal Renato Martino, presidente del pontificio consejo de justicia y paz, en una entrevista publicada en "L'Osservatore Romano" el 1º de enero de 2009.

Ni una palabra sobre el hecho que Israel se ha retirado de Gaza en el verano de 2005 y que Hamas ha tomado el poder por la fuerza en junio de 2007.

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